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Trotsky: un cuento de Vladimir Putin con el glamour de Netflix

Trotsky: un cuento de Vladimir Putin con el glamour de Netflix

La serie Trotsky, de reciente aparición en Netflix, ya generó mucha polémica en diarios y redes sociales. Un gran esfuerzo del presidente ruso Putin y de la gran corporación Netflix para denostar la figura del revolucionario ruso y de la primera revolución obrera triunfante.

Por Federico Puy

Se han publicado varias artículos y críticas a la serie Trotsky producida por TV Channel One de la Federación Rusa (la “corpo” de Vladimir Putin) ahora subida en la plataforma de la Netflix. Una de ellas, aparecida en el reconocido periódico británico The Guardian, finaliza con una contradictoria pregunta del historiador ruso Boris Kolonitsky, quien dice que la imagen negativa que construye podría tener el efecto contrario al que pretendían los cineastas entre ciertos segmentos de jóvenes espectadores: "La imagen de un revolucionario fuerte y sexualmente agresivo podría ser muy atractiva para los jóvenes. Hay solo una corta distancia desde la demonización hasta la sacralización". ¿Será esto cierto?

No cabe duda del ataque que realiza Putin con esta serie a Lenin y Trotsky, que fueron los grandes dirigentes de la Revolución rusa. El reconocido intelectual Enrique Espinoza dijo que desde las vísperas de la Revolución de Octubre, el nombre de Trotsky se hallaba unido históricamente al de Lenin, en forma irrevocable y definitiva. O el mismo periodista John Reed, en su histórico y clásico libro Diez días que conmovieron al mundo, de entrada relata cómo “…únicamente Lenin y Trotsky defendían la insurrección, seguros de poder mantenerse en el gobierno”. Reed los declara a ambos como “indispensables”.

León Trotsky ¿¡ha vuelto!?

León Davidovich Bronstein nació en Ucrania, en 1879, y fue junto a Lenin, uno de los máximos dirigentes de la revolución proletaria más importante del siglo XX hasta nuestros días: la Revolución rusa de octubre de 1917. Su rápido aprendizaje de los fundamentos del marxismo, su visión internacionalista y su papel dirigente en los inicios de la revolución rusa en 1905 como presidente del soviet de Petrogrado lo convirtieron, ya en su juventud, en uno de los más importantes teóricos del siglo XX, especialmente con relación a la teoría de la revolución en la época imperialista: su teoría de la revolución permanente.

Se destacó como revolucionario en todas las tareas que asumió en la Rusia de los soviets: como militar, construyendo el Ejército Rojo que derrotó a los 14 ejércitos imperialistas que intentaron impedir la consolidación del Estado obrero revolucionario. Pero también realizó importantes aportes en el terreno político, así como en el campo económico. Como periodista e historiador, fue reconocido –incluso por sus enemigos– como uno de los más grandes escritores políticos del siglo. También se destacaron sus aportes en el terreno del arte y la cultura. Sin embargo, como él reconociera pocos años antes de su asesinato a manos de un agente stalinista en agosto de 1940, su tarea más indispensable fue la construcción primero de la Oposición de Izquierda Internacional y luego, y particularmente, de la IV Internacional, junto a una importante camada de dirigentes bolcheviques, para combatir desde sus comienzos a la burocratización y degeneración del Estado obrero soviético (la que Lenin solo había visto en sus inicios antes de su muerte) y dotar a las nuevas generaciones de una herramienta para triunfar sobre el capitalismo y sus agentes contrarrevolucionarios.

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De entre las múltiples tergiversaciones históricas del guión, nos detendremos en tres ejemplos de lo que la serie inventa, aún cuando se pretende basada en hechos reales, y de lo que significativamente omite.

