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Escritos de León Trotsky (1929-1940)

Lecciones importantes de un hecho baladí

Lecciones importantes de un hecho baladí

Lecciones importantes de un hecho baladí[1]

 

 

28 de enero de 1933

 

 

 

Sería esencialmente incorrecto pasar por alto el caso Well e indicar solamente alguna mención casual al hecho de que una decena de holgazanes equivocó la senda arrastrando consigo a dos o tres decenas de almas en pena, que durante mucho tiempo se abstuvieron de hacer algo en la organización. Realmente no tenemos por qué exagerar la pérdida sufrida, pero es indispensable realizar un claro balance del asunto.

Well, igual que su gemelo Senin, siempre fue una figura extraña en la Oposición. Más de una vez tuvimos ocasión de preguntarnos qué hacían aquí estos pequeños burgueses pedantes. Antes estuvieron en el partido, luego se pasaron a la Oposición de Derecha; por fin llegaron a la Oposición de Izquierda e inmediatamente se pusieron a comentar en diversas ocasiones tal o cual punto de nuestro programa, revelando que lo comprendían a medias o sencillamente no lo comprendían. Sin embargo, a pesar de nuestra insistencia, ni una vez trataron de formular su verdadera posición. Ello se debe a que carecían de ella.

Pertenecían a esa clase que se divide en intelectualidad vacilante y semiintelectualidad, para la que las ideas y los principios están en segundo lugar; respecto de la primera, se halla copada por la ansiedad de su independencia personal que, en estos casos, se convierte en ansiedad por la carrera personal. Mientras ese nómade no encuentra su refugio final, jamás comprende algo en su totalidad y siempre mantiene la puerta entornada. Naturalmente, esos tipos también se encuentran entre los obreros avanzados, pero son más bien una excepción. Aunque debemos reconocer que constituyen no menos del cincuenta y uno por ciento en ese medio pequeñoburgués de semiintelectuales “revolucionarios”.

No debemos olvidar que de la pequeña burguesía de la vieja Rusia surgió una cantidad importante de revolucionarios. Sin embargo, casi todos siguieron siéndolo solo hasta el fin de su carrera universitaria, tras lo cual se fueron convirtiendo en funcionarios o simples desconocidos. Sólo un porcentaje muy limitado fue ganado para la causa proletaria y permaneció en la senda de la revolución hasta el fin.

A la intelectualidad y semiintelectualidad judía, muy numerosa en la periferia de la vieja Rusia (Polonia, Lituania, Ucrania), le estaba vedada la carrera del funcionario. De ahí el mayor porcentaje de revolucionarios judíos, que generalmente se agrupaban en los partidos pequeñoburgueses, y en concreto en el Menchevique.[2] Pero en la Revolución de Octubre la mayoría estuvo del otro lado de las barricadas. Después de la victoria las mayorías se pasaron rápidamente al bando bolchevique. A este tipo pertenecen muchos de los jerarcas y embajadores soviéticos: Jinchuk en Alemania, Maiski[3] en Londres, etcétera.

Pero la joven generación pequeñoburguesa, especialmente la intelectualidad judía de los distritos fronterizos, en cantidad superior a la que tuvo lugar en la época de los viejos mencheviques, se dirigió hacia la puerta abierta del Partido Bolchevique apenas transcurrida la victoria de Octubre, y, más aun, después de la Guerra Civil. Carentes de vínculos con la población nativa, tanto proletaria como campesina, sin conocimientos serios de los asuntos del proletariado, estos elementos acudieron a hacerse cargo de los puestos oficiales en los aparatos estatal, partidario y sindical. Recuerdo que después de mi primer viaje a Ucrania durante la guerra comenté a Lenin cómo el intelectual pequeñoburgués, gracias a su mayor flexibilidad y a su (no muy elevada) cultura, desplazaba aquí y allá a los obreros bolcheviques educados seriamente en la lucha. Acordamos tomar ciertas medidas para limpiar de esos advenedizos al aparato del partido.

Esta multitud heterogénea, con sus numerosas pretensiones y motivos de insatisfacción, se unió más tarde a todo lo que fuera oposición, aunque no por mucho tiempo. Apenas quedó en claro que se trataba de una lucha seria, que exigía sacrificios, los burócratas pequeñoburgueses, que habían ingresado a la Oposición, no tardaron en volver a pedir la bendición del partido, y en general transformaron su arrepentimiento en un medio para lograr sus propios fines arribistas. Así ocurrió en los primeros años de la Oposición de Izquierda. En 1925, miles de Wells corrieron a cobijarse bajo su bandera. Al año siguiente el núcleo proletario de la Oposición de Izquierda pudo librarse de estos acompañantes comprometedores. Entonces, estos caballeros se convirtieron en los más furiosos perseguidores de la Oposición; el aparato los utilizó, aunque sin dejar de demostrarles cierto desprecio.

