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Boletín Nº 12 (julio/agosto 2009)

Reseña: Trotski y su tiempo (1879-1940)

Reseña: Trotski y su tiempo (1879-1940)

Antonio Liz: Trotski y su tiempo (1879-1940). Málaga, Sepha, 2007, 257 pp.

 

 

por Gabriel García Higueras

 

 

En la última década se ha inaugurado una nueva etapa en relación con la publicación en castellano de las obras de León Trotsky y sobre él. Después de dos décadas de escasa producción editorial en torno a la literatura marxista, ha resurgido el interés por publicar los clásicos del marxismo, entre los que ocupa un lugar señalado la obra de Trotsky. Desde la década del noventa han contribuido fundamental y eficazmente a esta publicación y difusión instituciones como el Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones (CEIP) “León Trotsky”, en Argentina, y la Fundación Federico Engels, en España. Es así como nuevas impresiones (que incluyeron, en algunos casos, la publicación de textos de Trotsky inéditos en español) comenzaron a circular en cuidadas ediciones de atractivo formato. 

En 2007, año en que se cumplió el nonagésimo aniversario de la Revolución de Octubre, fue publicada una compilación de los escritos de Trotsky en 1917 con el título de Escritos en la revolución, por el CEIP “León Trotsky”; también Historia de la Revolución Rusa, a cargo del sello editorial Veintisiete Letras, de Madrid. Por otra parte, se tradujo al español Trotskismos, de Daniel Bensaïd, en una edición de El Viejo Topo; y la conocida trilogía biográfica, de la pluma de Isaac Deutscher, tuvo en ese año una nueva edición en Santiago de Chile por parte de Lom Ediciones. A todo ello se adensa la publicación de la más reciente biografía de Trotsky, escrita por el historiador español Antonio Liz, que lleva por título: Trotski y su tiempo (1879-1940).
Precedentemente publicada en gallego en el año 2005, Trotski y su tiempo recorre las etapas de la vida del revolucionario ucraniano articuladas con su época histórica. Antonio Liz aborda a su sujeto desde la perspectiva del historiador y del militante. Su teoría explicativa es el marxismo. Por ello, debe subrayarse que este trabajo haya sido dedicado a la memoria de dos personalidades que enriquecieron el conocimiento histórico desde su doble condición de intelectuales y políticos marxistas: el francés Pierre Broué y el británico Ted Grant.

De entrada, Liz plantea en la introducción la pregunta: “¿Por qué hoy una biografía sobre Trotski?”. Y ofrece dos razones que se encuentran estrechamente relacionadas; la primera, de carácter intelectual: la exposición de una vida cuyo eje fue la lucha por la emancipación de la clase trabajadora; y la segunda, de propósito político: las enseñanzas políticas que su tiempo histórico, pleno de acaecimientos revolucionarios y vicisitudes históricas, nos haya de proporcionar. 

En conexión con el objeto de estudio, el autor plantea el problema de si es posible que el historiador lo conozca objetivamente; a lo que responde afirmativamente, si es que lo que pretende es “acercarse a la causalidad de los fenómenos sociales”. Tal objetividad no es equivalente a imparcialidad; de ahí que la elección de su sujeto no sea aséptica o neutral y responda a una motivación política. 

A partir de estas precisiones teóricas, Liz emprende el estudio de Trotsky.

La obra se sustenta en un amplio repertorio bibliográfico de publicaciones en español (no aparecen citados, salvo alguna excepción, títulos en otros idiomas). En el ámbito de la biografía, se asienta en dos obras imprescindibles, las escritas por Isaac Deutscher y Pierre Broué (de esta última se ha consultado la traducción italiana).

Trotski y su tiempo se estructura en cuatro capítulos que llevan títulos sugerentes: “El amanecer”, “La revolución traicionada”, “Luchando por el porvenir” y “El final del camino”. En cada unos de ellos, el autor expone los hechos de la vida de Trotsky, en torno de los cuales ofrece juicios y consideraciones históricas. 
 
El primer capítulo abarca desde los años formativos de Lev Davidovich Bronstein hasta que el revolucionario Trotsky, tras la insurrección de Octubre, se halla en el poder y organiza el Ejército Rojo. El segundo capítulo versa sobre las consecuencias de la NEP, las posiciones defendidas por Trotsky durante los debates surgidos en el Partido Bolchevique a comienzos de los años veinte, y el enfrentamiento entre la Oposición de Izquierda y el aparato del Partido. El tercer capítulo, titulado “Luchando por el porvenir”, expone el programa de la Nueva Oposición (liderada por Trotsky y Zinoviev) y la confrontación ideológica entre ésta y la dirección staliniana, ocupándose a continuación de la labor política de Trotsky durante su exilio. En el último capítulo, “El final del camino”, se narran los tres últimos años en la biografía del revolucionario transcurridos en México, etapa en la que fundara la IV Internacional. 

