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Trotsky y una política para vencer al fascismo

Trotsky y una política para vencer al fascismo

Reseñamos aquí los escritos de Trotsky, el revolucionario ruso que propone el único camino para enfrentar a la derecha y con el mejor método: el de la lucha de clases.

Por Daniel Lencina y Marco Pollo (Trabajador de MadyGraf (exDonnelley)

La Izquierda Diario 29/10/2918

Muchos hablan de Bolsonaro como un “fascista”. Lo cierto es que el fascismo como tal es mucho peor que eso. El nazismo en Alemania, en las puertas de la Segunda Guerra Mundial son la confirmación de este fenómeno aberrante y despreciable. Aquí reseñamos brevemente los escritos de León Trotsky reunidos en el volumen La lucha contra el fascismo en Alemania. El dirigente de la Revolución Rusa de 1917 junto a Lenin y fundador del Ejército Rojo, en los escritos que reúne este volumen de Obras Escogigas del CEIP y la Casa Museo “León Trotsky” no solo analiza, sino que propone una línea política de combate, mediante la lucha de clases, para derrotar al fascismo.

¿Qué es el fascismo?

Los textos que comprenden este volumen incluyen innumerables lecciones de estrategia y táctica así como también diversos conceptos teóricos y lecciones programáticas a la luz de un nuevo fenómeno de la época: el fascismo.

Pero ¿qué es el fascismo o mejor dicho que fue el nacionalsocialismo alemán? Veamos: “la llegada al poder de los ‘nacionalsocialistas’ significará sobre todo el exterminio de la flor y nata del proletariado alemán, la destrucción de sus organizaciones […] el trabajo infernal del fascismo italiano aparecerá, probablemente, como un experimento pálido y casi humanitario en comparación con el trabajo del nacionalsocialismo alemán” (p. 89), advertía el revolucionario ruso año y medio antes de la toma del poder por parte de Hitler en 1933.

El capitalismo alemán había llegado tarde a la escena internacional, porque el mundo ya había sido repartido en colonias y mercados a manos de las demás potencias imperialistas de Europa. Así, una desenfrenada carrera por superar ese retraso y la derrota militar sufrida en la Primera Guerra Mundial, supuso un impulso sin precedentes del capitalismo alemán hasta convertirlo en el más pujante de todo el continente europeo. Justamente en ese dinamismo económico y su choque con las consecuencias de aquella derrota expresada en el Tratado de Versalles que imponía el pago de las reparaciones de guerra que condicionaban al capitalismo alemán, se manifestaran las convulsiones violentas de la Alemania de entreguerras.

“El capitalismo ruso resultó ser [a comienzos del siglo XX, N. de R.] debido a su extremo retraso, el eslabón débil de la cadena imperialista. El capitalismo alemán aparece en la situación actual como el eslabón más débil por la razón opuesta: es el capitalismo más avanzado en una Europa que se encuentra en una situación sin salida” (p. 106).

El dominio creciente de EEUU en la economía mundial contrasta con la decadencia de Europa. La pauperización de la pequeñoburguesía, la degeneración de sectores de la clase obrera en lumpen proletariado serán el caldo de cultivo de las fuerzas crecientes del fascismo alemán. La socialdemocracia llevó al proletariado alemán, el más numeroso y organizado al exterminio de la Primera Guerra, pero su misión continuó no ya en la administración de los planes capitalistas y la búsqueda de reformas sino en la entrega abierta de las viejas conquistas del proletariado. Sin embargo, a las fuerzas del capitalismo alemán esta situación le era insuficiente para sacarse el chaleco de fuerza que contiene su necesidad de expansión.

“Así comienza la misión histórica del fascismo. Este moviliza a las capas sociales situadas inmediatamente encima del proletariado y que temen ser arrojadas a sus filas; las organiza y las militariza con los medios del capital financiero, bajo la cobertura oficial del Estado, y las orienta hacia la destrucción de las organizaciones obreras […] El fascismo no es solo un sistema de represión, violencia y terror policíaco. El fascismo es un sistema particular de Estado basado en la extirpación de todos los elementos de la democracia proletaria en la sociedad burguesa. La tarea del fascismo no es solo destruir a la vanguardia comunista, sino también mantener a toda la clase en una situación de atomización forzada” (p.108).

