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Boletín Anual (2008)

Sobre la Oposición de Leningrado

Sobre la Oposición de Leningrado

 

León Trotsky

22 de diciembre de 1925

 

Extraido de León Trotsky, the Challenge of The Left Opposition (1923-1925), Pathfinder, New York, 1988 (Tercera edición) y traducido especialmente para esta edición por Analí Trevín. 

 

 

Pravda y los voceros de la mayoría en el congreso caracterizan a la Oposición de Leningrado como la continuación y el desarrollo de la Oposición de 1923-24. Debemos admitir francamente que esta ecuación no sólo consiste en un dispositivo de polémica sino que también contiene un elemento de verdad. Sólo hace falta especificar correctamente cuál es aquel elemento.

El tema central de la Oposición de Leningrado es el de culpar a la política oficial del partido, o su manifestación de derecha, por el hecho de que el campesinado comience a empujar al proletariado hacia un segundo plano, y por el hecho de que dentro de las filas del campesinado, el kulak esté desplazando al campesino mediano mientras que el campesino mediano está desplazando al campesino pobre.

En este momento no pueden caber dudas de que la llamada desviación pro-kulak ha recibido un impulso muy considerable desde el XII y en particular el XIII Congreso. La línea principal seguida en la lucha contra el trotskismo ha sido la acusación de la subestimación del campesinado. ¿En qué se basaba esta acusación? En el hecho de que la Oposición considera a la industria y su desarrollo como asuntos de máxima importancia y exigen que se acelere el ritmo del desarrollo industrial, es decir, exigen la re-asignación correspondiente del capital industrial, la introducción del principio de planificación en la industria, etc. Esta posición fue declarada como revisionismo del leninismo, y se proclamó que los elementos principales de este último eran la smychka, la alianza de los trabajadores con los campesinos, etc. Entre la generación más vieja, que no había olvidado la experiencia de las últimas décadas, estas fórmulas simplificadas llegaron por lo menos luego de la experiencia acumulada en la lucha contra el movimiento de los narodniki y por una política de clase proletaria. Pero en cuanto a las amplias capas de la juventud – que no han sido templadas en la lucha de clases – a sus ojos, la reciente discusión, dejando de lado todas sus intrincaciones y distorsiones, aparece del siguiente modo: por un lado, el reconocimiento de la “dictadura de la industria” y el desarrollo continuo de la revolución internacional; por el otro lado, la smychka con el campesinado, la alianza con el campesino mediano, las cooperativas como curso alternativo para el desarrollo, etc.

En esencia, la generación joven que no ha sido templada en la lucha de clases ha sido moldeada sobre la base de esta polémica. Se puede decir con seguridad que por medio de tal proceso, se ha creado una base amplia y fértil para el desarrollo de una desviación campesina. Que toda la vida pública del país, dado el retraso en la revolución mundial y el rezago en el desarrollo industrial, ha creado condiciones previas favorables para esta desviación – de esto no puede caber la menor duda. Por ende, bajo la bandera de la lucha contra la Oposición, tomaban cuerpo elementos de un movimiento soviético narodniki, especialmente entre la generación más joven del partido y en la Juventud Comunista. Este movimiento elemental sólo tuvo que esperar su expresión teórica oficial. La escuela de Bujarin, aunque de modo muy tímido y débil, la suministró.

No es para nada accidental que la organización de Leningrado resultara ser la más sensible a las voces de alerta, del mismo modo en que no fue ningún accidente que los dirigentes de aquella oposición fueran obligados, en la lucha por la auto-preservación, a adaptarse a la sensibilidad de clase del proletariado de Leningrado. El resultado de esto es una paradoja que es bastante chocante a primera vista, aunque al mismo tiempo, está en sintonía total con las fuerzas subyacentes en desarrollo: la organización de Leningrado – luego de haber sido la que más lejos llegó en su lucha contra la Oposición, luego de haber atacado furiosamente la subestimación del campesinado, y luego de haber levantado la consigna, “De cara al campo” con más fuerza que todos – fue la primera en recular por las consecuencias del giro evidente que se ha producido en el partido, cuya fuente ideológica fue la lucha contra el llamado trotskismo.

