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Cuadernos del CEIP N°1 (Agosto 2000)

El mundo colonial y la segunda guerra imperialista

El mundo colonial y la segunda guerra imperialista

Votado por la Conferencia de emergencia del 19 al 26 de mayo de 1940 - Nueva York

 

 

1. La mitad de la población mundial vive en la esclavitud colonial. Las colonias y los países sometidos cubren más de la mitad de la superficie de la tierra. Más de mil millones de personas, de color amarillo, marrón y negro, están sometidas a la ley de la ínfima minoría de los supercapitalistas que reinan en el mundo occidental. La lucha de esta gran masa de desposeídos para liberarse representa una de las dos grandes fuerzas progresistas de la sociedad moderna. La otra es el combate del proletariado de los países avanzados para su emancipación. Es en el logro de esta conjunción en donde reside la clave de toda la estrategia de la revolución socialista mundial. El nacionalismo en los países occidentales es un arma del poder capitalista, utilizada para oponer entre sí a los pueblos explotados en las guerras desencadenadas por medios económicos y militares para único beneficio de los capitalistas. Pero, en los países orientales atrasados y oprimidos, los movimientos nacionalistas forman un componente total de la lucha contra el imperialismo mundial. En este sentido, deben ser apoyados en la medida de lo posible por la clase obrera del mundo occidental. Cuando los trabajadores unidos de oriente y occidente procedan a la conquista del poder, derroquen al capitalismo y construyan una economía socialista mundial, las grandes entidades nacionales del mundo podrán, por primera vez, vivir de costa a costa en medio de una cultura mundial floreciente que abre orgullosamente sus pétalos raciales y étnicos. Esta es la imagen de la democracia y de la igualdad en el socialismo mundial.

2. Bajo la bandera de la “democracia” y la “igualdad” burguesas, los grandes imperios se construyeron con la explotación del proletariado en la metrópoli y con la esclavitud de los pueblos desposeídos de ultramar. A lo largo de tres siglos de expansión, las naciones capitalistas han guerreado sin descanso para adquirir y extender sus dominios coloniales, para defenderse contra las invasiones de sus rivales o para aplastar las revueltas de los pueblos colonizados. En 1914-1918, las grandes potencias imperialistas han combatido para repartir un mundo ya dividido. Estas sólo lograron precipitar la decadencia catastrófica del sistema capitalista. No obstante, las revoluciones salidas de la guerra no lograron instaurar en los países avanzados y en los países orientales atrasados, el poder proletario que podía y puede reorganizar el mundo sobre una base socialista. Los trabajadores no han triunfado y tomado el poder más que en Rusia. El capitalismo ha sobrevivido, pero solamente para infligir al mundo las nuevas amarguras de su agonía de muerte. Veintidos años después del armisticio de 1918, arrasados por una crisis que eran impotentes en resolver, los imperialistas hundieron al mundo una vez más en un conflicto sangriento: Alemania, Italia y Japón, para “extenderse o morir”; Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos, para defender y reforzar su hegemonía mundial.

3. La guerra imperialista mundial es la continuación de la lucha comenzada en 1914 por el control, no sólo de Europa, sino también de la riqueza, del trabajo y de los mercados de los dos hemisferios, de África y Asia, de América latina y de Oceanía. Gran Bretaña combate de nuevo por preservar su gigantesco imperio de 450 millones de hombres repartidos en un cuarto del globo; diez esclavos negros o amarillos por cada británico, 100 kilómetros cuadrados de territorio dominado por cada cuarto de kilómetro cuadrado de la metrópolis. Francia pelea no sólo por dominar al continente europeo, sino por controlar los 75 millones de esclavos de sus colonias asiáticas y africanas. Los pequeños propietarios de esclavos, de Holanda y de Bélgica, de Portugal y España, están confrontados en su desmembramiento; plenamente conscientes que los países que hasta este momento han sufrido el pillaje sin estorbo exterior son hoy la apuesta de la guerra. Alemania se pelea abiertamente por conquistar este botín para sí. Italia, tal como un chacal, quiere su parte de los restos. Japón lleva adelante en China una guerra de expansión desde hace ya siete años y está al borde del conflicto con Estados Unidos por el control del Pacífico, por las riquezas de China y de India. El imperialismo americano, que salió de la última guerra como acreedor del mundo, cuenta con salir de ésta como amo indiscutido. Pero la salida final no depende sólo de los ladrones imperialistas. Retoman la lucha armada por la dominación del mundo. Pero los frentes de guerra que han abierto se rompen frente a las revoluciones de los trabajadores de todos los países. En los imperios que buscan conquistar o defender, las guerras nacionales y coloniales y las revoluciones no totalmente vencidas de los años que siguieron a la primera guerra renacen a una escala incomparablemente más extendida que antes.

