Andrea Polaco y Liliana Ogando Caló
Presentación
“Sabemos con certeza que cualquier pueblo, cualquier clase y hasta cualquier partido se instruyen principalmente por experiencia propia; pero ello no significa en modo alguno que sea de poca monta la experiencia de los demás países, clases y partidos. Sin el estudio de la gran Revolución Francesa, de la Revolución de 1848 y de la Comuna de París, jamás hubiéramos llevado a cabo la Revolución de Octubre, aun mediando la experiencia de 1905. En efecto, hicimos esta experiencia apoyándonos en las enseñanzas de las revoluciones anteriores y continuando su línea histórica.” (Trotsky, “Lecciones de octubre”).
El hecho de que la primera revolución obrera en la historia triunfara en un país atrasado, mayoritariamente campesino, devastado por la guerra y amenazado por las potencias imperialistas impuso en todos los terrenos una superación dialéctica de las premisas teórico-programáticas heredadas del pasado y obligó a repensar las medidas de acuerdo a su viabilidad para la situación histórica2. Desde el punto de vista de la defensa armada de tal revolución, esta innovación se hizo más inevitable por carecer de cualquier antecedente histórico. La creatividad, la actitud crítica revolucionaria, la sólida formación intelectual que constituyeron características de la mayoría de la generación bolchevique de Octubre fue lo que permitió aplicar el método marxista a las condiciones de una época histórica excepcional. El bolchevismo fue capaz de un Octubre, de un Brest, de la creación de un Ejército campesino regular, porque fue la única corriente de su época que conquistó, no sin divergencias y luchas intestinas, la máxima flexibilidad y realismo político sin abandonar por ello, los principios y la estrategia socialista internacional.
Lo primero que queremos señalar, por lo tanto, es que desde este ángulo los escritos militares de Trotsky nos acercan una mirada radicalmente diferente de la Revolución Rusa, de las principales dificultades suscitadas no sólo en la esfera militar propiamente dicha sino asociadas a la construcción del Estado obrero. Como dice Trotsky en uno de los prólogos de sus escritos militares “casi todas, si no todas, las principales cuestiones y dificultades de la edificación soviética -en su forma más compacta, condensada y ruda- se presentaron principalmente ante nosotros en el terreno militar”3, y exigieron nuevos aportes metodológicos, políticos y programáticos del bolchevismo. Como señala el historiador Carr: “El Ejército Rojo poseía dos características particularmente perturbadoras para la opinión ortodoxa del partido. En primer lugar, rechazaba el principio de las formaciones territoriales propias del sistema de milicias, que era incompatible con las exigencias de la guerra. El período de la guerra civil se caracterizó, en palabras de Trotsky, por la lucha 'en pro de la creación de un ejército centralizado y disciplinado, administrado y dotado desde un solo centro'. En segundo lugar, la oficialidad del Ejército Rojo se formó en gran parte a base de oficiales que pertenecieron al antiguo ejército zarista y que pasaron a las filas rojas bajo el equívoco título de 'especialistas'”4. Para comprender las medidas políticas y militares adoptadas durante los años de la guerra civil es necesario tener en cuenta el carácter transicional del período, tal como señalaba Trotsky debatiendo contra quienes se oponían a la utilización de especialistas militares en el Ejército Rojo: “Nos indican, además, que en el ejército proyectado existe una ambigüedad que es el vicio fundamental, tanto del ejército como del régimen que lo crea.
Efectivamente, hay ambigüedad, la cual consiste en que vivimos la época de transición de la dominación burguesa al régimen socialista; consiste en que la clase obrera se apoderó del poder político, pero con ello no sólo no completó su tarea sino, al contrario, comienza solamente a resolver sus tareas fundamentales: la reorganización de la economía y de todas las formas de vida sobre nuevos principios; consiste finalmente, dicha ambigüedad en que la clase obrera sólo ha tomado el poder en Rusia y debe afrontar con todas sus fuerzas la ofensiva del capital a partir de los otros países, donde la clase obrera aún no se ha puesto en pie para la lucha decisiva y no se ha adueñado del poder estatal. Tal es la ambigüedad o contradicción existente en la esencia misma de nuestra revolución. No se trata del régimen, ni de su forma política, ni tampoco de los principios que informan la creación de su ejército, sino del afrontamiento de dos formaciones: la capitalista burguesa y la socialista proletaria”5.