La persecución stalinista

Trotsky tuvo dos hijas en su exilio siberiano con su primera compañera, Aleksandra Sokolóvskaya. El 5 de enero de 1933 se suicidó la primera hija de León Trotsky, Zina, y ya en 1928 había perdido a su segunda hija, Nina, también por el ensañamiento del stalinismo con su familia. Con Natalia Sedova, quien lo acompaño el resto de su vida, tuvo dos hijos varones, León Sedov y Serguei, asesinados entre 1937 y 1938: Sedov en Europa, donde organizaba a la Oposición, y Sergei en un campo de trabajos forzados donde lo habían recluido. Stalin asesinó a la mayoría de la familia de Trotsky que quedaron residiendo en Rusia (aconsejamos al lector el árbol genealógico publicado en Mi vida, publicado por Ediciones CEIP-Museo Casa León Trotsky en 2012).

Pero la serie, en vez de retratar los crímenes de Stalin, muestra a través de la vida de los hijos de Trotsky, especialmente la relación con Sedov, al personaje principal de esta serie como alguien totalmente despiadado que le interesa poco y nada la vida de sus hijos.

Pero muy lejos de esto estuvo el gran revolucionario ruso. Basta ver el mensaje apasionante dirigido a los jóvenes revolucionarios de todos los países que Trotsky escribe desde Coyoacán, México, unos días después de que se enterara de que Sedov fuera asesinado: “León Sedov: hijo, amigo, luchador”.

Además, convierte a estos pensamientos en política y programa. En el propio texto programático de fundación de la IV Internacional, “El Programa de Transición”, Trotsky pone el ojo de la tormenta en el arribismo político en la Internacional Comunista de Stalin, y hace un gran llamado a la juventud:

El movimiento se renueva con la juventud, libre de toda responsabilidad del pasado. La IV Internacional presta una atención y un interés particularísimo a la joven generación del proletariado. Toda su política se esfuerza por inspirar a la juventud confianza en sus propias fuerzas y en su porvenir. Solo el entusiasmo fresco y el espíritu beligerante de la juventud pueden asegurar los primeros triunfos de la lucha y solo estos devolverán al camino revolucionario a los mejores elementos de la vieja generación. Siempre fue así y siempre será así.

• Si en realidad queremos transformar la vida, tenemos que aprender a mirarla a través de los ojos de las mujeres…

León Trotsky decía que “toda crisis revolucionaria se caracteriza por el despertar de las mejores cualidades de la mujer de la clase trabajadora: la pasión, el heroísmo, la devoción”, y que, entonces, cuando avanza la crisis, la influencia que tienen las ideas más retrógradas son barridas de un plumazo por su propia “lucha revolucionaria por la emancipación de la humanidad y, por consecuencia, en primer lugar, de la obrera”.

No sería muy conveniente para la serie mostrar que el 8 de marzo (23 de febrero según el viejo calendario) de 1917, mientras se conmemoraba el día internacional de las mujeres, se dio inicio con la importante huelga de los obreros de Putilov. Treinta mil obreros se escabulleron en las filas de mujeres que reclamaban por el pan y las obreras textiles se sumaron a la huelga. Así se iniciaba la revolución de febrero de 1917 en donde noventa mil obreros y obreras marcaron el grito de ¡abajo la autocracia! ¡Abajo la guerra! ¡Queremos el pan! Las mujeres durante el período de febrero a octubre (período presente en la serie) cumplieron un rol de suma importancia para la preparación de la toma del poder de octubre. Este fue el período en que el partido bolchevique volvió a la clandestinidad y fueron las mujeres las que organizaban el partido y sorteaban la represión. También fueron organizadoras de masas, como Anna Litveiko y Anna Boldyreva, elegidas representantes del Soviet de San Petersburgo, en roles de suma importancia. El rol de las mujeres en la Revolución rusa no fue solamente el detonante, sino también el motor que hizo avanzar la revolución.

