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Lesbianas setentistas en Argentina: reconstruyendo nuestra historia

Lesbianas setentistas en Argentina: reconstruyendo nuestra historia

Las lesbianas también estaban organizadas y jugaron un rol en la lucha por su reconocimiento, al igual que luchaban contra la represión y por la liberación sexual.

Por Ailén Morales
La Izquierda Diario 24/6/2017

Desde 1969 hasta 1976, Argentina estuvo atravesada por un periodo revolucionario. Sucedieron hitos como el Cordobazo donde jóvenes y trabajadores pelearon en las calles contra la dictadura militar, luchaban por cambiar la sociedad de raíz, comenzaban a cuestionar al capitalismo en todas sus aristas.

A nivel mundial, también se estaban gestando movimientos y levantamientos que cuestionaban la explotación y la opresión como el Mayo francés, expresión de la unión obrero-estudiantil. En la misma época se sucedían: el movimiento por los derechos civiles en EE.UU, las manifestaciones contra la xenofobia y las movilizaciones contra la guerra en Vietnam. Los movimientos de liberación sexual y feministas también fueron atravesados por estas premisas. La lucha contra el sistema capitalista era una pieza clave de la lucha por la liberación sexual y del deseo.

En Argentina, estos movimientos fueron influyentes para que surgieran corrientes ligadas al feminismo de "la segunda ola". Así se crearon grupos como GPS (grupo política sexual) o agrupaciones feministas como el MLF (movimiento de liberación feminista). El FLH (frente de liberación homosexual, con exponentes como Néstor Perlongher), a su vez, actuó en conjunto con estas corrientes como organizadores de la diversidad sexual. Dentro de estos movimientos, las lesbianas también estaban organizadas y jugaron un rol en la lucha por su reconocimiento, al igual que luchaban contra la represión y por la liberación sexual.

Lesbianas setentistas

Cuando no eran consideradas como "amigas entre si", las lesbianas fueron patologizadas como mujeres a "curar" o "corregir". Es que el resguardo de la moral y los roles de género así como los estereotipos, eran de suma importancia para mantener el orden patriarcal y la legitimidad de la política represiva del estado y sus bandas paramilitares en los años previos y durante la dictadura militar del ’76. Una moral reproducida desde la Iglesia católica, hasta el discurso oficial. Encontramos expresiones de esto en la revista "El caudillo" perteneciente a la fascista AAA de la derecha peronista. López Rega y Felipe Romeo decían en un artículo que las lesbianas (las chongas) eran “Mujeres con pelo en pecho”, “bebedoras de hormonas masculinas y asesinas de policías y soldados” (en referencia al asesinato del jefe de policía Villar, supuestamente a manos de una joven militante guerrillera).

En este contexto, las lesbianas supieron encontrar espacios de organización. Un ejemplo fue el grupo SAFO, ligado al FLH, que cuestionaba los roles de género en las relaciones hetero y homosexuales, impulsaba la lucha contra la estigmatización hacia las lesbianas y las detenciones arbitrarias. Además éstas mujeres creaban espacios de concientización dentro del FLH, criticaban la "hegemonía homosexual" porque la mayor parte de los dirigentes eran varones.

Otro ejemplo fue el partido trotskista PST (Partido Socialista de los Trabajadores) que, llevando en 1972 de candidata a vicepresidenta a Nora Ciapponi, mostraba la tensión del partido de ligar la lucha de clases con la emancipación de la mujer. Así fue que crearon "Muchacha", su organización de mujeres incorporada al GPS (grupo política sexual) en 1972, que actuaba en conjunto con varones del FLH y organizaciones feministas como UFA y MLF. Una de sus militantes fue Martha Ferro, directora de la revista "Todas" en 1978, revista feminista ligada al PST donde hablaba sobre el lesbianismo. Fue militante del partido, delegada sindical antiburocrática de Terrabusi y lesbiana.

