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Clásicos de León Trotsky online

Correspondencia con la Oposición de Izquierda

Correspondencia con la Oposición de Izquierda

 

 

 

 

EN ESPAÑA: LA CONSIGNA DE LOS SOVIETS[1]

(Carta a la oposición china, 8 enero 1931)
( ... ) En España, la situación es evidentemente diferente a la de los otros países. España atraviesa actualmente un período de auge revolucionario netamente caracterizado. La hirviente atmósfera política debe facilitar considerablemente el trabajo de los bolcheviques‑leninistas en tanto que son el ala revolucionaria más intrépida y más consecuente.
La I.C. ha dispersado las filas del comunismo español, ha debilitado y hecho impotente al partido oficial. Como en muchos otros casos importantes, la dirección de la I.C. ha dejado pasar una situación revolucionaria. Los obreros españoles han sido abandonados a su propia suerte en el momento más grave. Casi sin dirección, están desarrollando una lucha de huelgas revolucionarias de una amplitud notable.
En estas condiciones, los bolcheviques‑leninistas españoles lanzan la consigna de los soviets. Según la teoría de los estalinistas y conforme a la práctica de la insurrección de Cantón, los soviets deben ser creados la víspera de la insurrección. ¡Una teoría y una práctica funestas! Los soviets deben ser creados cuando el movimiento real y vivo de las masas manifiesta la necesidad de tal organización. Los soviets son constituidos al comienzo bajo la forma de amplios comités de huelga. Es precisamente el caso de España.
Está fuera de dudas que la iniciativa de los bolcheviques‑leninistas (Oposición) encontrará en estas condiciones un amplio eco en la vanguardia proletaria. Ante la Oposición española puede abrirse próximamente una amplia perspectiva.
¡Deseemos el éxito a nuestros amigos españoles! (...)



[1] Extracto de una carta a la oposición de izquierda china, 8 enero 1931. (Boletín interno de la oposición comunista de izquierda, n.º 5, marzo 1931.

 

 

DECIR LO QUE ES[1]

(Carta a Comunismo, 12 de abril de 1931)

Queridos camaradas:

He recibido por fin la noticia tanto tiempo esperada de que la Oposición Comunista de Izquierda emprende la publicación de su órgano Comunismo[2]. No dudo ni un momento de que esta publicación tendrá un gran éxito.
España pasa por un período revolucionario. En un periodo así, el pensamiento despierto de la vanguardia proletaria aspira ávidamente a abordar las cuestiones, no de un modo aislado, sino en toda su complejidad general. Las épocas revolucionarias han sido siempre tiempos de avance de la curiosidad teórica de las clases históricamente progresivas. Ninguna teoría, excepto el marxismo, puede dar una respuesta a los gigantescos problemas planteados actualmente a los comunistas españoles. Pero podemos y debemos decir de un modo categórico que ningún grupo, a excepción de la oposición de izquierda, es capaz actualmente de dar a los obreros españoles una interpretación auténticamente marxista de las condiciones de la revolución, de sus fuerzas motrices, de sus perspectivas, de sus fines. Mientras que la fracción centrista oficial de la Internacional Comunista subordina los problemas de la revolución proletaria a las consideraciones y las necesidades de un prestigio burocrático seriamente comprometido, y no permite el planteamiento critico de ninguna cuestión, la Oposición de Izquierda se propone como misión decir lo que es. La claridad, la precisión teórica y por consiguiente la honradez política, he aquí los rasgos que hacen invencible a una tendencia revolucionaria. Que con esta bandera viva y se desarrolle Comunismo.
Os prometo el apoyo más resuelto, y, ante todo, la colaboración más asidua, e invito a hacer lo mismo a nuestros camaradas de todos los países. Os envío mi proyecto de plataforma sobre la U.R.S.S., que he terminado estos días.
Espero que los comunistas españoles avanzados presten a las cuestiones internas del primer estado obrero, la misma atención que los comunistas de la U.R.S.S. deben prestar a los problemas de la revolución española.
¡Viva Comunismo! ¡Vivan los bolchevique‑leninistas españoles! ¡Viva el proletariado revolucionario español!

12 de abril de 1931



[1] T. 3380. Esta carta saludo debía aparecer en el número 1 de Comunismo, el 15 de mayo de 1931, al igual que un texto muy semejante de Alfred Rosmer, que había roto con la organización de la oposición internacional desde hacía varios meses.

[2] Ya hemos visto como ya un año antes, Trotsky enviaba un saludo parecido a Contra la corriente, texto que no llegaría a publicarse.

 

LOS DEBERES DE LA OPOSICIÓN ESPAÑOLA[1] (Carta a la conferencia de la oposición de izquierda española, 7 marzo 1932) Queridos camaradas: 

La propia convocatoria de la conferencia de la oposición de izquierda española constituye por sí misma un éxito indudable, del que os felicito sinceramente.

Lamento profundamente que las circunstancias os hayan impedido publicar a tiempo los proyectos de las resoluciones, y de dar así a los camaradas extranjeros la ocasión de participar en la discusión antes de la conferencia. Es por ello que, no teniendo la posibilidad de expresar más concretamente mis puntos de vista sobre las cuestiones que están en el orden del día para vosotros, me limitaré aquí a algunas breves anotaciones. Es perfectamente posible que su carácter elemental las haga superfluas. Sería el primero en alegrarme. 
1. Me parece en primer lugar que, en los informes de las regiones, hay que precisar el lugar que los bolcheviques leninistas ocupan en el seno de las acciones y los combates auténticos de la clase obrera española. Es la cuestión central. Un grupo político que se mantuviera al margen del movimiento real y se consagrase a criticar a posteriori sería rechazado por la clase obrera. No dudo ni por un momento de que la mayoría de los bolcheviques-leninistas de las diferentes regiones hayan tomado parte en todos los movimientos de masas, incluso cuando no los consideraban como conformes a sus propios objetivos. Un revolucionario no critica desde fuera, sino desde el corazón mismo del movimiento. El 9 de junio de 1905, los bolcheviques marcharon con los obreros contra el zar para dirigir la propaganda republicana amplificando su éxito. Es dudoso que sobre esta cuestión fundamental tengamos entre nosotros la menor divergencia. Sin embargo si planteo esta cuestión, es porque la experiencia de los otros países ha mostrado que ciertos elementos aislados están dispuestos a ligarse a la oposición de izquierda, elementos que, bajo el pretexto de una «critica marxista», en realidad se escabullen ante la lucha revolucionaria. A los ojos de esos señores, el movimiento revolucionario no es nunca suficientemente «consciente». «maduro» y «noble» como para que ellos vayan a bajar a la calle con los obreros. Llegado el momento, deberemos depurar nuestras organizaciones, de las gentes que, en el momento crucial de la lucha, tienen tendencia a contemplar atentamente su ombligo. 

Es por ello que aconsejo, en relación con el trabajo crítico de la Oposición, que en los informes de las regiones sea precisada su participación directa en la lucha. Un informe concreto sobre ello sería muy útil para toda nuestra prensa internacional.[2]

2. Otra cuestión sobre la que me gustaría llamar vuestra atención atañe al carácter internacional de nuestro trabajo. Los oportunistas como Maurin y sus émulos de Madrid[3]' han construido toda su política sobre las particularidades nacionales. Ignorarlas sería evidentemente la mayor estupidez. Pero, más allá de estas peculiaridades, debemos saber descubrir las fuerzas que explican los desarrollos internacionales, comprender que las particularidades nacionales dependen de la relación de fuerzas mundial. La enorme ventaja del marxismo y por consecuencia de la oposición de izquierda consiste en su aptitud para resolver en el plano internacional los problemas y las particularidades nacionales. Para nuestra joven organización, es una tarea importante seguir con cuidado el trabajo de las demás secciones de la oposición de izquierda internacional, a fin de llevar a cabo siempre su trabajo conforme a los intereses del conjunto. Sin criterios internacionales, sin lazos internacionales regulares, sin control sobre el trabajo de una sección nacional, es imposible en nuestra época la formación de una verdadera organización revolucionaria proletaria.[4] 
3. Alemania está ahora en el centro de la situación mundial. No dudo que vuestra conferencia consagrará toda la atención necesaria a los problemas candentes de la revolución alemana. Es una cuestión de una importancia inmensa y de una candente actualidad para la Oposición española. Cuanto más claramente planteen los bolcheviques‑leninistas los problemas de la revolución española y los resuelvan,[5] tanto más aplastante será el golpe que asestarán así al centrismo burocrático, y con mayor rapidez concentrará hacia ellos las simpatías y el apoyo de los obreros avanzados de España. Limitándome a estas breves anotaciones, deseo de todo corazón el éxito de vuestra conferencia. ¡Adelante! Tenemos ante nosotros tareas inmensas y luchas difíciles. ¡Ojalá vuestra conferencia forje las armas decisivas para estas luchas! Saludos comunistas.

L. Trotsky



[1] B.I. sin fecha de la C.L.A., 1932. La carta precedente, dirigida al Comité Central, no estaba destinada a ser conocida por los delegados. Ésta, datada del mismo día, constituía su mensaje a leer en el congreso: formula las mismas críticas, pero bajo una forma más diplomática.

[2] Trotsky reprochaba a Nin, y, de forma general, a los dirigentes de la oposición de izquierda en España, el ser «comentaristas» de la lucha de clases, y a sus informes, de nunca mencionar su propia intervención en las huelgas y demás acciones obreras. Recordemos que en el mes de enero precedente, había estallado, bajo el impulso de, los grupos activistas de la F.A.I., una huelga general en la cuenca minera del Alto Llobregat, que había revestido un carácter insurreccional y se había transformado rápidamente en una ola de agitación en toda Cataluña.

[3] La agrupación comunista autónoma de Madrid, dislocada el año anterior como consecuencia de la adhesión de una parte de sus animadores al P.C. oficial, estaba renaciendo bajo el impulso de Luis Portela y de Julián Gorkin, políticamente próximos a Maurin, al que se unirían pronto gracias a la ampliación de la federación comunista catalano‑balear en federación comunista ibérica

[4] Esta afirmación constituye una crítica velada contra el «aislacionismo» de la sección española

[5] Durante todo este período, Comunismo concede a los problemas alemanes un amplio espacio, publicando con regularidad los escritos esenciales de Trotsky sobre esta cuestión.

 

 

UNIR TEORÍA Y PRÁCTICA[1]

(A los editores del periódico para los jóvenes de la oposición de izquierda española, 13 junio 1932)

Queridos camaradas:

Me he enterado con alegría que emprendéis la publicación de vuestro propio periódico[2]. Una tendencia revolucionaria que nos educa a la juventud, aborta. En el mundo actual, el comunismo es la única tarea de gran amplitud que exige varias generaciones para su completa realización. La revolución proletaria exige continuidad. Asegurar esta continuidad es la misión de la juventud, es decir, vuestra misión. El marxismo muestra cómo hay que hacerlo.

La fuerza del marxismo reside en la unidad de la teoría científica y de la lucha revolucionaria. Sobre estos dos raíles debería avanzar la educación de la juventud comunista. El estudio del marxismo fuera de la lucha revolucionaria puede hacer ratas de biblioteca, no revolucionarios. La participación en la lucha revolucionaria sin el estudio del marxismo conlleva inevitablemente riesgo, incertidumbre y semiceguera. Estudiar el marxismo como marxista no es posible sino participando en la vida y en la lucha de la clase; la teoría revolucionaria es verificada por la práctica, y la práctica es verificada por la teoría. Sólo las verdades del marxismo que han sido adquiridas en la lucha penetran en el alma y la sangre.

Una carta de la Unión Soviética que he recibido hace algunos días afirma que a pesar de las persecuciones monstruosas, los arrestos y deportaciones, nuevas organizaciones y nuevos grupos de oposición de izquierda (bolcheviques‑leninistas) se han formado en todos los centros industriales, particularmente en el seno de la juventud. Ninguna represión puede romper la continuidad revolucionaria mientras esta última se apoye sobre la teoría revolucionaria.

Espero con todo corazón que vuestro periódico cumplirá la tarea que le es propia: unificar teoría y práctica. No será fácil. Cometeréis errores; pero también nosotros, los viejos, que tenemos cierta experiencia revolucionaria, cometemos muy a menudo errores, más a menudo de lo que haría falta. Aprenderéis a través de vuestros errores. El segundo y el tercer paso serán más firmes que el primero.

Saludo calurosamente a los jóvenes comunistas proletarios de España en nombre de los miles, y miles de nuestros camaradas de ideas, los bolcheviques‑leninistas, que llevan la lucha en las fabricas y las minas y están dispersos en las prisiones y los campos de exilio de la burocracia estalinista.

Vuestro afectísimo,

L. D. Trotsky



[1] T. 3397. Publicado en el nº 1 de Joven Espartaco.

[2] La 3ª conferencia había decidido, a instancia de las otras secciones de la Oposición Internacional, hacer un esfuerzo particular en dirección a la juventud, y particularmente de los militantes de las JJ.CC. Jóvenes militantes, a los que dirigía Ernesto Tojo, habían recibido la misión de publicar un periódico con este fin: Joven Espartaco. La tentativa debía ser por otra parte de corta duración, ya que, algunos meses después, Ernesto Tojo se lanzaba al lado de Lacroix a una actividad fraccional, que financiarán, de una manera paradójica, los fondos recogidos para la acción «jóvenes».

 

LAS LECCIONES DE LA TRAICIÓN DE MILL[1]

13 de octubre de 1932

 

 

El caso Mill constituye uno de esos episodios que, hablando en general, son casi inevitables en el proceso de selección y educación de nuestros cuadros. La Oposición de Izquierda sufre una presión tremenda. Pero no todos están decididos a enfrentarla. Todavía se darán no pocos reagrupamientos y deserciones personales. En esta carta quisiera señalar algunas lecciones que nos deja el episodio Mill, las cuales me perecen simples e indiscutibles.

Lenin habló del ultraizquierdismo como enfermedad infantil. Pero tenemos que recordar que el ultraizquierdismo no es la única enfermedad infantil en política; hay algunas otras. Como sabemos, a los niños les resulta difícil comprender la naturaleza de su enfermedad e incluso su ubicación. En política ocurre algo similar. Se requiere un grado de madurez bastante alto para que dos grupos, desde el momento en que nacen, puedan definir más o menos claramente los puntos fundamentales que los diferencian. Ocurre más a menudo que los grupos jóvenes, como si fueran niños enfermos, se quejan de que les duele el brazo o la pierna, cuando en realidad lo que les duele es el estómago. Los individuos o los grupos pequeños no muy templados por el trabajo organizativo y educativo tenaz y prolongado, desilusionados porque el éxito no cae del cielo, a menudo no se dan cuenta de que la raíz de sus fracasos reside en ellos mismos, en su incoherencia, en su debilidad, en su sentimentalismo pequeñoburgués. Buscan afuera al culpable de sus problemas y generalmente lo encuentran en el mal carácter de X o de Y. Con frecuencia terminan haciendo un bloque con Z, con el que no están de acuerdo en nada, contra Y, con el que, según dicen, están de acuerdo en todo. Cuando los revolucionarios serios se asombran o se indignan por su actitud, comienzan a protestar diciendo que se está tejiendo una "intriga" en contra de ellos. Esta perniciosa forma de actuar, que observamos más de una vez en las distintas secciones, es la que se siguió hasta el final en el episodio Mill, que por eso resulta especialmente instructivo.

¿Cómo llegó Mill a ser miembro del Secretariado Administrativo? Ya hablé de esto en mi nota a la prensa. Las condiciones objetivas exigían la presencia en el Secretariado de una persona estrechamente vinculada con el centro de la Oposición rusa, que pudiera traducir los documentos rusos, mantener la correspondencia, etcétera. Prácticamente, Mill aparecía como el único candidato posible. Declaró su total solidaridad con la Oposición rusa y participó en la lucha contra Landau, Rosmer, etcétera. Todos nuestros camaradas recordarán cómo, en el transcurso de un conflicto totalmente sin principios con el grupo dirigente de la Liga francesa, trató súbitamente de hacer un bloque con Rosmer, que ya había abandonado las filas de la Liga.

¿Qué significaba esto? ¿Cómo podía ser que un militante responsable, en veinticuatro horas, cambiara de posición en una cuestión tan importante, en función de consideraciones personales? El propio Mill seguía diciendo que él no tenía ninguna diferencia con la Oposición rusa, que lo único que ocurría era que tal o cual camarada francés "le desagradaba". En otras palabras, recurría a los mismos argumentos que hasta el día anterior le había reprochado a Rosmer. Este, apoyándose en la oposición entre las ideas y las personas, había construido una teoría puramente anecdótica que demuestra, sin lugar a dudas, que no rompió con la Comintern porque se había elevado a una perspectiva histórica superior sino porque en el fondo no había lle­gado a la comprensión de la política y el partido revolucionario.

La única conclusión que podemos sacar de la miserable conducta de Mill es la siguiente: es evidente que para él los principios en general no son importantes; las consideraciones personales, las simpatías y las antipatías determinan su conducta política mucho más que los principios y las ideas. El hecho de que le haya propuesto un bloque a una persona a la que definía como no marxista, contra camaradas a los que considera marxistas, demostró claramente que no se le podía tener confianza política ni moral y que era incapaz de mantenerse leal a la causa. Si en ese momento traicionó en pequeña escala, el día de mañana podría hacerlo en una escala mucho mayor. Esa es la conclusión que tendría que haber sacado cualquier revolucionario.