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Pero para la serie, los hombres son unos demonios (en especial Trotsky) y las mujeres un simple objeto. Desde el nefasto rol que le asignan a su primera compañera Aleksandra (una gran revolucionaria), que en vez de organizar la fuga de Trotsky de Siberia le “reclama” su huida; pasando por Natalia, que parece ser solo la secretaria de León en vez de una gran revolucionaria; o en la escena de su prematuro encuentro en el tren blindado con Larissa Reissner, que está más cerca de una “femme fatal” y quedó muy lejos de ser a quien Trotsky calificó de “una escritora de primer orden”. Cabe recordar el importante rol de Larisa en la Revolución rusa una importante escritora de literatura y de crónicas periodísticas, bélicas y revolucionarias. Larissa participó en la preservación de monumentos artísticos en el Smolni, luego de la Revolución de Octubre, y unos meses después se convirtió en una política militar en el Comisariado de la Armada de Moscú. También participó en la Revolución alemana de 1923. Desde muy joven fue una revolucionaria; luchó, amó, escribió y se convirtió en una de las indispensables de la Revolución rusa.

• Stalin, Mercader y un final de “película”

La disputa política con Stalin por la dirección y las políticas del Partido Bolchevique también dejan su olor a contrarrevolución en la serie. El equipo político de Lenin con Stalin (antes que con Trotsky, a quien solo al final de la serie llega a pensar a León como el “sucesor” de la dirección del partido), y la pelea de “egos” entre Trotsky y Stalin, dan lugar a la propaganda capitalista de que el “mal de los bolcheviques” se engendró desde la concepción misma del partido y la revolución, como el huevo de la serpiente.

Una inexistente relación entre el asesino estalinista Mercader, presentado como un crítico honesto, y un falso desenlace del asesinato de Trotsky, dejan en claro que el objetivo de la serie es la desmoralización y el derrotero de la primera revolución obrera del mundo. Parecería que todos los crímenes de Stalin, en verdad, son de Trotsky. O que, más banalmente, se explican por chismes: la secretaria de Lenin habría deschavado la opinión de Lenin sobre Stalin causando de alguna manera su muerte. El final, para no espolear (aunque muchos ya se lo imaginarán), queda para el olvido.

De los creadores de la ex KGB de Putin…

La serie es dirigida por Alexander Kott y Konstantin Starsy. Fue producida en el año 2017 y estrenada en el canal de TV Channel One de la Federación Rusa en noviembre del mismo año. Cuenta con ocho capítulos sobre la vida del revolucionario ruso, que van y vienen, desde la preparación y los acontecimientos de la Revolución de 1917 (hasta la muerte de Lenin), y su última estadía como exiliado y deportado de la URSS en México.

Para tener una mejor visión de la serie, no podemos dejar de recordar que Vladimir Putin fue un ex agente de la KGB, quien desempeño tareas como agente exterior en Dresde (Alemania Oriental), y que luego de la caída del muro de Berlín y de la URSS fue elegido en 1998 director del FSB –Servicio Federal de Seguridad que sustituyó al KGB– y un año después fue nombrado primer ministro por el presidente Boris Yeltsin.

Pero es la gran compañía yankee de Netflix, donde es más fácil encontrar series sobre el fin del mundo e invasiones de zombis, quien compra la serie y la reproduce. ¿Qué podrían tener en común en este punto los intereses políticos de Putin y Netflix? Una respuesta posible es la parte mercantil, “lo que vende”. Sexo, política y revolución (con los consagrados trajes de cuero hasta el cuello) más un tren rojo que impresiona, da en la tecla de los algoritmos de Netflix. Pero también muestra que “revolución” es una palabra maldita para muchos sectores políticos dominantes y hay que atacarla.

En un principio, y hacia la conmemoración de los 100 años de la Revolución rusa, la intención del gobierno de Putin parece haber sido la de mostrar la política del gobierno revolucionario soviético dejando una intriga: ¿el régimen comunista hubiera sido el mismo con o sin Trotsky, Lenin o Stalin? Para ello, la serie se concentra en León Trotsky por un lado –como un sanguinario, ambicioso, egoísta, competidor con Lenin– y por otro a un Lenin ridículo, un individualista y rosquero en el partido (un político de sillón) y hasta “miedoso” en los momentos álgidos de la revolución, pasando por un rol de Stalin “secundario” y compañero de Lenin, cuando es quien luego de la muerte de Lenin queda al mando de la URSS con las posteriores matanzas de bolcheviques, trabajadores y campesinos. Putin (un Bonaparte al estilo de Trump o Bolsonaro) quiere mostrar la serie como la tragedia sangrienta que engendró la Revolución de Octubre. Una gran operación de la gran empresa de Putin que aprovecha Netflix para enterrar el pasado como una “era de violencia” en vez de la “era de las revoluciones”.

