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Escritos de León Trotsky (1929-1940)

El Caín-Dshugashvili va hasta el fin

El Caín-Dshugashvili va hasta el fin

El Caín-Dshugashvili va hasta el fin[1]

 

 

17 de marzo de 1938

 

 

 

La bajeza del último juicio palidece a veces ante su estupidez. Stalin todavía cree que con un truco inventado por él y Yagoda puede engañar a toda la humanidad. La idea del espectáculo, los ficticios planes políticos de los "conspiradores", la distribución de papeles entre ellos, ¡cuán crudos y viles resultan, aun desde el ángulo de la falsificación legal!

Tras el "gran" Stalin, mira a la humanidad el pequeño burgués de Tiflis, un astuto y limitado palurdo. La mecánica de la reacción mundial lo ha armado con un poder ilimitado. Nadie se atreve a criticarle o darle consejos. Sus asistentes, los Vishinskis y Iezovs, nulidades podridas hasta la médula, no han obtenido por casualidad sus altos puestos en el sistema de una tiranía totalitaria y depravada. Los acusados, la mayoría de los cuales están por encima de los acusadores, se atribuyen planes e ideas nacidas del genio de un Krechinski contemporáneo y realizadas por una camarilla de bandidos. Llevados por la lógica de la capitulación y la degradación, aplastados física y moralmente, aterrorizados por el peligro que corrían sus seres queridos, hipnotizados por la crisis política a la cual los ha llevado la reacción, Bujarin, Rikov, Rakovski, Krestinski y los demás desempeñan papeles terribles y desgraciados de acuerdo a los guiones analfabetos de Iezov. Y entre bastidores el Caín-Dshugashvili se frota las manos y se ríe malévolamente: ¡qué truco se inventó para engañar a todo el sistema solar!

¿Pero será capaz Stalin de continuar sus trampas entre bambalinas? ¿No podrá a un imprevisto giro de los acontecimientos detener su barco? Es verdad que está aislado del mundo por un muro de ignorancia y servilismo. Es verdad que está acostumbrado a pensar que la opinión pública no es nada y que la GPU lo es todo. Pero se multiplican síntomas amenazantes, visibles aun para él. Los troianovskistas, maiskistas, suritsistas -y los agentes de Iezov asignados para vigilarlos- cada vez podrán dar al Kremlin menos noticias consoladoras del extranjero. Una intranquilidad más aguda se está apoderando de las masas obreras mundiales. Con mayor frecuencia y en mayor cantidad las ratas llamadas "amigas" se apresuran en abandonar el barco que se hunde. Las nubes internacionales se hacen espesas. El fascismo obtiene victoria sobre victoria y su principal aliado en los caminos del mundo es el stalinismo. Terribles peligros militares tocan a las puertas de la Unión Soviética; pero Stalin destruye el ejército y pisotea al país. Caín se ve forzado a ir hasta el fin. Se apresura a rociar sus manos con la sangre de Bujarin y Rikov. Hoy, todavía puede permitirse ese lujo. Pero cada vez es menos capaz de gustar la "dulzura" de la venganza. Todos los días se le dificulta más y más reír al viejo zorro de Tiflis, lanzado por una turgente ola histórica al trono del Termidor. El odio se acumula alrededor de él ilimitadamente y una terrible venganza pende sobre su cabeza.

¿Un acto terrorista? Es muy posible que el régimen que ha exterminado las mejores cabezas del país, bajo el pretexto de la lucha contra el terrorismo, lo estimulará de nuevo. Puede decirse más todavía: si los bandidos gobernantes no levantan contra sí mismos terroristas desesperados y vengativos, este hecho iría en contra de las leyes históricas. Pero la Cuarta Internacional, el partido de la revolución mundial, no tiene nada en común con la desesperación y la venganza personal no existe para nosotros. ¿Qué satisfacción política o moral puede darse al proletariado con el asesinato de Caín-Dshugashvili, quien a su vez puede ser reemplazado fácilmente por el próximo "genio" burocrático? Hasta donde pueda interesarnos el destino personal de Stalin, sólo podemos desear que viva para ver la destrucción de su sistema. No tiene que esperar mucho tiempo. Los obreros victoriosos lo destituirán, lo mismo que a sus colaboradores bandidos bajo la basura de la abominación totalitaria y los harán dar cuenta de sus crímenes en un verdadero tribunal. La lengua humana no encontrará palabras a la hora del juicio final que hagan justicia a la más siniestra de las historias de Caín. Los monumentos que construyó para sí mismo serán destruidos o puestos en museos para bandidos totalitarios. Pero la clase obrera victoriosa examinará todos los juicios, públicos y secretos, y levantará en las plazas de la Unión Soviética liberada monumentos a las desgraciadas víctimas del sistema de bajeza y deshonor de Stalin.



[1] Caín-Dshugashvili va hasta el fin. Biulleten Opozitsi, Nº 65, abril de 1938. Sin firma. Traducido por John Fairlie para la primera edición [norteamericana] de Escritos 1937-1938, donde estaba fechada abril de 1938. La fecha correcta se encontró al consultar el manuscrito en la Biblioteca de la Universidad de Harvard. Dshugashvili era el nombre original de Stalin, Tiflis, la capital de Georgia, su lugar de nacimiento.



Libro 5