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Boletín N° 9 (Junio 2007)

Nuestra conmemoración a los luchadores por la libertad

Nuestra conmemoración a los luchadores por la libertad

 

Alexandra Kollontai[1]

1917

Alexandra Kollontai escribió este artículo en conmemoración de los caídos en la Revolución de Febrero de 1917. Traducción inédita al español. Extraído de Selected Articles and Speeches, Progress Publishers, 1984; su primera publicación fue en Pravda el 6 (23) de marzo de 1917, Petrogrado


 

Hay días memorables en la vida de la humanidad los cuales transcurren como dorados hilos conductores de la celebración popular a través de los siglos. Hay días que equivalen a siglos en la historia de la humanidad, y los cuales proclaman que, sin importar cuán cruelmente la gente pueda ser oprimida por la violencia y la regla arbitraria, llegará la hora en que una poderosa, triunfante, indestructible fuerza despierte el espíritu de la unión fraternal de los trabajadores en estrecha alianza con el deseo revolucionario de las masas expoliadas – subvertirá el viejo, caduco orden a través de una poderosa irrupción de la ira popular, a través de la embestida violenta de la democracia vuelta rebelión heroica.

 
Hoy es el día en que nosotros estamos enterrando a las heroicas víctimas de la Revolución Rusa, hoy es el día solemne del gozo y de los desesperados lamentos. Hoy los ojos de los oprimidos y los expoliados de todo el mundo se vuelven hacia Rusia, a esta ciudad donde la heroica resolución de los trabajadores y el sojuzgado campesinado ruso ha derrocado la burla del despotismo zarista.

 
Hoy, mientras nosotros enterramos a las heroicas víctimas de la revolución, que dieron sus vidas para ganar para la gente el mayor derecho de todos- el derecho a la libertad- nosotros no sólo cantamos canciones de tristeza fraterna sobre las tumbas de estos héroes, sino también un himno de victoria sobre la tumba del despotismo zarista con todos sus crímenes y derramamiento de sangre, su oscurantismo, su cruel indiferencia a los sufrimientos de la gente trabajadora y a su servidumbre, su abuso de los soldados comunes, sus corruptos oficiales zaristas, sus prisiones, su exilio siberiano, sus azotes, sus horcas, su violencia arbitraria y opresión.

 
Y de este modo el aire de la primavera se llena no sólo con canciones de luto por aquellos que han caído en la lucha por la libertad, sino también con las millones de voces de un exultante coro proclamando la victoria de la revolución, la conquista por parte del pueblo de esa libertad que hace posible emprender la lucha por el pan, por la paz, por la consolidación del poder de la democracia proletaria hoy, y del socialismo mañana.

 
Las condiciones históricas, las fuerzas externas objetivas, prepararon el camino a través de los años para el inevitable colapso del antiguo poder, el inevitable amanecer del 1° de Mayo, la victoria de la nueva Rusia; durante décadas una lucha mortal se ha desarrollado entre los capitalistas industriales y la aristocracia terrateniente de la Rusia zarista. La guerra mundial imperialista agravó las contradicciones entre la vieja y la nueva Rusia, pero fue sólo gracias a la aparición de la fuerza militante viva y activa, que la gran Revolución Rusa pudo tener lugar. Esta fuerza viviente fue el masivo ataque furioso de la clase trabajadora y el campesinado vestidos con sobretodos de soldados y armados con pistolas.

 
Hoy, mientras enterramos a los héroes de la revolución, el proletariado a través de todo el mundo está celebrando el triunfo de esa doctrina, la doctrina del socialismo científico- la cual permitió a los socialistas rusos predecir la inexorabilidad y la inminencia de la Revolución Rusa, y organizar las fuerzas del proletariado a través del camino correcto. Hoy, cuando nosotros enterramos no sólo a aquellos que lucharon por la libertad sino también al despotismo zarista; socialistas revolucionarios, aquellos que adhirieron resueltamente a las decisiones tomadas por los congresos internacionales de trabajadores, pueden también celebrar su victoria. Su táctica, su estrategia de trabajo y de lucha, ha emergido triunfante. No el eslogan de “paz de clase” durante la depredadora guerra expansionista entre los estados capitalistas, sino el eslogan de la guerra de clase, de la guerra civil, que fue defendido e implementado con tan pesadas pérdidas por el ala izquierda de la Socialdemocracia rusa, ha traído a Rusia a la gran revolución y dado a la democracia Rusa la victoria sobre el “enemigo interno”.

 
La Revolución Rusa es también un nuevo triunfo para esa táctica, la táctica de la acción de masas de la democracia de los trabajadores en su más alta forma de emergencia revolucionaria por las masas organizadas, la cual debe servir como la base de la táctica de la nueva, la Tercera Internacional, la Internacional que completará la gran causa comenzada por aquellos que cayeron durante la Revolución Rusa.

 
Nuestros camaradas en otros países, aquellos que marchan brazo con brazo con Liebknecht[2] en Alemania, MacLean en Inglaterra, Haglund en Suecia, estarán con nosotros en espíritu.

Siguiendo el cortejo fúnebre con los mismos sentimientos de pesar por los caídos y la misma exultación de la victoria de la libertad con la cual millones de soldados rusos y trabajadores acompañarán hoy a sus camaradas de armas en su último viaje. ¡Nuestro pesar es su pesar, pero también nuestra victoria es la victoria de la democracia de los trabajadores a través de todo el mundo!

 
Diciendo adiós a los héroes que cayeron en el nombre de la libertad, partiremos hoy de sus tumbas plenos de su firme resolución: el primer paso, el paso más duro de la revolución ha sido dado. El despotismo zarista, un cadáver decadente sobre un trono, ha sido encomendado a la tierra.

 
El día de hoy ve la concreción de la primera etapa de la revolución, la etapa que consiste en la destrucción de lo viejo.

 
Ahora camaradas, ¡déjennos apresurarnos a regresar al trabajo! ¡Debemos apurarnos, debemos crear lo nuevo! ¡Debemos construir una nueva y democrática Rusia libre!...¡No se demoren camaradas!

 
Hoy nosotros enterramos a nuestros héroes, camaradas, pero mañana debemos comenzar a construirles un majestuoso e indestructible monumento. Este monumento es la Rusia democrática y republicana, y victoriosamente completando la tarea de la liberación de la clase trabajadora, un fuerte, sólido y bien organizado Partido Obrero Socialdemócrata.



[1] Alexandra Kollontai (1872-1952), intelectual, hija de un general. Miembro del partido socialdemócrata ruso desde 1899, bolchevique primero y menchevique después hasta 1915 en que vuelve a las filas del bolchevismo. Emigra a EE. UU. durante la guerra y retorna a Rusia durante la revolución, ocupando altos puestos de gobierno.

[2] Liebknecht, Kart (1871-1919): fue miembro de la socialdemocracia alemana desde 1900. Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, aunque acató la disciplina partidaria y votó los empréstitos de guerra el 4 de agosto de 1914, no tardó en repudiar esta política pro-bélica y luego se opuso a votar dichos empréstitos. Fue expulsado del partido y encarcelado por su oposición a la guerra. Junto a Rosa Luxemburgo creó el grupo Espartaco y el 1° de enero de 1919 creó el Partido Comunista. El 15 de enero de ese mismo año fue asesinado junto a su camarada Rosa Luxemburgo por los soldados de la Caballería de la Guardia del gobierno de la socialdemocracia alemana.