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Escritos de León Trotsky (1929-1940)

Carta a Elsa Reiss

Carta a Elsa Reiss

Carta a Elsa Reiss[1]

 

 

13 de octubre de 1937

 

 

 

Estimada camarada:

 

Me apresuro a responder inmediatamente a su carta del 30 de setiembre. La carta tuvo la mayor importancia para mí, ya que contiene una descripción fiel de la situación concreta y de su propia situación personal. Me resulta doloroso pensar que usted hubiera podido interpretar mi telegrama al camarada Sneevliet como una censura directa o indirecta al camarada Reiss, o a usted. Puedo imaginar con toda claridad las inmensas dificultades que se les plantearon a ustedes desde el momento de romper con Moscú. Arrancados de viejos vínculos, amistades, medios técnicos, no disponíais de otros nuevos, ni de perspectivas, ni posibilidades de actuar - y en primer lugar de protegerse - en la nueva situación. Por esa razón, sería absolutamente ilícito plantear quejas contra el camarada Reiss ex post facto. Ni siquiera volvería a tocar el problema si se tratara únicamente del camarada Reiss. Pero ahora su suerte está en juego. Estoy seguro de que otros agentes de Moscú pueden tomar el mismo camino y lo harán. Eso significa que se debe elaborar una política correcta para tales casos. Y eso no puede hacerse sin criticar los errores cometidos en el pasado.

Al camarada Reiss le faltaron consejos político-revolucionarios acertados. No dudé, ni dudo ahora, de que el camarada Sneevliet cumplió su deber personal para con el camarada Ignace y usted. Pero no sucede lo mismo con su evaluación política de la situación y con los métodos que empleó. Cuestiono lo siguiente: el 10 de julio el camarada Reiss acudió a Sn [Sneevliet] y sólo el 12 de octubre, vale decir, tres meses más tarde, recibí yo las primeras noticias concretas sobre el caso. Por cierto que el camarada Sn. debería haber comprendido oportunamente que yo, desde mi punto de vista “puramente ruso” y sobre la base de mi expe­riencia previa, hubiera podido evaluar la situación mejor que un europeo occidental. Asimismo, yo poseo contactos con la prensa mundial que no existen en Europa. Desde que me encuentro en México he tenido la oportunidad de difundir informaciones sumamente importantes a través de la prensa norteamericana y, por su intermedio, hacerla llegar a la prensa europea. Una carta tarda entre diez y catorce días en llegar a México. Ya en el mes de julio se hubiera podido iniciar una campaña en la prensa mundial que hubiera convertido al camarada Reiss en una personalidad política conocida mundialmente. Esa era la única manera de defenderlo eficazmente, y además por ese medio el caso hubiera tenido la necesaria repercusión política. El camarada Sn. escribe que el camarada Reiss quería, “en primer lugar”, enviar una carta a Moscú, esperar a que la misma llegara a destino y luego, sólo entonces, hacer una declaración pública. En si la declaración afirma que un tal “Ludwig”, a quien nadie conoce, ha roto con la Tercera Internacional y declara su adhesión a la Cuarta. Esa declaración era importante para la Cuarta Internacional, pero de ninguna manera podía contar con una repercusión digna de ese nombre. Posteriormente, fue hallado el cadáver de un desconocido en Laussanna. Hay muchos asesinatos en el mun­do, sobre todo en estos tiempos. Si, a continuación, uno trata de demostrar que el asesinato de ese desconocido fue un crimen cometido por la GPU contra un defector, eso tarda en llegar al público y, por otra parte, no puede suscitar el interés de la gran prensa burguesa.

 

¿Qué consejo le hubiera dado yo al camarada Reiss si se me hubiera informado oportunamente? Le hubiera dicho: usted y yo sabemos que la GPU hará todo lo posible por eliminarlo. La idea de dirigirse a sus ex colegas y a Moscú y sólo entonces revelar su verdadera identidad al público, es un desastre. Cada día que se pierde puede resultar fatal. Eso significa, en primer término, asegurar su existencia física. Naturalmente que la seguridad total no existe. Pero sólo se puede lograr una seguridad eficaz, aunque relativa, por medios políticos. En mi opinión, usted debe tomar dos medidas sin la menor demora: Primero, acudir al gobierno francés (creo que en este momento el francés es el más adecuado) y hacer la siguiente declaración, con copia personal a León Blum: “Mi verdadero nombre es tal y tal, el que figura en mi pasaporte es tal y tal otro. Hasta ahora fui agente secreto de Moscú; ahora rompo con Moscú y les revelo a ustedes mi verdadera identidad. De ahora en adelante sólo quiero vivir como individuo particular en Francia. Lo que me lleva a romper con Moscú son los crímenes del régimen de Stalin; estoy dispuesto a exponerlos públicamente. (Dicha carta debía mencionar el nombre y la dirección de un intermediario[2]. Al mismo tiempo, es necesario - este es el segundo paso- entregar la siguiente declaración política a la prensa mundial: “Yo, el abajo firmante, estuve durante diecisiete años al servicio de la GPU, de los cuales trabajé tantos en el terreno internacional. Creía sinceramente en mi causa. Los recientes procesos de Moscú me abrieron los ojos. Los procesos son fraudes criminales. Estoy dispuesto a reafirmarlo ante cualquier comisión internacional competente. Sé que la GPU pondrá en marcha todos sus efectivos para silenciarme. Pero este asunto trasciende cualquier consideración personal. Me coloco bajo la protección de la opinión pública del mundo entero.”

