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Clásicos de León Trotsky online

La Internacional Comunista apoya a la contrarrevolución en España

La Internacional Comunista apoya a la contrarrevolución en España

 

Sacado de «El principio del fin» publicado en Socialist Appeal, 16 de octubre de 1937

 

Inglaterra y Francia no hubieran sido capaces de imponer con sus propias fuerzas un gobierno burgués contrarrevolucionario, del tipo de Negrin, contra la España revolucionaria. La autodenominada Internacional comunista se ha convertido en la indispensable correa de transmisión de la diplomacia de Londres y París. En su lucha por ganar la confianza de las burguesías inglesa y francesa, la principal preocupación de Stalin ha sido que los obreros españoles no pudieran avanzar por el camino de la revolución. La ayuda concedida por el gobierno de Moscú al gobierno del Frente Popular ha sido siempre condicional, acompañada de la exigencia de rigurosas medidas contra los revolucionarios. Como era de esperar la lucha contra los revolucionarios en la retaguardia ha provocado las derrotas en el frente. La pandilla de Moscú es tan impotente contra Franco como contra el Mikado. De la misma manera que Stalin necesita chivos expiatorios para sus propios errores en materia de política interior, igualmente, las derrotas que su política reaccionaria han ocasionado en España, le han obligado a buscar la salvación en la destrucción de la vanguardia revolucionaria.

Los métodos de la amalgama y de las falsedades desarrollados en Moscú, han estado, una vez puestos a punto, trasplantados a Barcelona y Madrid. Los dirigentes del P.O.U.M., a los que como mucho se podría acusar de oportunismo y de falta de resolución frente a la reacción estalinista, han sido repentinamente bautizados de trotskystas, y consecuentemente de aliados del fascismo. Los agentes de la G.P.U. en España han «descubierto cartas, que ellos mismos han escrito con tinta simpática, que probaban los lazos de los revolucionarios de Barcelona con Franco, según el código de mentiras de Moscú.[1] Tenían canallas a su disposición para la ejecución de estas sangrantes directivas. El ex revolucionario Antonov-Ovseenko,[2] que confesó en 1927 sus pecados como miembro de la oposición, y que vivía en 1936 aterrorizado por la posibilidad de ser colocado en el banquillo de los acusados, hizo saber en Pravda que estaba dispuesto a degollar a los «trotskystas» con sus propias manos. Este individuo fue inmediatamente llevado a Barcelona como cónsul, provisto de instrucciones precisas, referentes a quien debería degollar.

La detención de Nin bajo una acusación evidentemente falsa, su rapto en la prisión y su asesinato en secreto fueron obra de Antonov-Ovseenko. Pero, evidentemente, no obraba por iniciativa propia. Los asuntos de tal importancia no pueden ser emprendidos sin instrucciones precisas del secretario general en persona.

Stalin necesita la confusión en Europa. No sólo para desviar la atención hacia su política internacional profundamente reaccionaria, sino también para apuntalar el más vasto confusionismo realizado en suelo soviético. El cadáver mutilado de Nin está destinado a servir de prueba... del viaje de Piatakov a Oslo.[3] Estos métodos no se han empleado únicamente en España. En otros países se han desarrollado largos preparativos. En Checoslovaquia, un emigrado alemán, viejo revolucionario sin reproche, Antón Grylewickz, fue detenido, sospechoso de relaciones con la Gestapo. La acusación, indudablemente fabricada por la G.P.U., fue suministrada ya completamente elaborada a la policía checa.[4] En todas partes se persigue tanto a los auténticos como a los pretendidos trotskystas, particularmente en los países que tienen la mala fortuna de depender de Moscú, como España y Checoslovaquia. Pero esto no es nada más que el comienzo. Utilizando las complicaciones internacionales y los mercenarios del Komintern dispuestos a todo y, Last but non least, los recursos de una industrias de oro en plena expansión, Stalin espera llegar a la aplicación de métodos semejantes en los restantes países. La reacción no es hostil a la posibilidad de desembarazarse de los revolucionarios, sobre todo si el trabajo de fabricación de mentiras queda asumido en ,secreto por un gobierno « revolucionario » extranjero que opera con la ayuda de los «amigos» de este país que cobran del mismo presupuesto extranjero. El estalinismo se ha convertido en la plaga de la Unión Soviética y en la lepra del movimiento obrero mundial. En el dominio de las ideas, el estalinismo es un cero a la izquierda. Por el contrario dispone de un aparato, colosal que explota la dinámica de la más grande revolución de la historia, y las tradiciones de su heroísmo y su espíritu de conquista.

