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Boletín Nº 2 (Mayo 2003)

La historia de Irak y de su clase obrera

La historia de Irak y de su clase obrera

Por Julio Cruz

El Militante, España, periódico El Militante N° 161, 6 de mayo de 2003

 

La historia reciente de Iraq se parece mucho a la de Siria y Egipto, y se desarrolla en el contexto de la revolución colonial de los años 50 y 60. La monarquía iraquí fue derribada el 14 de julio de 1958 por un golpe de estado de los militares simpatizantes del régimen de Nasser en Egipto, encabezados por el coronel Abdul Salam Aref y el general Abdel Karim el Kassem. Aref y Kassem aprovecharon el sentimiento antiimperialista y revolucionario y el apoyo de la gran mayoría de los trabajadores y jóvenes iraquíes.

 

Hasta julio de 1958 Iraq era una monarquía feudal pro imperialista. El Partido Comunista podría haber derribado fácilmente el capitalismo porque era una organización de masas muy poderosa a pesar de sufrir la más despiadada represión. En lugar de ofrecer una batalla frontal por el socialismo, basándose en la fuerza de las masas oprimidas, buscaron la alianza con la débil burguesía iraquí (según dictaba la teoría estalinista de las ‘dos etapas’).

El 80% de la población iraquí eran campesinos analfabetos, el 56% de la población sufría malnutrición. Apenas 49 familias poseían el 17% de la tierra y vivían agasajados por los monopolios occidentales. Sin embargo, la reforma agraria introducida en 1958 sólo abordó parcialmente la cuestión agraria: no proveyó de créditos baratos a los campesinos para adquirir la maquinaria que necesitaban, ni colectivizó la agricultura: los campesinos pobres se amontonaron en las ciudades.

La presión de las masas hizo que el nuevo gobierno reformara el sistema educativo, sanitario y de las viviendas. Sin embargo, la Compañía de Petróleo Iraquí (CPI) fue dejada en manos de cuatro compañías de Gran Bretaña, Francia, Holanda y EEUU. Una llamada clara para que se llevara adelante la gestión obrera de la industria petrolera, el reparto de la tierra a los campesinos, la autodeterminación para los kurdos y una Federación Socialista de Oriente Medio, habría permitido a Iraq ser la punta de lanza para acabar con la angustiosa situación de la zona. Pero desdichadamente, alentado por Moscú, el PC depositó sus esperanzas en aliarse con diferentes sectores pro capitalistas, especialmente con los panarabistas del partido Baas.

 

Las etapas del bonapartismo iraquí

· 1961-64. Los kurdos (cuya organización más fuerte era el Partido Comunista) pidieron la autonomía y el reparto del control sobre el petróleo del norte. Con la negativa de Kassem empieza la represión por parte del gobierno que ilegalizó el PC iraquí (así ‘agradecieron’ la colaboración de clases). No obstante, los líderes del PC iraquí siguieron apoyando a su represor Kassem (¡sic!) y educando a su base en confiar en la burguesía nacional. El ánimo de los nacionalistas panárabes era seguir el modelo de Nasser en Egipto, que consistía en una considerable intervención estatal al fin de crear un fuerte sector capitalista nacional, al mismo tiempo que machacaba a la izquierda. Los baasistas intentaban legitimarse ante los ojos de las masas proclamándose hipocritamente “socialistas”. En 1964 el régimen se vio obligado a la tregua con los kurdos y a nacionalizar algunos sectores de la industria. Pero la clase capitalista iraquí era demasiado débil para jugar un papel independiente e introducir las reformas que le hubiesen dado bases reales de apoyo. Sólo a través de la revolución socialista, arrebatando la industria de las manos de los capitalistas e imperialistas, e implantando la planificación socialista democrática de la producción, Iraq podría haber comenzado a abordar sus problemas. Frente a la dominación imperialista del mercado mundial, esto habría supuesto el primer paso en una lucha internacional por la democracia obrera: una perspectiva que aterrorizaba a la débil burguesía iraquí y a sus representantes en el gobierno.

· 1968-74. El nuevo gobierno de Al-Bakr (del clan baasista de Tikrit) tuvo que firmar la paz con los kurdos y nacionalizar la industria petrolera, prohibiendo toda propiedad extranjera. El gobierno giró hacia la URSS buscando ayuda para desarrollar la industria petrolífera y así alimentar a la burguesía nacional. Así tuvo que aceptar por un tiempo al Partido Comunista y ministros kurdos en el Gobierno. La crisis de Oriente Medio en 1973, la derrota de EEUU en Vietnam y la recesión económica mundial en 1974-75, mantuvieron al imperialismo incapaz de intervenir en Iraq. La masiva subida de los precios del petróleo en esos años tuvo un efecto importante en el país. Las rentas del petróleo, que en veinte años se habían cuadruplicado hasta alcanzar la pequeña cifra de 572 millones de dólares, se dispararon hasta alcanzar los 26.500 millones de dólares en 1980.

