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Breve historia del trotskismo cubano

Breve historia del trotskismo cubano

Cuando se cumplen 60 de la Revolución Cubana, recorremos los orígenes del trotskismo en Cuba. Con aciertos y límites tuvieron un rol muy importante, muchas veces silenciado, en la historia social y política de la isla.

Por Claudia Ferri
La Izquierda Diario 1/1/2019

Los antecedentes del trotskismo cubano pueden rastrearse en la formación de una fracción que surge dentro del PC en agosto de 1932. Se llamó Oposición Comunista de Cuba (OCC) y se opuso a la política sectaria de clase contra clase [1], impulsada por Stalin, y a sus métodos burocráticos. Sandalio Junco se convirtió en uno de los dirigentes más destacados de este grupo. Obrero panadero, mantuvo una estrecha relación con Julio Antonio Mella desde 1925 cuando ambos fueron encarcelados (acusados de poner una bomba en el teatro Payret de La Habana) y fue uno de los pocos dirigentes negros que tuvo el PC. En 1942 lo asesinaron agente estalinistas. Sandalio se había acercado al trotskismo en su viaje a la URSS donde entró en contacto con dirigentes de la Oposición de Izquierda Internacional y fue ganado por el español Andrés Nin, antes de su expulsión en 1930. Junto a él se encontraba el dirigente estudiantil y poeta Juan Ramón Breá, quien también conoció a Nin en la Cárcel Modelo de Barcelona luego de que el estudiante cubano deba partir al exilio producto de la feroz represión del gobierno de Machado. Breá, fue el encargado de facilitar los contactos de trotskistas españoles con Cuba y de difundir revistas y libros políticos en la isla, especialmente la revista española Comunismo publicada entre 1931 y 1934. Tiempo después el joven poeta combatiría en la guerra civil española con el POUM junto al surrealista Bejamin Peret y el escrito George Orwell.

A Junco y Breá se sumaban otros dirigentes: Marcos García Villarreal, Pedro Varela, Carlos González Palacios, Carlos Simeón, Luís M. Busquet, Roberto Fontanillas, Armando Machado y Carlos Padrón, entre otros.

La OCC tuvo influencia en organizaciones claves: a nivel sindical, en la Federación Obrera de La Habana ((FOH) donde Junco y otros trotskistas lograron tener peso en la Mesa Ejecutiva; a nivel estudiantil en Ala Izquierda Estudiantil (AIE) y, en el campo democrático, en la defensa de los presos políticos influenciando a la organización Defensa Obrera Internacional (DOI). A través de ésta última lograron insertarse, además de La Habana, en otras regiones importantes como Matanzas, Santiago de Cuba, Guantánamo y el norte de la provincia de Oriente. A fines de 1932, finalmente los miembros de la OCC fueron expulsados del PC.

Los trotskistas van a tener un rol muy importante en el proceso revolucionario abierto en 1933. Desde la FOH llamaron a una huelga general (luego del paro comenzado en julio por los obreros del transporte) que empezó con demandas sindicales y se convirtió rápidamente en una huelga política porque se opuso a la feroz dictadura de Machado, apoyada y sostenida por el gobierno norteamericano. La OCC también dirigió el Comité de Huelga en Guantánamo, zona ubicada en la región oriental y conocida por los niveles de explotación y pobreza que padecían sus trabajadores. Según el historiador Rafael Soler los trotskistas llegaron a tener cientos de militantes que dirigieron a cuarenta mil trabajadores azucareros armados con palos y machetes.

En septiembre del 33 cayó el gobierno de Machado pero el descontento social continuaba. Los trotskistas formaron el Partido Bolchevique Leninista (también en septiembre) que intervino en la realidad política cubana durante el gobierno nacionalista de Grau y Guiteras. A pesar de tener una posición correcta definiendo a Cuba como un país semicolonial, de tener política hacia los trabajadores negros llamándolos a incorporarse a la lucha, de oponerse a la política del estalinismo del “Socialismo en un solo país” y de llamar al Frente Único para que se enfrente a la burguesía y al imperialismo norteamericano (denunciando incluso la negativa del PC); la fuerte represión sufrida tras el golpe de Batista hizo que la organización entrara en una profunda crisis agravada por la ausencia de una dirección homogénea que demostraba su debilidad estructural. Hay que tener en cuenta que, en ese mismo momento, el ciclo revolucionario se cerró luego del fracaso de la huelga de marzo del 35 en la que las fuerzas el movimiento obrero actuaron divididas. Según Daniel Gaido y Constanza Valera el PBL llegó a tener en 1934 entre seiscientos y ochocientos militantes.