La traición del Partido Comunista Alemán (KPD) y la Tercera Internacional (o Internacional Comunista) que se negó al frente único obrero, darán lugar al éxito del fascismo; y la consecuencia no será, claro está, la realización de las ilusiones pequeñoburguesas sino la concentración del poder en una enorme fuerza reaccionaria para la realización del programa de los monopolios, es decir el camino a una nueva guerra que solo podría evitarse si se imponía la revolución socialista.

El Frente único obrero: ¿Cómo romper cabezas nazis?

Tal vez así de simple se resume la política planteada por Trotsky para que el Partido Comunista Alemán encabece una lucha seria, física y hasta el final contra el ascenso de Hitler y los nazis al poder.

Si bien el partido nazi, tiene su origen a inicios de los años 20, será recién a partir del crack de 1929 donde el impacto de la crisis mundial empujó a millones de personas a la miseria de la noche a la mañana. La hiperinflación, actuó como un ácido corrosivo sobre los ahorros de la pequeñoburguesía y ni que hablar de los magros salarios de los trabajadores y campesinos pobres. Sobre esa levadura, la desesperación de las clases medias, se levantaba el partido nazi y Hitler era cada vez más visto como un salvador, con sus ansias imperialistas y xenófobas.

Ante esta situación, León Trotsky planteaba una línea política de combate para intervenir, conocida ya en los primeros cuatro Congresos de la Internacional Comunista, dirigidas por él mismo y por Lenin, como el “Frente único obrero”. Política que solo conocía un método, el de la lucha de clases.

Veamos como planteaba la cuestión: “El Partido Comunista debe llamar a la defensa de aquellas posiciones materiales y morales que la clase obrera ha logrado conquistar en el Estado alemán. Me refiero directamente al destino de las organizaciones políticas obreras, los sindicatos, periódicos, imprentas, clubes, bibliotecas, etc. Los obreros comunistas deben decir a sus compañeros socialdemócratas: ‘Las políticas de nuestros partidos se oponen inconciliablemente; pero si los fascistas vienen esta noche a destruir el local de tu organización, vendremos corriendo, con las armas en la mano, para ayudarlos. ¿Nos prometen que si nuestra organización es amenazada correrán a ayudarnos?’. Esa es la quintaesencia de la política del período actual. Tenemos que afinar así toda nuestra agitación” (p. 45).

Sin embargo, la capitulación cobarde del estalinismo en Alemania se encargaba de inventar una “teoría” a tono para cubrir su política y entregar las posiciones conquistadas sin luchar. Esa pseudo teoría decía que la Socialdemocracia alemana se había convertido en “social-fascista”, poniendo un signo igual entre el reformismo y el fascismo. Dice Trotsky sobre los estalinistas: “ellos reducen todo el problema a saber si es mejor morirse de hambre con Brüning o con Hitler. Nosotros no planteamos el problema de cómo y en qué condiciones es mejor morir, sino de cómo luchar y vencer […] es necesario lanzarse al combate general antes de que la dictadura burocrática de Brüning sea reemplazada por el régimen fascista, es decir, antes de que sean aplastadas las organizaciones obreras” (pp. 123-124).

Lejos de ello, la Socialdemocracia era el partido mayoritario entre el proletariado industrial y era el más importante de Europa, ya que desde la época de Marx y Engels venía educando en las ideas socialistas a generaciones enteras de trabajadores. Por lo tanto, la pelea que proponía Trotsky mediante el Frente único obrero, era que a través de la experiencia las masas obreras terminen por darse cuenta de que con su partido tradicional no iban a superar los límites de la democracia capitalista, que ya ahogaba a la clase obrera mediante la crisis económica por un lado y que por otra parte no era una dirección seria a la altura de enfrentar al ascenso del fascismo.

