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Escritos de León Trotsky (1929-1940)

Carta al Consejo de Redacción de La Lutte de Classes

Carta al Consejo de Redacción de La Lutte de Classes

Carta al Consejo de Redacción de La Lutte de Classes[1]

 

 

11 de agosto de 1929

 

 

 

Estimados camaradas:

 

Con mucho gusto respondo a la carta del camarada Naville,[2] que toca los problemas más importantes que enfrenta la Oposición francesa. No me detendré en el pasado de la Oposición francesa. Se necesitaría demasiado tiempo. Dado que el pasado nos interesa principalmente desde el punto de vista de las tareas prácticas presentes y futuras, me limitaré a sacar las conclusiones más generales de la carta del camarada Naville.

Hasta el momento, la Oposición francesa no se ha dedicado al trabajo político en el verdadero sentido de la palabra. Como consecuencia de ello, sigue en estado embrionario. Pero es imposible permanecer impunemente en ese estado por mucho tiempo. En su seno se cristalizaron alas derechas e izquierdas casi desvincu­ladas de la lucha del proletariado francés y, por consi­guiente, con no poca frecuencia siguen lineamientos fortuitos. El hecho de que la Oposición francesa haya permanecido demasiado tiempo en la primera etapa de su desarrollo provocó la proliferación de grupos que se ocupan, ante todo, de su autopreservación.

Esto es cierto. Pero de ninguna manera puede servir de argumento contra la necesidad de caracterizar a cada uno de los grupos desde el punto de vista de las tres tendencias fundamentales de la Internacional Comunista y su periferia, a saber: la izquierda (mar­xista o leninista), el centrismo (stalinista) y la derecha (Bujarin, Brandler, etcétera).

Estos criterios fundamentales no surgen de las particularidades del desarrollo de los distintos grupos y grupúsculos de la Oposición francesa, sino de las condi­ciones objetivas: las relaciones entre las clases, el carácter de la época, el carácter de la etapa dentro de la época, etcétera. Precisamente por esa razón las tenden­cias fundamentales revisten un carácter internacional. Si no queremos enredarnos en la evaluación de grupos de la Oposición que se osificaron antes de desarrollarse plenamente, debemos ir de lo objetivo a lo subjetivo, de lo internacional a lo nacional, de las clases a los parti­dos y fracciones.

"¿Pero vale la pena prestarle tanta atención a Brandler o a Souvarine cuando el comunismo enfrenta tareas de tanta magnitud?" Este es uno de los argu­mentos predilectos, profundo en apariencia, pero que en realidad sólo refleja superficialidad e indiferencia. Las personas que razonan así demuestran con ello que de ninguna manera están dispuestas a resolver en la práctica "tareas de tanta magnitud". Ocultarse tras perspectivas colosales para no hacer nada es uno de los ardides predilectos de los escépticos y los diletantes. Es imposible influir sobre los acontecimientos histó­ricos con las manos vacías. Se requiere un instrumento. El instrumento fundamental es el partido y, en esta etapa especifica, la fracción. Esta se unifica sobre la base de ideas y métodos de acción específicos. La despreocupación ideológica de hoy entraña la bancarrota política de mañana. Cuando un aviador se prepara para cruzar un océano, debe multiplicar los cuidados que prodiga a las tuercas, los tornillos, los remaches y el timón. Para él nada es demasiado trivial. Nosotros apenas comenzamos a construir el aparato para los vuelos del futuro. En esta instancia, la despreocupa­ción es más criminal que nunca.

Souvarine se perdió sin remedio precisamente porque rompió con el método marxista, tratando de remplazarlo por observaciones, especulaciones y "estu­dios" subjetivos y caprichosos. Todo grupo que en estas condiciones intente atar su suerte a este método está condenado a la aniquilación.