4. En 1914-1918, Gran Bretaña y Francia defendieron con éxito sus posesiones frente al primer desafío alemán. Se repartieron las colonias alemanas y se disputaron los restos del imperio turco. Pero la guerra había dejado mal parado al mundo imperialista, a punto tal que su eslabón más débil se había roto. La revolución de Octubre en Rusia hizo vacilar a todo el sistema. Toda Europa central entró en convulsión. En las colonias, los movimientos nacionalistas, durante mucho tiempo limitados y abortados, se han precipitado al mismo torrente revolucionario. Cuando Versalles develó la perfidia completa que escondían las promesas de los Aliados de “autodeterminación de las naciones”, la revuelta ganó casi todas las vastas posesiones de los vencedores imperialistas. Las penurias acumuladas y enterradas en los países avasallados durante siglos de opresión estallaron en una serie de explosiones formidables. Durante más de diez años tuvieron lugar guerras de liberación nacional, el esclavo combatiendo contra el amo, en casi todos los países dominados de la superficie de la tierra.

5. La guerra mundial de los Aliados contra Alemania continuó luego de 1918 bajo la forma de una guerra mundial desarrollada por los Aliados contra los pueblos que estaban bajo su yugo. Como respuesta a la exigencia de la libertad de los irlandeses, Inglaterra envió a los Blacks and Tans. Las generosas promesas de independencia acordadas a los pueblos árabes durante la guerra, tomaron la forma del yugo de acero del imperialismo, impuesto y mantenido por las bombas, las bayonetas y las potencias. Las insurrecciones nacionalistas arrasaron Egipto y el resto del mundo musulmán. Sólo los turcos consiguieron su independencia. El resto del Levante fue sometido por la fuerza al control imperialista. A las revueltas nacionalistas que habían comenzado en India durante la guerra, los británicos respondieron en 1919 con la masacre de Amritsar, y los fusiles británicos no se callaron nunca más a partir de ese momento en esta colonia, la más rica de todas. Huelgas generales y sublevaciones se produjeron en Kenia, en el Congo y en otros países de Africa. La revuelta druza en Siria en 1925 estuvo a punto de abatir al poder de Francia. En Marruecos, en 1925-1926, los franceses se unieron a los españoles para aplastar la revuelta del Rif dirigida por Abd el-Krim. De 1926 a 1930, los franceses recurrieron a la masacre ciega para contener a los repetidos levantamientos en Indochina. En 1926-1927, los obreros y campesinos de Indonesia se sublevaron contra el poder de la “democracia” holandesa, ejercida a latigazos, metralla y bombardeos. En 1925-1927, China, la presa de todas las potencias desde hace un siglo, fue sacudida por la mayor revolución nacional de posguerra.

6. Pero el imperialismo alcanzó a sobrevivir a la guerra y a vencer los levantamientos coloniales. En Europa, con excepción de Rusia, las revoluciones obreras fueron aplastadas con la ayuda de la traición de los partidos socialdemócratas de la II Internacional. Los trabajadores rusos lograron rechazar la intervención de las potencias armadas, pero siguieron estando trágicamente aislados. Este aislamiento, conjugado con el atraso de Rusia, favoreció al desarrollo de la burocracia simbolizada por Stalin. La Unión Soviética entró en su largo y doloroso período de degeneración. El capitalismo occidental entró paralelamente en un período de relativa estabilización. Esta combinación de elementos le permitió al imperialismo salir victorioso de las guerras nacionales y coloniales que siguieron a la guerra en Europa.