Este es el consejo que le hubiera dado al camarada Ignace si se me hubiera puesto en contacto con él oportunamente. Desde luego que el camarada Sn. y otros, incluido yo mismo, hubiéramos respondido por la seguridad del camarada Ignace ante la opinión pública. Solo después de tomar estas medidas habría podido dirigir cartas personales a sus ex colegas en caso de considerarlo necesario. Personalmente, creo que un llamado a la opinión pública del mundo entero hubiera impresionado mucho más a sus ex colegas que una carta puramente privada.

Tras el proceso de Tujachevski, la opinión pública empezó a interesarse enormemente por los sucesos de Moscú, sobre todo por los referidos a la GPU. En ese momento, las noticias concretas de Reiss hubieran podido difundirse a través de la prensa mundial con gran éxito; cualquier declaración suya hubiera aparecido en miles de periódicos. En tales condiciones, a la GPU le hubiera resultado sumamente difícil - por no decir imposible- asesinar a Reiss. Ya en mi primera carta mencioné los ejemplos de Bessedovski y Agabekov. Podría responderse que estos dos señores resultaron ser traidores, mientras que Reiss era un buen revolucionario. Sin embargo, esta objeción no hace al caso. Lo decisivo fue que Bessedovski y Agabekov provocaron una conmoción mundial. Por otra parte, ellos (a diferencia de Reiss) no tenían la menor necesidad de adherir públicamente y desde el principio a la Cuarta Internacional. Al principio sólo se trataba de obtener mayor libertad de acción, cosa que sólo se podía lograr saliendo del anonimato. Vea, también, el ejemplo de León Sedov. Si su nombre no fuera mundialmente conocido, la GPU lo hubiera liquidado hace tiempo. Repito que, naturalmente, la seguridad total no existe. Pero la forma como se procedió en el caso de Reiss debía conducir, casi inexorablemente, a la catástrofe. Gracias a su carta al personal de la GPU y a Moscú, Reiss se trasformó en un blanco fijo para la GPU. Al mismo tiempo, no se le creó la menor defensa internacional. Ahí quedó, aislado, impotente, desnudo ante las pistolas de los bandidos.

Nada de eso se puede rectificar. En lo que se refiere a su seguridad, sólo se puede remediar una parte de la negligencia. Pero es menester hacerlo. Ya he entregado informes bastante extensos sobre el incidente a la prensa mexicana y norteamericana hace dos semanas, al recibir un telegrama de Sn. donde él - desgraciadamente, con una demora de tres meses - reconoció la necesidad de actuar en forma conjunta. Adjunto los recortes de prensa que están en mi poder, entre ellos, el del New York Times, un gran periódico norteamericano. Todavía no he recibido la información prometida por usted y Sneevliet. Usted dice que no debo utilizarla hasta nuevo aviso. Por todo lo dicho usted comprenderá, querida camarada, que opino exactamente lo contrario. Cuanto más conocido sea su nombre, cuanto más decisiva y continuamente aparezca usted ante el público, más segura estará. Naturalmente, al mismo tiempo, no debe usted abandonar las precauciones técnicas. Sin embargo, sin una buena defensa política, las mejores medidas de clandestinidad resultarán ineficaces. Expreso aquí mi opinión en esta forma absolutamente franca y directa simplemente porque es demasiado lo que está en juego y cualquier intento por embellecer la situación sería un crimen.

Por favor, créame que estas líneas obedecen a un sentimiento de profunda simpatía por su suerte y la de su familia. Quedo totalmente a su disposición.

 

P.D. - Naturalmente, puede mostrarle esta carta al camarada Sneevliet. No podría agregar para él nada más por el momento.



[1] Carta a Elsa Reiss. Del archivo de James P. Cannon. Con autorización de la Library of Social History. Traducido del alemán [al inglés] para esta obra por Warren Dean. Elsa Reiss era Elizabeth Poretski, la esposa de Reiss.

[2] Es posible - inclusive seguro- que en un terreno puramente formal el camarada Reiss habría sido puesto bajo custodia. En las condiciones actuales, un par de meses en una prisión francesa... [La continuación de esta nota es ilegible.](L.T.)



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