La Oposición rusa, a la que cabía una responsabilidad mayor que a las demás secciones por haber llevado a Mill al Secretariado, propuso inmediatamente su remoción de ese organismo ¿Y qué ocurrió? Esta propuesta, natural, urgente, adecuada a la situación existente, chocó con la resistencia de algunos camaradas. En primera fila estaban los camaradas de la sección española, que incluso consideraron la posibilidad de proponer a Mill como representante de su sección en el Secretariado Internacional y al mismo tiempo declaraban que no tenían diferencias políticas con la dirección de la Oposición de Izquierda Internacional.

En ese momento este paso inesperado nos produjo una impresión chocante a muchos de nosotros. Pero nos preguntamos, ¿qué es lo que lleva a los camaradas españoles a hacer suya la causa de Mill? Es evidente. Ven en Mill a un camarada "al que le han hecho zancadilla", y se apresuran a tomar su defensa. En otras palabras, en una cuestión política de excepcional importancia se dejan guiar por consideraciones que no son políticas ni revolucionarias sino sentimentales y personales.

Así como Mill intentó formar un bloque con el desertor Rosmer contra la Liga francesa, los camaradas dirigentes españoles hicieron un bloque con Mill contra las secciones rusa, francesa y otras, aunque según sus propias palabras no tenían diferencias con ellas. ¡Vemos entonces a qué conclusiones se puede llegar cuando no se está guiado, en las cuestiones importantes, por consideraciones políticas revolucionarias sino por impresiones, sentimentalismos y simpatías o antipatías personales!

El hecho de que Mill, "buscando trabajo", haya en­trado en negociaciones con los stalinistas y finalmente asumido la tarea de "desenmascarar" en la prensa a la Oposición de Izquierda demuestra definitivamente que es un pequeño burgués corrupto. Seguramente ninguno de nosotros lo negará. Pero con esto no basta; debemos entender que el súbito vuelco de Mill hacia Rosmer no fue más que el ensayo general de su vuelco actual hacia los stalinistas. La base de ambas traiciones es la desubicación del pequeño burgués extraviado en el campo de la política revolucionaria.

No me detengo tanto en esta cuestión a causa de Mill sino del problema de la selección y educación de los cuadros de la Oposición de Izquierda. Este proceso está lejos de haber terminado, aunque precisamente en este terreno nos podemos acreditar grandes éxitos.

En este momento la Oposición española atraviesa una crisis extremadamente ardua. La dirección elegida en la última conferencia está deshecha aunque no es posible encontrar bases principistas para esta descomposición; respecto a cada miembro del Comité Central podemos hacer referencia a alguna razón personal en especial. Sin embargo, quien en su momento haya analizado seriamente la posición del Comité Central de la Oposición española tiene que haberse dado cuenta de­de entonces de que la sección se encaminaba hacia una crisis.

De hecho, los dirigentes de la Oposición española no comprendían la importancia principista de la lucha que librábamos contra Rosmer, Landau, etcétera. Lo demuestra el que se haya aliado con Mill contra los cuadros principales de la Oposición Internacional mientras repetían que no tenían diferencias con nosotros, eliminando así la única justificación posible para su manera de actuar. Por todas estas razones no podíamos dejar de decirnos, alarmados: "Es difícil que los dirigentes de la Oposición española impriman una orientación correcta a su sección, y donde falta una orientación sólida aparecen inevitablemente los motivos y sentimientos personales." Sólo por medio de claros principios revolucionarios se puede unificar a un conjunto de personas de costumbres, carácter, temperamento y educación diferentes. De otro modo la desintegración de la organización es inevitable. Sobre las simpatías personales, el ami­guismo y el espíritu de camarilla lo único que se puede construir es un inerte club de debates al estilo de Souvarine o un hogar para inválidos políticos del tipo Rosmer, y ni siquiera por mucho tiempo.

Por desagradable que sea, debo referirme además a un punto "delicado", dado que lo exige el interés de la causa: no se pueden construir relaciones políticas firmes con evasiones y convencionalismos.

Cuando en nuestras cartas les preguntamos a los camaradas dirigentes españoles qué razones de principios, qué consideraciones políticas u organizativas los llevaban a asumir la defensa de Mill contra la sección rusa, la francesa, la alemana, la belga, etcétera, recibi­mos este tipo de respuestas: "Tenemos derecho a expresar nuestra propia opinión", "nos negamos a recibir órdenes", etcétera. Esta respuesta inesperada nos pareció un síntoma muy alarmante

Admitamos que alguno de nosotros realmente tenga tendencias a dar órdenes a los demás. Hay que resistir esa tendencia, y cuanto más fuerte sea mayor ha de ser la resistencia. Pero la necesidad de combatir resueltamente ese hábito de dar órdenes no libra a los camaradas españoles de la obligación de establecer los fundamentos políticos de su intervención fraccional en favor de Mill y contra la inmensa mayoría de las secciones. Exigir que se expliquen las razones de principio de tal o cual actitud no implica de ninguna manera una tendencia a dar órdenes. Cualquier militante de la Oposición de Izquierda tiene derecho a dirigir a las instituciones responsables de la organización la pregunta ¿por qué? Librarse del deber de dar una respuesta concreta con la simple afirmación del derecho a la opinión propia significa sustituir las obligaciones revolucionarias recíprocas por lugares comunes medio liberales, medio sentimentales. Después de recibir esa respuesta, es inevitable plantearse nuevamente: "Desgraciadamente, algunos camaradas dirigentes españoles no tienen una base común suficientemente sólida con la Oposición de Izquierda Internacional. De aquí proviene su despreocupación por la historia de la Oposición, por las luchas que libró, por la selección de sus cuadros; de aquí proviene la tendencia a dejarse llevar por impresiones personales, por caracterizaciones psicológicas, por criterios individuales; de aquí también le afirmación de la 'libertad' de opinión en lugar de la fundamentación marxista de la opinión."

Sobra decir que está muy lejos de nosotros la idea de comparar con Mill a cualquiera de los camaradas españoles. Pero persiste el hecho de que los camaradas de la dirección española no entendieron por qué atacábamos implacablemente a Mill y por qué exigíamos que los demás hicieran lo mismo. Esperamos que ahora, por lo menos, esta lección haga que nos unamos y no que surjan nuevos motivos de discusión.



[1] Boris Souvarine (n. 1893): uno de los fundadores del Partido Comunista Francés y uno de los primeros biógrafos de Stalin. En la década del 20 fue rechazado por el stalinismo y en la del 30 se volvió contra el leninismo. Para Trotsky era un prototipo del cinismo y el derrotismo que caracterizan a los renegados del bolchevismo.
DESPUÉS DE COPENHAGUE
LA SITUACIÓN DE LA OPOSICIÓN DE IZQUIERDA

16 de diciembre de 1932 

El fruto más importante del viaje a Copenhague fue, indudablemente, la reunión de militantes de la Oposición provenientes de muchos países. Originalmente teníamos la intención de convocar a una decena de camaradas de los países más cercanos a Dinamarca para poder tomar las medidas de seguridad necesarias. Pero en definitiva llegaron veinticuatro camaradas (dos con demora), entre ellos los dirigentes más importantes de varias secciones. También vinieron algunos simpatizantes, lo que llevó a treinta la cifra total de participantes

Si Stalin informó por radio a la policía capitalista que se celebraba una conferencia “trotskista” en Copenhague, mintió. El viaje a Copenhague se produjo en forma accidental, y por eso tomó a la Oposición de Izquierda por sorpresa. Los preparativos de la conferencia se encontraban en sus primeras etapas. Ni siquiera podía plantearse en Copenhague la cuestión de la aprobación de una plataforma o de tesis programáticas. Las secciones europeas no estaban plenamente representadas, y no todos los camaradas asistentes tenían plenos poderes. Desgraciadamente, no hubo conferencia y, dadas las circunstancias, no pudo haberla.

Ni que decir tiene que, de todas maneras, los camaradas que concurrieron aprovecharon la oportunidad de conocerse y discutir en forma privada los problemas más apremiantes y candentes. Esta reunión imprevista de veinticuatro bolcheviques leninistas de siete países europeos quedará indudablemente registrada como un acontecimiento importante en la historia de nuestra fracción internacional.

La Oposición de Izquierda creció en forma considerable. Los cuadros de dirección conocen la historia de la Oposición de Izquierda en los distintos países, se orientan libremente en las cuestiones teóricas y políticas y todos juntos, y cada uno por separado, encarnan una experiencia política importante. Las consultas, que se prolongaron por espacio de varios días, sirvieron para unir sólidamente a los camaradas, hecho que rendirá frutos durante todo nuestro trabajo futuro. Sin caer víctimas de un optimismo excesivo, podemos decir con certeza que quienes participaron en la consulta derivaron de las mismas nuevas fuerzas y confianza.

La sección española 

Hubo un problema que echó un cono de sombra sobre toda la consulta: la situación de la Oposición española. Si bien existían ciertos matices de opinión divergentes dentro de la Oposición de Izquierda Internacional respecto de los males y errores de la Oposición española, éstos pasaron a segundo plano ante el sentimiento generalizado de preocupación. Todos los participantes coincidieron plenamente en la necesidad de una discusión franca y completa con los camaradas españoles, y en que esta vez la misma no debe quedar restringida a los dirigentes de la Oposición. Para que la Oposición española retorne a la buena senda es necesario que todos los militantes de las secciones se familiaricen con los problemas en debate.

Sería criminal de nuestra parte mantener los ojos cerrados ante la verdadera situación, o querer embellecerla. Si oportunamente no logramos una claridad total, mediante una discusión franca de todos los problemas en disputa -y ya son muchos los que se han acumulado-, la marcha violenta de los acontecimientos bien puede separarnos en campos diferentes.

Desgraciadamente, la sección española no estuvo representada en el encuentro. Ciertos problemas de último momento, obviamente fortuitos, se encargaron de impedirlo. Pero me tomo la libertad de afirmar con toda convicción que si los camaradas dirigentes españoles se encerraran menos en su entorno y mostraran mayor interés en su organización internacional, habrían encontrado el camino a Copenhague sin la menor dificultad.

Pero he ahí, precisamente, la principal desgracia de la Oposición española. Sus dirigentes se han obstinado en mantenerla alejada de la vida y luchas intestinas de otras secciones, quitándole así todo acceso a la experiencia internacional, que es irremplazable. En la medida en que la posición oficial de la sección española la obligó a intervenir en los problemas internacionales, separados tanto de la experiencia de otras secciones cuanto de la opinión de su propia organización, se dejaron guiar por vínculos, simpatías y antipatías personales.

Debemos afirmar con toda claridad que en demasiadas ocasiones sustituyeron el análisis marxista de la situación y las diferencias por el psicologismo y el sentimentalismo pequeñoburgués. Así ocurrió en el caso de la Federación Catalana (Maurín), cuando varios camaradas barceloneses fincaron sus esperanzas en las “relaciones personales amistosas” en lugar de librar una lucha de principios contra el nacionalismo pequeñoburgués, lo que frenó el desarrollo de la Oposición de Izquierda en la etapa decisiva. Así también ocurrió en el caso de Landau, a quien, para sorpresa de todos, Comunismopuso en la lista de simpatizantes después de demostrar su inutilidad total, quedar en minoría y finalmente abandonar la Oposición de Izquierda. Así ocurrió con las diferencias en el seno de la sección francesa, donde los camaradas españoles coincidieron en privado que las ideas y métodos de Rosmer eran inútiles pero si bien no lo apoyaron directamente en público, lo hicieron indirectamente con el argumento de que “les resultaba más simpático” que sus adversarios. Así ocurrió en el caso de Mill, a quien los camaradas de la dirección española tuvieron a bien elegir como representante suyo en el Secretariado Internacional cuando este individuo ya había demostrado plenamente su incapacidad política. Jamás observamos de parte de Madrid y Barcelona el menor intento de buscar un fundamento de principio, una explicación política para todos estos problemas.

Los mismos rasgos se revelaron de manera no menos crítica y dolorosa en la vida interna de la organización española. La crisis que estalló en su dirección tomó por sorpresa no sólo a la Oposición Internacional sino también a la sección española. Los miembros del Comité Central renunciaron uno tras otro. La dirección quedó, de hecho, exclusivamente en manos de Lacroix. Entonces, nuevamente para sorpresa de todos, resultó que el camarada Lacroix no estaba en el Comité Central, que incluso durante un tiempo estuvo fuera de la Oposición, y que la dirección se había trasladado a Barcelona. ¿Por qué? ¿Cuáles son las diferencias? ¿En qué se basa la crisis? Nadie lo sabe, por lo menos nadie que no integre el estrecho círculo de los iniciados. Una organización revolucionaria de ninguna manera puede tolerar semejante régimen, que no le traerá sino derrotas. Sus actitudes de abstención respecto de las polémicas en torno a problemas de principios y de reemplazo de las diferencias políticas por evaluaciones personales han hecho víctimas a los camaradas españoles de conflictos personales y “revoluciones palaciegas” inevitables.

El Comité Central de la sección española no habría podido cometer semejantes arbitrariedades subjetivas en el terreno político si hubiera estado sujeto al control de su propia organización. Pero las cosas no sucedieron así. Varios dirigentes de la Oposición española se han defendido en más de una ocasión con el pretexto del insuficiente nivel teórico y político de la organización. ¡Excusa inaceptable, por cierto! El nivel de una organización se incrementa tanto más rápidamente cuanto más inmediata sea su participación en todas las discusiones, cuanto menos traten los dirigentes de pensar, actuar y comportarse como guardianes de la organización.

La primera premisa para la democracia del partido es que exista una completa información. La etapa inicial debe ser el estudio de los documentos internacionales referidos a la Oposición española: el Comité Central español debe imponerse la obligación de hacer circular estos documentos entre todos los miembros de la Oposición; todo bolchevique leninista debe estudiar meditar y juzgar no sólo la experiencia con Mill sino también la esencia de la crisis del Comité Central español. Los miembros de la Oposición española aprenderán mucho más con ello que con una decena de artículos abstractos sobre el centralismo democrático y las buenas relaciones “humanas”

También en este campo los camaradas españoles han hecho caso omiso de las experiencias de la izquierda internacional. En su última conferencia se declararon inesperadamente a favor de la participación independiente en las elecciones. De lo dicho más arriba se desprende con toda claridad que tampoco somos fetichistas a este respecto. En ciertas circunstancias, la Oposición de Izquierda puede y debe presentar candidatos propios. Pero el motivo no puede ser una falsa búsqueda de “independencia” sino la verdadera relación de fuerzas, y así hay que plantearlo en el trabajo agitativo; no se trata de quitarle puestos electivos al partido oficial sino de levantar la bandera del comunismo allí donde el partido no puede hacerlo. Queda claro que: dada la relación de fuerzas imperante, las candidaturas independientes de la Oposición deben constituir la excepción, no la regla.

Pero quizás la situación particular de España justifica la táctica de la Oposición española, dirigida en los hechos a la construcción de un partido nuevo. Supongamos que es así. ¿Por qué, entonces, los camaradas españoles no tratan de explicarnos estas condiciones y enriquecernos con su experiencia? ¿Creen acaso que no puede ser comprendida la situación española fuera de las fronteras del país? En tal caso tendríamos que preguntarnos para qué tenemos una organización internacional.