En cuanto a sus gritos incesantes por la subestimación del campesinado, la exigencia de posicionarnos “De cara al campo”, la profundización de la idea de una economía nacional cerrada y una construcción cerrada del socialismo – la Oposición advirtió tan temprano como en 1923-24 que semejante orientación ideológica dentro del partido podría facilitar y abonar el terreno para un deslizamiento gradual hacia un Termidor al estilo campesino. Y ahora escuchamos a los Leningradistas advertirnos sobre ese mismo problema, si bien sus dirigentes jugaron un rol clave en preparar el terreno ideológicamente.

Que los métodos de Leningrado para la dirigencia partidaria y económica, el estridente estilo de agitación, la arrogancia regional, etc. fomentaron una enorme insatisfacción con el grupo dirigente en Leningrado; y que el resentimiento intenso contra el régimen de Leningrado sentido por muchos, muchos cientos de trabajadores que han sido expulsados en algún momento de Leningrado para ser dispersados a lo largo del país, se ha sumado a esta insatisfacción – son hechos absolutamente incontestables y su importancia no debe ser subestimada. En este sentido, el reemplazo de las altas filas en Leningrado y la adopción por parte de la organización de Leningrado de un tono menos arrogante hacia el partido en su conjunto son sin duda factores positivos.

Pero habría que ser ciego para ignorar el hecho de que en el XIV Congreso, detrás de la hostilidad hacia las características y los métodos específicos de los dirigentes de Leningrado, aparecieron sentimientos de hostilidad hacia la dictadura ideológica de la ciudad sobre el campo. Los centros tienen un presupuesto demasiado grande, tienen la industria, la prensa, las organizaciones más fuertes y la supremacía ideológica; no entregan lo suficiente por el bien del campo, y en su lugar lo ensordecen con consignas – estos son los temas que se expresaron de modo muy, muy sutil en muchos discursos del congreso. Hoy le toca a Leningrado; mañana quizás le toque a Moscú. Los ataques que se lanzan Moscú y Leningrado entre sí facilitan esta posibilidad. Las provincias han tomado por el cuello a Leningrado por su oposición a Moscú con el fin de preparar un golpe a las ciudades en general. Por supuesto, lo que vemos aquí sólo anticipa un proceso que, al desarrollarse, podría resultar fatal para el rol del proletariado.

El hecho de que Sokolnikov aparezca hoy como uno de los dirigentes de la Oposición de Leningrado constituye una política sin principios de tipo puramente personal, y a la vez, es una gran curiosidad. Fue y sigue siendo el teórico del desarme económico del proletariado en relación con el campo.

No podemos dejar de tomar en cuenta a las provincias de Tambov o Voronezh, o Georgia. La desviación campesina resulta de la necesidad objetiva de que el partido preste atención al campesinado. Pero se trata totalmente de una cuestión de grado, y de tener un contrapeso activo. El contrapeso más efectivo posible al campo sería el de tener organizaciones proletarias enérgicas y poderosas en los centros industriales, es decir, en Leningrado y Moscú. La democratización de la vida interna de estas organizaciones es una condición previa necesaria si se proponen contrapesar enérgica y exitosamente la desviación campesina. De hecho, hemos visto ocurrir lo contrario. El régimen del aparato ha estado adormeciendo la conciencia de ambas organizaciones. Toda exigencia de una regimentación más laxa se tilda de capitulación a la organización amorfa pequeñoburguesa, etc., etc. Sujetado con fuerza por el régimen del aparato, Leningrado sirvió a la causa de la lucha contra la Oposición en un 100 por ciento, bajo la consigna, “De cara al campo”, ayudando así a desarrollar las tendencias hacia la perspectiva nacional y rural y a que éstas ganaran una expresión suficientemente vívida hasta en el presente congreso del partido. Aunque, formalmente, nadie acuerda con los “extremos” de la escuela de pensamiento de Bujarin, todo el “fuego” se está apuntando para el otro lado – hacia Leningrado.