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Boletín Especial (Noviembre 2007)

Nuestras tareas

Nuestras tareas

Alexandra Kollontai, 1917

Traducción inédita para este boletín por Gabriela Vino. Tomado de la versión en inglés de la página web Marxist Internet Archive. Primera Publicación: en Rabotnitsa (Mujer Trabajadora), Petrograd, 1917, No. 1-2, pp 3-4. Fuente: Alexandra Kollontai: Selected Articles and Speeches, Progress Publishers, 1984. Por sugerencia de Lenin, el secretariado del comité central del partido bolchevique, decidió publicar un periódico dedicado especialmente a las mujeres de la clase obrera, al que llamaron Rabotnitsa (La obrera).

Una seria tarea de gran responsabilidad enfrentan ahora los trabajadores y trabajadoras de nuestro país. Debemos construir la nueva Rusia, una Rusia en la cual los trabajadores, oficinistas, sirvientes, jornaleros, costureras, y aquellas que son simplemente esposas de obreros, tendrán una vida mejor y más brillante que la que han tenido durante el abominable reinado del sangriento Nicolás[1].

Sin embargo, la tarea de ganar y consolidar el poder estatal para el proletariado y el pequeño campesino, de introducir e implementar una legislación tal que limite los apetitos de los explotadores capitalistas y defienda los intereses de los trabajadores, no es la única tarea que ahora enfrentan los trabajadores y las trabajadoras rusos. El proletariado de Rusia ahora ocupa una posición especial con respecto a los trabajadores y las trabajadoras de los otros países. 

La gran revolución Rusa nos ha ubicado, trabajadores y trabajadoras rusas, en la primera fila de aquellos que están luchando por la causa mundial de los trabajadores, por los intereses de todos los trabajadores.

Podemos hablar, escribir y actuar más libremente que los hombres y las mujeres trabajadoras de los otros países.

¿Cómo entonces, podemos no usar esta libertad, ganada para nosotras con la sangre de nuestros camaradas, para concentrar nuestras fuerzas, las fuerzas de las mujeres de la clase trabajadora, sin dilación con el objetivo de conducir una incansable e insistente lucha masiva que logre lo más rápido posible el fin de la guerra mundial?

 Nuestras camaradas, las trabajadoras de otros países, están esperando que demos este paso.

La guerra[2] es ahora el más espeluznante mal que se cierne sobre nosotros. Mientras la guerra continúe no podemos construir la nueva Rusia, no podemos resolver el problema del pan, de la comida, no podemos detener el creciente costo de vida. Mientras, con cada hora que pasa, la guerra continúe matando y mutilando a nuestros hijos y esposos, nosotras, las mujeres de la clase obrera, ¡no podemos tener paz! 

Si nuestra primera tarea es ayudar a nuestros camaradas a construir la nueva Rusia democrática, nuestra segunda tarea, no menos urgente, y más cercana a nuestros corazones es instigar a las trabajadoras a declarar la guerra a la guerra.

Y esto significa: primero, no sólo que nosotras comprendamos que ésta no es nuestra guerra (la que se desarrolla en nombre de los intereses pecuniarios de los jefes poderosos, banqueros y manufactureros), sino que expliquemos constantemente esto a nuestros camaradas trabajadores tanto mujeres como hombres.

En segundo lugar, significa unir las fuerzas de las obreras y los obreros alrededor de ese partido que no solo defiende los intereses del proletariado ruso sino que también está peleando para asegurar que la sangre proletaria no sea derramada para la gloria de los capitalistas.

¡Camaradas trabajadoras! ¡No podemos resignarnos más a la guerra y a la suba de precios! Debemos luchar. ¡Unirnos a nuestras filas, las filas del Partido Obrero Socialdemócrata! Sin embargo no es suficiente que nos unamos al partido. Si realmente nosotras queremos apresurar la paz, entonces trabajadoras y trabajadores debemos pelear para asegurar que el poder estatal sea transferido de manos de los grandes capitalistas, los verdaderos responsables de todas nuestras tragedias, de toda la sangre que está siendo derramada sobre los campos de batalla, a manos de nuestro representante, el Soviet de Diputados de Obreros y Soldados.

En la lucha contra la guerra y la suba de los precios, en la lucha por asegurar el poder en Rusia para los despojados, para los trabajadores, en la lucha por un nuevo orden y nuevas leyes, mucho depende de nosotras, las mujeres trabajadoras. Han pasado esos días en que el éxito de la causa de los trabajadores dependía sólo de la organización de los hombres. Ahora, como resultado de esta guerra, ha habido un profundo cambio en la posición de las mujeres trabajadoras. El trabajo femenino puede encontrarse ahora en todos lados. La Guerra ha forzado a las mujeres a tomar empleos que antes nunca hubiesen pensado. En tanto que en 1912 había sólo 45 mujeres por cada 100 hombres trabajando en fábricas, ahora no es infrecuente encontrar 100 mujeres cada 75 hombres.

El éxito de la causa obrera, el éxito de la lucha obrera por una vida mejor- por una jornada laboral más corta, mejor paga, seguro de salud, seguro de desempleo, jubilaciones, etc.-, el éxito de su lucha para defender el trabajo de nuestros hijos, para obtener mejores escuelas, ahora depende no sólo de la conciencia y la organización de los hombres sino también del número de trabajadoras que entren en los puestos de la clase obrera organizada. La mayoría de nosotras ingresan a las filas de los luchadores organizados por nuestra causa obrera y necesidades comunes, cuanto antes ganemos, más pronto obtendremos concesiones de los capitalistas extorsionadores.

¡Toda nuestra fuerza, toda nuestra esperanza radica en la organización!

Ahora nuestro eslogan debe ser: ¡camaradas obreras! No permanezcan aisladas. Aisladas no somos sino ramas que cualquier patrón puede doblar a su antojo, pero organizadas somos una fuerza poderosa que nadie puede romper.

Nosotras, las mujeres trabajadoras, fuimos las primeras en levantar la Divisa Roja en los días de la revolución rusa., las primeras en salir a las calles en el Día de la Mujer[3]. ¡Apresurémonos ahora a unirnos a los puestos de conducción de los luchadores de la causa obrera. Unámonos a los sindicatos, al Partido Obrero Socialdemócrata, al Soviet de los Diputados Obreros y Soldados!

Unidas nuestras filas lograremos poner un pronto final a la sangrienta guerra entre las naciones; nos opondremos a todo aquel que haya olvidado el gran precepto de unidad de la clase obrera, de solidaridad entre los trabajadores de cada país.Es sólo en la lucha revolucionaria contra los capitalistas de cada país, y sólo en unión con las trabajadoras y los trabajadores del mundo entero, que lograremos un nuevo y más brillante futuro- la hermandad socialista de los trabajadores. 

Alexandra Kollontai


[1] Nicolás II Romanov (1894-1917) fue el último de los zares, al ser derrocado por la Revolución de Febrero.

[2] Se refiere a la Primera Guerra Mundial desatada en 1914.

[3] En su Historia de la Revolución Rusa, en el capítulo VII “Cinco días (23-27 de febrero de 1917), León Trotsky describe cómo fueron las mujeres trabajadoras quienes iniciaron la Revolución de Febrero.