 

 

SOBRE LA SECCIÓN ESPAÑOLA DE LA OPOSICIÓN DE IZQUIERDA

 

(22 de diciembre de 1932) 
La revolución española ha creado condiciones objetivas extremadamente favorables para un desarrollo rápido del comunismo. Pero la ausencia de cuadros mínimamente formados ha hecho extremadamente difícil lo mismo para la oposición de izquierda que para el partido oficial, el sacar provecho de esta situación verdaderamente histórica. Aunque, por el número de sus miembros nuestra sección española supera a toda una serie de otras secciones ‑lo que hay que atribuir enteramente al ascenso revolucionario[2]‑ la cohesión ideológica de la organización y el carácter de su dirección ofrecen un cuadro muy poco satisfactorio. Para comprender sus causas, es necesario al menos establecer las faltas capitales cometidas por los cuadros dirigentes de la Oposición española. En Cataluña, donde el proletariado ofrece un medio natural para un crecimiento rápido de la influencia de los bolcheviques‑leninistas, los camaradas dirigentes han perdido su tiempo de una forma imperdonable. En lugar de avanzar con fuerza bajo su propia bandera, aunque fuese bajo la forma de un pequeño núcleo, durante los meses más críticos de la revolución, han jugado al escondite con los principios, han hecho diplomacia y se han arrastrado a remolque del nacionalismo pequeño burgués del provinciano charlatán Maurin. Las cosas no han ido mejor en las otras regiones de España donde la oposición de izquierda, ignorando al partido oficial y reemplazando la educación marxista de los cuadros por un sentimentalismo revolucionario, no ha sabido trazar durante mucho tiempo el límite necesario que la separase de los grupos de derecha. El resultado menos perjudicial no ha sido que los camaradas dirigentes, cediendo a la influencia de los peores aspectos de la tradición revolucionaria española, hayan dado la espalda a la experiencia internacional, y, declarándose de palabra solidarios de la oposición de izquierda, hayan apoyado en los hechos, directa o indirectamente a todos los confusionistas y a todos los desertores (Landau[3], Rosmer, Mill, etc.). En la cuestión «fracción o partido independiente», la sección española ha adoptado en su última conferencia una posición por lo menos equivoca pronunciándose a favor de listas independientes a las elecciones parlamentarias y otras[4]. Esta posición, contraria a la línea política de la oposición de izquierda, no había sido en absoluto preparada desde un punto de vista práctico: se ha quedado en una manifestación platónica, no menos nociva sin embargo. En el camino que les aleja de los bolcheviques‑leninistas, los dirigentes de la Oposición española han ido tan lejos que han estimado posible modificar el nombre mismo de su organización. Eligiendo llamarse en adelante «Izquierda Comunista» ‑un título visiblemente falso desde el punto de vista teórico‑, los camaradas españoles se han opuesto así a la oposición de izquierda internacional y, con esta denominación, se han acercado simultáneamente al Leninbund[5], al grupo de Rosmer[6], etc. Ningún revolucionario serio podrá creer que un paso tan importante haya sido dado por azar, sin objetivo político. Al mismo tiempo, ningún marxista podrá aprobar una política que no declara francamente sus intenciones, sino que recurre a astucias diplomáticas y anda con rodeos en las cuestiones de principios[7] Al exigir la participación en la conferencia internacional de todos los grupos que se reclaman de la oposición de izquierda ‑los que nos han abandonado así como los que hemos expulsado‑, la sección española demuestra hasta qué punto estaba y sigue alejada del desarrollo real de la izquierda internacional y cuan poco ha asimilado su lógica interna.[8] Acusando a las otras secciones de tener una política falsa en materia de organización[9] y ni siquiera intentando fundar ‑al menos un poco‑ sus acusaciones, los camaradas españoles han llegado de golpe a demostrar el carácter erróneo de sus propios métodos. La lucha que estalló bruscamente entre los dos grupos en el seno del comité central condujo a la sección española al borde de la escisión, y, en esta circunstancia, la organización se ha encontrado desprevenida, pues ninguno de los dos grupos que se enfrentan ha sido capaz hasta ahora de formular los principios de base de esta lucha que sin embargo es muy dura.[10] La sección española no puede desarrollarse sobre su actual base ideológica. Dándose perfecta cuenta de que la corrección de los errores pasados, y la constitución en España de una organización firme en los principios y soldada de formal revolucionaria no pueden ser obtenidos más que mediante el proceso de un trabajo largo y sistemático, la preconferencia propone las medidas inmediatas siguientes: a) Todos los documentos internacionales más importantes sobre las cuestiones litigiosas deben ser traducidos al español y puestos en conocimiento de todos los miembros de la sección. Hay que dejar de disimular los hechos. Lo que se ha dicho anteriormente concierne sobre todo al asunto Mill, en el que los dirigentes de la sección española no sólo apoyaron a un individuo manifiestamente sin principios contra la organización internacional, sino que, incluso ahora, a fin de defender sus errores pasados, se permiten insinuaciones inadmisibles hacia la Oposición internacional. b) Los dos grupos en lucha en el C.C. deben renunciar a una escisión sin principios de la organización, tomando todas las medidas para que la discusión de las cuestiones litigiosas pase por canales normales, con la participación de todos los miembros de la Oposición sin excepciones. c) La discusión interna debe ser llevada en un boletín cuya redacción debe asegurar una imparcialidad absoluta hacia los dos grupos en lucha. 

d) Hay que poner en el orden del día todas las cuestiones de principio que atañan a la izquierda internacional y no permitir que posiciones políticas claras sean reemplazadas por simpatías o insinuaciones de orden personal.

 e) Una discusión profunda debe preparar la nueva conferencia nacional.[11] 

La preconferencia encarga al secretariado seguir con una particular atención el desarrollo interno de la sección española, a fin de ayudar a llevar a cabo todas las medidas decididas y todas las que sean adecuadas, en una coordinación completa con las tareas y los métodos de la oposición de izquierda



[1] T. 3305. Internal Bulletin C.I.A., no 11, 31 de marzo de 1933. Este largo desarrollo consagrado a la sección española está sacado del texto redactado por Trotsky el 22 de diciembre de 1932 para la preconferencia de la oposición internacional de 1933. Una nota precisaba que debía ser puesto en conocimiento de todas las secciones, pero no publicado como el resto del texto. Figura en los archivos con fecha de marzo de 1933; la fecha real de su redacción nos ha sido proporcionada por Jean Van Heijenoort.
[2] Los militantes de la oposición española no iban a apreciar esta afirmación que les quitaba todo mérito en la construcción de su organización
[3] El 1 de septiembre de 1931, después de la publicación en Comunismo de un artículo de Paul Sizoff (seudónimo de Michel Collinet), el comité ejecutivo de la oposición española había publicado el siguiente comunicado: «El C.E. de la O.I. española condena de la forma más enérgica las maniobras que llevan a cabo contra la Oposición, Sizoff, Gourget y cía. Desde el primer momento el C.E. se ha colocado sin dudarlo al lado del S.I., con quien está plenamente de acuerdo en lo que se refiere a la lucha por la depuración de las filas de la oposición de izquierda internacional. El C.E. de la O.I. española aprueba las críticas muy severas, pero justas, que León Trotsky ha dirigido contra el grupo de Landau en Alernania, y se declara plenamente de acuerdo con las medidas tomadas contra él.» Pero, algunos meses después, los dirigentes de la oposición española recibín a Collinet en Madrid, y le admitían en su conferencia nacional, lo que iba a provocar un vivo incidente con los delegados del S.I
[4] Decisión tomada en la 3.ª Conferencia, recordémoslo, a propuesta de Nin, apoyado por Fersen, pero combatido por Lacroix y Andrade.
[5] El Leninbund (Liga Lenin) había sido constituido en Alemania en marzo de 1928, agrupando a todos los opositores «de izquierda» con el modelo de la oposición unificada del 26‑28 en la U.R.S.S. Pero los «zinovievistas» Ruth Fischer y Maslow la habían abandonado en marzo. La Liga, dirigida por Urbahns, había estado cerca de la Oposición, pero había roto con Trotsky a principios de 1930, habiendo constituido la minoría trotskysta, con Antón Grylewicz, la oposición de izquierda alemana y habiendo Urbahns, por su parte, renunciado a luchar por el «enderezamiento» del K.P.D.
[6] Alusión al grupo de la Gauche Communiste que publicaba en París Le Communiste, que animaban, con Claude Naville, Michel Collinet (Paul Sizoff), Aimé Patri (Ariat), Paul Le Pape (Daniel Lévine). Rosmer estaba muy próximo a ellos, y ellos se reclamaban de él, pero no formó nunca parte formalmente del grupo.
[7] Los opositores españoles negaban ferozmente que el cambio del título de su organización hubiera tenido la significación política que le atribuía Trotsky. El 2 de septiembre de 1932, afirmaban: «No tenemos nada que ver con los grupos de Rosmer y Landau.» Sin embargo, en el mes de abril, Naville había tomado contacto con Landau en Paris, y al mismo tiempo, Michel Collinet había ido a España donde había estado con Lacroix y Andrés Nin con quien mantenía, después, una correspondencia regular. Según el testimonio de Paul Le Pape, en 1933 Landau durante un viaje a Perpignan, tomó contacto con uno de los representantes de la izquierda comunista española. Las sospechas de Trotsky no estaban completamente injustificadas y Le Communiste de octubre de 1932 lo confirmaba.
[8] En su puntualización del 4 de septiembre el ejecutivo español había precisado: «Hemos defendido la idea de que se permita a todos los grupos expulsados o que se han separado de la organización en razón de divergencias con la dirección de la sección de su país o la dirección internacional presentar su defensa ante la Conferencia. Pero no hemos defendido nunca la idea de una conferencia internacional en la que los grupos expulsados o que nos han abandonado podrían intervenir al mismo título que las organizaciones legítimas.»
[9] No poseemos textos anteriores provenientes de la sección española que traten este punto. Los opositores reprochaban en general al S.I. métodos que calificaban de «burocráticos», a Trotsky, intervenciones permanentes y su apoyo a Molinier. Juan Andrade resume bastantes posiciones que nadie niega, escribiendo: «Considerábamos que la orientación y la táctica política del momento no estaban determinadas por la deliberación de las secciones, sino que eran definidas a través de un artículo de Trotsky que tenía casi el carácter de un mandato imperativo para toda la Liga. La parte que tomaba Trotsky en las crisis internas de las secciones, sobre todo la sección francesa, crisis que bajo la apariencia de divergencias políticas no eran, la mayor parte de tiempo, más que conflictos de personas, no nos parecía ni conveniente ni digno de su misión, sino resultado de su deseo de conservar una organización que fuese fiel a su persona» (Andrade op. cit., p. 21). En función de este análisis los españoles habían protestado contra la transferencia del S.I. a Berlín donde residía León Sedov, representante de la «sección rusa», y sostenido poco afortunadamente. contra él al otro ruso, Mill
[10] Bajo su petición, a fin de poder someterse a una intervención quirúrgica demasiado tiempo retrasada, Lacroix, en la 3.11 Conferencia en marzo de 1932, había abandonado el puesto de secretario general a Andrés Nin. Menos de seis meses después, emprendía una violenta batalla fraccional. El S.I. había decidido que «el grupo Nin» y el «grupo Lacroix» fueran igualmente representados en la preconferencia internacional que tendría que regular las modalidades de funcionamiento de la sección española. El C.E. de la I.C.E. había protestado enérgicamente contra la igualdad de trato impuesta así entre organizaciones y hombres regularmente elegidos ‑‑el C.E. y el propio secretario general‑ y un grupo fraccionalista al que tenía por «escisionista». El S.I. había retrocedido entonces Y dado sólo una voz consultiva al representante del «grupo Lacroix» en la preconferencia

[11] Las decisiones de la preconferencia sobre este punto no fueron nunca aplicadas. Primeramente, porque al C.E. se le hacía doloroso volverse atrás reintegrando responsables cuyo comportamiento juzgaba «criminal», luego, porque el boletín de Lacroix iba a publicar las resoluciones adoptadas en una traducción que les hacía decir exactamente lo contrario de lo que en realidad había sido decidido. Debía rectificar tras el aviso del S.I. invocando su ignorancia de la lengua francesa en que había sido redactada la resolución, pero el C.E. vio en esta falsificación la prueba de la mala fe de sus adversarios y de la imposibilidad de aplicar una resolución de compromiso: se negó finalmente a cualquier reparto de responsabilidades a la cabeza de las publicaciones internas. De hecho, el «grupo Lacroix», descompuesto por las iniciativas de su principal dirigente, se disolvía por sí mismo en abril. Sus principales representantes ‑excepto Lacroix‑ seguían en la organización: en octubre del mismo año, Ernesto Tojo, cuyas actividades en el sector «jóvenes» había servido de apoyo a las iniciativas de Lacroix reclutaba en Andalucía a varios militantes de las juventudes socialistas, entre ellos J. Quesada y Julio Cid.

 

 

Los bolcheviques‑leninistas españoles y la insurrección de octubre de 1934[1]

 

(Extractos de cartas) [2]
1º de noviembre de 1934 
Aún no he recibido los documentos relativos a los recientes acontecimientos españoles en general y al papel jugado por nuestra sección en particular[3]. Pero el curso general de los acontecimientos es suficiente para sacar la conclusión de que nuestros camaradas españoles deberían haberse afiliado al partido socialista desde el mismo momento en que la diferenciación interna comenzaba a preparar a este partido para la lucha armada[4]. Nuestra situación en el proletariado español sería hoy mucho más ventajosa 15 de diciembre de 1934 [5] (...) Peor es la pasividad de nuestra sección española (salvo gloriosas excepciones) de cara a importantes acontecimientos.[6] Siempre hemos criticado a los dirigentes de la sección española, impregnados de una actitud propagandística y expectante. Todos los camaradas podrían y, deberían releer las discusiones internacionales con la dirección española. Lo más significativo es que los camaradas españoles han mostrado una actitud francamente hostil al giro francés[7]. Esto no es más que la confirmación de que la «intransigencia»[8] en este punto no es sino la máscara de la pasividad puramente propagandística y periodística. No nos cansamos de repetir que la peor de las faltas cometidas por todas las secciones es la de la sección española al no adherirse a tiempo al partido socialista desde el inicio de la preparación de la lucha armada. 28 de febrero de 1935[9] Mire hacia España, querido amigo. Durante las sacudidas revolucionarias, la dirección de nuestra sección española se ha distinguido, durante todo este periodo, por su doctrinaria pasividad. Muchos de nuestros camaradas han luchado ferozmente de forma individual. Pero la sección española en su conjunto sé ha distinguido más por su crítica «objetiva» que por su actividad revolucionaria. Sin ninguna duda, constituye el ejemplo más trágico de toda la L.C.I. Observe como es precisamente esta sección la que hasta ahora permanece absolutamente intransigente frente al giro «oportunista» francés.[10] 


[1] Extractos de cartas de Trotsky publicadas en los boletines internos relativos a los grandes problemas del momento, sobre todo al giro «entrista» y las oposiciones que surgieron en las filas de la oposición internacional.
[2] Carta al S.I. y a todas las secciones. Boletín Interno de la G.B.L., n.º 4, enero de 1935, dedicado a las posibilidades de extensión del «giro» francés respecto a los ejemplos austriacos, español y belga.
[3] Esta observación confirma que el texto precedente fue redactado antes de que Trotsky recibiese ninguna noticia detallada sobre la insurrección de octubre en España
[4] Esta queja se convertirá en el «leitmotiv» de las cartas de Trotsky. De hecho, dada la brevedad del tiempo transcurrido desde la proposición de entrada en el partido socialista y la insurrección de octubre, es poco probable que los militantes de la izquierda comunista hubieran podido jugar un papel decisivo, vista la disposición de los dirigentes socialistas. Sin embargo, es cierto que la decisión de entrar antes de octubre no hubiera dejado a los bolcheviques‑leninistas españoles en la situación de aislamiento que al parecer sufrieron
[5] Carta al S.I. y a la sección belga, Boletín interno de la G.B.L., n.º 4, enero de 1935. Dedicado a las perspectivas de entrada de las juventudes leninistas belgas en la Joven Guardia Socialista, etapa hacia la aplicación en Bélgica del «giro francés».
[6] Ignoramos a quien se refiere Trotsky cuando habla de «gloriosas excepciones». Los dos artículos publicados en New Internatíonal en diciembre de 1934, redactados por L. Fersen y José Luis Arenillas al día siguiente de la insurrección de octubre no hacen alusión a ninguna actuación particular de la izquierda comunista; el segundo se limita a mencionar la participación en la Alianza obrera de Cataluña. Esta puede ser una explicación del débil papel que le otorga Juan Luis Arenillas cuando escribe: «Fundamentalmente, la revolución española fue un movimiento sectario apoyado sobre los militantes del partido socialista. Se basó en comités secretos, en lugar de basarse sobre los sectores más avanzados de la clase, sobre los oficiales en vez de los soldados.» (New International, diciembre 1934, p. 139). En una carta dirigida en julio de 1935 a un militante americano, Juan Andrade, contesta a este texto mencionando el importante papel jugado en Asturias por Ignacio Iglesias y José Loredo Aparicio, refugiados en Bélgica después del fracaso de la revolución (International News, vol .1, n.º 1, 1935, pp. 4‑5).
[7] La propuesta de Trotsky a sus camaradas franceses de entrar en la S.F.I.O. había provocado una ola de indignación. En Francia, Pierre Naville se había negado a entrar intentando mantener una «Ligue Communiste» independiente, antes de acabar entrando, junto con su grupo, en la S.F.I.O.Otro grupo, animado por Lhuillier, se había separado, afiliándose a la Unión Communiste, proveniente de una escisión anterior, y que acabó entrando también en la S.F.IO. El principal dirigente de la sección alemana, miembro del S.I. Ackerknecht, llamado E. Bauer, se pasó al S.A.P. En la la sección americana, Hugo (Ehler), se puso a la cabeza de una oposición que denunciaba esta «capitulación ante la socialdemocracia». La sección holandesa, tras Sneevliet y la sección belga, que en su mayoría seguía a Vereecken, condenaban el «entrismo». Para todos estos opositores, la posición de la sección española y sobre todo la de Andrés Nin, que gozaba de gran prestigio, constituía un precioso apoyo. Estos grupos y tendencias tenían inclinación a acercarse a Landau, que estaba formulando las mismas criticas desde el exterior. Señalemos que Martin (A. Leonetti) se oponía al entrismo y cuando sus camaradas italianos propusieron entrar en el partido socialista italiano, él se negó a hacerlo, presentando su dimisión al S.I. Sin embargo Trotsky insistió en no romper con él, permitiéndole no entrar. Esto fue lo que hizo Martin ‑decididamente hostil a lo que él llamaba el «retorno a Barnum»‑ que permaneció en el S.I.
[8] En la discusión sobre la entrada de los B.‑L. franceses en la S.F.IO., Trotsky llamaba «intransigentes» en tono de burla, a los adversarios de este giro.
[9] «Centrist combinations and Marxist Tactics», carta al camarada polaco V. International Information Bulletin. W.P.U.S., 1935, n.º 1, reproducido en Writings of Leon Trotsky 1934‑1935, pp. 199‑206, V. era contrario a la entrada en la S.F.IO. y partidario de la entrada en el Buró de Londres.
[10] Parece que por estas fechas los dirigentes de la sección española estaban intentando ‑‑como lo demuestra la carta de Andrade en la nota 6‑ organizar una fracción internacional con los adversarios del giro. Sneevliet, Vereecken (aunque con matices) y Landau apoyarían más tarde al P.O.U.M. contra Trotsky.
La conferencia proyectada en Barcelona[i]
(Carta al S.I., 20 de marzo de 1937)

No estoy seguro de que realmente se llegue a realizar la conferencia de Barcelona, que los diarios fijan para el 1º de mayo, teniendo en cuenta lo que está ocurriendo en España y en otras partes.[ii] Me es difícil expresar una opinión sobre esta conferencia, ya que mis informaciones, más que incompletas, son casi inexistentes. No puedo expresar sino algunas consideraciones complementarias.

