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Escritos de León Trotsky (1929-1940)

Stalin y su Agabekov

Stalin y su Agabekov

Stalin y su Agabekov[1]

 

 

 

Julio de 1930

 

 

 

Los guardias blancos emigrados celebran una nueva victoria. Otro agente soviético, Agabekov, acaba de in­gresar a su bando; actualmente se halla bajo la protección especial de los agentes de Tardieu.[2] Las baladronadas de los blancos no carecen de fundamentos; un colaborador importante de la GPU se les ha unido. Está preparando o ya preparó un libro en el que revela las actividades de la GPU en Oriente. Ya Bessedovski ha­bía creado el modelo para esta clase de libro. Los asun­tos privados y clandestinos inevitablemente ligados a la lucha de clase que libra el gobierno obrero contra sus enemigos imperialistas están imbricados con los inventos y calumnias que estos caballeros preparan a gusto de sus amos.

La prensa blanca ya ha brindado una crónica vivaz del gran servicio que el ex stalinista Bessedovski le prestó a la Siguranza [policía secreta] rumana con revelaciones sobre el gobierno soviético. Lo primero que hace Agabekov es proporcionar la dirección de la agencia soviética en el extranjero.

En Constantinopla, a donde había llegado directamente desde Moscú, empleó los meses siguientes en preparar su denuncia. De modo que no es el caso de un funcionario que vivió durante varios años en el extran­jero y luego “rompió” con su país. No, se trata de alguien que pasó la prueba en Moscú y recientemente fue nombrado para su nuevo puesto. Había pasado dos pruebas: la de su trabajo especial y la de la línea del partido. De no haberlo hecho, Agabekov no hubiera re­cibido un puesto que quedó vacante tras la muerte de Blumkin. Tal es la ironía del destino de Stalin: asesinó a Blumkin y el único reemplazante que le encontró fue Agabekov.

Ahora, ya se recibió la confirmación de primera mano. Agabekov ha declarado a la prensa que Blumkin fue fusilado porque era partidario del “trotskismo” y que él, Agabekov, fue llamado a Moscú porque era un firme partidario de la línea general. Llegó a esa situación tan­to por su trabajo especial como por el “trotskismo”. Los expertos stalinistas como Menshinski, Iagoda, Tri­liser (¿no incluyeron a Iaroslavski?) no le encontraron la menor mancha política a Agabekov.

Después de investigarlo y de darle sus instrucciones oficiales, lo enviaron a Constantinopla a remplazar a Blumkin, fusilado poco antes por Stalin. Inmediatamen­te después de su arribo, Agabekov comenzó a escribir un libro, mejor dicho un informe para los agentes del imperialismo mundial acerca de las actividades secre­tas de la GPU y la Comintern en Oriente. Apenas ter­minó su libro, lo llevó a París y se puso bajo la protec­ción de los agentes de Tardieu.

Bessedovski, diplomático de confianza de Stalin, an­tes de saltar la verja de su embajada para ofrecer sus servicios a la Siguranza rumana liquidó todos los documentos y asuntos relativos a Rakovski. No sólo eso. También participó en la expulsión de Rakovski. Cris­tian Georgevich Rakovski no era de “confianza”: primero no quiso reconocer que el auténtico socialismo ru­so se podía construir mediante el kulak y luego negó que se pudiera eliminar al kulak en dos años mediante la GPU. El “informal” e “inconsecuente” Rakovski se encuentra en una situación que no le permite proseguir con su trabajo revolucionario, que viene desarrollando ininterrumpidamente desde hace cuarenta años, y lo expone al deterioro físico. ¡Muerte a Rakovski! ¡Luz verde para los Bessedovskis!

A partir de 1924 se decretó que en la GPU, y poco después en el ejército, los comunistas no sólo debían cumplir sus obligaciones para con el partido, sino tam­bién estar de acuerdo hasta en el último detalle con las posiciones del Comité Central. Posteriormente se extendió este procedimiento al partido, complementándolo con la orden de que el Comité Central debe estar de acuerdo hasta en el último detalle con la posición de Stalin. La solidez del monolitismo stalinista parecía asegurada en un cien por ciento. Pero ahora se abrió una brecha; carentes de todo derecho a pensar, dudar o razonar, los stalinistas monolíticos se arrojan direc­tamente desde las alturas de los puestos importantes a los servicios secretos francés, británico y rumano. Armados hasta los dientes por Stalin y Bujarin para com­batir a los trotskistas, los centristas arrastran una enor­me cola reaccionaria que les golpea la cabeza. Los Bessedovskis y Agabekovs constituyen sólo una parte de esta cola. Los termidorianos degenerados en el extranjero han salido a la luz, porque sólo una verja los separa de su verdadero amo. ¿Y en la URSS? ¿Cuántos hay como Bessedovski y Agabekov en cada institución, en cada región, en cada distrito? ¿Quién puede contar­los, si son ellos los que hacen las cuentas? ¿Quién librará al partido de ellos, si son ellos los que purgan a los demás? ¿Quién se percatará de sus vacilaciones, si jamás vacilan hasta después de traicionar?

La Oposición de Izquierda no seria digna de su nom­bre si fuera incapaz de sacar todas las conclusiones ne­cesarias del caso Agabekov y explicarlas a los obreros comunistas. Hay que obligar a cada militante de la Comintern a hacerse cargo del hecho de que Blumkin, soldado sin tacha de la revolución, fue fusilado por Sta­lin por ser “trotskista” y que Agabekov, stalinista leal elegido para remplazar a Blumkin, se vendió a la policía imperialista.

Los Agabekovs constituyen un enorme estrato den­tro de la burocracia stalinista; son un producto natural del régimen stalinista. Los funcionarios pueden cerrar los ojos ante estos hechos. El obrero revolucionario de­be discernir los graves peligros que estos síntomas indican.



[1] Stalin y su Agabekov. The Militant, 15 de agosto de 1930. Firmado “A”. En una carta al Secretario Internacional. Trotsky escribió: “Les envío mi artículo sobre el caso Agabekov. Este asunto es muy importante. La Oposición debe utilizarlo para examinar el caso Blumkin bajo una nueva luz. Pueden usar el artículo como editorial sin firma, reproducirlo tal como está, hacerle los agregados que requieran las circunstancias locales, etcétera.”

[2] André Tardieu (1876-1945): político conservador y nacionalista, fue primer ministro en Francia en 1929-1930 y en 1932.



Libro 1