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Parte II - La onda expansiva de la revolución rusa

La conferencia de Abril

La conferencia de Abril

Para muchos dirigentes del partido, el discurso de Lenin en la estación de Finlandia sobre el carácter socialista de la Revolución Rusa, estalló como una bomba. La polémica entre él y los partidarios del “perfeccionamiento de la revolución democrática”, se inició desde el primer día.

La demostración armada de abril , en la cual resonó, la consigna de “¡Abajo el gobierno provisional!”, daría ocasión a un conflicto agudo. A ciertos representantes del ala derecha les sirvió de pretexto para acusar de blanquismo a Lenin. Se decía que no cabría derribar al gobierno provisional, apoyado entonces por la mayoría del soviet, sino torciendo la voluntad de la mayor parte de los trabajadores. Formalmente, el reproche podía no parecer desprovisto de fundamento. En realidad, la política de Lenin en abril, no delataba ni sombra de blanquismo. Para él, toda la cuestión se reducía a saber en qué medida los soviets continuaban reflejando el estado de ánimo verdadero de las masas y a determinar si el partido no se engañaba al orientarse por ellos. La manifestación de abril, que había sido “más izquierdista” de lo que convenía, implicaba un reconocimiento destinado a comprobar el estado de ánimo de las masas, así como las relaciones entre estas últimas y la mayoría del soviet, demostrando la necesidad de un largo trabajo preparatorio. A principios de mayo, Lenin reprobó en tono severo la conducta de los marineros de Kronstadt, quienes, movidos por su ímpetu, se habían excedido y habían declarado no reconocer el gobierno provisional.

De muy diferente manera abordaban la cuestión los adversarios de la lucha por el poder. En la Conferencia de Abril del partido, Kamenev exponía sus quejas: “En el número 19 de Pravda, unos camaradas –evidentemente se trata de Lenin [LT]– proponían una resolución sobre el derrocamiento del gobierno provisional, resolución impresa antes de la última crisis; pero la han rechazado luego por ser susceptible de introducir la desorganización y aventurada. Bien se ve que los camaradas en cuestión se habían enterado de algo durante esa crisis. La resolución propuesta –es decir, la resolución propuesta por Lenin en la Conferencia [LT]– reitera esta falta”.

Resulta significativa en alto grado semejante manera de plantear la cuestión. Una vez efectuado el reconocimiento, Lenin retiró la consigna de un derrocamiento inmediato del gobierno provisional; pero la retiró temporalmente, por unas semanas o por unos meses, según la mayor o menor rapidez con que creciera la indignación de las masas contra los conciliadores. Por su parte, la oposición consideraba errónea tal consigna. La demora provisional de Lenin no comportaba ninguna modificación de su línea de conducta. Lenin no se basaba en el hecho de que todavía no estuviera terminada la revolución democrática, sino sólo en el de que la masa aún era incapaz de derribar al gobierno provisional y que se requería cuanto antes hacerla capaz de abatirlo.

Toda la Conferencia de Abril del partido se consagró a la siguiente cuestión esencial: “¿Vamos a la conquista del poder para realizar la revolución socialista, o ayudamos a perfeccionar la revolución democrática?” Por desgracia, todavía permanece sin publicar la reseña de esa conferencia. Sin embargo, quizás no haya en la historia de nuestro partido un congreso que tuviera una importancia tan grande y tan directa para la suerte de nuestra revolución.

Lucha irreductible contra el defensismo y los defensistas, conquista de la mayoría en los soviets, derrocamiento del gobierno provisional por mediación de los soviets, política revolucionaria de paz, programa de revolución socialista en el interior y de revolución internacional en el exterior: ese era el programa de Lenin. Como se sabe, la oposición propugnaba el perfeccionamiento de la revolución democrática por medio de una presión sobre el gobierno provisional, debiendo permanecer los soviets como órganos de “control” cerca del poder burgués. De lo que se desprende una actitud más conciliadora con respecto al defensismo.

En la Conferencia de Abril uno de los adversarios de Lenin argumentó así: “Hablamos de los soviets de diputados obreros y soldados como de centros organizadores de nuestras fuerzas y del poder (...) Por sí solo su nombre indica que constituyen un bloque de fuerzas pertenecientes a la pequeñoburguesía y al proletariado, para quienes se impone la necesidad de rematar las tareas democráticoburguesas. Si hubiera terminado la revolución democráticoburguesa, no podría existir este bloque (...) y contra él orientaría el proletariado la lucha revolucionaria (...) Sin perjuicio de lo anterior, reconocemos a esos soviets la calidad de centros de organización de nuestras fuerzas (...). Así, pues, aún no está acabada la revolución burguesa, que no ha dado todo su rendimiento, y debemos reconocer que, si estuviera terminada por completo, pasaría el poder a manos del proletariado” (Discurso de Kamenev).

La incosistencia de este razonamiento es evidente: efectivamente, la revolución no “terminará por completo” en tanto que el poder no pase a otras manos. El autor del discurso precitado, ignora el verdadero eje de la revolución, no deduce las tareas del partido del agrupamiento real de las fuerzas de clase, sino de una definición formal de la revolución considerada burguesa o democráticoburguesa. Según él, es menester formar bloque con la pequeñoburguesía y controlar el poder burgués en tanto que no esté perfeccionada la revolución burguesa. Ello implica un esquema de claro sentido menchevique. Al limitar desde el punto de vista doctrinal las tareas de la revolución con el apelativo de ésta –revolución “burguesa”–, había de llegarse fatalmente a la política de presionar al gobierno provisional, a la reivindicación de un programa de paz sin anexiones, etc. ¡Por perfeccionamiento de la revolución democrática se sobreentendía la realización de una serie de reformas por mediación de la Asamblea Constituyente, donde el partido bolchevique desempeñaría el papel de ala izquierda!