La marcha de los acontecimientos somete a todos los grupos, fracciones y tendencias a terribles pruebas. Ya hemos visto explotar el ultraizquierdismo de pura cepa (los bordiguistas) a consecuencia del choque recibido en España.[iii] En nuestras propias filas, hemos podido comprobar como la intransigencia formal se transformaba, en el plazo de pocas semanas, en miserable deserción (los adversarios de -la entrada, Schmidt, Stien de Zeeuv, Muste).[iv] Igualmente hemos visto otros no entristas intransigentes que ayer se aliaban con Schmidt, Stien de Zeeuv y Muste contra nosotros, buscando nuevamente un apoyo político contra nosotros de la dirección oportunista del P.O.U.M. (Sneevliet, Vereecknen). Estas son las lecciones decisivas. El I.L.P. y el S.A.P. se han hecho estalinistas en el mismo instante en el que el estalinismo se revelaba como la verdadera sífilis del movimiento obrero. El Buró de Londres, con el que se han aliado no sólo Schmidt, sino Vereecken y Sneevliet, expira o está cercano a adaptarse. Los diferentes grupos intermedios, aterrorizados por su propia inconsistencia política, buscan un apoyo de última hora en la revolución española. Las direcciones del I.L.P. y del S.A.P., al sostener a Nin contra nosotros, están impidiendo la victoria de la revolución en España. Creen que podrán disimular su definitiva bancarrota tras la sombra del heroico proletariado español y catalán. Es inútil. La victoria sólo podrá lograrse por el camino tantas veces señalado por nosotros. O Nin, Andrade y Gorkin cambian radicalmente la politica[v] de Martov por la de Lenin, o conducen al P.O.U.M. a una escisión, e incluso quizás a una terrible derrota. Las declaraciones revolucionarias (discursos, editoriales solemnes) no hacen avanzar a la revolución ni un solo paso. La lucha de los obreros poumistas es gloriosa, pero sin una dirección firme no puede conducir a la victoria. Se trata de dirigir con supremo coraje a las masas contra sus direcciones traidoras. Aquí comienza la sabiduría. Romped con el fantasma de la burguesía, que no permanece en el Frente Popular más que para impedir a los obreros hacer su revolución. Esto es lo primero que está en el orden del día. El segundo paso es dirigir a los socialistas, anarquistas y comunistas contra sus dirigentes que no quieren romper con sus ministros burgueses, esos espantajos protectores de la propiedad privada. Aparte de esto, no hay más que verborrea, charlatanería y mentiras. Esta gente ha perdido cinco años para poner en práctica una política leninista. No estoy seguro de que aún tengan cinco meses o cinco semanas para corregir los errores que han cometido.[vi]

Si Sneevliet, después de haber flirteado con Londres, intenta ahora fundar una nueva internacional con Nin, tanto peor para él.[vii] De esta empresa no saldrá mas que compromiso.

Si la conferencia de Barcelona llega a tener lugar, vais a participar en ella. Esta decisión me parece correcta.[viii] Sería absurdo imitar por encima de todo a los «no entristas». Participaremos o no, según las circunstancias. Esto no es lo decisivo. Lo que hemos de saber es lo que vamos a hacer en la conferencia. Seria fatal participar al estilo de Vereecken y Sneevliet.[ix] Es preciso participar con plena independencia, sin hacer la más mínima concesión en los principios, y sin quitar la más mínima importancia a los errores, a los crímenes de los demás participantes. Naturalmente la forma de nuestras denuncias y nuestras críticas debe adaptarse a la situación española y a la mentalidad de los obreros españoles que aún no están con nosotros. Creo que los procesos de Moscú pueden ser la piedra de toque para todos los grupos que dicen ser revolucionarios.[x] El obrero medio bien puede carecer de opinión sobre estos procesos, nosotros se los explicaremos pacientemente. Pero los «jefes», que pretenden fundar una nueva internacional, no pueden tomar una postura evasiva, solidarizándose secretamente con la G.P.U. como hace la chusma que gira alrededor de Brandler y Walcher.[xi] Lo mínimo que se puede pedir en una conferencia de este tipo es un apoyo total a una comisión internacional de investigación. Si la mayoría estuviese en contra, entonces convendría abandonar ruidosamente la sala. Si la mayoría aprueba esta propuesta, hay que atacar sin piedad a la minoría que se opusiese a una declaración donde se nombrase y denunciase a todos los agentes de la G.P.U. No hay que permitir decir a los charlatanes, que en función de los intereses de la revolución española, no debemos abrir el debate sobre la cuestión rusa, o como dice Malraux, ese miserable lacayo, sobre «problemas personales». Precisamente en interés de la revolución española y de la guerra inminente, es necesario distinguir donde se encuentran los revolucionarios, incluso los semicentristas semirrevolucionarios honestos, y dónde los falsarios, esos agentes de la casta bonapartista que, gracias a los procesos de Moscú, ha demostrado que está dispuesta en todo momento a traicionar los supremos intereses de la revolución proletaria para salvaguardar sus propios intereses.

La discusión sobre las cuestiones programáticas y políticas con los elementos que tienen el suficiente valor como para oponerse a los bonapartistas de Moscú, puede ser calmada, e incluso amistosa. En cuanto a los otros, debemos dirigirnos a ellos a base de tiros.

No me expreso aquí sobre las cuestiones tácticas, ya que nuestros camaradas están lo suficientemente armados en las cuestiones teóricas y políticas. No hay nada que cambiar, nada que revisar. Sólo tienen que adaptar lo que la experiencia les ha enseñado a la propia situación actual. Éstas son las observaciones que puedo hacer aquí sobre la conferencia de Barcelona.
LUND



[i] Esta carta, vuelta a traducir de la edición inglesa del boletín del S.I. Information Bulletin de julio de 1937, trata de la conferencia decidida por los partidos adherentes al Buró de Londres durante la conferencia de Bruselas de 1936, y cuya fecha había sido fijada para febrero de 1937. Su objetivo sería «Examinar las condiciones necesarias para impulsar y organizar las fuerzas necesarias para la formación de una internacional verdaderamente revolucionaria». La discusión comenzada en las filas de los B.-L. a propósito de la conferencia de Bruselas, aún no había terminado.

[ii] La organización de la conferencia de Barcelona había sido confiada al Secretariado Internacional del P.O.U.M., cuyo responsable era Gorkin; retrasada desde febrero hasta el 1º de mayo, posteriormente al 19 de julio, finalmente no tendría lugar

[iii] Sobre la discusión en las filas bordiguistas, ver la revista Invariance, 2º año, n.º 8, octubre-diciembre de 1969, que reproduce un artículo de enero de 1937 firmado Jehan, «La guerre en Espagne». El autor polemiza a la vez con la Unión Comunista, para la que la guerra de España opondría «dos ejércitos de clase», y el «camarada H», que niega el «contenido imperialista de la guerra de España», afirmando que «la lucha militar contra Franco era condición de vida o muerte para la supervivencia del proletariado español», pasando por los anarquistas, poumistas y trotskystas que hacen coro con los estalinistas para «pedir armas para España». La conclusión de Jehan es: «En España no se trata hoy de revolución, sino de guerra. Una guerra que está bajo el dominio capitalista ( ... ). El proletariado es impotente ante esto. No puede aceptarlo Los obreros y campesinos españoles, dejándose masacrar bajo la bandera del antifascismo, no luchan por el socialismo, sino por el capitalismo. La guerra antifascista no se dirige contra el capitalismo, sino contra el proletariado».

[iv] P. J. Schmidt y Stien De Zeeuw eran antiguos dirigentes del O.S.P. y pasaron a ser dirigentes del R.S.A.P. holandés. Tanto uno como otro habían roto con este último y con la IVª Internacional poco antes del primer proceso de Moscú que había acabado por convencerles de la «irremediable derrota de la dictadura del proletariado» y del marxismo (Declaración a la prensa el 31 de agosto de 1937). A. J. Muste, antiguo pastor, posteriormente animador del Commitee for progressive Labor Action de los Estados Unidos, había sido el principal dirigente del American Workers Party cuya fusión con el Communist League of America -oposición de izquierda americana- habíaa dado lugar al nacimiento en 1934 al Workers Party. Había entrado de mala gana en el partido socialista, y poco después rompió, al mismo tiempo que Schmidt y De Zeeuw, por idénticas razones

[v] Trotsky conservará mucho tiempo la esperanza de ver a Nin, Andrade, etc., «cambiar radicalmente de política», lo que le había valido la acusación de oportunismo, sobre todo por parte de los dirigentes oehléristas.

[vi] Pasarían menos de seis semanas antes que los acontecimientos de mayo colocasen al P.O.U.M. entre la espada y la pared, desencadenando el mecanismo que conduciría a su prohibición menos de tres meses después de esta advertencia. Concretamente, el 28 de mayo del 37 se prohibió «La Batalla». Mientras las esferas políticas negociaban su liquidación, los portavoces del P.S.U.C. catalogaban con frecuencia a los miembros del P.O.U.M. de «fascistas enmascarados», con lo que se instigaba a su persecución El 15 de junio, el P.O.U.M. era declarado ilegal, y al día siguiente A. Nin era detenido en Barcelona junto a otros miembros del C.E

[vii] Sneevliet y Vereecken pensaban que el ala izquierda de los Partidos adheridos al Buró de Londres -el P.O.U.M. en primer lugar- pretendían, a través de la conferencia de Barcelona, sentar las bases de una «nueva Internacional».

[viii] El Buró internacional para la IVª Internacional se había dirigido al secretariado Internacional del P.O.U.M. haciéndole conocer su intención de estar presente en la conferencia. El 2 de diciembre el propio Buró haría conocer sus razones para participar: El objetivo fijado era más concreto, ya que se trataba de preparar una nueva Internacional, por otra parte, la conferencia iba a tener lugar en Barcelona, corazón de la Cataluña revolucionaria, y no constituiría únicamente un encuentro por la «cumbre».

[ix] Vereecken y Sneevliet habían defendido la necesidad de participar en la conferencia de Bruselas, a la que el segundo había acudido. Se había abstenido de toda critica fundamental al P.O.U.M. y Trotsky consideraba que «capitulaba» ante los centristas

[x] Dado el papel contrarrevolucionario jugado en España por el estalinismo, Trotsky consideraba que la postura frente a los procesos de Moscú constituía un excelente revelador. Los oehleristas ironizarían esta postura que consideraban como reveladora de la incomprensión de los problemas por parte de Trotsky

[xi] Nueva llamada sobre las posiciones tomadas por el K.P.O. y el S.A.P. después del primer proceso de Moscú.

 

 

Decir las más amargas verdades
(Carta a la redacción de La Lutte ouvriére, órgano del Partido Socialista Revolucionario de Bélgica)[1]

(23 de marzo de 1937)

T. 4131. Carta dictada directamente a Van Heijenoort, en un francés a menudo incorrecto. La Lutte ouvriére (Bélgica), mayo de 1937. La Lutte ouvriere era el título del órgano de dos secciones: El P.O.I. de Francia y el Partido Socialista Revolucionario Belga.

Queridos camaradas,
En el número 9 de vuestro periódico, del sábado 27 de febrero de 1937, he encontrado un artículo extraído de La Révolution Espagnole, Órgano del P.O.U.M.,[2] con una elogiosa introducción por vuestra parte. No puedo dejar de ocultaros que vuestra solidarización (sic), no con la lucha de los obreros del P.O.U.M. sino con su dirección, me parece no una falta, sino un crimen, contra el que voy a protestar públicamente con todas mis fuerzas.

El artículo que reproducís es falso de esquina a esquina. Y su falsedad es extremadamente reveladora de la falsedad de la política de Nin y compañía. Están llevando una polémica contra el antifascismo pequeñoburgués» y contra el «programa de una república neoburguesa». Pero ¿cómo puede combatir a la república burguesa formando parte de su gobierno? ¿Cómo puede movilizar a los obreros contra el estado burgués mostrándose al mismo tiempo como «apóstol» de la justicia burguesa? ¿Están tomándose las cosas en serio o están burlándose del programa y de las ideas del proletariado?

El artículo es falso de cabo a rabo. Habla de los jefes de la pequeña burguesía» que han «aumentado gracias a la desaparición del capital monopolizador» (sic): La función de Azaña, de Companys,[3] etc., está erróneamente caracterizada. Estos señores no son la pequeña burguesía. La verdadera pequeña burguesía, arruinada, desclasada, es el campesinado, los artesanos, los empleados. Azaña y sus semejantes son los explotadores políticos de la pequeña burguesía en provecho de la grande. Permanecen en el campo de las masas populares haciendo el papel de espantapájaros. Y los gorriones son los dirigentes socialistas, reformistas y ¡ay! poumistas. No se atreven a tocar la propiedad privada, rebajándose incluso a jugar el papel de defensores de la «justicia» basada en la propiedad privada.[4] Ésta es la verdad. Todo lo demás no es más que mentira. El «capital. monopolizador» se hará el muerto hasta la victoria de Franco, mientras tanto, Azaña y Companys administran sus negocios y La Batalla dice que no se pueden administrar sus negocios «sin el P.O.U.M. ni contra el P.O.U.M.».

Todo es falso en el articulo, tanto la retrospección (sic) como las perspectivas. La «cohabitación» (es decir, la colaboración de clases si usted prefiere) no hubiera sido posible más que «gracias a la guerra contra el fascismo».[5]

 Pero esta cohabitación, es decir, la colaboración de los dirigentes del P.O.U.M. con los jefes de la neorrepública burguesa, ha paralizado terriblemente el ánimo de los obreros y campesinos, acumulando derrota tras derrota. De esto no se dice nada. En contrapartida (sic) se añade: «Pero incluso hoy mismo, el desarrollo de la guerra obliga (¿a quién?) a decidir el camino que hay que tomar. ¿Por qué hoy? ¿Por qué la política de ayer llevó al borde del abismo? Pero incluso al borde del abismo, el P.O.U.M. continúa sermoneando a las direcciones traidoras en lugar de dirigir a las masas contra ellas. Aquí es donde comienza el bolchevismo. En lugar de jugar el papel vodevilesco de ministro de la neorrepública burguesa, se debería haber movilizado a los obreros, abiertamente, con coraje, para ahuyentar a los ministros burgueses y para poder reemplazar a los ministros socialistas y comunistas. En lugar de este implacable trabajo entre las masas y por las masas, se escriben artículos ambiguos sobre la necesidad de pronunciarse por un estado obrero. «Proseguir la guerra es asegurar la colectivización y la socialización.» Se hacen silogismos abstractos para tapar la falta de coraje revolucionario. Proseguir la guerra sin la -socialización y la colectivización, significa la derrota. Para asegurar la victoria hay que ahuyentar a los burgueses y poner a las direcciones traidoras entre la espada y la pared por la presión directa de las masas armadas. El silogismo abstracto no basta. Hace falta acción. Pero precisamente aquí es donde Nin, el Martov español, capitula.

«Los proletarios de Cataluña tienen una fuerte industria de guerra que coloca al gobierno de la república en un estado de vasallaje (¡) debido a las necesidades de la guerra.» El estado de vasallaje es el de los dirigentes del P.O.U.M. frente a la neorrepública burguesa. Ésta es la verdad. Si esta política continúa, los obreros catalanes serán víctimas de una catástrofe, comparable a la de la Comuna de París en 1871.[6]

Nin no ha hecho más que cometer faltas durante seis años. Jugaba con las ideas, esquivaba las dificultades y reemplazaba la lucha por pequeñas combinaciones. Ha estado entorpeciendo la lucha por la construcción de un partido revolucionario en España. Todos estos jefes que le han seguido comparten la misma responsabilidad. Durante seis años se ha hecho todo lo posible para conducir a este enérgico y heroico proletariado español a la más terrible de las derrotas; y a pesar de todo, continúa la ambigüedad. No se rompe el circulo vicioso. No se conducen a las masas contra la república neoburguesa. Se acomoda y de vez en cuando escribe artículos... sobre la revolución proletaria, ¡qué miseria! Y ustedes reproducen esto con su aprobación, en lugar de fustigar a los traidores mencheviques que se esconden tras fórmulas casi bolcheviques.

