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Boletín de Novedades (Agosto 2012)

Giorgi Plejanov (1856-1918)

Giorgi Plejanov (1856-1918)

León Trotsky, 25 abril 1922

La guerra realizó un balance de toda una época del socialismo y pesó y evaluó a los dirigentes de esa época. Entre ellos, también liquidó despiadadamente a Plejanov. Este había sido un gran hombre. Es una pena pensar que toda la actual generación joven del proletariado que se incorporó al movimiento desde 1914 en adelante, conozca a Plejanov solamente como un patrocinador de los Alexinskys, un colaborador de los Avxentievs y casi como un simpatizante del célebre Breshkovskaia; a saber, el Plejanov de la era de su "patriótica" caída. Había sido un gran hombre y es como una gran figura que pasó a la historia del pensamiento social ruso.
Plejanov no creó La teoría del materialismo histórico, ni lo enriqueció con nuevas conquistas científicas. Pero lo introdujo en la vida rusa. Fue este un servicio de enorme importancia. Era necesario triunfar sobre los prejuicios individuales revolucionarios de la intelligentsia rusa, en los cuales se expresaba la arrogancia del atraso. Plejanov "naturalizó" la teoría marxista y en consecuencia sacó de su estado de "naturaleza" al pensamiento revolucionario ruso. A través de Plejanov éste comenzó a hablar por primera vez el lenguaje de la ciencia real y estableció lazos ideológicos con el movimiento obrero de todo el mundo; se descubrieron para la revolución rusa oportunidades y perspectivas concretas encontrando para ellas una base en las leyes objetivas del desarrollo económico.
Plejanov no creo la dialéctica materialista, pero desde principios de la década de 1880 fue un convencido, apasionado y brillante cruzado en Rusia. Y para hacer esto se requerían las más grandes facultades perceptivas, una amplia visión histórica y un generoso valor del pensamiento. Plejanov combinaba estas cualidades con una lucidez de exposición y un ingenioso talento. El primer cruzado ruso del marxismo blandía magníficamente su espada. ¡Cuántas heridas infligió! Algunas de las infligidas al talentoso epígono del populismo, Mijailovski, fueron mortales. Para apreciar la fuerza del pensamiento de Plejanov es preciso tener una idea de la densidad de esa atmósfera de prejuicios narodnikis, subjetivistas e idealistas que reinaba en los círculos radicales de Rusia y de los exiliados rusos. Y sin embargo esos círculos representaban el aspecto más revolucionario de lo que planteaban los rusos de la segunda mitad del siglo XIX.
El desarrollo espiritual de la juventud avanzada de la clase obrera de hoy sigue (¡afortunadamente!) caminos muy diferentes. La más grande avalancha social en la historia nos separa del tiempo en que perduraban los duelos Beltov-Mijailovski[1] . Por eso la forma de los mejores trabajos de Plejanov -esto es, la más polémica- es citada exactamente como es citada la forma del Anti­ During de Engels. Para el joven pensamiento obrero, las opiniones de Plejanov son incomparablemente más comprensibles y familiares que las opiniones que el derriba. Consecuentemente, el joven obrero tiene que poner más atención e imaginación para resucitar las opiniones de los narodnikis y los subjetivistas que para entender la fuerza y precisión de los golpes de Plejanov. Por eso los libros de Plejanov no pueden alcanzar hoy en día una amplia circulación. Pero el joven marxista que tiene la oportunidad de trabajar sistemáticamente ampliando y profundizando su perspectiva mundial empezará ciertamente con Plejanov como la primera fuente del pensamiento marxista en Rusia. Para hacer esto es necesario trabajar cada vez sumergiéndose en la atmósfera ideológica del radicalismo ruso del período entre la década de 1860 y la de 1890. No es tarea fácil. Pero sin embargo, quien la emprenda será recompensado con un ensanchamiento de los horizontes teóricos y políticos y la satisfacción estética que da el trabajo exitoso del pensamiento lúcido en lucha contra prejuicios, que introducen confusión y estupidez.
A pesar de la poderosa influencia que tuvieron los maestros franceses sobre él, Plejanov continuó siendo completamente un representante de la vieja escuela rusa de publicistas (Belinski, Herzen y Chernishevski). Amaba escribir espaciosamente sin avergonzarse de hacer una digresión y divertir al lector con un chiste, una cita y luego otro chiste. Para nuestra era "soviética" que corta en partes palabras que son demasiado largas y une los pedazos que quedan, el estilo de Plejanov parece arcaico. Pero refleja toda una era y en su tipo sigue siendo excelente. La escuela francesa puso su sello benéfico en forma de precisión y transparente claridad de exposición.