Así, la consigna de “Todo el poder a los soviets”, perdía su verdadero contenido. Esto fue lo que en la Conferencia de Abril declaró Noguin*, más lógico que sus camaradas de oposición: “En el curso evolutivo desaparecen las atribuciones más importantes de los soviets, y una serie de sus funciones administrativas se transmite a los municipios, a los zemstvos, etc. Consideremos el desarrollo ulterior de la organización estatal. No podemos negar que habrá una Asamblea Constituyente y, en consecuencia, un parlamento. De ahí resulta que, progresivamente, se irá descargando de sus principales funciones a los soviets; pero ello no quiere decir que terminen su existencia de una manera vergonzosa. Se limitarán a transmitir sus funciones. No será con soviets del tipo actual con los que llegue a realizarse entre nosotros la república comunal”.

Por último, un tercer oposicionista abordó la cuestión desde el punto de vista de la madurez de Rusia para el socialismo: “Al enarbolar la consigna de la revolución proletaria, ¿podemos contar con el apoyo de las masas? No, porque Rusia es el país de Europa donde más domina la pequeñoburguesía. Si el partido adopta la plataforma de la revolución socialista, se transformará en un círculo de propagandistas. Debe desencadenarse la revolución desde occidente… ¿Dónde saldrá el sol de la revolución socialista? Dado el estado de cosas que reina entre nosotros, dada la preponderancia de la pequeñoburguesía, estimo que no nos incumbe tomar la iniciativa de esa revolución. No disponemos de las fuerzas necesarias para ello, además de faltarnos las condiciones objetivas. En occidente se plantea la cuestión de la revolución socialista casi de la misma forma que, para nosotros, se plantea el derrocamiento del zarismo”.

No todos los adversarios de Lenin sacaban en la Conferencia de Abril las mismas conclusiones que Noguin; pero todos, por la lógica de las circunstancias, se vieron obligados a aceptarlas unos meses más tarde, en vísperas de Octubre. Dirigir la revolución proletaria o circunscribirse al papel de oposición en el parlamento burgués, suponía la alternativa a la cual se hallaba reducido nuestro partido. La segunda posición era menchevique, o dicho más exactamente, era la posición que no tuvieron más remedio que adoptar los mencheviques después de la Revolución de Febrero.

En efecto, durante años, los líderes mencheviques habían afirmado que la revolución futura sería burguesa, que el gobierno de una revolución burguesa no podía llevar a cabo sino las aspiraciones de la burguesía, que la socialdemocracia no podía asumir las tareas de la democracia burguesa y debería, “sin dejar de impulsar a la burguesía hacia la izquierda”, confinarse a un papel de oposición. En particular, Martinov* no se había cansado de desarrollar este tema. Con la Revolución de Febrero los mencheviques se encontraron en el gobierno. De su posición de principios no conservaron más que la tesis relativa a que el proletariado no debía adueñarse del poder. Así, pues, aquellos bolcheviques que condenaban al ministerialismo menchevique, mientras se alzaban contra la toma del poder por el proletariado, se atrincheraban de hecho en las posiciones prerrevolucionarias de los mencheviques.

La revolución provocó desplazamientos políticos en dos sentidos: los reaccionarios se hicieron cadetes y los cadetes, republicanos (desplazamiento hacia la izquierda); los SR y los mencheviques se hicieron partido burgués dirigente (desplazamiento hacia la derecha). Por procedimientos de este tipo, la sociedad burguesa intentaba crear una nueva armazón para su poder estatal, su estabilidad y su orden.

Pero, mientras los mencheviques abandonaban su socialismo formal por la democracia vulgar, la derecha de los bolcheviques se pasaba al socialismo formal, o sea, a la posición que ocuparan los mencheviques en la víspera.

En la cuestión de la guerra se produjo el mismo reagrupamiento. Con excepción de algunos doctrinarios, la burguesía –que, por cierto, ya casi no esperaba la victoria militar– adoptó la fórmula de “ni anexiones ni indemnizaciones”. Los mencheviques y los SR zimmerwaldianos, que habían criticado a los socialistas franceses porque defendían su patria republicana burguesa, se convirtieron en defensistas no bien se sintieron en una república burguesa: de la posición internacionalista pasiva se pasaban al patriotismo activo. Al propio tiempo, la derecha bolchevique se deslizó al internacionalismo pasivo de “presión” sobre el gobierno provisional, en vistas a una paz democrática “sin anexiones ni indemnizaciones”. De tal manera, la fórmula de la dictadura democrática de obreros y campesinos se disloca teórica y políticamente en la Conferencia de Abril y suscita dos puntos de vista opuestos: el democrático, enmascarado con restricciones socialistas formales, y el socialista revolucionario, el punto de vista auténticamente bolchevique y leninista.

[1] Una demostración armada espontánea de 25 a 30.000 soldados apoyados por obreros, salieron a la calle con la consigna de “Que renuncie Miliukov”, responsable de la prolongación de la guerra. El 21 de abril, el Comité de Petrogrado de los bolcheviques llamó a la realización de otra demostración. El Comité Central de los cadetes llamó a su vez a sus partidarios a “unirse alrededor del gobierno provisional y apoyarlo”. Los elementos burgueses patrioteros chocaron con los obreros y se produjeron escaramuzas sangrientas.