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Boletín Nº 13 (Abril/2010)

Bosquejo de análisis de la situación económica y social de Brasil

Bosquejo de análisis de la situación económica y social de Brasil

 

A Contracorriente de la Historia Bosquejo de análisis de la situación económica y social de Brasil

Documentos de la Liga Comunista Internacionalista 1930 - 1933

 

Fúlvio Abramo y Dainis Karepovs (compiladores)

 

M. Camboa y L. LyonPublicado en La Lutte de Classes, número 28/29, febrero-marzo de 1931 (La version original en portugués, publicada en octubre de 1930, fue secuestrada durante el golpe de Vargas. Esta versión es una traducción publicada en la revista teórica de la Oposición de Izquierda francesa).

 

 

El modo de producción capitalista y la acumulación, y por consiguiente, la propiedad privada capitalista, fueron exportados directamente de la metrópolis al Nuevo Mundo. La base del sistema capitalista y la expropiación de la masa popular; pero, en las colonias, en general, el exceso de tierra pudo ser transformado en propiedad privada y medio individual de producción. El colono libre, al tener siempre la posibilidad de volverse propietario de su medio de producción, es decir, al poder acumular por sí mismo, hace imposible la acumulación y el modo de producción capitalistas. Allí está la contradicción que la burguesía de la metrópolis debería resolver – “el secreto de su florecimiento y de su gangrena” (Marx). La dependencia del trabajador en relación al capitalista, propietario de los medios de producción, tuvo que ser creada por medios artificiales: la apropiación de la tierra por el Estado, que la convirtió en propiedad privada, y la introducción de la esclavitud indígena y negra; en una palabra, la colonización sistemática.

En Brasil, la acumulación primitiva del capital se hizo de manera directa: la transformación de la economía esclavista en asalariados del campo se hizo directamente y el flujo migratorio, que ya comenzara antes de la abolición de la esclavitud, tuvo como objetivo ofrecer brazos al gran cultivo cafetero[i]. Se produjo aquí, por lo tanto, lo que Marx denomina “un simple cambio de forma”. Brasil nunca fue, desde su primera colonización, más que una vasta explotación agrícola. Su carácter de explotación rural colonial precedió históricamente su organización como Estado. Nunca hubo aquí tierras libres; aquí tampoco conocimos el colono libre, dueño de sus medios de producción, sí al aventurero de la metrópolis, al hidalgo portugués, al comerciante holandés, al misionero jesuita – que no tenían otra base a no ser el monopolio de las tierras. Bajo una forma peculiar de feudalismo, todos venían a explotar la fuerza de trabajo del indígena adaptado y del negro importado[ii].

La clase de los pequeños propietarios, factor de la pequeña producción, generalmente anterior al régimen capitalista y cuya expropiación es uno de los factores determinantes de éste, no pudo desarrollarse en la formación económica de Brasil. El Estado brasileño se caracterizaba siempre por el rígido esquematismo de clase. La sociedad monárquica se sostenía con la explotación del brazo esclavo por una minoría de dueños de la tierra, y la monarquía vegetó dos tercios de siglo en medio de la turbulencia de los vecinos del continente, prolongando, a través de la pasividad burocrática, la vida de un régimen político ya caduco. Trabajo esclavo, latifundio, producción dirigida por los señores de la tierra con su clientela, burguesía urbana y una camada insignificante de trabajadores libres, tanto en las ciudades como en los campos – tales fueron las particularidades que marcaron con su sello la formación económica y política de Brasil en América Latina, donde, en general, la ausencia de una agricultura organizada tuvo como consecuencia la lucha por la tierra contra el indígena y la lucha contra el monopolio del comercio detenido por la corona de España. En las colonias españolas, el colono vivía de la crianza de ganado y del contrabando.

La destrucción del régimen esclavista, que fue determinada por la necesidad del desarrollo capitalista de Brasil, abría al mismo tiempo una nueva expansión a la industria inglesa que monopolizaba entonces el mercado mundial. La burguesía brasileña nació en el campo, no en la ciudad. La producción agrícola colonial fue destinada desde el principio a los mercados externos. Brasil fue, en el siglo XVII, el principal productor de azúcar del mundo. De los dos ejes de colonización, Bahia-Pernambuco y San Pablo-Río de Janeiro, el primero alcanzó sobre el segundo una ventaja considerable. En las capitanías del Norte, el brazo africano edificó sobre vastos dominios la prosperidad de la aristocracia rural. Pero la producción azucarera brasileña fue vencida, poco a poco, por la competencia extranjera y tendió a restringirse a los mercados internos. Con el descubrimiento de las minas de oro, el centro de la actividad económica de la colonia se trasladó hacia el interior de los estados de Minas Gerais y de Bahía[iii]. El trabajo fue atraído a esas regiones y el movimiento agrícola decreció. La prospección mineralógica se transformó en la principal industria, cuyo desarrollo caracteriza el siglo XVIII. La decadencia de las minas, sin embargo, comenzó pronto, pues eran explotadas por medios rudimentarios. A la pobreza del minero, a la falta de esclavos, se alió la presión del fisco. Se retomó la explotación agrícola (cereales, caña de azúcar, tabaco, algodón).