Pero, además de la tendencia de derecha, existe otro peligro, sumamente grave en esta etapa del movimiento. Yo lo llamaría el peligro del diletantismo pequeñoburgués. En Rusia la Oposición lucha en circunstancias tales, que sólo los revolucionarios auténticos pueden permanecer en sus filas. No se puede afirmar lo mismo sin reservas respecto de Europa occidental ni, sobre todo, de Francia. No sólo entre los intelectuales, sino también en el estrato superior de los obreros, existen no pocos elementos dispuestos a llevar el rótulo de revolucionarios más extremos siem­pre y cuando esto no les imponga obligaciones serias, mientras no se vean obligados a sacrificar tiempo y dinero, someterse a la disciplina, cambiar sus hábitos y perder sus comodidades. La convulsión de la posgue­rra hizo surgir muchos revolucionarios por equivocación, esencialmente filisteos descontentos que llevan la máscara comunista. Algunos de ellos fueron a dar a la Oposición, porque en las circunstancias imperantes, militar en la Oposición impone todavía menos obliga­ciones que la afiliación al partido oficial. Demás está decir que estos elementos son un lastre, para colmo un lastre muy peligroso. Están muy dispuestos a aprobar el programa más revolucionario, pero se resisten feroz­mente cuando se trata de dar el primer paso hacia su realización. Desde luego, en los momentos difíciles utilizarán el primer pretexto para abandonar nuestras filas. Se debe someter a todos los militantes a una prue­ba dura y a una estricta selección, basándose en el trabajo revolucionario entre las masas.

La tarea de la Oposición francesa consiste en abrirse camino para realizar ese trabajo. Para empezar se necesita, por lo menos, un periódico semanal, y eso sin la menor demora.

No es ningún secreto para ustedes que algunos grupos e individuos se lanzaron a combatir el semana­rio aun antes de su aparición. En aras de esta lucha se concentran rápidamente las alianzas más inverosímiles. Ayer no mas X escribió y dijo: "No es posible trabajar en común con Y, porque lo único que sabe hacer es arruinarlo todo." Por su parte Y, escribió: "X no merece confianza política ni moral." Hoy los dos escri­ben: "La mejor solución es X más Y." Otros agregan que cualquier otra decisión seria "burocrática". Como todos saben, los cazadores de burócratas más expertos y prolíficos son los burócratas frustrados de la escuela de Zinoviev.

Los camaradas Naville y Gerard[3] tuvieron la opor­tunidad de conversar extensamente con Rosmer y saben por él mismo que ni él ni sus amigos consideran que las agrupaciones actuales sean definitivas. Solo se trata de empezar. Será posible y necesario corregir, complementar y mejorar en la acción, atraer constante­mente a fuerzas nuevas y, por supuesto, dejar de lado a aquellos elementos incapaces de salir airosos de la prueba. Esa es la única manera de construir un proyec­to vigoroso.

¿Cómo se originó el grupo Verité? Se formó en un lapso relativamente breve, pero no en forma accidental. Bajo la bandera de La Verité se agruparon camaradas activistas de varios grupos, sólo porque fueron vanos todos los intentos de obtener apoyo de alguno de los grupos existentes para la creación de un semanario. En todos los casos, la respuesta fue invariablemente la misma: "Carecemos de fuerzas, carecemos de recursos." Como si fuera posible sentarse en una habi­tación a esperar que lleguen las fuerzas y recursos de quién sabe dónde. Como si las fuerzas y recursos caye­ran del cielo en lugar de generarse con el trabajo enér­gico. Estas personas se daban por satisfechas publi­cando de vez en cuando alguna recopilación de docu­mentos de la Oposición, sin percatarse de la notoria y devastadora incongruencia entre las ideas que acepta­ban de palabra y los métodos que empleaban en los hechos.

El camarada Naville escribe que la Oposición rusa es responsable de esta situación porque apoyó a los "dóciles", que no siempre son los más activos y revolu­cionarios. No expondré aquí las circunstancias que dificultaron en extremo nuestras relaciones con países extranjeros y nos obligaron frecuentemente a estable­cer con la Oposición extranjera vínculos aislados, fortuitos y no siempre por intermedio de camaradas aptos para ello. Por supuesto, se cometieron muchos errores. No obstante, ese no es el meollo del problema. Si los representantes de la Oposición rusa en el extran­jero ejercieron una influencia desproporcionada, se debió a que los grupos de la Oposición francesa eran demasiado débiles, sus vínculos demasiado endebles con el movimiento de su propio país. Existe una sola salida: fortalecer la Oposición en suelo francés. Decir, como Souvarine, que corremos el riesgo de transferir los métodos de la Internacional Comunista a nuestras filas es afirmar algo que no guarda la menor semejanza con la realidad. Los métodos que emplea la Interna­cional en la actualidad presuponen en primer lugar estar en posesión del poder y las finanzas estatales. Al no ser ésa la situación, sus métodos son inconcebibles. Sólo puedo repetir aquí las palabras de G. Gourov: "Los cuadros revolucionarios de cada país deben formarse en base a sus propias experiencias y pararse sobre sus propios pies. La Oposición rusa no dispone - hoy casi podría decirse que ésta es una circunstancia favorable - de instrumentos de represión estatal ni recursos financieros gubernamentales. Es pura y exclusivamente un problema de influencia ideológica, de intercambio de experiencias [...] Cada sección nacional no debe derivar su influencia y su fuerza de arriba sino de abajo, de sus propios obreros, atrayendo a la juventud, mediante una militancia incansable, enérgica y realmente abnegada." [Tareas de la Opo­sición.]