Y que no se me diga que los obreros del P.O.U.M. están luchando heroicamente, etc. Lo sé tan bien como los demás. Precisamente su lucha y su sacrificio es lo que nos fuerza a decir la verdad y nada más que la verdad. ¡Abajo la diplomacia, el juego y el equivoco! Hay que saber decir las más amargas verdades cuando la suerte de una guerra y de una revolución dependen de ello. Nosotros no tenemos nada en común con la política de Nin, ni con los que la defienden, la camuflan o la protegen.[7]



[1] Los B.-L. belgas habían conocido la escisión durante el asunto del entrismo y acababan de reunificarse, con la fusión del grupo entrista salido del P.O.B.. y del grupo Spartacus, dirigido por Georges Vereecken. Este último no había apaciguado su oposición a Trotsky, su línea y sus «métodos». En su informe pronunciado ante el comité central del nuevo partido, el 28 y el 29 de noviembre de 1936, lanzó una verdadera requisitoria a propósito de la cuestión española. Reprochaba al S.I. no haber tomado postura sobre la cuestión española y no haber revisado su postura de no asistencia a la conferencia de Bruselas, a partir del momento en que estaba claro que el P.O.U.M. se había convertido en un «partido de masas»; así como de haber enviado a España a gente sectaria e incapaz. Calificaba de «parásitos» y de «primos» a los B.-L. de Barcelona, a los que atribuía, respecto a la ruptura con el P.O.U.M., tanta responsabilidad como a la violencia verbal de Trotsky. El secretariado internacional estaba representado en esta sesión por Erwin Wolf («Braum») a quien Vereecken reprochaba haber escrito que Nin era un «renegado». Sin embargo, en esta reunión, Vereecken condenó claramente la participación del P.O.U.M. en el gobierno de la Generalitat. Algunas semanas más tarde, en La Lutte ouvriére del 19 de diciembre de 1936, presentando un discurso de Nin, escribía: «Seguimos siendo de la opinión de que los camaradas del P.O.U.M. no deberían haber participado en el gobierno pequeñoburgués catalán de Companys. Pero hoy que ya están, y que los estalinistas piden su exclusión, para pedir mañana que sean ilegalizados, consideramos que el P.O.U.M. debe luchar con todas sus fuerzas, con todos los medios de los que dispone, para resistir a los ataques estalinistas, apoyándose en los comités de obreros, soldados y campesinos, que precisamente el gobierno de la Generalitat y el P.S.U.C. se proponen liquidar». Para Trotsky, esto era algo más que una fórmula equívoca, era la expresión de una línea falsa.

[2] La Révolution Espagnole era el órgano del P.O.U.M. en francés, publicado primeramente bajo la dirección de Kurt Landau y posteriormente de los militantes pivertistas de la S.F.I.O., Max Peytel y Colette Audry. Es preciso señalar que su interpretación de la política del P.O.U.M, era extraordinariamente libre y que era la fuente fundamental de información de los militantes internacionales que no conocían el castellano. Este boletín siempre llevaba al margen la inscripción «Se ruega reproducir». El artículo en cuestión aparecido en el número 13, del 15 de febrero de 1937 se titulaba «¿Hacia la revolución proletaria o hacia una república burguesa?»

[3] Trotsky mete en el mismo saco al gobierno Largo Caballero -bajo el presidente Azaña- y al gobierno Tarradellas –bajo Companys-. Sobre este punto, la divergencia era total con el P.O.U.M. Kurt Landau escribió: «En oposición al carácter reaccionario del gobierno Largo Caballero, el Consejo de la Generalitat de Cataluña, presenta un tipo original, aunque no duradero, de régimen de transición revolucionario pequeñoburgués». Precisaba que «el Papel que jugará la Esquerra pequeñoburguesa, que por el momento practica una astuta política de abstención, asumiendo sin protestar las radicales medidas de las organizaciones obreras, es algo que sólo puede aclarar el porvenir». (Wolf Bertram. La Revolución española de 1936 y la revolución alemana de 1917-1918, PP. 24-25). En el mismo sentido, el pivertista Michel Collinet, cribía en La Gauche révolutionnaire (20 de noviembre de 1936): «Algunos marxistas (?) han reprochado a la C.N.T. y al P.O.U.M., organizaciones revolucionarias, participar en un gobierno dentro del marco de la democracia pequeñoburguesa catalana. Esta objeción no puede sino provenir de gente que desconoce totalmente la situación social del país ( ... ). El marco económico de la democracia pequeñoburguesa ha sido arrasado por la expropiación de los capitalistas. Sus cuadros políticos no lo han sido menos ( ... ). Ciertamente el gobierno catalán no es un gobierno proletario puro, sino un gobierno de coalición entre el proletariado, la pequeña burguesía, y el campesinado para aplastar a la reacción y para la socialización de la economía. En esta coalición, toda la iniciativa le corresponde al proletariado. La duración de este régimen depende del ritmo de los acontecimientos y de la forma en que la pequeña burguesía se adapte a la nueva forma de la economía socializada». Pero la situación había cambiado mucho desde que Landau y Collinet hiciesen sus análisis. Y sin embargo, en mayo de 1937, J. Andrade -que admitía la tesis de Landau sobre la posibilidad teórica de otra «salida»- fue el único en escribir explícitamente que la participación del P.O.U.M. en este gobierno fue un error y que la Esquerra llevaba una política burguesa. Esta toma de postura provocó una tempestad entre los dirigentes del P.O.U.M. -comparable a la de septiembre del 36— y publicada en La Batalla, en ausencia de Gorkin- según la cual el gobierno Largo Caballero era contrarrevolucionario. Se puede imaginar cuál hubiera sido la reacción de Trotsky si hubiera leído, por ejemplo, El Comunista de Valencia, que reprochaba a La Batalla ¡los ataques dirigidos por esta última a la Esquerra!

[4] Alusión directa y precisa: Andrés Nin había llegado a ser «conseller» -equivalente a ministro- de justicia en el gobierno presidido por Tarradellas en Cataluña.

[5] La frase incriminada es la siguiente: «La colaboración durante todo este tiempo del antifascismo más primitivo y más pequeñoburgués, con los deseos del proletariado de tomar el poder, fue posible, y hemos tenido ya ocasión de explicarlo, gracias a la guerra contra el fascismo español y extranjero, y sólo gracias a él».

[6] Trotsky alude aquí por vez primera a la posibilidad de un aislamiento de la Cataluña obrera, riesgo que evocarían, para justificar la retirada, los dirigentes anarquistas y poumistas, después de la insurrección de mayo

[7] Esta declaración de guerra política -la carta está destinada a la publicación- se refiere no sólo a Vereecken y a la mayoría de la sección belga, sino también a Sneevliet y al R.S.A.P., que se habían solidarizado con la dirección del P.O.U.M., y a Víctor Serge, que se había adherido simbólicamente al P.O.U.M. y dirigía artículos a, La Batalla.

 

Hacia las masas[1]

(Carta al Secretariado Internacional, 27 de julio de 1936)

Los acontecimientos españoles -cualquiera que sea la forma en que termminen, aunque yo cuento con un desenlace favorable- tendrán gran trascendencia para el desarrollo de la IV.ª Internacional, tanto en Francia como en otras partes.

Ahora, la cuestión del Frente Popular se ha mostrado a los obreros con total claridad. Más de un socialista francés se pregunta (ver, por ejemplo, en Le Populaire el articulo del miserable Maurice Paz:[2] «¿ Por qué los dirigentes del Frente Popular, que tenían el poder desde febrero no tomaron las medidas necesarias con el ejército? ¡Qué error!, etc.» Esta gente no comprende que no se trata de un error sino de intereses de clase. Cuando la burguesía se ve obligada a firmar un pacto con las organizaciones obreras por medio de su ala izquierda, tiene más necesidad que nunca de su cuerpo de oficiales para hacer contrapeso, ya que de lo que se trata es de la protección de la propiedad privada, es decir, de lo más importante.

¡No se trata de un error! El gobierno del Frente Popular no era tal gobierno, sino un simple ministerio. El verdadero gobierno permaneció en el Estado Mayor, en los bancos, etc. Los radicales franceses han recibido la autorización para concluir un pacto con las organizaciones obreras con la condición de no tocar el cuerpo de oficiales. Sin embargo, si los obreros siguen presionando más, la maquinaria del Estado acabará cayendo de cabeza. Los sapistas[3] consideran el Frente Popular como un enriquecimiento de la táctica proletaria. Si no sirven para apreciar su caracterización de clase, es que no sirven para nada. Consideran a los radicales como el ala derecha del Frente Popular, cuando en realidad son los representantes de la clase dominante, por medio de los cuales el capital financiero mantiene su dominación en el seno del Frente Popular y del proletariado.

En Francia, el problema está expuesto de forma aún más clara y más aguda que en España. Daladier tiene al ejército bajo su protección. No se trata de separar a media docena de oficiales fascistas fanfarrones. La totalidad del cuerpo de oficiales es profundamente hostil a la clase obrera. Si se pretende apartarlos, entonces, se «desorganiza el ejército» ¡Hitler está al caer! La burguesía -incluso la burguesía radical- no puede permitir que se toque el cuerpo de oficiales. Los «comunistas» tampoco lo desean ya que con este cuerpo de oficiales es con el que pretenden «defender» a la Unión Soviética; mañana, este cuerpo de oficiales, atacará al Frente Popular, es decir, en primer lugar a la clase obrera, establecerá una dictadura militar y concluirá una alianza con Hitler contra la U.R.S.S. En nuestra época, rica en catástrofes, las criminales consecuencias del oportunismo, aparecen en cada nuevo giro con redoblado vigor.

Hoy se ve más claramente el crimen cometido a principios de este año por los dirigentes del P.O.U.M., Maurín y Nin. Todo obrero que reflexione un poco puede preguntarles y les preguntará: «¿No habiáis previsto nada de esto? Entonces, ¿por que` firmasteis el programa del Frente Popular haciéndonos confiar en Azaña y compañía, en vez de inculcarnos la desconfianza en la burguesía radical?. Ahora estamos pagando vuestros errores con nuestra sangre.» Los obreros experimentarán una rabia especial contra Nin, ya que hace años pertenecía a una tendencia que había analizado correctamente el Frente Popular, que lo ha repetido a cada paso, que lo ha actualizado y concretado, Nin no puede invocar la excusa de la ignorancia -piadosa excusa para un dirigente- pues por lo menos debió leer los documentos que firmó.

Los acontecimientos españoles abrirán nuevas y grandes posibilidades, precisamente a expensas de las tendencias centristas, para la IVª Internacional, tanto en España Y Francia como en otras partes. En las actuales circunstancias, es dudoso que el Buró de Londres tenga aun fuerza para convocar en noviembre un «congreso de la paz», aunque sea sólo para sus militantes. De todas maneras no tenemos el más mínimo interés en prometer nuestra participación, dando así cierta autoridad a un congreso de nulidades, que es posible que no llegue a inaugurarse.[4] Debemos dirigirnos hacia las amplias masas, hacia las organizaciones de masas, a cualquier precio, por todos los medios, sin dejarnos influir ni paralizar por intransigencia conservadora. Pero, ante las masas debemos conservar nuestra fisonomía, evitar todos los compromisos con los vanidosos centristas, toda confusión de limites entre ellos y nosotros, en una palabra, todo acercamiento criminal.

Con mis mejores saludos.



[1] T. 3943. Esta carta, dirigida por Trotsky al S.I. el 27 de julio de 1936 no estaba destinada a la publicación como se lo confirmaría el propio Trotsky en una carta a Jean Rous. Su publicación en La Lutte Ouvriére del P.O.I., el 15 de agosto de 1936, ocasionó buen número de problemas. En primer lugar, porque se le atribuye un importante papel en el deterioro de las relaciones entre los trotskystas y el P.O.U.M., en agosto de 1936: el italiano Fosco, instalado, en Barcelona, fiel a Molinier, dice que los delegados del S.I. llegaron con el último número de La Lutte Ouvriére, que reproducía la carta en la que Maurin y Nin eran calificados de traidores. Sin embargo, la delegación del S.I., dirigida por Jean Rous, llegó a Barcelona el 5 de agosto, 10 días antes de la publicación del número que contenía la carta... Por su parte, Georges Vereecken afirma que la carta que Rous llevaba era una carta anterior dirigida «al grupo de Madrid». probablemente la que hemos publicado con el título «¿Qué deben hacer los B.-L. en España?». No nos ha sido posible esclarecer este punto. Se trate de una u otra carta, lo importante es que Trotsky califica de «traición» la firma que hizo el P.O.U.M. -Nin y Andrade- del acuerdo electoral de las izquierdas. Respecto a esto, Vereecken escribió: «Sabemos de buena fuente que el calificativo de traición emitido por Trotsky para calificar la política del P.O.U.M., calificativo usado, abusado y agravado por otros militantes de nuestro movimiento, apenó considerablemente al camarada Nin. Se quejó a varios militantes del movimiento internacional. Lo que le apenaba especialmente era que la fuente de los epítetos lanzados por los B.-L. de Barcelona y por el P.O.I. era la carta en cuestión, y que ésta provenía del camarada Trotsky, por el cual tuvo gran consideración hasta su muerte («La verificación de los individuos ... » B.I. del P.S.R., n.º 9, noviembre de 1937, pp. 36-37). Sólo queda por averiguar la razón de la publicación de una carta que no estaba destinada a ello, pero sobre este punto nos vemos igualmente reducidos a hipótesis. Vereecken en «Un poco de historia del papel de la G.P.U. en las filas del movimiento trotskysta» del 1º de octubre de 1965, publicado por la tendencia marxista-revolucionaria de la IVª Internacional (de Michel Pablo) subraya, entre otras cosas, el papel jugado en los organismos dirigentes del Centro por la IVª Internacional y alrededor de León Sedov, por el agente estalinista Marc Zborowsky, alias «Etienne», que confesaría más tarde parte de sus actividades ante la comisión de actividades antiamericanas del Senado de los Estados Unidos, y colaboraría con el F.B.I. en la represión de las redes de espionaje rusas. A propósito de esto, Vereecken escribe: «En 1935 era ya el hombre de confianza de Sedov, y poco después habría de convertirse en su más próximo colaborador. Hasta el estallido de la guerra, fue el hombre más influyente del S.I.. Únicamente entró en Estados Unidos en 1941. Es decir, durante cinco años no cesó de transformar los matices en tendencias, las tendencias en fracciones, las fracciones en enfrentamientos personales y rupturas». En algo parecido pensaba Victor Serge cuando afirmaba que las traducciones «exageraban el estilo de Trotsky». Durante un debate público organizado en París por el Cercle d'études marxistes, Wilebaldo Solano, dirigente de las J.C.I. durante la guerra civil y secretario general del P.O.U.M. en el exilio, retomó esta hipótesis, preguntándose si la G.P.U. no habría trabajado en el mismo sentido, «creando diferencias entre el P.0.U.M. y la IVª Internacional, entre el P.O.U.M. y Trotsky, entre Andrés Nin y Trotsky» (.Études marxistes, n.º 7-8. «La revolución española 1936-1939», p. 67). Aunque no puede descartarse esta hipótesis de una intervención de Etienne encaminada a envenenar las relaciones, no se apoya en ningún dato preciso. Señalemos de paso que Pierre Naville ha polemizado falsamente contra nuestra afirmación según la cual Etienne habría sido el «principal organizador en el plano material» de la conferencia de fundación de la IVª Internacional. (Le mouvement communiste en France, p. 631). Naville sospechaba de Etienne desde hacia mucho tiempo, pero no llegó a convencer a Sedov ni al propio Trotsky. Sin embargo, había tenido la precaución de mantenerlo apartado de los preparativos materiales. En Les Nótres, Elsa Poretsky, viuda de Ignace Reiss, asesinado por la G.P.U., afirma que «la irresponsabilidad de Víctor Serge, permitió a Etienne preparar la operación» (pp. 280 y ss.).

[2] El abogado Maurice Paz, antiguo responsable del P.C.F., había editado la revista Contre le Courrant y publicado los principales textos de la Oposición de izquierda rusa. Después de su ruptura con Trotsky se afilió a la S.F.IO. (Le mouvement communiste en France, pp. 324 y ss.).

[3] El S.A.P. (Sozialistische Arbeiterpartei Deutschiands), había nacido de una escisión de izquierda del partido socialdemócrata alemán en octubre de 1931 ' posteriormente se le añadieron elementos de la antigua oposición de derecha del K.P.D., sobre todo Jacob Walcher (Schwab) y Paul Frölich. En 1933, firmó la «Carta de los cuatro por la IVª Internacional». En 1935 se acercaría a la orientación del Frente Popular, y en el Buró de Londres llegaría a ser el principal adversario de Trotsky y de la IVª, Internacional. Uno de los motivos de Trotsky contra el P.O.U.M. era precisamente su alianza con el S.A.P. en el Buró de Londres. La ruptura entre el P.O.U.M. y el S.A.P. -uno de cuyos principales representantes en España era Willy Brandt- no se efectuaría hasta un año más tarde a causa de la publicación el 1º de mayo de una declaración del Comité Ejecutivo del P.O0.U.M., condenando la política proestalinista del S.A.P. Sin embargo, este último ya había firmado el pacto del Frente Popular alemán. (L’Humanité, 9 de enero de 1937.)