Al final del volumen se incluyen tres apéndices con información sobre los congresos del Partido Bolchevique, los congresos de la Internacional Comunista y una cronología de Trotsky.

Entre las principales aportaciones del trabajo que nos ocupa se encuentra la explicación del proceso revolucionario en España y las posturas divergentes que, en aquella coyuntura, manifestaron Trotsky, Andreu Nin y el POUM.

Liz afirma que la indecisión del Gobierno republicano y la carencia de un plan insurreccional por parte de las organizaciones de la clase obrera impidieron que ésta se enfrentara política y militarmente al sector alzado en armas en 1936. El caso de Barcelona (que el autor califica como “el Petrogrado de la Revolución española”) es emblemático, puesto que en la capital de Cataluña la clase obrera derrotó el alzamiento de los militares. Además, se compendian las victorias de la clase obrera en Madrid, el País Vasco, Valencia, Santander y Asturias.

En cuanto a la Revolución española, clarifica que el liderazgo político de la clase obrera no actuó adecuadamente ante los sucesos insurreccionales: “Las organizaciones proletarias fueron siempre a remolque de los acontecimientos. Fue al calor de los sucesos cuando la clase trabajadora creó los comités necesarios tanto para la continuación de la vida cotidiana como para enfrentar a los fascistas. Pero las direcciones de las organizaciones obreras no estuvieron a la altura de la coyuntura revolucionaria porque no fueron capaces de llevar a la clase trabajadora a la conquista del Estado socialista…” (p. 166). Al respecto, manifiesta también: “La carencia de la más mínima perspectiva revolucionaria, de no tener ni idea de qué hacer con el poder, de ser incapaces de construir un Estado obrero, posibilitó la supervivencia de unas estructuras políticas republicanas que fueran en todo impotentes para parar el Golpe de Estado de las reaccionarias clases dominantes españolas…” (pp. 166-167).

Sobre la creación del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), surgido en Barcelona en 1935 por la fusión del Bloque Obrero y Campesino (liderado por Joaquín Maurín) y la Izquierda Comunista (cuyo líder era Andreu Nin), sostiene Liz que fue un acierto por cuanto fue una organización que creció rápidamente y contaba con varias publicaciones periódicas. No obstante, considera que no estuvo a la altura de las circunstancias revolucionarias. En este punto, es donde sitúa las críticas de Trotsky al POUM. Evalúa que “Trotski empleó a veces un lenguaje innecesariamente descarnado, que hirió muchas honradas sensibilidades y que no ayudó a sumar adeptos” (p.174). Acerca de las críticas que Trotsky le formulara por su participación en la coalición del Frente Popular, le atribuye al dirigente ruso no haber dispuesto de la suficiente información sobre el verdadero proceder del POUM, ya que éste tuvo una posición crítica respecto al programa político del Frente Popular. El biógrafo español de Trotsky califica como un error en la actuación del POUM su ingreso al Gobierno pequeño burgués de la Generalitat, e indica que cuando, en mayo de 1937, se produjo el alzamiento del proletariado de Barcelona para frenar la contrarrevolución dirigida desde la Generalitat, el POUM no consiguió desempeñar un rol dirigente. 

Por otra parte, destacamos como acierto el haber dedicado un subcapítulo al método marxista, materia que no suele ser abordada en las biografías de Trotsky orientadas a la amplia difusión. En particular, el autor subraya la importancia y la utilidad social del materialismo histórico. 

Un aspecto que resalta a través de esta biografía es la adecuada selección de citas extraídas de las obras de Trotsky para dilucidar determinadas facetas de su pensamiento y praxis revolucionaria. De hecho, resultan muy esclarecedores los extractos incluidos en relación con sus lúcidos análisis y certeros pronósticos formulados sobre hechos y coyunturas de la política mundial que marcaron el siglo XX, tales como el ascenso al poder del nazismo, el carácter inevitable de una conflagración mundial por los antagonismos imperialistas y los pactos que precedieron la Segunda Guerra Mundial.
Como nota adicional, en el aspecto formal se emplea un sistema particular de referencias bibliográficas: al término de cada cita textual, se incluye un paréntesis que contiene un número de referencia y la ubicación de la página. Esta notación remite a la bibliografía de la obra, en donde cada título aparece numerado.
 
El objetivo trazado por Antonio Liz es cumplido a cabalidad: presentar con claridad quién fue Trotsky y cuál fue su papel histórico. A partir de las principales coordenadas y las tendencias generales de su época, inserta la actuación de Trotsky en la historia del siglo XX.

Se trata, en su conjunto, de una obra elaborada con rigor investigativo, y escrita con pasión política e intelectual. El lenguaje claro e intenso sirve a su propósito divulgador. A más de la claridad expositiva, su prosa correntía le imprime un ritmo ágil al discurso, consiguiendo que el interés del lector no decaiga: otra razón importante para recomendar la lectura de este valioso intento de aproximación a una de las vidas señeras de la historia política mundial.

Gabriel García Higueras