Podría decirse que yo también soy responsable de haber demorado los asuntos, ya que di mi apoyo a publicaciones que reflejaban el pasado y no se prepa­raban para el futuro. Puede ser que en los últimos meses haya aguardado demasiado pacientemente una muestra de iniciativa de parte de personas incapaces de ello, que haya prolongado excesivamente mis intentos de convencer a las personas a través de correspondencia, etcétera. En ultima instancia, esto provocó una demora de dos o tres meses, nada más.

Pero estoy totalmente de acuerdo con que ya es hora de llamar a las cosas y a las personas por su nombre y hacerlo de viva voz. La diplomacia de círculos cerrados no nos permitirá avanzar. ¿Qué significa hoy democra­cia en la Oposición? Que toda la Oposición sepa qué se está haciendo y por qué. Los viejos métodos de secta están agotados y desacreditados. En un momento de coyunturas críticas es importante observar y verificar la actividad de los grupos e individuos. No se trata de repetir frases hechas, sino de que cada grupo o sus representantes demuestren en la acción de qué son capaces. La breve historia de cómo se preparó el sema­nario es muy instructiva. Todo oposicionista activo debe conocerla a través de los documentos y las cartas. Esta es la única manera de forjar cuadros, de eliminar magnitudes ficticias y destruir falsas reputaciones.

Es la única forma de lograr que quienes se merecen la confianza de los demás, la obtengan, y de pasar de la diplomacia de claustro y las rencillas de secta a la ver­dadera democracia dentro de la Oposición.

Luego de atravesar una serie de crisis, que se pare­cen un poco a una tormenta en un vaso de agua, la Oposición -a través del semanario- estará armada de pies a cabeza y también se sentirá más unida, fortalecida y madura.

El Consejo de Redacción de Contre le Courant plantea ahora un argumento nuevo en favor del mantenimiento de la actitud pasiva: es necesario, en primer tér­mino, aprobar una "plataforma". Cuesta imaginar una demostración de doctrinarismo más moribunda. Me sorprende que Contre le Courant, grupo en el que también militan obreros, no comprenda que es insen­sato exigirle al proletariado, o a su vanguardia, o a la Oposición -que aspira a ser la vanguardia de la vanguardia-, que deje pasar el tiempo hasta que alguien escriba, en sus horas libres, una plataforma salvadora. En dos meses nos entregaron dos frag­mentos que no nos permitieron avanzar ni un solo paso, se nos promete la continuación para dentro de un mes y la conclusión para el mes siguiente; y sólo enton­ces comenzará la discusión. ¿Estarán dispuestos los otros grupos a aceptar como base de la discusión el proyecto que salió prefabricado de la cabeza de su autor?[4] Como conozco las dos primeras entregas, yo votaría en contra. No es una plataforma sino una pieza literaria y, además, no de las mejores. Espero demos­trarlo en las columnas de nuestro futuro periódico internacional, La Oposición.

Para iniciar el trabajo político, la Oposición cuenta con una base programática perfectamente adecuada, garantizada por toda su lucha anterior. Esta base debe ser el punto de partida. Y sólo la participación en la vida política activa puede crear las condiciones para la ela­boración de una plataforma y no sólo eso, sino también un programa marxista para la Internacional Comunista. Será nulo el resultado de los intentos de Paz de crear la plataforma en un laboratorio. Esperamos que una vez que esta experiencia se haya realizado y hayan com­prendido su inoperancia, la mayoría de este grupo apo­yará la iniciativa de la acción, es decir, ocupará su lugar bajo la bandera del grupo Verité. Serán recibidos fraternalmente, a pesar de sus errores de hoy.