[4] Finalmente la apertura de este congreso tendría lugar en Bruselas el 31 de octubre de 1936, con la participación del P.O.U.M., que había enviado una fuerte delegación con Gorkin; del I.L.P. y del S.A.P. sobre todo, aparte de personalidades como Marceau Pivert. Por parte de los partidos de la IVª Internacional asistieron el americano Field y el R.S.A.P. de Sneevliet. El centro por la IVª Internacional había decidido no participar; N. Braun, del Secretariado internacional, lo razonaba así: «La transformación del P.O.U.M. durante los acontecimientos españoles en una organización centrista de izquierda no cambia en nada el carácter global del congreso de Bruselas ( ... ) no pudo ser utilizado como tribuna, ya que se encontraban demasiado lejos del centro de la revolución». Gorkin defendió la política del P.O.U.M. ante el congreso, su entrada en el gobierno catalán, la disolución de los comités, afirmando la oposición del P.O.U.M. al centro por la IVª Internacional. Sin embargo, el congreso se dividiría entre un ala izquierda, con el P.O.U.M., que propugnaba la fundación de una nueva Internacional y un ala derecha, encabezada por el S.A.P. Una resolución de compromiso, negociada por el inglés Fenner Brockway, habría de decidir finalmente una conferencia en Barcelona para «examinar las condiciones, impulsar y organizar las fuerzas necesarias para la fundación de una nueva internacional revolucionaria». El 2 de diciembre el S.I. daba a conocer su intención de dirigirse a Barcelona en la medida en que «el P.O.U.M., por lo menos, había sabido ganar cierta influencia de masas y representa el porvenir revolucionario a los ojos de una amplia fracción del proletariado catalán» (La Lutte ouvriere, 25 de diciembre de 1936). Pero esta conferencia de Barcelona, atrasada de mes en mes, acabó siendo anulada (ver más bajo, pp. 79-83).

 

 

Es preciso superar las divergencias pasadas[1]

(16 de agosto de 1936)

Mí querido Rous[2],
Adjunto le envío una carta que puede -si lo juzga útil - mostrar a Nin y a los demás. Lo que afirmo en esta carta no es diplomático: de nuevo es preciso saber combinar la firmeza y la flexibilidad. Me siento atado de pies y manos. Los mejores saludos de N. [Natalia] y míos.
Afectuosamente.
L. T.

Queridos camaradas,
He recibido inesperadamente vuestro telegrama.[3] Desgraciadamente aquí puede ser considerado como prueba de mi «directa participación en los asuntos españoles»[4], ya que trata -según lo interpreto yo- de la posibilidad de obtener un visado para ir a Barcelona. Es inútil deciros que esto me haría feliz. ¿Hay posibilidad?[5]

Conocéis mi actual situación: por una parte el ataque de los fascistas, por otra la infame declaración de Tass[6]. No sé qué actitud tomará el gobierno, que no tiene ni la menor idea de la criminal infamia de la pandilla Stalin-Iagoda.[7] Estaré, junto con Natalia, dispuesto para partir inmediatamente para Barcelona. Para que este asunto acabe felizmente, debe ser tratado con la máxima discreción posible.[8]

Comprenderéis que desde aquí no puedo aconsejaros: ahora lo importante es la lucha armada, la situación cambia cada día y mis informaciones son nulas. Se habla de la desaparición de Maurín.[9] ¿Qué significa esto? Espero que no haya muerto. En cuanto a Nin, Andrade y los demás, en la actual situación sería criminal dejarse llevar por las reminiscencias del periodo precedente. A pesar de que haya divergencias de programa y de método, incluso después de la pasada experiencia, éstas de ninguna forma han de impedir un acercamiento sincero y duradero, la experiencia posterior hará el resto. En cuanto a mí, estoy absolutamente dispuesto a colaborar en La Batalla, aunque sea como simple observador lejano.[10]

Lo que más me preocupa son las relaciones entre el P.O.U.M. y los sindicalistas.[11] Me parece que seria extremadamente peligroso dejarse llevar exclusivamente, o incluso parcialmente, por consideraciones doctrinarias. Es imprescindible acercarse a los sindicalistas, cueste lo que cueste, a pesar de todos sus prejuicios. Es necesario vencer al enemigo común. Es necesario ganarse la confianza de los mejores sindicalistas durante la lucha. Estas consideraciones pueden pareceros triviales, me excuso por adelantado, pero no conozco suficientemente la situación como para poder expresar opiniones concretas. Sencillamente quisiera subrayar que antes de Octubre hacíamos todo lo posible para actuar conjuntamente, incluso con los anarquistas de pura sangre. El gobierno Kerensky intentaba servirse de los bolcheviques contra los anarquistas, Lenin se oponía encarnizadamente, solla decir que un anarquista luchador valía más que cien mencheviques titubeantes. Durante la guerra civil, que os ha sido impuesta por fascistas [de la peor calaña], el mayor peligro es la falta de decisión, el ánimo tergiversador, en una palabra: el menchevismo. Lo repito una vez más: todo esto es muy vago.

Hago todo lo posible para dar la mayor precisión posible a mis sugestiones, pero para esto es necesario vencer la distancia... Por mi parte, puedo prometeros mi más sincera disposición con los camaradas que están luchando, a pesar de todas las posibles divergencias. Sería una odiosa mezquindad volver el pasado[12] cuando el presente y el porvenir abren una vía común.
Intentaré desenvolverme con La Batalla con la ayuda de un diccionario. Pero no vuelvo a casa hasta dentro de 4 ó 5 días.

Mi más ferviente saludo a todos los amigos, incluso -y sobre todo- para los que creen tener razones para estar descontentos de mí.[13]

Afectuosamente

L. Trotsky



[1] Hemos reunido bajo este título, dos textos, una carta y una corta nota, redactadas directamente a mano, por Trotsky, en francés. Estaban destinadas a Jean Rous, y habían sido enviadas el 16 de agosto (sello postal del 17) en el mismo sobre, igualmente redactado a mano por Trotsky, a «M. Fosco, Hotel Falcón, Plaza del Teatro, Barcelona» (sic). El hotel Falcon, requisado por el P.O.U.M., se utilizaba para alojar a militantes y simpatizantes. Fosco era el seudónimo más empleado por el italiano Nicola di Bartolomeo, ligado a Molinier, residente en Barcelona desde hacía varios meses, y admitido como militante del P.O.U.M. La carta de Trotsky, al propio hotel Falcón. (En una reciente obra Spanien in diesen Jahrhun dert, p. 144, el socialista alemán Rolf Reventlow., cuenta como podía entrar y salir libremente del hotel Falcón, vigilado por milicianos armados, y como pudo circular por su interior sin presentar el más mínimo papel ni la más mínima explicación de su presencia). M. Paolo Spriano, ha encontrado estos dos preciosos documentos en los archivos de la policía italiana. Fueron publicados por vez primera en Le Monde, tras una «versión francesa» discutible. Posteriormente, han sido incluidos en la Storia del partido comunista italiano, de Spriano: Il Fronti populari, Stalin, la guerra, pp. 76-77.

[2] Secretariado internacional bajo el pseudónimo de Clart. Catalán-francés, hablaba corrientemente catalán y castellano y habla sido enviado a Barcelona a principios de agosto como representante del Buró del Movimiento por la IVª Internacional, así como del P.O.I., acompañado por dos militantes franceses, el poeta Benjamin Péret y el cineasta Pierre Sebas. Los tres hombres, llegaron a Barcelona el 5 de agosto, entraron en contacto con Fosco, y posteriormente i con la dirección del P.O.U.M. Su misión, decidida durante la llamada Conferencia de Ginebra, consistía en buscar las condiciones para un trabajo común con el P.O.U.M., al que otorgaban un apoyo político, aparte de ayudarle en todo lo posible en el terreno militar.

[3] Desconocemos el texto de este telegrama. Habla sido dirigido a Trotsky por Jean Rous y contenía las informaciones esenciales sobre los primeros resultados de su misión: llamamiento del P.O.U.M. invitando a Trotsky a vivir en Cataluña junto con su compañera y propuesta de una colaboración regular en La Batalla. Debido a la interceptación de este telegrama, Trotsky esperaba en vano la contestación a las propuestas transmitidas por Rous, a pesar de que a los ojos de los dirigentes del P.O.U.M., éstas permanecieran sin respuesta.

[4] La situación de Trotsky en Noruega era especialmente precaria, ya que estaba amenazado, tanto por los fascistas de Quisling, como por la insistente presión del gobierno ruso sobre el noruego. El 4 de agosto, los nazis penetraron en su domicilio descerrajando la puerta: el robo cometido por ellos, de cierto número de papeles -manuscritos y artículos, de los que algunos ya habían sido publicados, sobre todo en francés- había proporcionado a sus enemigos la «prueba» que buscaban sobre su «intervención» en los asuntos de los países extranjeros durante su exilio en Noruega. Temía añadir cualquier pieza suplementaria a su dossier, ya que sabía que podría verse privado de la ínfima libertad de acción que había gozado desde su llegada a Francia.

[5] La proposición de acoger a Trotsky en Cataluña había sido hecha por el P.O.U.M. (Cf. resolución del Comité ejecutivo, La Batalla, 3 de septiembre de 1936, y El Combatiente Rojo, 20 de septiembre de 1936) pero topó finalmente con la desautorización de la Generalitat. En esta época, los anarquistas eran los dueños de la situación en Cataluña y el presidente Companys no podía negarles nada.

[6] Trotsky alude aquí simultáneamente al robo cometido por los nazis de Quisling, el 4 de agosto, y al comunicado de la agencia Tass, del mismo día, anunciando la apertura del primer proceso de Moscú, con Zinoviev, Kanienev, Smimov... en el banquillo de los acusados.

[7] En esta época, Iagoda era el jefe de la N.K.V.D., ex G.P.U.. A principios del año 1936. M. Koht, ministro socialdemócrata de asuntos exteriores, había recibido una acogida especialmente favorable en su visita a Moscú. Trotsky comenta en estos términos la conversación que mantuvo con su huésped Konrad Knudsen: «¿Sabe usted -le pregunté en tono semicomplaciente- por qué han recibido tan bien a Koht en Moscú? « ¿Por qué?» ¿Se trata de mi cabeza?» «¿Cómo lo interpreta usted? -Moscú insinúa, o más bien plantea abiertamente a Koht: Nosotros fletaremos sus barcos, compraremos sus arenques, con una condición, que nos vendan a Trotsky.» Knudsen se indignó al oírme hablar de comerciar con «nuestros principios» «-Mi querido Ynudsen- le respondí yo- no estoy diciendo que el gobierno noruego esté dispuesto a comprarme» («Los crímenes de Stalin», p. 73). El gobierno noruego modificará posteriormente su actitud, convirtiendo a Trotsky en un verdadero prisionero, privado de cualquier posibilidad de actuar, incluso de escribir. (Ver «En Noruega Socialista», «Los crímenes de Stalin», pp. 15-16.)

[8] La interceptación de esta carta demuestra que el propio Trotsky estaba aún por debajo de las precauciones necesarias.

[9] Maurín se encontraba en Galicia la víspera de la insurrección, con motivo de un miting, y allí fue sorprendido. En esta época se le consideraba desaparecido. Su muerte sería anunciada oficialmente un mes más tarde (ver más abajo p. 129). En realidad había sido detenido, pero no reconocido, ya que destruyó su documentación, y no lo sería hasta el encuentro, por casualidad, durante un traslado, con un policía que le había detenido -y herido- diez años antes, cuando era dirigente del P.C.E. bajo la dictadura de Primo de Rivera. Hasta 1937, no se sabría que estaba detenido en una cárcel franquista; el P.O.U.M. pidió en vano un «cambio» como se había hecho con otras personalidades -incluso con parientes- franquistas detenidos en zona republicana.

[10] Esta propuesta quedó sin respuesta. únicamente apareció un artículo del 30 de julio en La Batalla del 22 de agosto. El hecho de haber sido censurado lo relativo al ataque a Marceau Pivert no facilitó la discusión entre el P.O.U.M. y los representantes del Movimiento por la IVª Internacional. Algunos días después de escribir esta carta, se prohibió a Trotsky «inmiscuirse» en los asuntos políticos de ningún país. Cuando recobró la libertad de expresión en México, las relaciones con el P.O.U.M. no fueron como él había deseado que fuesen en agosto de 1936

[11] En esta época, Trotsky consideraba que la política revolucionaria pasaba en España por el P.O.U.M., así pues, este párrafo tiene el carácter de consejos dirigidos a su dirección (actitud que había abandonado en enero, y que no volvería a mantener). Tenía motivos para temer reacciones sectarias por parte de los dirigentes del P.O.U.M. frente a la C.N.T. Un «Manifiesto» del comité ejecutivo del P.OU.M., publicado en La Batalla del 17 de julio, consideraba como «grave peligro», el hecho de que, durante la huelga de la construcción, los trabajadores de Madrid confiaron la dirección de sus intereses a la central anarcosindicalista, y añadía: «la C.N.T. carece de línea y de visión política y, como lo demuestran las pasadas experiencias, no puede conducir a los trabajadores más que al «putsch» y a la catástrofe». Existía un grave enfrentamiento entre los «faistas» de la C.N.T. y la Izquierda comunista; Comunismo había proclamado la necesidad de «aniquilar» a los sectores «putschistas» del movimiento anarquista español.

[12] No puede dudarse que ésta era la orientación de la política de Trotsky respecto al P.O.U.M. en esta época, conforme a la resolución de la conferencia de julio, que otorgaba a éste, «apoyo político». No fueron tanto los «errores sectarios» de Rous –como afirman Vereecken y Fosco-, ni tampoco el discutible comportamiento de los bolcheviques-leninistas extranjeros en España –Como aseguran los miembros del P.O.U.M.-, sino que lo que hizo impracticable esta orientación, impidiendo la lucha común, fue la propia política de este partido en las siguientes semanas, su entrada en el gobierno de la Generalitat, la disolución por parte de éste de los comités nacidos a raíz de la insurrección. Desgraciadamente, a causa de su detención en Noruega, Trotsky no tuvo la oportunidad de explicar rápidamente este giro decisivo. Será ya muy tarde, después de su llegada a México, cuando pueda volver a tratar los temas españoles. Sin embargo, es muy verosímil, que el artículo redactado por su secretario en Noruega, Walter Held, refleja su opinión sobre este punto. («El estalinismo y el P.O.U.M. en la revolución española» Quatriéme Internationale, n.º 3, marzo-abril de 1937, pp. 19-28.)

[13] Se trata de una nota personal, extremadamente rara en la correspondencia de Trotsky. La emoción asoma a través de este mensaje dirigido a sus antiguos camaradas, y sobre todo a Andrés Nin, al que, meses más tarde, en plena polémica, tratará siempre como su «amigo».

 

 

No somos más que espectadores[1]
(Extracto de una carta a Victor Serge)

18 de agosto de 1936

Querido Victor Lvovitch,
( ... ) Lo que usted me escribe a propósito de los anarquistas españoles, o más bien catalanes, es totalmente cierto, y me alegro mucho, en la medida que esto indica nuestro acuerdo sobre esta cuestión esencial del momento[2]. Desgraciadamente, tanto usted como yo, no somos más que espectadores (...)[3]

En este momento, lo primordial sería encontrar la forma de colaboración entre el P.O.U.M. y los sindicatos catalanes (Juntas, consejos, ¿soviets? ¿comités de acción?), incluso al precio de grandes concesiones en el terreno organizativo. Sin embargo estos problemas sólo pueden resolverse sobre el propio terreno.[4]
Un fuerte apretón de manos.
Vuestro.
  L.Trotsky



[1] Archivos Víctor Serge, Museo social. Carta enviada en las mismas condiciones que las precedentes. Se trata de la décima y última carta de Trotsky a Victor Serge después de la salida de éste de la U.R.S.S., que se conserva en este depósito

[2] Según los datos que poseemos de otras fuentes, es posible pensar que, aunque no poseemos la carta de Serge a la que se refiere Trotsky, en ella expresaba la misma idea que Trotsky expresaría más tarde en una carta a Carlo Tresca (ver más abajo, p. 183) de que la «élite del proletariado español» se encontraba en la C.N.T.

[3] Esta desilusionada reflexión -el hecho es raro en la pluma de Trotsky-, contradice una afirmación frecuente, según la cual, Trotsky tenía la convicción de que se podían dirigir los combates revolucionarios y la construcción de la Internacional, desde lejos y por correspondencia.

[4] Señalemos que Trotsky no hace alusión a la propuesta del P.O.U.M. transmitida por Rous, de ir a Cataluña, y a la que pensaba haber aceptado en su carta del 16 de agosto.

 

 

Ayuda a España y apoyo a Negrin

(Carta a James P. Cannon, 21 de septiembre de 1937)

Negrin: Antiguo dirigente del I.W.W., uno de los fundadores del Partido Comunista Norteamericano, James P. Cannon, había conocido por casualidad la «Crítica al proyecto de programa» elaborado por Trotsky, durante el VI Congreso de la Internacional Comunista, dedicándose inmediatamente a la construcción de la Oposición de Izquierda en los Estados Unidos. Veterano dirigente obrero, gozaba de la confianza de Trotsky

Querido camarada Cannon,

Estoy algo inquieto por la carta del camarada Shachtman que recibí ayer.[1] La última tesis adoptada por el comité nacional no me pareció satisfactoria. Ya discutí sobre esta cuestión con el camarada Webers[2] cuando estuvo aquí. La cuestión de la pretendida ayuda material al gobierno Negrin, ha sido expuesta de forma muy general, dando de esta forma una cierta base a la oposición de «izquierda», Salemme y los demás.[3] Aún sigo pensando que no se trata de un desacuerdo fundamental, sino únicamente de una formulación no satisfactoria. Ya he contestado por escrito a las preguntas del camarada Dick Lorre, de Los Angeles, a fin de precisar las tesis del comité nacional y de oponer de forma más clara la posición marxista a la de los oehleristas, etc.[4] Sin embargo, la carta del camarada Shachtman, ha levantado algunas dudas en mi ánimo. Espero que no estén justificadas.

Un voto favorable al presupuesto en el parlamento, no es un acto de ayuda «material», sino un acto de solidaridad política. ¿Si es lícito votar por el presupuesto de Negrín, por que no habría de serlo enviar representantes a su gobierno? Esto podría ser interpretado como una «ayuda material».