A mediados de la década del 30 el trotskismo se fragmentó por diferencias internas. Uno de los motivos fue la política hacia Joven Cuba, un grupo pequeñoburgués antiimperialista radicalizado que había creado Antonio Guiteras, asesinado el 8 de mayo de 1935. Trotsky había planteado, en pleno gobierno de Grau-Guiteras, que en relación a Cuba “…no podemos emprender nosotros mismos la conquista del poder como tarea inmediata si la mayoría de la pequeña burguesía rural y urbana no nos sigue”. Si bien el plan original del Partido Bolchevique Leninista era mantener independencia organizativa y política de Joven Cuba, finalmente un sector terminó diluyéndose en su interior y cediendo a las presiones nacionalistas. Según algunas fuentes [2], la organización llegó a contar con quince mil miembros en sus inicios.

El 19 de septiembre de 1940 se fundó el Partido Obrero Revolucionario (POR). Mantuvo alianzas con el Partido Revolucionario Cubano del ex presidente Ramón Grau San Martín, sin embargo no tuvo continuidad. Ya en 1946 estaba muy debilitado con el asesinato de uno de sus dirigentes obreros Rogelio Benache, producto de la torturas recibidas en las cárceles de Batista. Otro de sus dirigentes fue Pablo Díaz, uno de los sobrevivientes del Granma.

A pesar de esta disgregación, los trotskistas volvieron a destacarse años después formando parte de la organización de la huelga general desatada en 1957, con centro en Santiago, luego del asesinato del dirigente urbano del M26 Frank País. Durante esta feroz huelga también tuvo un rol destacado el obrero Gustavo Fraga que, si bien era militante del M26 desde su surgimiento, y jefe de la sección obrera de esta organización en Guantánamo, se reivindicó trotskista hasta su muerte en agosto de 1957 a causa un enfrentamiento mientras manipulaba explosivos. Fraga fue uno de varios militantes trotskistas que se incorporaron al movimiento nacionalista radical M26, comandado por Castro y Guevara. También participaron en la gran huelga de enero del 59 que permitió el triunfo de la revolución formando parte de las milicias y destacamentos obreros. En Santiago llegaron a dirigir la sección de acción y sabotaje.

Tiempo después el POR logró reorganizarse conformando el Partido Obrero Revolucionario Trotskista (POR-T). Se ligó a un sector del trotskismo llamado Posadismo, grupo más propagandista que organizativo. La dirigente posadista Olga Scarabino viajó a Cuba y simpatizó rápidamente con miembros del M26, quienes le brindaron espacio en radio y televisión. En una de sus emisiones de 1959, Scarabino llamó a todos los trotskistas de la isla a unirse para reconstruir un partido trotskista en Cuba. Finalmente el partido se funda el 6 de febrero de 1960.

Su composición era mayoritariamente obrera. Uno de los puntos centrales sobre los que se basa la crítica al gobierno de Castro era la demanda de la independencia dentro de los sindicatos y el establecimiento de una democracia más amplia en las organizaciones de los trabajadores cubanos. Exigieron libertad en las elecciones de los dirigentes sindicales y repudiaron la imposición de las “listas únicas”. También consideraron esencial la creación de organismos de base, necesarios para consolidar y luego expandir las conquistas de la revolución. Otra de las consignas correctas que levantaban era la elección popular por las tropas de los oficiales de las milicias.

Con el tiempo los trotskistas del POR (T) fueron sometidos a una constante persecución luego del fracaso de la invasión norteamericana a la Bahía de Cochinos (abril del 61) y del acercamiento de Cuba a la URSS. Castro encabezó una ola de detenciones contra militantes trotskistas muy dura entre 1962 y 1965, incluso acusándolos de “agentes y provocadores de la CIA” por levantar la consigna: “fuera yanquis de Guantánamo”. El Che Guevara, primero apoyó la medida persecutoria para luego oponerse. Incluso intervino él mismo en la liberación de varios militantes prisioneros en la cárcel de La Cabaña en La Habana. Entre ellos se encontraba Roberto Acosta, un trotskista que tenía un cargo muy importante en el ministerio que presidia (Industria) y que, tiempo atrás, había ayudado a organizar la empresa eléctrica nacionalizada. El Che dio la orden de liberarlo luego de tener una entrevista con Acosta, lo mismo ocurrió con otro dirigente trotskista, Armando Machado.

Tiempo después Guevara terminó alejándose del gobierno cubano mientras el proceso de burocratización en la isla se aceleró. Para ese momento, el grupo de trotskistas que aún permanecían en Cuba padeció la prisión y el constante hostigamiento por parte del Estado, llegando a una nueva oleada represiva en 1973, debido a la presión constante que la URSS ejercía sobre Castro y la burocracia cubana. A pesar de la persecución constante y de denunciar al régimen castrista, fueron grandes reivindicadores de las conquistas que el pueblo cubano consiguió gracias a la revolución.



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