 

¿De donde vino Sadam?

Entre 1974 y 1978, el Gobierno se embarcó en un programa de privatización de la industria a gran escala para ayudar al sector privado iraquí. En 1980 había en Iraq 700 multimillonarios. El Estado iraquí se convirtió en una vaca lechera para las familias ricas. El clan de Sadam se hizo muy rico y poseía enormes extensiones de tierras y compañías de confección textil. Mientras los usureros y los malversadores han sido mimados, la clase trabajadora ha sufrido sin pausa una brutal represión: prohibición de la libertad de expresión, de los sindicatos y de partidos políticos. El Kurdistán quedó como una colonia interna de Iraq. En 1979 Sadam Husein sucede a Al-Bakr. Un millón de kurdos fueron desarraigados por la fuerza bajo el plan de arabización de Saddam. Los kurdos se levantaron y Sadam sólo fue capaz de controlarles con ayuda de los EEUU y 150.000 soldados turcos que la OTAN envió a Iraq. El miedo a que la extensión del fundamentalismo islámico desde Irán prendiese en sus propias empobrecidas masas llevó a la dictadura kuwaití y saudí a otorgar créditos a Iraq por valor de más de nueve billones de pesetas. Egipto, Sudán y Yemen también enviaron tropas. La URSS aumentó su ayuda. A pesar de todo, durante cinco años el régimen perdió el control del Kurdistán. Sin todo este respaldo, Sadam habría caído. Pero no cayó y decidió invadir Irán con el apoyo entusiasta del imperialismo norteamericano.

En Irán la revolución de 1979 había liquidado la monarquía pro imperialista. Como ocurriera en Iraq, después de la revolución, la burguesía y la casta religiosa iraníes masacraron a las organizaciones obreras empezando por el poderoso Tudeh (Partido Comunista iraní), con el silencio complice de Moscú. El imperialismo quería borrar todo recuerdo revolucionario entre las masas iraníes y apoyó a Sadam desde el comienzo. La guerra duró nueve años, dejando a Iraq con 80.000 millones de dólares de deuda externa y un millón de muertos. Al terminar la guerra entre Iraq e Irán, saudíes y kuwaitíes reclamaron el pago de sus créditos. La paz desenmascaró los costes económicos de la guerra y obligó a Sadam a enfrentarse a la caída del precio del petróleo. Iraq estaba perdiendo diez millones de dólares diarios. La inflación crecía, la escasez se extendía, las conspiraciones se intensificaban. Estas son las razones de la invasión de Kuwait por las tropas de Sadam en 1990. La caída del estalinismo creó las condiciones ideales para la vuelta del imperialismo: así es como empezó la primera Guerra del Golfo.

 

La clase obrera iraquí

Con el 70% de su población concentrada en las ciudades y una clase trabajadora con poderosas tradiciones revolucionarias desde 1920, una gran parte de las fuerzas potenciales para llevar a cabo las tareas anticolonialistas y socialistas de Oriente Medio siguen estando en Iraq. El Partido Comunista, que sigue siendo la organización de masas con más autoridad, ya ha salido a la calle en todo el país y acaba de abrir un local en Bagdad y publicar su periódico Sendero del pueblo. Los sindicatos obreros no van a tardar mucho más. Los dirigentes del PC ya hicieron pública desde Londres su postura: apoyar a un amplio gobierno de coalición democrática respaldado por la ONU y abierto a todas las clases sociales de Iraq. Parece que las duras lecciones del pasado no les hayan servido para mucho. En la situación actual de crisis del capitalismo no habrá ningún plan Marshall para Iraq y ninguna recuperación económica para justificar la colaboración de clases. La clase obrera iraquí, martirizada por los bombardeos imperialistas y por la larga represión bajo Sadam Husein, tarde o temprano se rebelará y presionará a sus dirigentes para que no acepten pactos con los títeres burgueses iraquíes bajo la bota del imperialismo de EEUU. Esto creará contradicciones muy fuertes dentro del PC, que abrirán el camino a su transformación revolucionaria y al fortalecimiento de las genuinas ideas del marxismo en su seno.