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El Programa de Transición y la cuestión de las direcciones

El Programa de Transición y la cuestión de las direcciones

Juan Dal Maso | 19 agosto, 2009

La lectura del Programa de Transición sobre las relaciones entre la clase trabajadora y sus direcciones es uno de los grandes aspectos polémicos del texto elaborado por León Trotsky.

La afirmación sobre que la crisis de la humanidad puede reducirse a la crisis de la dirección revolucionaria del proletariado, ha sido sometida a una dura crítica por quienes, contra la estrategia delineada por el marxismo, suelen ubicarse como defensores de las conducciones “realmente existentes” y del programa mínimo.

En otro texto sobre la revolución y la guerra civil en España, Trotsky afirma que las masas obreras estuvieron a 180º de sus dirigentes, en los que hace recaer la responsabilidad por la derrota de la revolución española. La interpretación dogmática de estas expresiones o la caricatura, que es su contraparte, han generado no pocos errores políticos y de concepto. Intentaremos contextualizar los conceptos de Trotsky y analizar su realidad actual.

Los años ’30, la crisis de dirección de la clase trabajadora y la conceptualizaciòn de Trotsky

Cuando Trotsky hablaba de que la situación mundial (en 1938) se caracterizaba por la crisis de dirección del proletariado, se refería a diversos fenómenos relacionados: a)la degeneración de las corrientes que históricamente habían conducido al movimiento obrero en nombre del marxismo, es decir, los partidos socialistas europeos y el stalinismo surgido de la burocratización de la URSS y los partidos comunistas. b) estas direcciones volcaban todo su peso en el movimiento obrero para llevar la lucha de clases a la conciliación con el capitalismo (en ese momento con la “burguesía democrática”). c) no sólo estaban las corrientes abiertamente reformistas, sino que también hay corrientes que hablan en nombre de la revolución pero en los momentos decisivos siguen una política de conciliación, como fue la experiencia del Partido Obrero de Unificación Marxista español, a las que Trotsky llama “centristas”.

Para ilustrar estas definiciones, baste mencionar la negativa tanto del PS como del PC alemán a la lucha común contra el nazismo, que facilitó el ascenso de Hitler.

En España en 1936, la clase trabajadora y los campesinos luchaban por las tierras, las fábricas y la derrota de Franco, mientras el PS y el PC, en el Frente Popular con los partidos “democráticos”, se oponían a las expropiaciones de tierras y desarmaban las milicias obreras, persiguiendo a los anarquistas y marxistas, garantizando de esta forma el triunfo de Franco, como bien puede verse en la película Tierra y Libertad de Ken Loach. También puede verse Novecento, de Bertolucci que muestra muy bien el rol jugado por el PC italiano a la salida de la Segunda Guerra Mundial, desarmando a los partisanos porque “volvía la democracia” y “los patrones no existían más”.

Entonces, cuando Trotsky sostiene que la crisis de la humanidad puede reducirse a la de su dirección revolucionaria, no está trazando una ley universal igualmente aplicable para todas las épocas y lugares con la misma intensidad. Está hablando de una situación mundial específica en la cual las direcciones son el principal obstáculo para el triunfo de la revolución.

Los que caricaturizan la reflexión de Trotsky, simplemente tendrían que releer el Programa de Transición (o capaz leerlo por primera vez).

Boom, reformismo y después

La inconmensurable destrucción de fuerzas productivas operada durante la Segunda Guerra Mundial, creó las condiciones para una recomposición del capitalismo bajo la hegemonía yanqui, que tuvo su expresión en el Plan Marshall para la reconstrucción de Europa. Esta situación de reconstrucción del capitalismo dio lugar a un crecimiento económico relativamente prolongado y fortaleció a la socialdemocracia y a los PC de Occidente, cuyo ofi cio consistía en conseguir algunas migajas del capitalismo y sostenerlo a la vez y bloqueó la perspectiva de la revolución en los países centrales.