La política bolchevique para resolver el problema de la tierra, la paz y la opresión política y nacional, demandas vitales de la revolución, dio al triunfo logrado sobre las clases dominantes un carácter profundo y duradero. Aquí, el segundo aspecto que queremos destacar es que los revolucionarios comprendieron que la resolución de estas demandas no bastaba para que la clase obrera permanezca en el poder sino que era necesario preparar la defensa revolucionaria armada. Como decía Clausewitz6, si bien la política “sobredetermina la guerra”, ésta tiene objetivos y medios militares que le son propios y que no se pueden desconocer. La creación del Ejército Rojo de millones de campesinos dirigidos por la vanguardia obrera, su carácter de clase, la utilización de “especialistas militares”, las consideraciones tácticas y estratégicas para priorizar uno u otro frente, la lucha contra las guerrillas anarquistas, las políticas desplegadas para ganar a la base de los ejércitos enemigos como la confraternización, el uso del terror rojo para doblegar la voluntad y la moral de los enemigos, y otros aspectos que se verán a lo largo de este trabajo, demostraron que, en el terreno militar, las condiciones de enorme desventaja y atraso de la Rusia soviética no se transformaron en un obstáculo absoluto para las masas por dos motivos fundamentales: debido a la fuerza moral basada en la defensa de las conquistas obtenidas y a una política y una acción militar esencialmente correcta desplegadas por el bolchevismo. “Me permitiré citar aquí la opinión de uno de los oficiales regulares del viejo ejército, quien detentaba una posición muy alta antes del advenimiento del poder soviético. Se trata del antiguo Ministro de Guerra del gobierno de Kerensky, el entonces comandante general Verjovsky, quien ahora ocupa uno de los puestos responsables en la organización de nuestras instituciones de educación militar. En su folleto Sobre las Tareas de las Instituciones de Educación Militar escribe: 'El impulso motor más importante en la lucha que hemos vivido fue el combate de los obreros y de los campesinos por defender su vida y su bienestar, la posición adquirida y la tierra conseguida durante la revolución, del ataque por parte de las viejas clases desposeídas. Este fue el motivo básico que guió a las masas en la lucha. Los mejores hombres, los avanzados, los más idealistas entraron en nombre de una idea, a la lucha por el socialismo, por el nuevo mundo del trabajo emancipado, y el entusiasmo de estos hombres fue la fuerza organizadora alrededor de la cual se agrupó toda la resistencia de la república frente a las fuerzas de la contrarrevolución. Esto creó la voluntad de victoria que forjó al Ejército Rojo y, a pesar de las privaciones tan severas, a pesar de las derrotas, coronó la lucha con una victoria de una importancia histórica trascendente'”7.
El triunfo del Ejército Rojo en la guerra civil, que derrotó no sólo a los enemigos internos sino a la ofensiva de más de 14 ejércitos imperialistas demostró que el proletariado ruso supo armarse dirigiendo al campesinado pobre y pudo triunfar. Bajo el régimen zarista la clase obrera y el campesinado participaron masivamente en la Primera Guerra Mundial, aprendieron el manejo de las armas y realizaron, durante las situaciones revolucionarias, “ensayos” o “escuelas” de dirección económica, política y cultural a través de los soviets. Sin embargo, el atraso y el bajo nivel cultural y económico de Rusia por un lado, y el fracaso de los intentos revolucionarios en Occidente, por otro, llevaron al Estado obrero a afrontar momentos críticos, de graves peligros de disolución. La debilidad, no sólo en la esfera militar sino en toda esfera dirigente y organizativa de las clases oprimidas, sólo pudo ser compensada por el rol del partido revolucionario. Lo que determinó el triunfo en la guerra civil, en última instancia, fue el programa y la política bolcheviques, portadores de las lecciones históricas anteriores, como factor conciente indispensable: el obrero sabía perfectamente por qué luchaba y el campesino pobre, enemigo del régimen zarista, fue ganado como aliado.
