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Escritos de León Trotsky (1929-1940)

El asesinato de Jakob Blumkin

El asesinato de Jakob Blumkin

El asesinato de Jakob Blumkin[1]

 

 

Diciembre de 1929

 

 

 

Aunque la mencionada carta de Moscú no da un pa­norama completo del arresto y fusilamiento de Blumkin, aclara suficientemente los aspectos más importan­tes de la tragedia. La razón inmediata de la muerte de este revolucionario -tan excepcional por su devoción y su coraje- reside en dos circunstancias: su confianza idealista en la gente y la degeneración absoluta de la persona a la que recurrió. Puede ser, también, que el mismo Radek no calcule en forma debida las conse­cuencias de sus actos, ya que él, a su vez, idealizó... a Stalin.

La suerte personal de Radek ilumina con gran clari­dad el destino desgraciado que aguarda a todos los capituladores. Primera etapa de la capitulación: "Des­pués de todo, el centrismo no es tan malo como pensábamos." Segunda etapa: "Tenemos que acercarnos a los centristas para ayudarlos en su lucha contra la de­recha." Tercera etapa: "Tenemos que pagar el derecho a luchar contra la derecha reconociendo que el centris­mo tiene razón." Después, la última etapa: el capitula­dor pone en manos de la GPU a un oposicionista bol­chevique, condenándolo al exterminio.

¿Y I.N. Smirnov? ¿Y Preobrashenski? Desconoce­mos el papel que personalmente jugaron en la tragedia de Blumkin. ¿Puede ser que Radek no se haya puesto de acuerdo con ellos respecto a la actitud a tomar en es­te delicado asunto? Pero en última instancia eso no im­porta. Ellos ya se hicieron responsables ante el partido y el proletariado internacional de toda la podredumbre de la burocracia stalinista. En consecuencia, no pueden quedar libres de culpa y cargo en este caso.

Ahora, el otro aspecto de la cuestión: el fusilamiento de Blumkin tuvo lugar bastante tiempo después de en­viada la declaración de Rakovski, Okudshava y Kosior. Ya sabemos que la prensa burguesa y socialdemócrata trató de presentar la declaración como una capitulación, como si renunciáramos a defender nuestras ideas con el objetivo de ganarnos la buena voluntad del aparato. Naturalmente, el despreciable pasquín de los menche­viques rusos se expresó en el mismo sentido. Un insig­nificante lacayo del mismo bando, un tal Rosenfeld,[2] anunció a través de Le Populaire a la pequeña burgue­sía francesa que el ex embajador rojo Rakovski abando­nó sus posiciones para conseguirse un puesto importante. Estos gusanos humanos juzgan a los revolucionarios por sí mismos y los miden con su propia vara.

Pero lo realmente vergonzoso es tener que recono­cer que dentro de las propias filas de la Oposición hubo elementos, que se consideraban, por lo menos, inte­grantes suyos, que no tuvieron nada mejor que hacer que caracterizar en esa misma forma la declaración, es decir, como un paso hacia la capitulación ideológica. Naturalmente, Urbahns, que no deja pasar ninguna oportunidad de comprometer a la Leninbund, fue el pri­mero en levantar su voz acusadora contra los revolucio­narios genuinos, después de haber publicado durante meses, sin ningún comentario, los artículos vergonzo­sos de los capituladores (Radek, Smilga, Preobrashens­ki).

Para que no falte nada en el cuadro, aparece un viejo guerrero cubierto de heridas, Maurice Paz, en el papel de Catón de la revolución, blandiendo su grandio­sa "plataforma" (¿dónde está esa plataforma?). Hay una especie de diletante comunista que siempre anda rondando alrededor de la revolución pero se preocupa fundamentalmente de no quemarse los dedos. Parte de estos "comunistas" pertenecieron alguna vez a la Opo­sición. Tenían la esperanza de que allí se librarían de la disciplina partidaria, y conseguirían gran renombre sin tener que imponerse ningún sacrificio. Y estos "revolu­cionarios" de salón quieren darles lecciones de firmeza a Rakovski, a Sosnovski, a Muralov, a Kote Tsindsat­ze,[3] a Okudshava, a V. Kasparova, a Budu Mdivani y a muchos otros que tienen en su haber décadas de lucha revolucionaria, prisión, trabajo clandestino, deporta­ción, y que también hoy demuestran su fidelidad al proletariado en las montañas de Altai, en las prisiones de Chellabinsk y Tobolsk, no en las salas del Palais de Justice de París.

A Blumkin lo fusilaron porque adhería a la causa de la Oposición rusa, igual que Rakovski y los demás fir­mantes. Y esos bravos denunciantes -¡y esto hay que proclamarlo en voz bien alta!- no movieron un dedo para ayudar a los oposicionistas rusos que están en la cárcel o en el exilio. Por el contrario, a través de Urbahns hicieron todo lo que estaba a su alcance para estorbar esta ayuda.

El destacamento revolucionario bolchevique leninis­ta no necesita amigos falsos, y mucho menos traidores. Todavía nos aguardan muchas pruebas y dificultades. "Mejor pocos, pero buenos." Ya en dos oportunidades (1905 y 1917) nos convertimos de un pequeño grupo en la fuerza histórica decisiva. No estamos cansados. So­bemos cuál es nuestro camino. ¡Adelante!



[1] El asesinato de Jakob Blumkin. Biulleten Opozitsi, N° 9, febrero-marzo de 1930. Traducido [al inglés] pasa este volumen [de la edición norteamericana] por Jim Burnett. Nota editorial publicada a continuación de una carta recibida desde Moscú, firmada "N." y fechada el 25 de diciembre de 1929. En The Militant del 22 de febrero de 1930 se publicó la carta junto con otra traducción de la nota editorial. Según la carta de Moscú, Blumkin, después de visitar a Trotsky en Prinkipo, de donde se llevó un mensaje dirigido a los oposicionistas soviéticos, fue a ver a Radek para preguntarle por qué había capitulado y contarle su conversación con Trotsky. Radek, siempre según la carta, exigió que Blumkin fuera de inmediato a la GPU e informara sobre su visita a Prinkipo. Esta versión de cómo cayó Blumkin en manos de la GPU no fue verificada, pero no cabe ninguna duda de que lo ejecutó la GPU por razones que nunca se explicaron públicamente. Y también es evidente que su ejecución fue una advertencia a todos los funcionarios y empleados de los aparatos estatal y partidario de que el Kremlin no estaba dispuesto a tolerar ningún tipo de contacto con Trotsky. Jakob Blumkin (1899-1929): terrorista social-revolucionario de izquierda que en 1918 participó en una insurrección eserista contra al gobierno soviético; después se hizo comunista y funcionario de la GPU, y fue durante un tiempo secretario de Trotsky, con el que cola­boró en la publicación de Cómo consiguió armas la revolución, Vol. 1. Fue el primer oposicionista ruso que visitó a Trotsky en Turquía, en el verano de 1929. El mensaje que envió Trotsky, a pedido de Blumkin, no decía nada que Trotsky no expresara públicamente en ese momento.

[2] O. Rosenfeld: miembro del Consejo de Redacción del periódico socialdemócrata francés.

[3] Kote Tsindsat­ze: viejo bolchevique, murió en el exilio por oposicionista. Los artículos de Trotsky en su homenaje se publican en Escritos 1930-1931.



Libro 1