Aunque la lucha de la Oposición de Izquierda en Europa occidental se realiza con dificultades, de todas maneras no esta sometida a presiones tan terribles como en la Unión Soviética. En Alemania, Francia y otros países los compañeros de ruta pudieron aguantar un poco más. Recordemos las caídas más “pintorescas” de los que desertaron de la Oposición al campo de Stalin durante el último par de años: en Austria, Graef; en Francia, Mill; en Alemania, Well y Senin. Todos ellos son variantes del mismo tipo social que vino de las ciudades fronterizas de la vieja Rusia zarista, de un medio pequeñoburgués, carentes de convicciones profundas pero dotados de la capacidad de tomar algunas ideas al vuelo y trabajar con ellas sin habilidad... hasta sustituirlas por otras tan fértiles como aquellas pero más prometedoras. Cada uno de los arriba mencionados perteneció a alguno de los partidos extranjeros, pero, al no dársele la importancia que se le había prometido, buscó otras vías, se unió a la Derecha, luego a la Oposición de Izquierda -lo mismo que un transeúnte toma el trolebús- y luego abandonó la Oposición de Izquierda así como el pasajero se baja del trolebús cuando llega a una determinada esquina. Estas personas suponen un peligro considerablemente mayor para la organización a la que pertenecen que para aquélla a la que combaten. Media hora antes de capitular, todos, ellos, Graef y Mill y Well y Senin, rechazaron con horror la mera idea de volver al campo stalinista.

Pero treinta minutos después de su último juramento, rompieron con la Oposición de la manera más insolente y ruidosa para elevar su precio en el mercado de la burocracia stalinista. Lo más favorable que se puede decir de esta gente es que son la escoria de la revolución.

Y sin embargo cumplieron un papel importante en algunas secciones. ¿Cómo se explica este fenómeno? La mención de la experiencia ucraniana ya sugiere parte de la respuesta. Los intelectuales surgidos de la burguesía siguieron gozando, dentro de la organización proletaria revolucionaria, al menos hasta cierto punto y durante un determinado lapso, de sus privilegios sociales. El obrero está atado a su trabajo. Si no está desocupado, no arranca sus raíces. Entrar a otro país, o pasar de un país a otro, le resulta difícil. No conoce idiomas extranjeros. Le cuesta escribir en su propio idioma. La redacción de artículos y resoluciones le causa muchos problemas. El resultado es que el intelectual flexible, que no posee experiencia ni conocimientos pero justamente por eso conoce todo y a todos, y está en todas partes siempre dispuesto a escribir con su pie izquierdo, frecuentemente se sienta en la cima de las organizaciones obreras. Naturalmente, esa situación es propia, en cierta medida, de la etapa juvenil de la organización. Pero es necesario superarla. Es hora ya de madurar. Un creciente numero de obreros debe hacerse cargo en adelante de todo el trabajo. Se entiende que esto no significa echar a los intelectuales; por el contrarío, éstos, que poseen conocimientos y trabajan con dedicación, nos son necesarios, pero sí significa la afirmación anterior, en todo caso, que los intelectuales poco conocidos deben ser probados muy severamente y sólo podrán acceder a puestos de dirección muy lentamente. Los únicos intelectuales que necesitamos son los que se ponen, sin descanso y hasta el fin, a disposición de las organizaciones obreras. Es tarea de los bolcheviques leninistas plantearse, con toda seriedad, el problema de la preparación y educación de los nuevos cuadros de la juventud proletaria, pues la Oposición de Izquierda cuenta con concepciones revolucionarias, con historia y tradición propias. Sólo sobre esta base se puede educar a un revolucionario proletario serio. No hay que perder de vista que dos o tres consignas más o menos difundidas tales como “trabajo de masas”, “centralismo democrático”, “frente único”, etcétera, son suficientes para los brandleristas y el SAP, pero no para nosotros. La lucha política debe ir de la mano con la preparación teórica sistemática. Hay que tener listas las municiones para toda una etapa histórica.