Stalin, con su congénita estrechez y su empirismo, ha transformado el papel creador de la violencia revolucionaria en una situación histórica dada, en la omnipresencia de la violencia en general. Incluso sin darse cuenta, ha pasado de la violencia revolucionaria de los explotados contra los explotadores a la violencia contrarrevolucionaria contra los explotados. Está a punto de liquidar la revolución de Octubre bajo expresiones y fórmulas antiguas. Nadie, excepto Hitler, ha asestado tantos golpes mortales al socialismo como Stalin. No hay en ello nada de sorprendente: Hitler ha atacado a la clase obrera desde fuera, mientras que Stalin lo hace desde dentro. Hitler ataca al marxismo, Stalin no se contenta con atacarlo, lo prostituye. No hay un solo principio del socialismo que no haya sido manchado una sola idea que no haya sido ensuciada. Los propios conceptos de «socialismo» y «comunismo» han sido cruelmente comprometidos desde el momento en que policías incontrolados, al ganarse la vida gracias a un pasaporte «comunista», han bautizado de «socialismo» a su régimen policiaco. ¡Indignante profanación! El socialismo significa un sistema social puro y limpio adaptado al gobierno de los explotados por ellos mismos. El régimen de Stalin descansa sobre la conspiración de los gobernantes contra los gobernados. El socialismo significa el crecimiento ininterrumpido de la igualdad universal. El estalinismo ha levantado un sistema de privilegios indignantes. El socialismo tiene como meta el florecimiento y la expansión en todos los sentidos de la personalidad individual. ¿Dónde y cuándo la personalidad individual del hombres ha sido degradada tan profundamente como en la U.R.S.S.? El socialismo no reconoce ningún valor fuera de las relaciones no egoístas, honestas, honradas y humanas. El régimen de Stalin ha impregnado las relaciones sociales y personales de mentira, de carrerismo burocrático y de traición. Por supuesto, no es Stalin quien determina el camino de la historia. Nosotros poseemos el conocimiento de los factores objetivos que han preparado el camino de la reacción en la U.R.S.S. Pero no es casualidad el hecho de que Stalin haya cabalgado sobre la cresta de la ola termidoriana. Se debe a que ha sido capaz de dar su expresión más viciada a los glotones apetitos de la nueva casta. Stalin no es el responsable de la historia, pero es el responsable de lo que es, de su papel en la historia. Su papel es criminal. Y es tan criminal que la repugnancia se multiplica aquí por el horror.



[1] Trotsky hace aquí alusión al famoso «Plan N», un plan de Madrid, sobre papel milimetrado, descubierto por la policía en las ropas de un falangista detenido, llamado Golfín. La policía pretendía haber descubierto un mensaje con tinta simpática presentando a «N» como un agente seguro. La falsificación era tan inutilizable que fue abandonada en el proceso del P.O.U.M

[2] Antonov Ovseenko, joven oficial de carrera'ruso, se amotinó en 1916 junto con sus soldados. Exiliado, relacionado con Trotsky en Francia, donde éste editaba durante la guerra el periódico internacionalista Naché Slovo, entró en el partido bolchevique junto con Trotsky, jugando un papel muy importante en el Comité Militar Revolucionario y en la toma del Palacio de Invierno. Miembro de la Oposición de 1923, siendo responsable político del ejército, hizo una declaración de arrepentimiento, lo que no impedirá que sea fusilado a su vuelta de España. Será de los primeros rehabilitados, en tiempos de Khruschev.

[3] La confesión de Piatakov en el segundo proceso de Moscú, según la cual había hecho un viaje en avión a Oslo para reunirse con Trotsky, era una de las piedras angulares de la acusación que quería demostrar la complicidad de Trotsky con los dirigentes nazis

[4] Anton Grylewikz, veterano comunista alemán, era uno de los dirigentes de la Oposición de izquierda en ese país, siendo durante algún tiempo editor del Boletín de la Oposición rusa. Emigrado a Checoslovaquia, fue arrestado en 1937, acusado de espionaje a favor de la Alemania hitleriana, sobre la base de un informe falso proporcionado a la policía checa por la G.P.U. Sin embargo, la maquinación debía fracasar.



Escritos sobre España - Tomo I y II