Ahora tengo que decir unas palabras sobre el camarada Treint. Hay que poner los puntos sobre las íes. Por grandes que hayan sido las diferencias entre los distin­tos grupos de la Oposición, todos están de acuerdo en una cosa: nadie considera que se puede trabajar con Treint. Todos señalan su pasado. Opino que, a pesar de su pasado, hay que mantener la puerta abierta para Treint. Fue en ese sentido que le escribí. Traté de expli­carle que, antes de mostrarse tan estricto con los demás, primero debía ganarse su confianza. El camarada Treint no comprendió mi consejo. Ahora proclama que el Consejo de Redacción de La Verité no le merece confianza. Naturalmente, en política no cabe la confianza ciega y absoluta. No se puede realizar un trabajo político serio si no se lo somete a control y verificación. Pero es necesario afirmar categóricamente que, de todos los candidatos posibles para el puesto de director del semanario, Rosmer es el que merece más con­fianza, y Treint el que menos la merece. Con esto no quiero decir que Rosmer nunca cometió errores. En general, no hay en este mundo personas enteramente libres de pecado. Me refiero a la conducta política en sentido general. Rosmer estuvo entre las pocas decenas de revolucionarios de preguerra que permaneció inque­brantablemente leal al internacionalismo durante la guerra. Fue el primero en responder al llamado de la Revolución de Octubre y fue a Moscú a colocar las primeras piedras de la Internacional Comunista. Cuando hacia fines de 1923 los epígonos iniciaron la revisión del marxismo, hizo oír su voz de protesta sin dejarse amedrentar por los furibundos ataques de los agentes zinovievistas, entre los que había un gran porcentaje de arribistas.

Los hechos de esta clase son verdaderos hitos en una biografía política, hitos que permiten determinar la senda de un revolucionario.

En la biografía del camarada Treint no aparecen hechos por el estilo. Se hizo revolucionario después de la guerra. Su nueva visión del mundo todavía no ha sido sometida a grandes pruebas. En 1923 Treint se convir­tió en instrumento de una política errónea y un régimen funesto de los que tanto el partido francés como la Internacional Comunista no han podido librarse hasta el día de hoy. Hasta casi mediados de 1927 Treint apoyó la línea oficial de la Internacional y la lucha contra la Oposición. En mayo de 1927, en el plenario ampliado del Comité Ejecutivo de la Internacional, Treint presen­tó algunas criticas aisladas, pero no obstante votó a favor de las resoluciones de Stalin-Bujarin sobre la cuestión china, el Comité Anglo-Ruso, el problema de la Oposición. Sin embargo, Treint había vivido durante un año y medio en Moscú y tuvo amplias oportunidades de seguir y estudiar la lucha de la Oposición contra Stalin. Aunque entró en la Oposición en el otoño de 1927, siguió siendo un zinovievista, es decir, una mezcla de centrista y ultraizquierdista. Por ultimo, todavía hoy, la facilidad con que modifica sus aprecia­ciones y su disposición a participar en cualquier intriga para obstaculizar nuestra causa, toda vez que él no participa en la dirección, demuestran que Treint quiere aplicar métodos zinovievistas dentro de la Oposición. No lo podemos permitir. Si quiere ocupar su lugar en nuestras filas y demostrar en la acción que lo que le interesa son los avances de la Oposición, y no sola­mente el puesto que él ocupa en ella, todos nos alegraremos mucho. Sólo por esta senda se puede conquistar la confianza moral, sin la cual es absolutamente incon­cebible pretender un papel dirigente en la lucha revolu­cionaria.

Pero es necesario poner fin a esta carta.

Me parece que el programa de la Oposición francesa para el próximo período puede formularse, muy sinté­ticamente, de la siguiente manera:

1. Comprender bien y explicar a los demás que la tarea más importante e impostergable del momento es la creación de un semanario de la Oposición de Iz­quierda comunista.

2. Comprender y explicar a los demás que el grupo Verité, con el apoyo de todos nosotros, es el que ofrece mayores garantías de que el semanario estará libre de prejuicios e intrigas personales y será el auténtico órgano de toda la Izquierda comunista.