El “caso Well” es más escandaloso que trágico. Pero eso de ninguna manera resta importancia a sus lecciones. Debemos aprovechar al máximo para la educación revolucionaria de los cuadros las luchas episódicas con los pequeños desertores. Lo que hoy ocurre en el marco de una organización pequeña más adelante se repetirá, en mayor escala, durante la revolución y también después de la victoria. En todo caso los individuos tipo Well siempre tienen disponible un gran espacio en el aparato de la burocracia stalinista, en la URSS y en los países capitalistas. El pequeño burgués “revolucionario” constantemente se debate entre la anarquía y la disciplina de cuartel. Pero ni siquiera la variante disciplinada sirve de mucho. Suelen portarse bien hasta la primera lección importante o el primer peligro serio, pero fácilmente encuentran pretextos válidos para evitar la lucha. Después de la victoria definitiva del proletariado volverán probablemente para organizar la “Sociedad de viejos bolcheviques leninistas”. Ya ha habido ejemplos claros. Como resultado de ello tenemos que aprender a probar a la gente en las conmociones pequeñas, en las crisis de segundo orden, para evitar sorpresas ante los violentos virajes de la historia.

El caso Well nos suministra otra lección práctica importante. El aparato stalinista, inclusive a escala internacional, significa sobre todo una fuente de trabajo, lo que constituye un factor político nada despreciable, sobre todo en épocas de crisis mundial. Graef, Well, Mill y otros no están en situación de exigir un puesto de responsabilidad ya que la competencia es feroz, y cada burócrata se aferra a su puesto con dientes y uñas y mira con suspicacia a todos los recién llegados. Pero la situación cambia de inmediato si el candidato rompe previamente con la Oposición, provoca cierta desintegración en sus filas y luego la abandona... como héroe de la lucha contra el “trotskismo contrarrevolucionario”. Las acciones de tales individuos experimentarán un alza inmediata. No diré que Well o Graef ingresaron a la Oposición con la intención previa de traicionarla (aunque en la URSS hemos visto cientos de casos semejantes). Pero sí que la disposición a traicionar es parte de la naturaleza de tales personas, que carecen de base moral revolucionaria. Basta citar las dudas e insatisfacciones constantes de su propia falta de importancia, y las tremendas tentaciones del poderoso aparato. En la Comintern, en la GPU en cada sección nacional existe un aparato especial destinado a destruir a la Oposición de Izquierda, e integrado mayormente por desertores de la Oposición o agentes stalinistas que posan de opositores. Si los camaradas alemanes se toman la molestia de investigar, seguramente descubrirán el hilo conductor que va de Well y Graef a Manuilski y Menjinski.[4] ¿Cuántos Agabekovs están enrolados en la lucha contra la Oposición “contrarrevolucionaria”? Es evidente que ningún agente puede acabar una tendencia histórica progresiva que ejemplifica la tradición del marxismo revolucionario, pero sería de una irresponsabilidad imperdonable ignorar las acciones de los agentes stalinistas, que buscan sembrar la confusión y la desintegración así como la corrupción lisa y llana. ¡Mantengámonos atentos y vigilantes!

Desde este punto de vista, es de suma importancia fortalecer la línea directiva de la Oposición introduciendo en ella proletarios revolucionarios, que actúen constantemente ante las masas y estén bajo el control de éstas. Naturalmente, los obreros tampoco son ángeles. Así lo demuestra toda la historia de la dirección socialdemócrata y del bolchevismo después de la toma del poder. De todas maneras la Oposición de Izquierda atraviesa en la actualidad una etapa anterior a esta problemática. Un obrero de la Oposición de Izquierda no puede buscar puestos burocráticos. Ni cabe en su mente pasar por las filas de la Oposición como vía de, acceso a un puesto de funcionario soviético o de periodistas a las órdenes de Thaelmann. Justamente en este período de ofensiva crucial la Oposición puede y debe ganarse a lo mejor de la joven generación proletaria, a los más probados en la lucha, los más abnegados, los más clarividentes. Limpiar a la Oposición de basura revolucionaria facilita esta tarea.



[1] Lecciones importantes de un hecho baladí. Class Struggle [Lucha de clases], Revista de la Comuniste League of Struggle [Liga Comunista de Lucha], marzo-abril de 1933.

[2] La Bund (Unión General de Trabajadores Judíos de Lituania, Polonia y Rusia): integró el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso hasta 1903. En el congreso de ese año se opuso a la concepción leninista del partido multinacional, democráticamente centralizado. Cuando el partido rechazó su propuesta de crear una estructura de partido federativa en el que la Bund tendría a su cargo las relaciones con los obreros judíos, se separó y se constituyó en organización independiente. En 1917 tomó partido por los mencheviques contra la revolución bolchevique.

[3] L.M. Jinchuk (1868-l944): menchevique antes de la Revolución de Octubre, luego embajador soviético en Alemania. Ivan Maiski (n 1884): menchevique y luego ministro de la Guardia Blanca de Kolchak; posteriormente fue embajador soviético en Gran Bretaña (1932-1943).

[4] Viajeslav Menjinski (1874-1934): sucesor de Feliz Jerjinski en la conducción de la policía secreta soviética.



Libro 3