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Clásicos de León Trotsky online

XI. Cómo empezar

XI. Cómo empezar

 

 

Los problemas de la vida de la clase trabajadora, en especial los problemas de la vida familiar, han empezado a interesar, digamos más bien a preocupar, a los corresponsales de los diarios de la clase trabajadora. En gran medida este interés ha surgido inadvertidamente.

El aventajado corresponsal de los diarios de la clase trabajadora halló grandes dificultades en sus tentativas de describir la vida. ¿Cómo abordar el problema? ¿Cómo empezar? ¿Hacia dónde dirigir la atención? La dificultad no es de estilo literario —ése es un problema aparte— sino que surge del hecho de que el partido no ha considerado todavía específicamente los problemas relacionados con la vida cotidiana de las masas trabajadoras.

Nunca hemos abordado concretamente estas cuestiones como, en muchas oportunidades, hemos discutido en cambio cuestiones de salarios, índices, duración de la jornada de trabajo, la persecución policial, la construcción del Estado, la propiedad de la tierra, etc. Aún no hemos hecho nada semejante con respecto a la familia y a la vida privada del trabajador. Al mismo tiempo, este aspecto no carece de importancia y merece nuestra atención así sólo sea por el hecho de ocupar dos tercios de la vida, dieciséis de las veinticuatro horas del día. Ya advertimos en este terreno el peligro de una grosera, casi brutal tentativa de interferencia en la vida privada del individuo. En algunas ocasiones, por fortuna no muchas, los corresponsales de los trabajadores tratan las cuestiones de la vida familiar como las de la producción fabril; así, por ejemplo, cuando escriben sobre la vida de esta o aquella familia, cada miembro de la misma es llamado por su nombre. Este hábito es erróneo, peligroso e inexcusable. Un director desempeña una función pública. Lo mismo ocurre con un miembro del comité de trabajadores. Los que tienen este tipo de oficio están continuamente expuestos a la vista del público, y son objeto de libre crítica. Con respecto a la vida familiar, la situación es muy diferente.

Por supuesto, la familia también llena una función pública. Conserva la población y en parte educa a la nueva generación.

Visto desde este ángulo, el Estado de los trabajadores tiene todo el derecho de tomar las riendas del control y la regulación de la vida familiar en cuestiones relacionadas con la higiene y la educación. Pero el Estado debe llevar a cabo con gran precaución sus incursiones en la vida familiar; debe hacerlo con gran tacto y moderación; su intervención debe tener como único fin acordar a la familia condiciones de vida más normales y dignas; debe garantizar las necesidades sanitarias y otros intereses de los trabajadores, creando de este modo las bases para generaciones futuras más sanas y felices.

Al igual que para la prensa, su incursión casual y arbitraria en la vida familiar, cuando la misma familia no manifiesta ningún interés, resulta absolutamente intolerable.

La inoportuna y grosera incursión por parte de la prensa en la vida privada de las personas conectadas por lazos familiares, que no tiene una adecuada explicación, sólo puede aumentar el grado de desconcierto general y provocar grandes daños. Por otra parte, como una información de ese tipo está prácticamente fuera de todo control, debido al carácter extremadamente privado de la vida familiar, el tratamiento periodístico de esos temas puede convertirse, en manos inescrupulosas, en un instrumento para ventilar asuntos privados, ridiculizar, extorsionar o realizar cualquier tipo de venganza personal.

En algunos de los artículos recientemente publicados sobre cuestiones de la vida familiar, se me ha cruzado la idea, a menudo reiterada, de que no sólo las actividades públicas sino también la vida privada de sus miembros es importante para el partido.

Éste es un hecho indiscutible. Más que nada si se tiene en cuenta que las condiciones de la vida privada se reflejan en las actividades públicas del hombre. El problema consiste en saber cómo influir en la vida del individuo. Si las condiciones materiales, el grado de cultura, la situación internacional obstaculizan e impiden la introducción de una trasformación radical de la vida, entonces la revelación pública de las familias en cuestión, los padres, maridos y esposas, etc., no tendrá ningún efecto práctico, y amenazará con sumergir al partido en la hipocresía, enfermedad peligrosa y que tiende a propagarse. Como el tifus, la hipocresía manifiesta diferentes modalidades. Algunas veces la hipocresía brota de las causas más nobles y de una sincera aunque equivocada atención a los fines del partido; fines, sin embargo, que muy frecuentemente son utilizados como pantalla de otros de mayor peso: intereses de grupo, de departamento o personales. Despertar mediante exhortaciones el interés público por los problemas de la vida familiar envenenará sin duda el movimiento con el nocivo veneno de la hipocresía.