Si bien las lesbianas compartían espacios de militancia política con los homosexuales, no eran iguales los espacios de socialización; mientras que los homosexuales tenían lugares comunes como las “teteras", lugares usados para los affaires y la propaganda, las lesbianas recurrían a otros lugares tales como el bar-pool "La academia" en Av.Corrientes y Callao donde se repartían volantes y periódicos de forma clandestina. Un lugar clave para los encuentros, que duró pocos meses por ser allanado por los militares, fue "El sótano de San Telmo" ubicado en Pasaje San Lorenzo 931. Este espacio alquilado en Enero del ´76 por Martha Ferro y su compañera fue pensado por ellas como un taller artístico pero rápidamente el sótano se convirtió en un espacio de encuentro entre mujeres donde discutir sobre política y feminismo. También se organizaban actividades culturales y funcionaba como centro de organización. Como cuenta la activista Valeria Flores en su trabajo sobre este lugar: "Una puerta de madera y color verde, cerrada con candado que da a la calle adoquinada, atesora una valerosa historia que combinó lucha de clases y sociabilidad lésbica en los años del terrorismo de estado". (El sótano de San Telmo, P.7)

El activismo en los `80

Aunque se comenzaba a vivir un régimen democrático, el clima represivo para la comunidad LGBTI fue denso. El aparato represivo había quedado intacto desde la dictadura militar al igual que el clima moral eclesiástico. Los ´80 fueron años claves para que se reactivara activismo. En el 83, la feminista Elena Napolitano, junto a Marcelo Benítez (FLH) crearon el Grupo Federativo Gay, uno de los primeros en denunciar las razzias y los edictos policiales vigentes.

En el 87, las activistas Ilse Fuskova y Adriana Carrasco crearon "Los cuadernos de existencia lesbiana", material dedicado a la visibilización de las relaciones lésbicas que se repartío en los primeros encuentros de mujeres y en marchas como el 8 de marzo. Un gran aporte al activismo pero sin alcance masivo.

A diferencia de los 70, los 80 fueron para el activismo una lucha por el reconocimiento de derechos en el marco de la legalidad. En este sentido, se crean organizaciones como la CHA o “Gays por los derechos civiles” con exponentes como Carlos Jauregui. En éstos espacios se comienza a pelear por reconocimientos básicos democráticos (progresivo contra la represión y las detenciones arbitrarias) pero dentro de una estrategia de institucionalizar las demandas del movimiento dentro del estado burgués. Discusión que se mezcla con la caída del muro de Berlín y un fuerte discurso contrarevolucionario.

Esta cuestión deriva en los años ‘90 en la política del lobby de las organizaciones del movimiento LGBTI con la proliferación de las ONGS como un paso en el camino de la cooptación por parte del estado, las fundaciones de las grandes empresas y organismos multinacionales.

De la mano de esto, en el terreno discursivo las palabras "visibilidad" y "orgullo" comenzaban a instalarse. Especialmente, la pelea por la "visibilidad lésbica" y "la salida del closet" fueron temas de debate en la sociedad y dentro del movimiento LGBTI (recordarán el imponente video de Sandra Mihanovich y Celeste Carballo en su furtiva aparición en el programa Estudio 13 cantando "Mujer contra mujer").

Desempolvando nuestra historia para retomarla

Lamentablemente, es poco el archivo que se conoce sobre el activismo lésbico en Argentina, particularmente durante los años 70, pero son varios los intentos por poder reconstruirlo. Las lesbianas fueron movidas por la enérgica combatividad de luchas como la revuelta de Stonewall en el país del norte y atravesadas por la ebullición revolucionaria del “cordobazo”.

Bajo la frase “Lo personal es político” la lucha se hacía carne, unificando las demandas de organizaciones de mujeres y de lesbianas. Existía el deseo de terminar con la cultura del machismo, pero además querían cuestionarlo y cambiarlo todo.

En la actualidad, el estado y el gobierno intentan generar un discurso "gay friendly" haciéndose de millones junto con las empresas, mientras la justicia patriarcal y la iglesia siguen avanzando en la regimentación de nuestros cuerpos, como en el caso de Higui. Mientras las organizaciones LGBTI abandonaron toda perspectiva de independencia política y buscan pequeñas reformas dentro del marco estatal, es necesario retomar la insumisión y la combatividad de las y los que escribieron nuestra historia. El espacio en donde fue escrita, se comparte codo a codo con otros hechos y actores: la calle. La organización y la calle se vuelven necesarias para derribar, junto con los demás sectores oprimidos y explotados, a este sistema capitalista, machista y patriarcal.



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