7. El imperialismo mantuvo su poder en las colonias y semicolonias, ante todo por el terror. Miles de personas fueron masacradas y miles murieron en prisión y en deportación entre 1919 y 1929. Pero la fuerza brutal ya no bastaba. Con la participación de las amplias masas de obreros y campesinos, los movimientos coloniales tomaron una amplitud inigualada hasta ahora. Mientras tanto, los imperialismos le tendían la mano a los explotadores nacionales (propietarios terratenientes y capitalistas en ciernes) para ponerlos de su lado y servirse de ellos como escudo contra las masas desposeídas. Los privilegios ofrecidos eran bastante limitados, pero bastaban para ubicar en el campo imperialista a los sectores dominantes de las diferentes clases dirigentes de esos países. Se le acordó a la India una “constitución”, y Gandhi, orgullosamente, rindió servicio a los británicos haciendo girar obstinadamente la lucha nacionalista hacia la vía del compromiso. En Egipto, después de haber aplastado la revuelta nacionalista de 1919 con un cuerpo expedicionario de 60.000 hombres, los británicos terminaron por entenderse con la burguesía nacional y le dieron a Egipto una vaga apariencia de independencia. Irak, y más tarde Siria se convirtieron en dependientes “independientes”. En China, en 1925–1927, los obreros y los campesinos se sublevaron en la mayor revuelta de masas de estos diez últimos años. Pero la Internacional Comunista, dirigida por Stalin, ató a los obreros y campesinos al yugo de la burguesía nacional quien, a su turno, se entendió con los imperialistas. Al apoyar la unidad con Chiang Kai Shek contra el movimiento de masas, los imperialistas consiguieron encauzar la oleada revolucionaria que había amenazado durante un tiempo con expulsarlos definitivamente de sus posiciones parapetadas en Asia.

8. Si bien este método le ofrecía una “solución” temporal a los dirigentes imperialistas, no resolvía los problemas candentes de los pueblos coloniales, no los sacaba del atraso y no dejaba la posibilidad de crecimiento, incluso relativo, de las fuerzas productivas. Por el contrario, aceleraba la expropiación de la pequeño burguesía, la servidumbre del campesinado y hacía más pesado el fardo del proletariado en las colonias. Las concesiones hechas a los explotadores nacionales por parte de los imperialismos eran más bien escasas, pero desde el inicio de la crisis económica de 1929, no pudieron ni siquiera mantenerlas. La crisis, por el contrario, exacerbó los antagonismos en el campo imperialista y le proporcionó un nuevo golpe a los pueblos oprimidos. Japón comenzó su expedición hacia China en 1931. Italia sometió a Etiopía en 1935. Las nuevas brechas entre las potencias arribaron rápidamente al desencadenamiento del nuevo conflicto mundial en 1939. Para las colonias, la nueva guerra imperialista no ofrece más que la perspectiva de un reforzamiento de la explotación, poco importa si los antiguos amos son los que se quedan o si nuevos amos toman su lugar.

9. El capitalismo ya ha demostrado a escala mundial que ya no contribuye como sistema de organización al desarrollo de las fuerzas productivas. Ya no puede asegurar a los trabajadores del mundo desarrollado más que el mínimo vital. Si llegara a sobrevivir a esta guerra, la forma totalitaria que ha tomado en los países más pobres (Italia, Alemania, los Balcanes) antes del conflicto, pronto se generalizaría. Mientras que la guerra sólo está en sus comienzos, este proceso es claramente visible en Francia y en Gran Bretaña. En el pasado, el poder imperialista ha arrastrado a las colonias a la asfixia del desarrollo económico y ha perpetuado el atraso de las relaciones económicas y sociales bajo las formas más opresivas. Si se impone una “solución” imperialista al conflicto mundial, una tasa de explotación mucho más elevada se impondrá en las colonias y la servidumbre del pasado será multiplicada y reforzada. Los Aliados occidentales hacen, una vez más, promesas de “libertad” y de “cooperación” para el futuro de su victoria en esta guerra. Pero creer en semejantes promesas, es abrir el camino para la cruel decepción del futuro Versalles. Alemania, por su lado, no se embriaga con equivocadas ilusiones, sino que combate abiertamente por dominar a los pueblos que sólo puede conquistar por el acero y la sangre.