Una cuidadosa investigación de nuestra parte en el dominio de las costumbres de la vida familiar ha de tener por finalidad ampliar los conocimientos del partido en este terreno.

Psicológicamente debe mejorar al individuo, y favorecer una nueva orientación de las instituciones estatales, gremios y unidades cooperativas. Bajo ninguna condición ha de incitar a la hipocresía.

¿Cómo bajo tales circunstancias poner a la luz las cuestiones de la vida familiar? ¿Cómo empezar?

Hay dos caminos fundamentales. El primero, por medio de artículos y anécdotas populares. Todo trabajador juicioso y maduro conserva en su memoria una suma de impresiones de la vida familiar. Éstas son refrescadas por las observaciones realizadas a diario. Con este material como base podemos redactar y publicar artículos concernientes a la vida familiar como un todo, así como a sus trasformaciones, o a algunos aspectos particulares de la misma, y presentar los ejemplos más contundentes sin mencionar por su nombre ni una sola familia o persona. Cuando sea preciso mencionar nombres de familias o lugares, ellos habrán de ser ficticios, de manera que ningún particular pueda ser asociado a los mismos. Conforme a este modelo, han aparecido recientemente en Pravda y en publicaciones provinciales muchos artículos de gran valor e interés. El segundo método consiste en tomar a una familia real, ahora por su nombre, conforme a la figura que representa en la opinión pública.

Las catástrofes que ocurren en una familia son las causas que llevan a ésta a la esfera de la opinión y juicio público, tales son por ejemplo, los asesinatos, suicidios, casos legales como resultado de los celos, la crueldad, el despotismo de los padres, etc.

Así como los estratos de una montaña son mejor percibidos en un desprendimiento, las catástrofes familiares ponen también en gran relieve las características comunes a miles de familias que han logrado escapar a ellas. Ya hemos mencionado al pasar que nuestra prensa no tiene derecho alguno de ignorar los acontecimientos que agitan precisamente a nuestra colmena humana. Cuando una esposa abandonada apela a la corte para compeler a su marido a contribuir al mantenimiento de los hijos; cuando una mujer busca protección pública a raíz de la crueldad y violencia de su marido; cuando el mal trato de los padres hacia los hijos pasa a ser asunto de consideración pública, o, viceversa, cuando los afligidos padres se quejan de la crueldad de sus hijos, la prensa no sólo tiene el derecho sino también el deber de ocuparse del asunto y arrojar luz sobre tales situaciones, en tanto la corte u otras instituciones públicas no les consagran la suficiente atención. Los hechos que han salido a la luz como resultado de un procedimiento judicial no han sido aprovechados lo suficiente para abordar los problemas de la vida. Sin embargo, ellos merecen un lugar especial.

En un período de trastorno y reconstrucción de las relaciones personales de la vida cotidiana, el tribunal soviético debe convertirse en un importante factor en la organización de las nuevas formas de vida, así como en la evolución de los nuevos conceptos de lo justo y lo injusto, de la verdad y el error. La prensa debe continuar la acción de la corte, esclarecer y completar su trabajo, y, en cierto sentido conducirla.

Ésta proporciona un gran campo para las actividades educativas. Nuestros mejores periodistas deben preparar y divulgar una especie de folleto con material informativo sobre los procedimientos judiciales.

Por supuesto los métodos usuales patentados por los periodistas quedan descartados en este caso. Necesitamos imaginación y necesitamos conciencia. Un enfoque comunista, por ejemplo, un enfoque público, amplio y revolucionario de los problemas de la familia, en ningún sentido excluye la psicología y la consideración del individuo y su mundo interior.

Citaré aquí un pequeño ejemplo de las provincias que recientemente acaba de llegar a mi conocimiento. En Piatigorsk, una muchacha de diecisiete años se pegó un tiro porque su madre le negó su consentimiento para casarse con un comandante del ejército rojo.