Como orador, Plejanov se caracterizaba por las mismas cualidades que tenía como escritor, para bien y para mal. Cuando se lee un libro de Jaures e incluso sus trabajos históricos, se siente que es un discurso de orador escrito. Con Plejanov es al revés. En sus discursos se oye al escritor hablando. La literatura de los oradores como la oratoria de los escritores puede proveer muchos ejemplos excelentes. Pero literatura y oratoria son sin embargo dos elementos diferentes y dos artes diferentes. Por consiguiente, los libros de Jaures agotan a uno con su tensión oratoria. Y por la misma razón Plejanov orador produce frecuentemente la impresión subyacente y amortiguada de un hábil lector de sus propios artículos.
Estaba en su apogeo en las disputas teóricas en que se sumergían generaciones enteras de la intelligentsia revolucionaria rusa. Aquí la misma materia de la discusión junta literatura y oratoria. Sería más débil en discursos de naturaleza puramente política, esto es, en aquellos en que tenía la tarea de unir a la audiencia en una unidad de resultado positivo y de fusionar sus voluntades en una sola. Plejanov hablaba como un observador, como un crítico, como un publicista pero no como un dirigente. Todo su destino le negó la oportunidad de dirigirse directamente a las masas, de convocarlas a la acción y de encabezarlas.
Sus lados débiles provenían de la misma fuente que su merito principal: era un precursor, el primer cruzado del marxismo en suelo ruso.
Hemos dicho que Plejanov apenas dejo algunos trabajos que pudieran haber servido para el uso ideológico cotidiano de la clase obrera. Tal vez, Historia del pensamiento social ruso es una excepción. Sin embargo, hay un aspecto teórico en que este trabajo dista de ser impecable: las tendencias conciliadoras y patrióticas de la política de Plejanov en su último periodo consiguieron socavar al menos parcialmente sus cimientos teóricos.
Encontrándose atrapado el mismo en las insolubles contradicciones del socialpatriotismo, Plejanov comenzó a buscar orientación desde afuera de la teoría de la lucha de clases, unas veces desde la del interés nacional y otras desde la de los principios éticos abstractos. En sus últimos escritos hace una monstruosa concesión a la moral intentando convertirla en el criterio de la política: "la guerra defensiva es una guerra justa". En la introducción a su Historia del pensamiento social ruso restringe el campo de acción de la lucha de clases a la esfera de las relaciones internas, remplazando las relaciones internacionales por la solidaridad nacional[2]. Pero esto no tiene nada que ver con Marx sino con Sombart. Solo quien conoce cuán irreconciliable, brillante y triunfante lucha libró Plejanov durante décadas contra el idealismo en general, contra la filosofía convencional en particular y contra la escuela de Brentano y su casi marxista falsificador Sombart, puede apreciar la profundidad del derrumbe teórico que sufrió Plejanov bajo la presión de la ideología nacional-patriótica.
Pero este derrumbe había sido preparado. Repitamos: la desgracia de Plejanov brotó de la misma raíz que su inmortal servicio: era un precursor. No era el dirigente del proletariado activo sino simplemente su anunciador teórico. Defendía polémicamente les métodos del marxismo pero no tuvo la oportunidad de aplicarlos en la práctica. Aunque vivió varias décadas en Suiza siguió siendo un exiliado ruso. El oportunista socialismo suizo, municipal y cantonal, con su nivel teórico extremadamente bajo le interesó muy poco. No había partido ruso. Para Plejanov su lugar era ocupado por el grupo "Emancipación del Trabajo", es decir, un círculo cerrado de simpatizantes (Plejanov, Axelrod, Zasulich y Deutsch, quien estaba condenado a trabajos forzados). Cuanto más se esforzaba Plejanov por fortalecer las raíces teóricas y filosóficas de su posición, más se cortaba de esas raíces políticas. Como un observador del movimiento obrero europeo, pasó sin prestar la menor atención sobre las más colosales manifestaciones políticas de mezquindad, cobardía y compromiso de los partidos socialistas. Sin embargo, siempre estaba en guardia contra las herejías teóricas en la literatura socialista.
Esta violación de la unidad de teoría y práctica que se derivaba de todo el destino de Plejanov, le resultó fatal. Se mostró falto de preparación para los grandes acontecimientos políticos a pesar de su gran preparación teórica. La revolución de 1905 lo tomó ya desprevenido. Este profundo y brillante teórico marxista se orientó en los acontecimientos de la revolución mediante un enfoque empírico y esencialmente filisteo. Se sintió poco seguro de sí mismo y eludió las respuestas concretas escapándose con formulas algebraicas y anécdotas ingeniosas, a las cuales tenía gran inclinación.