Los estalinistas franceses han otorgado su confianza al gobierno del Frente Popular, aunque no participan directamente en él. Nosotros pensamos que esta forma de no-participación es peor aun, es la más perniciosa forma de participar. Dar a Blum y a Chautemps todos los medios que necesitan para su acción significa participar políticamente en el gobierno de coalición.

La pregunta de Shachtman: «¿Cómo podemos negarnos a entregar un millón para comprar fusiles para el frente?»[5] nos ha sido hecha miles de veces a los marxistas revolucionarios por los reformistas: «¿Cómo pueden votar los millones y millones necesarios para las escuelas y las carreteras, por no hablar de la defensa nacional?» Admitimos la necesidad de las escuelas y las carreteras, de la misma. forma que admitimos la necesidad de la lucha contra Franco. Utilizamos los ferrocarriles «capitalistas», nuestros hijos van a las escuelas «capitalistas», pero nos negamos a votar los presupuestos del gobierno capitalista.
Durante nuestra lucha contra Kornilov, en los soviets jamás votamos de forma que pudiera ser interpretada como solidaridad política con Kerensky.

Desde el punto de vista de la agitación, no tenemos ninguna dificultad, hoy día, para explicar nuestra postura en España por el voto negativo: «Pedimos dos millones para fusiles, y sólo nos dan uno. Reclamamos la distribución de los fusiles con control obrero y nos lo niegan. ¿Cómo habíamos de dar voluntariamente nuestro dinero y nuestra confianza a un gobierno que nos hace esto? Todo trabajador comprenderá y apoyará nuestra postura.

Todas las acciones del gobierno Negrín están dictadas por las necesidades de la guerra. Si nosotros aceptamos una responsabilidad política por su propia administración de las necesidades de la guerra, votaríamos a favor de cualquier proposición gubernamental seria. De la misma forma las aprobaríamos en nuestra prensa, en nuestras reuniones. De esta forma nos convertiríamos en un partido gubernamental tipo P.O.U.M. En semejantes condiciones, ¿cómo podríamos prepararnos para derrocar al gobierno Negrín? Éste es el sentido de mi respuesta: combatir militarmente a Franco, a pesar de la existencia del gobierno Negrin, y, simultáneamente, prepararnos políticamente para el derrocamiento del gobierno Negrin. Si estamos de acuerdo en esta cuestión básica, no podemos estar en desacuerdo sobre sus consecuencias prácticas.[6]

¿Ha recibido usted mi carta polémica contra el camarada Vereecken respecto a la cuestión española? ¿La publicará usted en su boletín? Hoy día me parece doblemente necesario: 1) denunciar la posición absolutamente oportunista del camarada Vereecken; y 2) demostrar la facilidad con que los ultraizquierdistas en cuestiones secundarias se convierten en oportunistas frente a los acontecimientos fundamentales.

Durante las dos últimas semanas, he leído todos nuestros boletines internacionales, del Secretariado Internacional, de nuestra organización en Barcelona, de las secciones francesa y alemana, y me ha impresionado el alto nivel de análisis, sobre todo en lo relativo a los acontecimientos españoles.[7] No sé si los camaradas dirigentes americanos leen y estudian todo este precioso material. Seria preciso traducir al inglés los mejores artículos. Algunos para los boletines internos y otros para New International.
Con mis mejores saludos

LEÓN TROTSKY
25 de septiembre de 1937[8].

P.-S. En Socialist Appeal del 1º de noviembre de 1936, he encontrado en primera página, en la editorial, la siguiente frase: «Los obreros revolucionarios deben continuar su agitación por las armas para los obreros y campesinos españoles, y no para el gobierno burgués democrático.» Esto fue escrito en tiempos de Largo Caballero, antes de la sangrienta represión contra los obreros revolucionarios. ¿Cómo podríamos votar entonces por el presupuesto militar del gobierno Negrín?



[1] Max Shachtman había escrito a Trotsky el 18 de septiembre: «Usted dice: Si tuviéramos un diputado en las Cortes, votaría contra el presupuesto militar de Negrín." A menos que sea un error tipográfico, esto nos parece erróneo. Si, como creemos, el elemento de guerra imperialista no domina en el actual momento del conflicto español, y si, por el contrario, el elemento decisivo es aún la lucha entre la democracia burguesa decadente, con todo lo que eso conlleva, por un lado, y el fascismo por el otro, y si, por otra parte, nosotros estamos obligados a apoyar militarmente la lucha contra el fascismo, no vemos como será posible votar en las Cortes contra el presupuesto militar.»

[2] Militante americano

[3] Ver “contra el derrotismo”.

[4] Los _«Oehleristas» adversarios del entrismo, habían sido excluidos en 1935, constituyendo la Revolutionary Workers League, animada por Oehler, que editaba Fourth International, y cuyo representante en España era Russel BlackweIl, alias Rosalio Negrete, militante de Chicago, animador, con Salemme de la oposición «ultraizquierdista» sobre la cuestión de la ayuda a España, estaba seguramente en contacto con ellos.

[5] La fórmula exacta de la carta de Shachtman era: «Si un bolchevique-leninista en el frente de Huesca, fuese preguntado por un camarada socialista por qué su diputado a Cortes votó contra la proposición de Negrín de dedicar un millón de pesetas para la compra de fusiles para el frente, ¿qué respondería?

[6] Trotsky, durante una discusión en 1939-40 en el S.W.P, utilizaría la carta de Shachtman a la que se hace alusión aquí, contra la minoría. Éste, en una declaración del 9 de marzo de 1940, contestaba que esta carta no reflejaba únicamente la opinión de Shachtman, sino la del conjunto de la dirección americana de la época. Precisaba que cuando se enteraron que Trotsky estaba en contra de la «concesión de los créditos militares» al gobierno Negrín, «Cannon y Shachtman, entre otros, no podían creer que fuera ésta su opinión». (New International, 6 de junio de 1940, p. 111).

[7] Este párrafo demuestra la inquietud de Trotsky ante las dudas perceptibles en las filas de sus camaradas americanos sobre este problema. Los trotskystas se encontraban en el Partido Socialista, y éste había tomado postura en mayo de 1937, por el apoyo al gobierno Largo Caballero, condenando la insurrección contra él, o sea, las jornadas de mayo. Esta última iniciativa había acabado de convencer a Trotsky de que era necesario salir del Partido Socialista, y construir un nuevo partido independiente, lo más rápidamente posible; según escribió a Burnham. y Cannon el 15 de junio de 1937. Pero Burnham. no había quedado convencido, expresando sus reticencias ante lo que consideraba como un riesgo excesivo para los avances de los trotskystas en el seno del partido socialista. El mismo Shachtman estaba dudoso. Trotsky presionaba a los americanos, a tomar en España, en contra del Frente Popular, posturas claras, fieles a los principios que les llevarían evidentemente a la ruptura que él deseaba, con el «ala derechista y reaccionaria, defensora de traidores y asesinos de los obreros españoles», como indicaba una resolución presentada por una joven militante de Nueva York. De hecho, en esta época, la prensa trotskysta americana estaba lejos de publicar los principales textos sobre España. Por el contrario desde la fundación del S.W.P., la Socialist Appeal constituiría la principal fuente de recursos sobre esta cuestión, junto con el Bulletin ruso y los artículos de Félix Morrow, que no se caracterizaban por su indulgencia frente al P.O.U.M.

[8] Este texto constituye la posdata de una carta dirigida posteriormente a Cannon, Shachtman y otros, a propósitos de otros temas.

 

 

Sobre el calendario revolucionario

(Carta a Jean Rous, 22 de octubre de 1937)

T. 4221. Esta carta, dirigida a Jean Rous, fue dictada por Trotsky en francés.

Querido amigo,

En su carta del 5 de mayo [1] me llama usted la atención sobre una pretendida contradicción en la apreciación de las jornadas de mayo en Barcelona, entre la carta de Lund («La insurrección en Cataluña, algunas consideraciones previas»), fechada el 12 de mayo de 1937, y mi artículo («La verificación de las ideas y de los individuos a través de la experiencia de la revolución española»), fechado el 24 de agosto de 1937. [2]

Esta pretendida contradicción concierne a la analogía con las jornadas de julio en Petrogrado.[3] Usted mismo predice que los propoumistas van a servirse de esta «contradicción». No lo creo así, ya que sería demasiado...imprudente. He releído los textos de los dos artículos. Yo no he encontrado la menor contradicción. Al contrario, se completan.

La analogía histórica

Cada acontecimiento concreto de la historia viene determinado por una multitud de factores fundamentales y secundarios. La dialéctica hace que factores de segundo, tercero o décimo orden, tomen, por determinado acontecimiento, una importancia decisiva. De esta forma, se puede afirmar con seguridad que la derrota del proletariado alemán vino determinada, no por el bajo nivel de las fuerzas productivas, ni por la insuficiencia del desarrollo del antagonismo de las clases, sino directa, e incluso exclusivamente, por la carencia de un partido revolucionario. Sin embargo, nosotros sabemos que en la jerarquía de los factores históricos el partido ocupa el lugar X.

En las jornadas de julio en Rusia, si se analizan a fondo, se encuentran de arriba abajo todos los factores que determinan la historia precedente del país: el nivel de las fuerzas productivas, el peso especifico del proletariado, el papel del campesinado, el lugar de Petrogrado en la vida nacional, el papel de los diferentes partidos -sin hablar de la influencia de la guerra y el enorme peso especifico del ejército-. Así pues, es evidente que las jornadas de julio no pueden repetirse nunca y en ningún lugar. ¿Para qué sirve esta analogía? Únicamente para aclarar un nuevo acontecimiento desde el punto de vista que nos interesa prácticamente ahora. Así, a menudo, he invocado las jornadas de julio como el ejemplo de una grave derrota que, sin embargo, no es decisiva y que incluso puede ser considerada como una etapa inevitable en el camino de la victoria. Sin embargo hay que añadir que, de ninguna forma, esta victoria queda asegurada por la derrota, sino que solamente es posible con determinadas condiciones suplementarias, incluida una justa política revolucionaria.

«Lo que hay que subrayar»

El artículo de Lund, escrito el 12 de mayo de 1937 en base a informaciones «no sólo incompletas, sino incluso conscientemente deformadas», dice: «La analogía con los acontecimientos de julio del 17 es tan evidente, que no hace falta insistir en ello. Lo que hay que subrayar, son, sobre todo, las diferencias.» El autor está lejos aquí de contentarse con la analogía. Por el contrario advierte al lector de la insuficiencia de ésta para el análisis y el pronóstico. Lo que hay que subrayar, dice, son, sobre todo, las diferencias. La analogía con las jornadas de julio se impone en estas condiciones, desde el punto de vista de la propaganda inmediata. Se trataba sobre todo de animar a los vencidos. «Los rusos tuvieron también su derrota en julio, pero después se apoderaron del poder.» A esto se reduce en este caso la analogía. Debido a que Lund no se dirigía directamente a las masas, sino a sus dirigentes,[4] dice en su carta: «Naturalmente os habéis de servir del ejemplo del julio ruso para animar a los obreros. Esto es tan evidente que no vale la pena insistir.» Pero no olvide que, aparte de esta sencilla analogía, que tiene su importancia para la propaganda inmediata, las situaciones son absolutamente diferentes, y que nuestro análisis y nuestro pronóstico deben basarse, no tanto en los rasgos comunes como en las diferencias. Lund caracteriza el movimiento de mayo como «espontáneo», es decir, que estalló sin que los dirigentes lo advirtieran, incluyendo a los del P.O.U.M. (una analogía más con las jornadas de julio). Pero en la misma carta, Lund llama al movimiento de mayo por su verdadero nombre: una insurrección. Está lejos de analizar esta insurrección como «prematura».[5] Se inquieta por las noticias de un «armisticio» en Barcelona, mientras que en Petrogrado, en julio de 1917, los bolcheviques buscaban el armisticio. Esto es lo que afirma Lund sobre esta cuestión. ¿Qué significa el. armisticio de Barcelona del que hablan los telegramas: la derrota de los insurrectos determinada ante todo por la inconsistencia de la dirección, o la capitulación directa de los dirigentes, apurados por la presión de las masas? Aún no lo sabemos. Por ahora la lucha parece continuar fuera de Barcelona. ¿Es posible una nueva ofensiva en Barcelona? Para Lund, se trata, en suma, de un movimiento insurreccional que, cualquiera que sea su punto de partida, está dirigido por toda la situación objetiva y por toda la historia precedente de la revolución, hacia la conquista del poder. En esta cuestión, el único punto dudoso es la actitud de las organizaciones de izquierda, el P.O.U.M. y los anarquistas. Tal era la apreciación «previa» de Lund, dada en el mismo momento de los acontecimientos.

Mi artículo del 24 de agosto' se dirigía sobre todo contra el camarada Vereecken. ¿En qué consiste su falta, o mejor dicho, una de sus faltas, que son numerosas? En que basó su apreciación de las jornadas de mayo en la analogía puramente formal con las jornadas de julio. En lugar de estudiar la situación tal como se presentaba en mayo de 1937, después de más de seis años de desarrollo revolucionario, Vereecken encuentra en el calendario esquemático algo que sirve para descifrar todos los enigmas de la historia y de la política. En otros términos, Vereecken comete precisamente el error contra el que Lund había intentado advertir cuando escribía que: «Lo que hay que subrayar son, sobre todo, las diferencias.»

La toma del, poder era posible en mayo

A una distancia de varios millares de kilómetros, sin tener las informaciones necesarias, que sólo pueden conseguirse sobre el terreno, se podía preguntar si la toma del poder era materialmente posible o no en mayo. Pero desde entonces, han aparecido en la prensa de todas las tendencias, innumerables artículos, documentos, informaciones. Todos los hechos, todos los datos, todos los testimonios tienden hacia la misma conclusión: la conquista del poder era posible, estaba asegurada, en la medida que el desenlace de la lucha pueda asegurarse por adelantado. El testimonio más importante viene de los anarquistas. Desde la insurrección de mayo, Solidaridad Obrera, no ha dejado de repetir la misma melodía llorosa: «Se nos acusa de haber sido los instigadores de la rebelión de mayo. Nosotros estábamos completamente en contra. ¿La prueba? Nuestros enemigos la conocen tan bien como nosotros: si hubiésemos querido tomar el poder en mayo, lo hubiéramos podido hacer con toda seguridad. Pero estamos en contra de toda dictadura, etc.» La desgracia es precisamente que la C.N.T. no quisiera el poder. [6] La desgracia es que la dirección del P.O.U.M. se haya adaptado pasivamente a la, dirección de la C.N.T. La desgracia (de una forma mucho más modesta) es que Vereecken, Sneevliet y Víctor Serge se hayan adaptado pasivamente a la actitud del P.O.U.M. Peor aún, en el momento decisivo intentamos desenmascarar la funesta suficiencia del P.O.U.M. (su propio hotel, su propia emisión de radio, su propia imprenta, sus propias milicias), intentamos hacer comprender a los dirigentes del P.O.U.M.,[7] que la revolución» tiene su propia lógica despiadada, que no tolera los compromisos a medias (por otra parte se debe precisamente a esto que los estalinistas lo han conducido contra los socialistas y los anarquistas), es, en este crítico momento, cuando los Vereecken, los Sneevlit, los Víctor Serge nos han puesto los bastones en las ruedas.[8]« Han encontrado aceptable sostener a la dirección del P.O.U.M., contra nosotros, es decir, sus dudas, su inconsistencia, su oportunismo. Los acontecimientos posteriores han aportado una despiadada confirmación. Después de las denominadas «jornadas de julio» el P.O.U.M., lejos de reforzarse, ha sido virtualmente aplastado. La C.N.T., cuya sombra era el P.O.U.M., está perdiendo ahora sus posiciones una tras otra. No sabemos si la revolución española puede ser salvada aún por una nueva erupción de la base. Pero la C.N.T. y el P.O.U.M., hasta ahora, han hecho todo lo posible para asegurar la victoria de los estalinistas, es decir, de la contrarrevolución. Y Vereecken, Sneevliet y Víctor Serge, han hecho todo lo posible para apoyar al P.O.U.M. en este camino de la derrota.

El problema decisivo

Todas nuestras secciones han seguido el desarrollo de los acontecimientos en España con la mayor atención. Si se hojea nuestra prensa internacional, sobre todo los boletines internos, se puede constatar con satisfacción que la mayoría de las organizaciones han sabido aplicar el método leninista en los acontecimientos españoles. Hemos tenido correspondencia de Clart,[9]. de Moulin,[10] de Braun,[11] de indiscutible valor marxista. De esta forma nuestra organización ha realizado su prueba te ó rica en un tema de amplitud histórica. Y en cada etapa, los camaradas Vereecken, Sneevliet y Víctor Serge, han opuesto a nuestra posición, a la de la mayoría aplastante de la IVª Internacional, una actitud centrista, tanto más acertada contra el S.I., como menos clara en su perspectiva y en sus consignas.