Al comentar el suceso, el periódico local, Terek, termina inesperadamente su nota reprochando al comandante del ejército rojo que estuviese dispuesto a unirse a la hija de una familia tan reaccionaria. Decidí escribir una carta al editor, expresándole mi indignación, y no en defensa del comandante, a quien yo no conocía, sino para exigirle una correcta exposición del caso. Sin embargo no tuve necesidad de enviar la carta, ya que dos o tres días más tarde apareció en el mismo periódico otro artículo sobre el tema que trataba el caso con mayor precisión. Las nuevas relaciones de la vida cotidiana deben ser construidas con el material humano que tenemos a nuestra disposición; el comandante del ejército rojo no está excluido de ese material; los padres, como es natural, tienen derecho a interesarse por el destino de sus hijos e influir sobre el mismo con su experiencia y consejo, pero los jóvenes no tienen ninguna obligación de someterse a la voluntad paterna, particularmente en la elección de sus amigos o de su cónyuge; el despotismo de los padres no debe ser combatido mediante el suicidio, sino por la reunión de los jóvenes para una acción vigorosa, por la tolerancia mutua, etc.

Todo esto es muy elemental pero absolutamente cierto. No cabe duda de que un artículo de este tipo acerca del acerbo suceso que sacudió a la pequeña ciudad, contribuyó a estimular en más alto grado el pensamiento y la sensibilidad del lector, especialmente del joven lector, que las irritadas expresiones acerca de los elementos pequeñoburgueses, etcétera.

Los camaradas que sostienen que “arrojar luz” sobre las cuestiones de la vida familiar carece de importancia como “todos” sabemos, y creen que desde mucho tiempo atrás tienen el problema resuelto, se engañan en forma espantosa. Simplemente olvidan que en el aspecto político tenemos una buena proporción de terreno cultivado. Si la vieja generación, que es cada vez más reducida, aprendió el comunismo en los acontecimientos que caracterizaron la lucha de clases, la de hoy en cambio está destinada a aprenderlo y desarrollarlo en los factores de construcción de la vida cotidiana. En principio, las fórmulas de nuestro programa son correctas. Nos toca a nosotros ponerlas continuamente a prueba, renovarlas, llevarlas al plano de la experiencia práctica, y extenderlas a una esfera más amplia.

El establecimiento de las nuevas bases para la renovación de las costumbres llevará mucho tiempo y requerirá mayor concreción y especialización. Así como tenemos nuestros agitadores de las masas, nuestros agitadores de las industrias, nuestros propagandistas antirreligiosos, debemos formar a nuestros propagandistas y agitadores en cuestiones de costumbres. Como las mujeres son las más desposeídas debido a sus presentes limitaciones, y la costumbre gravita con más peso sobre sus hombros, podemos presumir que en este aspecto los mejores agitadores saldrán de sus filas. Necesitamos gente entusiasta, fanáticos, individuos de horizontes suficientemente amplios, que sabrán cómo habérselas con la tenacidad de la costumbre, que traerán consigo consideraciones originales de cada particularidad, de cada detalle y pequeñez concernientes a las trabas que impone la costumbre familiar y que suelen resultar imperceptibles a simple vista. Por cierto esa gente ha de llegar, ya que las necesidades y problemas del presente son de naturaleza incendiaria. Esto no significa que inmediatamente logremos mover montañas. No; no nos es posible escapar a las condiciones materiales. Sin embargo, todo ello puede alcanzarse dentro de las actuales condiciones, se logrará cuando rompamos la cárcel de silencio en que se hallan prisioneras nuestras costumbres actuales.

Es preciso acelerar la formación de los agitadores que actuarán en contra de la costumbre y facilitarles al mismo tiempo su tarea. Es urgente la fundación de una biblioteca donde se reunirá todo lo que se encuentre a mano vinculado con la vida cotidiana —los trabajos clásicos sobre la evolución de la familia y escritos populares sobre la historia de los usos y costumbres — y llevar a cabo una investigación en los diferentes aspectos de la vida diaria. También tendremos que traducir todo elemento valioso que sobre el tema haya aparecido en idiomas extranjeros durante los últimos años. Más tarde, podremos dedicar y desarrollar secciones al respecto en nuestros periódicos. ¿Quién sabe? Acaso en uno o dos años nos sea posible organizar un curso de lecturas sobre estas cuestiones.

Pero todo esto concierne sólo a la educación, propaganda, prensa y literatura. ¿Cuáles serían, pues, nuestras obligaciones en el terreno práctico? Algunos camaradas exigen la inmediata creación de una liga para la inauguración de las nuevas formas de vida. La idea me parece prematura. El suelo no está lo suficientemente preparado, las condiciones generales aún no son del todo propicias. Hablando en términos generales, la creación de tal instrumento organizativo se hará indispensable de un momento a otro. No podemos darnos el lujo de esperar que todo nos venga de arriba como producto de una iniciativa del gobierno. La nueva estructura institucional debe imponerse simultáneamente en todos los ámbitos. El Estado proletario es la estructura material, no la estructura misma. La importancia de tener un gobierno revolucionario en un período de transición es inconmensurable; hasta los sectores más avanzados del anarquismo revolucionario han empezado a comprenderlo, gracias a nuestra experiencia. Pero esto no significa que toda la tarea de reconstrucción deba estar a cargo del Estado. El fetichismo estatal, aun cuando se trate de un Estado proletario, no nos trasforma en marxistas.