Vi a Plejanov por primera vez a fines de 1902, o sea en el período en que estaba concluyendo su excelente campaña teórica contra el populismo (narodnismo) y contra el revisionismo y se encontraba frente a frente con los problemas políticos de la inminente revolución. En otras palabras, la era de la declinación de Plejanov estaba comenzando. Solamente una vez logré ver y escuchar a Plejanov, por decirlo así, en todo su florecimiento y todo su esplendor: fue en la comisión de programa del Segundo Congreso del partido realizado en Londres en julio de 1903. Los representantes del grupo "Rabocheie Dielo", Martinov y Akimov, y los representantes del "Bund", Lieber y otros y también uno de los delegados de provincia intentaban introducir enmiendas, en su mayor parte teóricamente incorrectas y pobremente formuladas, al proyecto de programa del partido que había sido elaborado en gran parte por Plejanov. En la discusión en la comisión, Plejanov fue inimitable y despiadado. Ante cada cuestión presentada y ante cada objeción, movilizaba muy fácilmente su notable erudición y dejaba a su auditorio, incluidos sus oponentes, convencidos de que el problema solo comenzaba donde los autores de la enmienda pensaban que terminaba. Con una concepción científicamente organizada del programa en su cabeza, seguro de sí mismo, su conocimiento y su fuerza, con un gracioso parpadeo de ironía en sus ojos, y también su gracioso bigote erizado, sus ademanes solo ligeramente teatrales pero vivos y expresivos, Plejanov se sentó en la silla e iluminó a toda la numerosa sección como un fuego viviente de conocimientos e ingenio. Su brillo iluminaba un rubor de adoración en cada rostro y en aquellos de sus oponentes el éxtasis forcejeaba con la confusión.En la discusión de las cuestiones tácticas y organizativas en el mismo congreso, Plejanov se veía inconmensurablemente más débil y a veces realmente bastante desarmado, produciendo desconcierto entre aquellos mismos delegados que lo habían admirado en la sección programática.
Ya en el Congreso Internacional de Zurich en 1893, Plejanov había declarado que el movimiento revolucionario en Rusia triunfaría como un movimiento de obreros o no triunfaría en absoluto. Esto significaba que no había y nunca habría un movimiento democrático burgués revolucionario capaz de conquistar el poder en Rusia. Pero de ahí se desprende la conclusión de que una revolución victoriosa realizada por el proletariado solo podría terminar con el paso del poder a manos del proletariado. Sin embargo, Plejanov retrocedía aterrorizado ante esta conclusión y por eso rechazó políticamente sus propias antiguas premisas teóricas. Tampoco creó otras nuevas. De aquí que su desamparo político y sus tropiezos terminaran en su calamitoso derrumbe patriótico.
En el período de la guerra como en el periodo de la revolución a los verdaderos alumnos de Plejanov no les quedó más alternativa que librar una lucha irreconciliable contra él.
Los frecuentemente inesperados y, sin excepción, despreciables partidarios y admiradores del Plejanov de la era de su declinación, después de su muerte recogieron las cosas más erróneas dichas por él en una publicación aislada. De esta manera simplemente ayudaron a separar un falso Plejanov del real. El gran Plejanov es el verdadero y nos pertenece completa e indivisiblemente. Es nuestra obligación restaurar la figura intelectual de Plejanov a su plena estatura para beneficio de la generación joven. Estas líneas apresuradas, por supuesto, no representan siquiera una aproximación a esta tarea. Pero ella debe ser abordada y será sumamente provechosa. Sí, hace tiempo que se debiera escribir un buen libro sobre Plejanov.


[1] En 1895 Plejanov, usando el seudónimo de Beltov, se las arregló para que su más exitoso y brillante folleto, Sabre Ia cuestión del desarrollo de la concepción monista de la historia, pasara la censura zarista.
[2] "El curso del desarrollo de cualquier sociedad dada dividida en clases está determinado por el curso del desarrollo de esas clases y de sus relaciones mutuas, es decir, en primer lugar por su lucha mutua cuando es una cuestión de orden social interno y en segundo lugar por su colaboración más o menos estrecha cuando se trata de defender el país de ataques externos". (G. V. Plejanov, Historia del pensamiento social ruso, Moscú, 1919, p. 11)



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