3. Apoyar abierta, firme y enérgicamente, la inicia­tiva de La Verité: mediante contribuciones escritas, creando una red de corresponsales obreros, reuniendo fondos, etcétera.

4. Repudiar franca y enérgicamente todo intento de crear un órgano rival, denunciándolo como acto motivado por maniobras de secta, no por los intereses de la Oposición.

En esta "plataforma" falta incluir muchos puntos. Pero responde al problema más vital y critico, que si queda sin solución condenará todos los grandes planes, proyectos y "plataformas" a permanecer en el reino de la fraseología.

De la carta del camarada Naville y mis discusiones con el camarada Gerard se desprende que ustedes también están de acuerdo en que, dadas las circuns­tancias, La Verité tiene la mejor oportunidad de crear el semanario que necesitamos. Este es un segundo paso, no menos importante que el primero. Quiero creer que pronto darán el tercer paso, o sea que decla­rarán que la causa de La Verité es su propia causa.[5]

 

Con saludos comunistas,

 

L. Trotsky



[1] Carta al Consejo de Redacción de La Lutte de Classes. Fourth International, septiembre de 1946. El grupo que se nucleaba alrededor de La Lutte de Classes fue una de las tendencias de la Oposición francesa se puso en contacto después de llegar a Turquía. Sus principales redactores, Pierre Naville y Francis Gerard, visitaron a Trotsky el verano de 1929. Naville le escribió a Trotsky una larga carta pidiéndole consejos sobre los importantes problemas que enfrentaba la Oposición, y este, además de responder a sus preguntas específicas, solicitó el apoyo de La Lutte de Classes para el nuevo proyecto de La Verité. En su libro Trotsky vivant, escrito en 1962, Naville cita como ejemplo de la atención con que Trotsky leía la prensa oposicionista de esa época un extracto de una carta suya fechada el 12 de octubre de 1929: "El último número de la La Lutte de Classes es muy interesante. El artículo principal y la declaración sobre el conflicto sino-soviético son trabajos buenos, sólidos. La polémica con Louzon es excelente. En el artículo sobre el movimiento británico hay un error teórico. El autor dice: ’los capitalistas que venden sus productos a los asalariados sacan con la mano izquierda lo que dieron con la derecha. En estas condiciones es imposible la ganancia, y el capital para satisfacer […] De aquí se deduce que la ganancia no se crea en el proceso de producción sino en el comercio. Aún sí la sociedad estuviera constituida únicamente por capitalistas y obreros, sin comercio exterior, existiría la ganancia."

[2] Pierre Naville (n.-1904): expulsado del PC Francés en 1928 por oposicionista. Colaboró en el surgimiento de la revista Clarté (Claridad), cuyo nom­bre se cambió luego por el de La Lutte de Classes. Participó en la fundación de la Liga Comunista francesa y fue miembro del Secretariado Internacional de la Oposición de Izquierda y de sus sucesoras hasta la Segunda Guerra Mundial, cuando se alejó de la Cuarta Internacional. Posteriormente se ligó a varios grupos centristas y escribió varios libros sobre ciencia y sociología.

[3] Francis Gerard: seudónimo de Gerard Rosenthal, que más tarde fue abogado de Trotsky en Francia y escribió un libro, Avocat de Trotsky, Opera Mundi, 1975.

[4] La primera parte del "proyecto de programa" de Contre le Courant, escrito en abril de 1929, se publicó el 10 de julio, la segunda el 28 de julio. En el número del 21 de septiembre salió una tercera parte y se anunció la conti­nuación, pero ésta no apareció en el número siguiente, que fue el final, del 22 de octubre. Los directores de la revista insistieron en afirmar que Maurice Paz no fue el único autor del proyecto de plataforma.

[5] Naville y Gerard apoyaron a La Verité y participaron en su redacción. Treint se ligó posteriormente durante un tiempo a la Oposición de Izquierda. Contre le Courant atacó con acritud a La Verité en su último número, y la mayor parte de sus redactores rompieron con la Oposición de Izquierda en ese momento, aunque algunos se pasaron a La Verité y participaron en 1930 en la fundación de la Liga Comunista de Francia.



Libro 1