Cuando el camarada Sneevliet se sale continuamente de las relaciones normales en una organización internacional, cuando se alía contra nosotros con nuestros adversarios más implacables,[12] tomó como pretexto el «mal funcionamiento », «la incompetencia» del S.I., etc. El camarada Vereecken hace lo mismo, pero con las variantes personales que le son propias. Sobre la cuestión del funcionamiento tenemos algunas cosas que decir a nuestro camarada Sneevliet, para demostrar que la burocratización que enrarece la vida del partido, o los antojos de los dirigentes, que no soportan programas, tesis, ni discusiones, no pueden encontrar sitio en el partido mundial de la revolución social.[13] Pero hoy día no se trata del funcionamiento. Se trata de la actitud ante la revolución española. Han surgido divergencias fundamentales. La política del P.O.U.M. fue y sigue siendo (en la medida en que exista en la actualidad) la política menchevique. La IVª Internacional continúa y desarrolla la tradición bolchevique. Hay que escoger entre las dos líneas. Ésta es la cuestión decisiva.

Nuestro método

La IVª Internacional no está sino en sus comienzos. Tiene que llevar a cabo grandiosas tareas sobre nuestra historia en los últimos diez años, no se nos podrá reprochar la falta de paciencia y de aguante. Las expulsiones fueron extremadamente raras. Se pueden contar con los dedos de la mano. Nuestra organización ha empleado siempre los métodos de la discusión y de la persuasión, dejando siempre que los acontecimientos verificasen los puntos de vista en conflicto.[14] Numerosas dimisiones y expulsiones fueron provocadas por individuos y grupos que, a pesar de nuestra buena voluntad y de nuestra paciencia pedagógica, han reconocido ellos mismos la incompatibilidad de su «tendencia» con la organización bolchevique. Los que se han separado de nosotros, alegando el «mal funcionamiento» de la IVª Internacional, han caído en la nada, uno tras otro. Todos los Landau,[15] Witte,[16] R. Molinier [17] Weisbord, Field [18] y otros, han tenido que confirmar con su propia experiencia que no es tan fácil improvisar una tendencia fuera de líneas históricamente determinadas por un desarrollo que se apoya sobre decenas de años, una grandiosa tradición histórica, y el trabajo colectivo ininterrumpido del pensamiento marxista.

El camarada Sneevliet intenta desde hace mucho separar su partido de la organización internacional. ¡Eso sí, siempre emplea el número cuatro para designar su posición. Pero fuera de los principios fundamentales, es decir, del programa bolchevique-leninista, fuera de nuestro trabajo colectivo sobre esta base, la fórmula de la IVª Internacional se convierte en una frase vacía que no sirve para nada. Esta situación, cada vez más equivoca, dura ya más de tres años. Quizás es demasiado tiempo para un «calendario revolucionario ». No es necesario decir que no deseamos la escisión de nuestra sección holandesa. Todo lo contrario, lo que pretendemos es que entre efectivamente en nuestro marco internacional, que participe realmente en nuestra vida colectiva. Lo que ninguna organización internacional puede tolerar, es que una de sus secciones quede aislada en un compartimento estanco, y que nosotros no oigamos mas que las acusaciones cada vez más acerbas, cada vez más injustas, del camarada Sneevliet, contra nuestro « funcionamiento »., contra nuestros «métodos», para esconder de esta forma sus diferencias fundamentales con los bolcheviques-leninistas. Naturalmente Vereecken no deja pasar una ocasión para apoyar una política errónea, no importa que sea de derecha o de izquierda.

Lo que necesitamos es una discusión a fondo con nuestro partido hermano en Holanda. Es la única manera de prevenir una escisión en las tinieblas, burocráticamente preparada y burocráticamente realizada.[19] Naturalmente nuestra sección belga participará en esta discusión que debe preparar la próxima conferencia internacional. Nosotros mismos sabremos detener a los que preparan la escisión. Saldremos de la discusión más maduros y más unidos. Se acercan grandes acontecimientos, no tenemos derecho a cometer dos o tres veces el mismo error. La revolución española, cualquiera que sea su importancia, no es mas que una «repetición» de acontecimientos más grandiosos todavía. Hay que sacar todas las lecciones de esta experiencia vivida para las nuevas generaciones.[20] No se trata de interpretaciones casuísticas de tal o cual cita como se podrá alejarnos de nuestro camino. Los acontecimientos han hablado. La conferencia internacional sabrá interpretar su voz.

CRUX



[1] Esta fecha está confundida, ya que la carta de Rous a la que contesta Trotsky hacia referencia a dos artículos, de los que el más reciente era del 24 de agosto. Se puede pensar que la fecha real es la del 5 de octubre.

[2] Ver más arriba. Fiel a las reglas de la clandestinidad, Trotsky habla de los artículos firmados con pseudónimo como si se tratase de artículos redactados por otros.

[3] Las jornadas de julio en Petrogrado habían consistido en un levantamiento de los obreros y de una parte de la guarnición. Fue calificada por los bolcheviques de prematura en relación con el desarrollo de la revolución en el resto del país.

[4] Se puede preguntar en qué dirigentes pensaría Trotsky en su artículo firmado Lund. Aunque pueda parecer sorprendente a la vista de los juicios que hace sobre ellos en el articulo del 12 de mayo, parece, según el texto del 22 octubre, que se trataba de los dirigentes del P.O.U.M., o por lo menos de algunos de ellos.

[5] Los bolcheviques hablan juzgado que la insurrección era prematura en julio de 1917, y lo habían dicho abiertamente, a pesar de que se solidarizaron con ella. En el espíritu de Vereecken, la analogía entre julio de 1917 y mayo de 1937, se imponía la conclusión de que la insurrección de Barcelona era igualmente prematura, y que el P.O.U.M. había actuado correctamente, teniendo en cuenta la deserción de la C.N.T., acompañando a esta última en la retirada.

[6] Desde el 6 de mayo aparecía en la prensa anarquista de Barcelona un manifiesto C.N.T.-F.A.I. titulado: «A la conciencia mundial» que declaraba: «Todo el mundo parece convencido de que los anarquistas y los anarcosindicalistas son culpables de los trágicos acontecimientos de Barcelona. Nada hay más falso. La C.N.T. y la F.A.I. siempre han estado dispuestas, y lo están hoy, a mantener no sólo el orden público, sino también ( ... ) la necesaria unidad ( ... ). La C.N.T. y la F.A.I. de Cataluña declaran que ni antes ni ahora han querido ni quieren tomar el poder ( ... ). La historia de nuestra organización demuestra que nosotros no queremos apoderamos del poder político.»

[7] Trotsky demuestra aquí cualquiera que fueran las opiniones defendidas anteriormente, que se dirigía a ellos en su polémica abierta contra Nin y los demás dirigentes del P.O.U.M., que era a ellos a quien «atacaba» y a quien se esforzaba por convencer.

[8] Fue a partir de febrero de 1937 -y sobre todo de marzo- cuando Trotsky vuelve a tomar la pluma para polemizar contra el P.O.U.M. Sneevliet, que juzgaba ya como excesiva la crítica de enero de 1936 relativa a la firma del bloque electoral con las izquierdas, se había declarado solidario con los dirigentes del P.O.U.M. desde el comienzo de la guerra civil. Vereecken manifestó su desacuerdo con el S.I. desde el Comité Central de noviembre de 1936 del P.S.R. belga, que acababa de fundarse. En cuanto a Víctor Serge, cooptado en el seno del «Buró internacional» a propuesta de Trotsky, con el que había sido contactado por el americano Muste en julio de 1936, según su propio testimonio, nunca le habían convencido los argumentos de Trotsky contra Nin. En la conferencia de Amsterdam, en enero de 1937, había hecho bloque con Sneevliet y Vereecken, contra una política que llevaba directamente a una escisión en el P.O.U.M. (Serge, Carnets, pp. 43-44.)

[9] «Clart» era, recordémoslo, el pseudónimo de Jean Rous, cuyo informe sobre España, publicado en el Service d’information et de Presse, reproducido en la prensa, había servido de base a las resoluciones del P.O.I. y del Buró Internacional en 1937, y sería muy utilizado en 1939 en el folleto titulado La revolución española asesinada.

[10] Estudiante de sociología en Ginebra, de origen polaco. Winter, llamado Hans Freud en Ginebra y Moulin en España, había llegado en las primeras semanas de la guerra civil, redactando textos cuyos extractos serían publicados en el Service d’information et de la Presse, asi como en Quatriéme Internationale.

[11] N. Braun era el pseudónimo habitual en esta época del alemán de nacionalidad checoslovaca Erwin Wolf, antiguo secretario de Trotsky en Noruega, miembro del S.I., y que fue voluntario a España en abril de 1937, a donde llegó poco después de la insurrección de mayo, pero no publicó ningún texto sobre España en esta época.

[12] Sneevliet y el R.S.A.P., a pesar de la decisión tomada en julio de 1936 por la conferencia llamada de Ginebra -a la que habían asistido de mala gana- había decidido participar en la conferencia de Bruselas, organizada por el Buró de Londres. Entre los organizadores de esta conferencia figura el dirigente del S.A.P. Jacob Walcher (Schwab), que llegaría a negarse a dar su testimonio en la comisión de investigación sobre los procesos de Moscú., mientras que el S.A.P. se unía al Frente Popular.

[13] Alusión al régimen interno del R.S.A.P., a la dureza con la que Sneevliet prohibía en él ciertas discusiones. Sneevliet, eficaz organizador, pero que apenas era un teórico, dirigía su partido con mano de hierro. El 18 de julio de 1936, Trotsky había escrito ya al R.S.A.P.: «Desgraciadamente -y se trata de un reproche que debo dirigir inmediatamente a mi querido amigo Sneevliet- la dirección holandesa está impregnada de un espíritu de la mayor intolerancia con respecto a toda crítica.» Por su parte, en el artículo que dedicó a la muerte de Sneevliet -fusilado por los nazis, Max Shachtman escribe: No debo decir que era superficial, y que la discusión con él era fácil. Por el contrario era un hombre punzante (prickly), testarudo y algo autoritario.» (New International, nº 6, julio de 1942, pp. 173-174.)

[14] El ejemplo de las relaciones entre el S.I. y Trotsky por una parte y la sección española por la otra, desde la ruptura personal entre Trotsky y Nin en 1932, hasta la denuncia de «traición» del P.O.U.M. en enero de 1936, viene a apoyar esta afirmación. El 29 de noviembre de 1936, ante el C.C. del partido belga, Erwin Wolf, hablando en nombre del S.I. respondió a las acusaciones lanzadas por Vereecken: «El conflicto ha estallado cuando nuestra sección francesa entró en la S.F.I.O. Nin fue el primero en la época que levantó la voz a propósito de la traición de nuestros camaradas franceses. Hemos refutado esta acusación. Esto duró un año más todavía. Después de un año, Nin decidió el ingreso en el P.O.U.M. El S.I. estaba en contra, pero no levanto la voz de traición. Dijo entonces que era preferible entrar en las Juventudes Socialistas, para vacunarlas contra el peligro estalinista. Nin no hizo nada, y hoy todavía hay una organización de la juventud estalinista. Nin abandonó en Madrid a las Juventudes Socialistas, que se unificaron con las Juventudes Comunistas, cayendo totalmente bajo la influencia de la IIIª Internacional. ¿Qué ha hecho el S.I.? Dijo: "No estamos de acuerdo, entre vosotros y nosotros existen divergencias tácticas, pero habéis entrado en el P.O.U.M., y esperamos naturalmente que haréis allí propaganda en favor de la IVª Internacional." Ahora bien, Nin abandonó este trabajo y al mismo tiempo comenzó a Mostrarse muy amable con el Buró de Londres. Ni excluimos ni censuramos entonces a Nin. Simplemente constatamos el desacuerdo.» Boletín interno del P.S.R., año 1.937, n.º l).

[15] En 1934-1935, Landau, emigrado a Francia, ligado a los oposicionistas del P.C. André Ferrat y Georges Kagan (Lenoir) de la revista ¿Que faire? habla criticado duramente, el «entrismo» como una «capitulación» hasta la socialdemocracia. Desde noviembre de 1936, estaba en Barcelona, militando en el P.O.U.M., colaborando en su «trabajo interno» y redactando artículos y folletos que firmaba Spectator o Wolf Bertram. Más tarde fue asesinado por la G.P.U

[16] Witte era uno de los responsables de la sección griega, miembro del S.I. hasta 1933. A lo largo de este año, y como consecuencia de las iniciativas tomadas para la construcción de la IVª Internacional, se constituyó en el seno de la Ligue una oposición que él apoyaba, y que abandonaría la Ligue para construir la Union Communiste (ver la carta de Trotsky al S.I. 8 de octubre de 1933 en Writings... 1933-1934, pp. 127-128, sobre los comienzos del asunto).

[17] La ruptura entre Trotsky y R. Molinier se había producido a finales de 1935 a consecuencia de la salida de la S.F.I.O. A pesar de su larga paciencia y la protección que le había concedido por medio de argumentos político-pedagógicos, Trotsky se mostraría, a partir de este momento, extremadamente severo con él.

[18] Weisbord y Field eran los dirigentes de las principales disidencias en el seno del movimiento americano. Abert Weisbord había fundado en 1931 la Communist League of Strugg1e. B. J. Field, dirigente en esta época de la huelga de hostelería de Nueva York, excluido justamente en este momento, fundó sucesivamente la Organisation Comitte for a Revolutionary Workers Party a principios de 1934, posteriormente la League for a Revolutionary Workers party. Hugo Oehler, que fue igualmente uno de los dirigentes de la huelga de hostelería, y adversario del entrismo, fundó, después de su exclusión en noviembre de 1933, la Revolutionary Workers League, la única de estas organizaciones que tuvo un mínimo de entidad. Todos estos disidentes estaban de acuerdo en su denuncia, en todas sus etapas de revolucionario, del «oportunismo» y del «revisionismo» de Trotsky, así como de sus «métodos».

[19] De hecho, esta ruptura se consumaría efectivamente en 1938.

[20] Para Trotsky, la «cuestión española» constituye el test educativo de los cuadros de la segunda generación -la primera era la de los bolcheviques que hablan formado los cuadros de la Oposición rusa- es decir, la que él se habla esforzado personalmente en educar desde su salida de la Unión Soviética. Los supervivientes fueron escasos. Después de la escisión de Burnham y de Shachtman, al comienzo de la guerra, y posteriormente con ocasión de la ocupación de Europa por los ejércitos de Hitler, se puede decir que casi toda esta generación estuvo en vías de desaparición. La verdad es que tras la capitulación de K. Rakovsky, en el momento de la fundación de la IVª Internacional, Trotsky era el único cuadro de su organización.

 

 

Las «lecciones de España» y el menchevismo en las filas de los partidarios de la IVª internacional

(Carta a J. P. Cannon, 24 de diciembre de 1937)[1]

Querido camarada Cannon,

Le envío un largo articulo sobre España que intenta cubrir las fases y las conclusiones de la revolución española.[2] Le doy cierta importancia a este artículo, en primer lugar, en función de la que tienen las lecciones de España para la educación de la IVª Internacional[3], y en segundo lugar, en razón del hecho de que Sneevliet, Vereecken, Victor Serge y otros camaradas propagan ideas absolutamente mencheviques sobre la cuestión española.' El partido holandés se encuentra seriamente contaminado del estado de espíritu de Sneevliet. Vereecken efectúa el mismo trabajo en la sección belga, aunque sin la brutalidad de Sneevliet, con los bandazos a la izquierda, los caprichos y las extravagancias que son características de nuestro amigo Vereecken.[4] No conseguiremos salvar estas dos secciones sin mostrarles que hay cuestiones sobre las que no podemos hacer ninguna concesión. Sería pueril construir una nueva internacional, en tanto que partido de la revolución mundial, y hacer concesiones a Sneevliet y aVereecken sobre la cuestión más importante de nuestro tiempo.

Debido a esto, espero que los camaradas americanos, no sólo publicarán este artículo, -sino que por otra parte expresarán en una nota de redacción, su categórica oposición a las concepciones de Sneevliet, Verecken y Víctor Serge.

Además, en cuanto a la cuestión de saber dónde y cómo publicar este artículo, personalmente preferiría que fuese publicado en dos números de Socialist Appeal, de la misma forma que «Estalinismo y Bolchevismo». Podéis utilizar este manuscrito tanto como folleto, como prefacio o suplemento del libro de Félix Morrow,[5] en caso de que el autor acepte esta proposición.' Si no os viene bien la publicación en Socialist Appeal, podéis utilizarlo para New International, o sólo en folleto. Os dejo la opción de decidir. Personalmente, tal como he indicado, prefiero la publicación en Socialist Appeal.

León Trotsky
Coyoacán, D. F.



[1] Esta carta, inédita hasta la fecha, se reproduce con la autorización de Pathfinder press. Nos ha sido proporcionada por N. Allen y G. Breitman.

[2] Se trata del texto precedente «Lecciones de España, última advertencia», que acababa de concluirse.

[3] Cuando escribe sobre España, Trotsky piensa ante todo en la formación de nuevos cuadros para la IVª Internacional.

[4] Señalemos el matiz de Trotsky en el tratamiento de Sneevliet y Vereecken. Sin duda, esta última era una personalidad muy atrayente.

[5] El dirigente trotskysta americano Félix Morrow hacía poco que había acabado un libro titulado Revolution and Counter-revolution in Spain, que lleva la fecha de 10 de noviembre de 1937. El libro aparecería algunos meses más tarde con un prefacio del 5 de mayo, poco después de la salida del folleto de Trotsky, Lecciones de España. Este texto aparecería por primera vez -tal como deseaba Trotsky- en Socialist Appeal, el 8 y 15 de enero de 1938, traducido por John G. Wright.



Escritos sobre España - Tomo I y II