Las derrotas de los levantamientos contra la burocracia de Moscú en Hungría, Checoslovaquia y Polonia, desde los ‘50 a los ‘80, junto con el desvío y la represión de los procesos de los ’70 en el centro y la periferia, fueron cambiando aún más la subjetividad de la clase trabajadora. La película Good Bye Lenin muestra bien las expectativas con que la juventud y amplias franjas de trabajadores recibieron la vuelta del capitalismo en Alemania Oriental. (También muestra que nos robaron el mundial ’90 para hacer propaganda de la Alemania unifi cada, pero esa es otra historia…)

Entonces, al problema del predominio del reformismo (que se fue haciendo “social-liberal”) en el movimiento obrero o sea a la “crisis de dirección” de la clase trabajadora se vino a sumar una “crisis de subjetividad” de la clase, es decir que ésta fue perdiendo la perspectiva de la revolución y se vio cuestionado su rol como agente de los cambios históricos.

Esto empezó a cambiar desde los últimos 15 años y hoy estamos ante una crisis mundial que ya se ha llevado puestos algunos gobiernos y ha despertado procesos de lucha de clases, incluso con métodos radicales como las tomas de los gerentes como rehenes en Francia. Pero venimos de un escenario de retrocesos importantes de la clase trabajadora. Por eso, cualquiera que recite como un credo la frase de que la crisis de la humanidad se reduce a la crisis de la dirección de la clase obrera o que las bases están a 180º de las direcciones existentes en todo tiempo y lugar, simplemente no se enteró de lo que pasó durante los últimos 70 años.

En esas lecturas groseras se basan los partidarios de las corrientes de centroizquierda para caricaturizar el punto de vista de los marxistas, porque así la discusión está ganada de antemano.

La actualidad del problema

Frente a la crisis, todas las direcciones y las corrientes políticas del movimiento obrero nos veremos puestas a prueba. Tomemos el ejemplo concreto de Neuquén. El principal sindicato de la región, que es el de petroleros privados, venía persistiendo en su práctica pro-patronal de aceptar los preventivos de crisis, hasta que éstas lo empujaron a tomar medidas mínimas frente a la amenaza de despidos masivos. Finalmente el acuerdo alcanzado luego de semanas de negociaciones, conciliación obligatoria y paros suspendidos, se basa en mejorarle el precio a las empresas para que vuelvan a poner activos los equipos. Por su parte, los gremios de la CTA, que tienen una actitud de lucha diferente a la de Pereyra, se destacan por su capacidad de luchar por separado y a destiempo, con el argumento de que cada organización tiene sus ritmos.

La práctica sostenida de encarar el reclamo de forma sectorial puede conseguir algunas cosas en un momento de crecimiento económico, pero puede volverse un obstáculo en un momento de crisis capitalista como el actual. En una época en que todavía no hay radicalización, las contradicciones entre las direcciones y sus bases se empiezan a expresar en los límites que encuentra el sindicalismo corporativo (que divide a la clase obrera por sectores) a la hora de satisfacer los reclamos de los trabajadores cuando la burguesía no quiere dar concesiones.

Tradición y dirección

Los defensores de las conducciones “progresistas” sostienen el siguiente argumento, al parecer infalible: si las direcciones no responden a las bases, y estas no las cambian, será porque están conformes.

Pero estas luminarias olvidan que una dirección no es algo que se construya de la noche a la mañana, como no se construye de la noche a la mañana una organización. La constitución de una dirección con un determinado programa es producto de una experiencia previa, que va moldeando la conciencia de los trabajadores hacia una orientación. Esa orientación, a fuerza de repetición se vuelve un sentido común para la mayoría. De ello resulta que no se puede cambiar de dirección como de camisa. Por eso, el segundo aspecto para pensar la crisis de dirección es cuál es la tradición que han construido esas direcciones que empiezan a ponerse a prueba y hasta dónde esa tradición permite a la clase trabajadora dar una respuesta a la altura de la situación que se abre. Por eso, no se trata de sacar a las direcciones actuales para ocupar su lugar sin más, es necesario crear una nueva tradición en la clase trabajadora, que se exprese en miles de hombres y mujeres dispuestos a luchar por un programa para que la crisis la paguen los capitalistas.

En la medida en que demos esta pelea, iremos construyendo nuevas direcciones a la altura de las circunstancias. Esta tarea apremia porque las direcciones actuales, mientras se mantengan en su práctica previa a la crisis, se encontrarán cada vez más en contradicción con las necesidades de la lucha de los trabajadores y se transformarán en un freno cada vez más evidente que será necesario sacar del medio. Aquí queda en primer plano el problema de con qué estrategia damos la lucha. Ese será el tema de la próxima y última nota de esta serie.



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