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Las declaraciones de los productores van en el mismo sentido: "Cuando estábamos trabajando en el guión, leí tanta información desagradable sobre Trotsky que quise ducharme después", dijo Alexander Tsekalo, coproductor del programa. No sabemos cuál es la información que consultó, seguramente no la de historiadores serios. Si fue la información producida en la era estalinista en la URSS con todas sus falsificaciones, o la de los historiadores británicos como Service, evidentemente iba a obtener una información desagradable. "Los descendientes de Trotsky hoy son terroristas, extremistas y antiglobalistas"; “Creo que combina todo: el bien y el mal, la injusticia y la valentía. Es el revolucionario arquetípico del siglo XX. Pero la gente no debería pensar que si Trotsky hubiera ganado y no Stalin, las cosas hubieran sido mejores, porque no lo hubieran sido". Una visión de la historia como refleja toda la serie, a través de las “miserias” de los individuos y no de la lucha de clases.

La serie de Trotsky, cuando el descontento recorre el mundo

No es casual que una serie de esta envergadura, que se dice “basada en hechos reales”, aparezca con fuerza en medio de una profunda inestabilidad de la situación internacional: desaceleración económica mundial para el próximo período y tendencias a las crisis orgánicas en distintos países del mundo. Combinado con una importante crisis de la ideología dominante, que dio lugar a importantes fenómenos políticos, entre los más recientes, como las irrupciones de la lucha de clases en Francia con los “chalecos amarillos”, la huelga docente en Los Ángeles (EE. UU.) y la importante huelga de las maquilas en México; y también, crisis de importancia internacional como las disputas alrededor del “Brexit” y las guerras comerciales entre Estados Unidos y China. Hoy también acudimos a un intento de golpe por parte de los Estados Unidos en Venezuela. Las ideas de la revolución y la lucha contra el imperialismo, se hacen necesarias y se reactualizan.

El problema con el nombre de Trotsky es que intrínsecamente está asociado a la idea y práctica de la revolución, de liberación de las cadenas de los explotados y oprimidos del mundo. Pero sin caer en una visión naif de la revolución o pacifista, o una visión idealista de los grandes revolucionarios como Lenin y Trotsky, el objetivo general de la serie es presentar al revolucionario ruso como un gran dictador personalista y sangriento, a escalas totalmente inhumanas, como un gran dirigente de matanzas generalizadas por mero interés personal. Mostrado como un demagogo (que regala sus decenas de relojes a las masas), la idea general y el objetivo de la serie es enterrar la idea de revolución. Aunque, contradictoriamente, tengan que hablar de ella.

En un mundo convulsionado, dar a conocer el legado de León Trotsky entre las nuevas generaciones es tarea de los revolucionarios. Como derecho a réplica y para poner a Trotsky en primer lugar, dejamos el cortometraje Mi nombre es Trotsky donde, en el México de 1937, León Trotsky se somete al interrogatorio llevado a cabo por la Comisión Dewey. La comisión es un contraproceso que el revolucionario en el exilio organiza para refutar y desmentir todas las acusaciones fabricadas por Stalin. Las escenas de la Comisión Dewey están basadas en el libro El caso León Trotsky [1], que es la versión taquigráfica de la Comisión Preliminar de Investigación sobre los Cargos Hechos Contra León Trotsky en los Procesos de Moscú. ¿La querrá publicar Netflix?

Para ver Mi nombre es Trotsky

Para una visión de la Revolución rusa: Ellos se atrevieron

Para materiales sobre la historia de Trotsky y el trotskismo: CEIP León Trotsky



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