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Trotsky había proyectado escribir la historia del Ejército Rojo ya desde su destierro en Estambul en 1929, debido a que la consideraba una tarea de primer orden, pero las condiciones de su exilio y su asesinato en manos del stalinismo le impidieron realizar esta tarea y por lo tanto no contamos con una “historia de la guerra civil” escrita por sus principales dirigentes. Sin embargo, la edición de los artículos, discursos, informes, llamamientos, órdenes y otros documentos dedicados al Ejército Rojo realizada por el Consejo Superior Militar de Rusia en 1923, es de gran interés aunque no se encuentren en ella conclusiones sistematizadas. Como el mismo Trotsky plantea en el prólogo de la obra, “los artículos, discursos y órdenes reunidos aquí reflejan muy insuficientemente la labor viva por la construcción del Ejército Rojo. Lo fundamental de esta labor no se realizaba, por lo demás, a través de discursos y artículos. Y, por otra parte, los discursos más importantes, aquellos que pronunciaban los cuadros militares sobre el terreno, en los frentes, en las unidades, y cuyo contenido era profundamente práctico, concreto, al estar determinado por las exigencias del momento, estos discursos, los más significativos, nadie los anotaba, por lo general... Pese a todo estas páginas reflejaban los magnos años transcurridos. Tal es la razón de que haya dado mi acuerdo, con las reservas indicadas, a su impresión.8”
La obra rusa publicada en 1923 desapareció rápidamente de circulación sin haber sido editada en ninguna otra lengua, ya que al comenzar el proceso de su consolidación la burocracia stalinista intentó echar un velo sobre el pasado y más aún teniendo en cuenta que especialmente la publicación de esta obra hubiera puesto en primer plano la figura de Trotsky y hubiera descubierto, en una nueva dimensión, la genialidad creativa militar de uno de los principales dirigentes de la Revolución Rusa. El trabajo que aquí publicamos muestra que, además de ser un político revolucionario excepcional fue el jefe militar indiscutido de las masas rusas en la guerra civil. No sólo era un dirigente militar a la hora de dar órdenes, dictar decretos, reglamentos, posicionar los frentes, etc., sino que también fue quien jugó el papel más importante en la difusión de las ideas socialistas y el convencimiento moral de las tropas allí donde ellas flaqueaban, donde podían ser derrotadas. El “famoso” tren blindado que conducía a Trotsky9 y su delegación de comandantes y sol-dados comunistas, y que recorrió casi 100 mil kilómetros (un equivalente a dos vueltas y media al mundo), constituyó una verdadera “arma del socialismo” que unía al poder soviético con el conjunto de la nación, convenciendo a millones y millones de campesinos para el Ejército Rojo y la Rusia soviética, levantando la moral de los exhaustos, entusiasmando a los más escépticos. Sólo los dos primeros de los cinco tomos de la edición rusa (1918-1923) fueron traducidos al español (por Fernando Claudín) y publicados en Trotsky, Escritos Militares. Cómo se armó la revolución. Materiales y documentos para la historia del Ejército Rojo por la editorial Ruedo Ibérico. Aquí presentamos una selección de artículos tomados de la obra completa, que incluye, por lo mismo, muchos textos inéditos en nuestra lengua (las traducciones de los artículos de los tomos 3, 4 y 5 fueron realizadas por el CEIP “León Trotsky”, en base a The Military Writings and Speeches of Leon Trotsky, How the revolution armed, New Park Publications, Gran Bretaña, 1981). Sería inútil buscar en la lectura de estos artículos un “manual práctico” para la acción revolucionaria en la guerra civil. Trotsky debatió contra aquellos que querían crear una “doctrina” militar proletaria (como puede observarse en la sección de Teoría Militar de este libro), planteando que lo militar es un arte y no una ciencia y que está íntimamente ligado a cuestiones históricas y prácticas. La guerra no tiene leyes eternas porque es un fenómeno histórico y social: el desarrollo de las fuerzas productivas, la tecnología, las formas de poder del Estado, las estructuras de clase, el nivel cultural del pueblo, etc., son todos elementos que se combinan de manera diferente en cada período y en cada región. Por otra parte, no podemos dejar de señalar que la tecnología puesta al servicio de la guerra durante todo el siglo pasado ha cambiado sus formas cualitativamente. Sin embargo, de los escritos militares surgen principios que se desprenden de la estrategia revolucionaria y se aplican al arte militar del proletariado en la guerra civil, como el internacionalismo, el criterio de clase para la defensa de la revolución, la educación estratégica de los hombres que combaten por ella, la lucha por la cohesión moral de los elementos más concientes o la abolición de las jerarquías.
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El Ejército Rojo fue transformado por la burocracia stalinista en un instrumento de presión, chantaje, opresión nacional y represión, es decir, un instrumento puesto al servicio de la defensa de sus propios intereses de casta. Pero en estas páginas podemos rendirle homenaje a los combatientes de la revolución, a todos aquellos que abrazaban el “Juramento Socialista”, que se comprometían a “defender la República soviética contra todos los peligros y atentados que vengan de sus enemigos, a no escatimar mis fuerzas ni mi vida en la lucha por la República soviética rusa, por la causa del socialismo y de la fraternidad de los pueblos”. Expresamos también, con este trabajo, un profundo homenaje y una reivindicación a quienes defendieron con su vida las conquistas de Octubre con la confianza en que, más tarde o más temprano, la clase obrera limpiará el nombre del Ejército Rojo, el primer ejército proletario de la historia, y la revolución retomará su tarea.