Incluso en lo concerniente a los armamentos, dominio que compete más específicamente al Estado, debimos recurrir (y con gran éxito) a la iniciativa voluntaria de los trabajadores y campesinos. La tarea preliminar en el desarrollo de la aviación fue también realizada sobre esas bases. No cabe duda de que la Sociedad de Amigos de la Flota Aérea tiene un gran futuro por delante. Los grupos y asociaciones voluntarios de carácter local o federal, en el dominio de la industria, la economía nacional y particularmente en lo referido a las costumbres, están destinados a desempeñar un papel de suma importancia.

Ya hoy se perfila una notoria tendencia hacia una libre cooperación de parte de los jefes rojos, periodistas, escritores, proletarios y campesinos, etc. Recientemente se ha creado una liga que tiene por fin un estudio exhaustivo de la Unión Soviética y el ulterior motivo de influir sobre lo que se ha dado en llamar el carácter nacional. Se ha pensado, por ejemplo, que tarde o temprano —más bien temprano que tarde— el Instituto de Cinematografía Estatal será apoyado por una “Sociedad de amigos del cine rojo” fundada últimamente y destinada a trasformarse en una poderosa institución revolucionaria.

Asociaciones voluntarias de ese tipo sólo pueden ser bien recibidas. Marcan el despertar de las actividades públicas de diferentes sectores de la comunidad. Por supuesto, la estructura socialista es, sobre todo, una estructura acorde con un plan.

No se trata de un plan a priori que puede verlo y abarcarlo todo, un plan preconcebido y con todos los detalles resueltos antes del comienzo de las operaciones; sino de un plan que, si bien está pensado en sus elementos esenciales, es verificado y mejorado en su funcionamiento, y se va haciendo más vital y concreto a medida que la iniciativa general va evolucionando y creciendo en perspectivas. En toda la extensión del plan estatal se abre un vasto campo de actividades para asociaciones voluntarias y unidades cooperativas. Entre los muchos millones de habitantes que constituyen nuestra población hay incontables intereses, fuerzas y energías, una centésima parte de los cuales no puede ser utilizada por el Estado, pero que, en cuanto se pueda hallar la fórmula necesaria para organizar sus habilidades, podrán ser utilizados para realizar un trabajo excelente, hombro a hombro con el Estado. Una genuina primacía de la creatividad en la acción organizadora, especialmente en nuestro “período cultural”, debe apuntar a descubrir adecuados caminos para la utilización de las energías constructivas de las personas, grupos particulares y unidades cooperativas, y debe fundarse en el notorio incremento de las actividades independientes de las masas. Muchas de estas asociaciones voluntarias se destruirán o se trasformarán, pero en general su número crecerá a medida que nuestra labor se expanda y profundice.

Entre ellas, la liga para la inauguración de las nuevas formas de vida, trabajando en colaboración con el Estado, los sóviets locales, los gremios y sobre todo con las unidades cooperativas, ocupará por cierto el primer lugar. Sin embargo, en este momento, la creación de dicha organización central es todavía prematura.

Resulta más electivo constituir en las fábricas agrupaciones locales para el estudio de cuestiones vinculadas con la vida de la clase trabajadora, de manera que las actividades de estos grupos tengan un carácter totalmente voluntario.

Es preciso que prestemos mayor atención a los hechos de la vida cotidiana. Sería conveniente que, allí donde las condiciones materiales o espirituales ayuden a su éxito, se realicen ensayos experimentales. La extensión de los límites de un edificio de departamentos, de un grupo de viviendas, de un distrito, todo ello favorecerá el progreso práctico. Las asociaciones iniciales tendrán un carácter local. Deben darse a sí mismas tareas definidas, tales como el establecimiento para grupos de viviendas, de guarderías, comedores públicos, lavanderías, etc.

El mejoramiento de las condiciones materiales y una mayor experiencia permitirán un campo de actividades más amplio.

Para resumir, diremos que lo que en este momento necesitamos es competencia, iniciativa y eficacia.

La primera tarea, la más profunda y urgente, es la de romper el silencio que rodea a los problemas de la vida cotidiana.