10. Las esperanzas de liberación de los pueblos coloniales están ligadas más claramente que nunca con la emancipación de los trabajadores del mundo entero. Las colonias no se liberarán política, económica y culturalmente más que cuando los trabajadores de los países avanzados pongan término al poder capitalista y se dediquen conjuntamente con los pueblos atrasados a la reorganización de la economía mundial a otro nivel, orientándola hacia las necesidades sociales y no hacia las ganancias monopolistas. Sólo de este modo los países coloniales y semicoloniales podrán salir de su atraso en diferentes grados y tomar su lugar como parte integrante de una república socialista mundial en marcha. Arrastrados tardíamente hacia la órbita de la economía mundial, estos países tienen que dar un enorme salto adelante, económica y políticamente, para alinearse con las otras naciones. Su atraso se traduce con mayor crueldad en el mantenimiento de las relaciones feudales y semifeudales que encadenan a una multitud de campesinos. Los imperialistas le han agregado a este yugo el del capital monopolista, actuando ya sea directamente o por intermedio de sus agentes locales (como los compradores y más tarde los banqueros de China). Así, el mínimo intento de reorganización elemental de la sociedad sobre bases nacionales y democráticas pone a las masas coloniales en conflicto con el imperialismo mundial.

11. La burguesía nacional de los países atrasados es incapaz de efectuar esta transformación, incluso parcialmente, porque esto significaría la supresión del sistema de explotación sobre el que descansa su propia posición en la sociedad. La revolución rusa de 1917 aportó una experiencia positiva: un país atrasado sólo puede dar este paso adelante si la clase obrera es capaz de asumir la dirección de la revolución campesina y orientar la lucha democrática hacia una solución socialista en manos de un poder proletario. Las luchas nacionales de los países coloniales, abortadas desde 1919 a 1931, estaban dirigidas, como en India o China, por la burguesía nacional. Esto no ha hecho más que confirmar que las revoluciones nacionales y democráticas en las colonias sólo pueden triunfar con el proletariado a la cabeza, y con la colaboración de los trabajadores de los países avanzados. La transformación nacional y democrática de los países atrasados sólo será posible en un mundo socialista.

12. Sin embargo, las consignas democráticas y transitorias siempre son válidas, sobre todo en los países dominados relativamente avanzados como China o India. La consigna de asamblea nacional o constituyente sigue siendo la palanca más poderosa para llevar a las masas al combate. Pero en esta consigna, el partido revolucionario debe incluir todo el contenido de la revolución agraria y de la lucha por la liberación nacional. Si no, es un engaño fácil en manos de la burguesía nacional, como ha sido el caso de China, con la ayuda de la Comintern en 1927 y aún hoy. No hay que dejar la lucha democrática en manos de la burguesía nacional, pero, en una situación de ascenso del movimiento de masas, es necesario que se exprese por la formación de consejos obreros, campesinos y de soldados, a nivel local, provincial y nacional, como organismos de la lucha de masas, y tarde o temprano, como organismos de poder de los trabajadores. Tal poder, opuesto al de la burguesía nacional, será el único capaz de llevar a término la revolución democrática al liberar a los campesinos y a la tierra de las garras de los explotadores nacionales y extranjeros.

13. En esta lucha, la línea de conducta del partido de los trabajadores debe ser la de preservar su propia independencia, y la independencia de la clase obrera como fuerza política separada y distinta. En China, en 1927, el Comintern subordinó al Partido Comunista Chino al Kuomintang nacional burgués, la clase obrera china a la burguesía nacional, y finalmente, esta última logró aplastar al movimiento de masas, a cambio de unas migajas del festín imperialista. Aunque las condiciones de la lucha varían considerablemente de una colonia a otra, sobre todo en función de su grado de atraso, la experiencia china de 1925–1927 sigue siendo un ejemplo saludable para todos aquellos que luchan por la liberación de los pueblos oprimidos de Oriente. El proletariado de India y de China guiará a todo el mundo colonial y, a cambio, tendrá la fuerza, el apoyo y la dirección de los trabajadores occidentales. Porque sólo así el mundo será conquistado, reconstruido y liberado para siempre de la guerra y de la opresión, del hambre y de la ignorancia.

 

Traducción: Rossana Cortéz