Pero, luchar juntos contra el fascismo; ¿significa subordinarse políticamente a los reformistas? Trotsky responde claramente a esta cuestión: “¡Ninguna plataforma común con la socialdemocracia o los dirigentes de los sindicatos alemanes, ninguna publicación, ninguna bandera, ningún cartel común! ¡Marchar separados, pero golpear juntos! ¡Ponerse de acuerdo únicamente sobre la manera de golpear, a quién golpear y cuando golpear! Uno puede ponerse de acuerdo aún con el mismísimo diablo, con su abuela e incluso con Noske y Grzesinsky, con la única condición de no atarse las manos”. Y más adelante agrega que “cada fábrica debe transformarse en una fortaleza antifascista con su propio mando y sus destacamentos de combate. Es necesario contar con un mapa de los cuarteles y de todas las otras fortalezas fascistas en cada ciudad, en cada distrito. Los fascistas intentar sitiar los bastiones revolucionarios. Hay que sitiar al sitiador”. (p. 102). Como vemos, la política de Trotsky estaba muy lejos del pacifismo charlatán que imponía la dirección del Partido Comunista Alemán, dirigido por Stalin desde la URSS.

Sin embargo el Partido Comunista Alemán quería evitar el combate y Trotsky plantea que “desde septiembre de 1930, es decir, desde hace un año y tres meses, venimos proponiendo un programa práctico de acuerdos con los obreros socialdemócratas. ¿Qué se hecho en este sentido? Casi nada. El CC del KPD se ocupó de todo menos de lo que constituía su tarea central” (p.103).

Así y todo Trotsky a través de cartas y artículos tenía la esperanza de enfrentar y vencer, y planteaba que había que querer la victoria. Esa esperanza no era “romántica” sino que estaba basada en la experiencia de la revolución rusa de 1917, cuando mediante el frente único obrero se derrotó el intento de Kornilov de aplastar a los soviets, y luego de la victoria sobre el reaccionario general, se puso en marcha la locomotora de la revolución con destino hacia la toma del poder en Octubre y entonces la victoria fue definitiva.

El tiempo pasaba y la predicción de Trotsky se iba a cumplir lentamente. Allí decía: “Obreros comunistas: ustedes son cientos de miles, millones, que no tienen ninguna parte a donde ir, no habrá suficientes pasaportes para ustedes. Si el fascismo llega al poder, pasará como un temible tanque sobre sus cráneos y sus espinazos. Su salvación se encuentra en una lucha sin cuartel. Solo una lucha unitaria con los obreros socialdemócratas puede conseguir la victoria. ¡Apresúrense, obreros comunistas, porque les queda poco tiempo!” (p.105).

Hacia 1933, el ascenso al poder de Hitler, sin lucha ni resistencia por parte de las masas era un hecho. Lentamente la maquinaria de guerra se ponía en marcha para la carnicería humana conocida como la Segunda Guerra Mundial.

En el plano de la política hacia los comunistas, la lección que Trotsky saca de Alemania no dejan dudas sobre la incapacidad de la Internacional Comunista como dirección a la altura de luchar contra los agentes del capital financiero, sean fascistas o “democráticos”. No había más que hacer en el seno de la Tercera Internacional fundadapor él junto a Lenin y un puñado de revolucionarios que ya por ese entonces se encontraban o en el destierro por el mundo, en un planeta sin visado, o muertos en los campos de concentración estalinistas.

Ante semejante traición en Alemania, Trotsky y sus camaradas ponen manos a la obra para la construcción de una nueva internacional revolucionaria, la Cuarta Internacional.

Hoy, en el siglo XXI, cuando la situación mundial está atravesada en la actualidad por múltiples contradicciones, disputas comerciales, crecimiento de nacionalismos de derecha y xenofobia de un lado y de neo-reformismos por otro, los escritos reunidos en el volumen aquí tratado son de indispensable lectura para la formación y reflexión sobre los problemas candentes que enfrentaran los trabajadores. Aún no se manifiestan en las dimensiones que sí lo hicieron cuando se escribieron los textos de este libro, pero sus reflexiones y lecciones programáticas son un acervo indispensable para los revolucionarios a fin de prepararse para situaciones de mayor convulsión política, que estallarán más tarde o más temprano ante nuestros ojos.



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