El cultivo del café comenzó relativamente tarde, en las regiones montañosas vecinas de Río de Janeiro . Desde entonces, adquirió las características particulares que mantiene hasta ahora[iv].

La República fue impuesta a Brasil por la burguesía cafetera del estado de San Pablo, que no podía aceptar la forma de producción reaccionaria y patriarcal[v]. Con el advenimiento de la república, ese Estado impuso su hegemonía a la Federación. Para que se pueda operar, sin choques muy graves, el desarrollo capitalista en las antiguas provincias, unidas por lazos puramente políticos pero, en compensación, separadas por una diversidad casi sin igual de posibilidades económicas, los legisladores de la constituyente[vi] dieron a la República una forma federativa.

El gran desarrollo del cultivo cafetero es, típicamente, un desarrollo capitalista. Todas las condiciones necesarias para la gran explotación estaban reunidas: tierras vírgenes, ausencia de rentas agrarias, posibilidades de mayor especialización en la producción, en síntesis, posibilidades de monocultivo. Así, el cultivador de café hace converger simultáneamente todos sus medios de producción para un único objetivo y, por consiguiente, obtiene beneficios hasta entonces desconocidos. El tipo de explotación determinó, por lo tanto, una prosperidad favorable al desarrollo del capitalismo bajo todas sus formas. De ese modo, el sistema de crédito, el crecimiento de la deuda hipotecaria, el comercio en los puertos de exportación, todo ayudaba a preparar una base capitalista nacional. Los brazos que faltaban fueron importados. La inmigración adquirió, a partir de ahí, carácter de empresa industrial.

La burguesía y el poder

Las luchas políticas que la República conoció hasta entonces, y que se produjeron, generalmente durante las elecciones presidenciales, se desarrollaron alrededor de dos grupos políticos dominantes en el Estado de San Pablo. La diferenciación económica entre los Estados de la Federación se acentuó cada vez más. La burguesía de San Pablo, aliada a la de Minas Gerais, conquistó el gobierno federal. Los representantes parlamentarios de los estados secundarios se hicieron representantes del poder central en los estados, en vez de – según la ficción constitucional – representar a los estados ante el poder central. Pero el proceso económico se extendió poco a poco a todo el territorio brasileño y el capitalismo penetró en todo Brasil, transformando las bases económicas más retardatarias. A medida que progresó económicamente, Brasil se integró cada vez más a la economía mundial y entró en la esfera de atracción imperialista[vii]. Con la Gran Guerra y el proteccionismo, el crecimiento industrial se acentuó, complicando las relaciones de clase y los problemas derivados de él. La política de la burguesía se orientaba, hasta entonces, en el sentido del mantenimiento del monopolio de la producción cafetera en el mercado mundial. Con la irrupción de la industria y de la mayor penetración capitalista, el problema principal se complicó con la necesidad de la creación de mercados internos. La política interna se encontró cada vez más subordinada a las siguientes cuestiones: el reciente desarrollo de carreteras, la política financiera de estabilización, la intervención directa del gobierno federal en los negocios de los estados no tuvo otra explicación. La urgencia y penuria del mercado interno constituyó uno de los puntos neurálgicos de inestabilidad económica y política de Brasil. Para el desarrollo de los mercados internos todos los medios son buenos y un gobierno fuerte y centralizado es una condición esencial.

La penetración imperialista es un revulsivo constante que acelera y agrava las condiciones económicas y las contradicciones de clase. El imperialismo altera constantemente la estructura económica de los países coloniales y de las regiones sometidas a su influencia, impidiendo su desarrollo capitalista normal, no permitiendo que ese desarrollo se realice de manera formal en los límites del Estado. Por esa razón, la burguesía nacional no tiene bases económicas estables que le permitan edificar una superestructura política y social progresista. El imperialismo no le concede tiempo para respirar y el fantasma de la lucha de clase proletaria le saca el placer de una digestión calma y feliz. La burguesía nacional debe luchar en medio de un torbellino imperialista, subordinando su propia defensa a la defensa del capitalismo. De ahí, su incapacidad política, su reaccionarismo ciego y añejo y – en otros planos – su cobardía. En los países nuevos, directamente subordinados al imperialismo, la burguesía nacional, al aparecer en la arena histórica, ya era vieja y reaccionaria, con ideales democráticos corruptos. La contradicción que hace que el imperialismo – al revolucionar de modo permanente la economía de los países que son sometidos a él – actúe como factor reaccionario, en política encuentra su expresión en los gobiernos fuertes y en la subordinación de la sociedad al poder ejecutivo. Así se repite en la fase imperialista, por proceso análogo, la subordinación de la sociedad al poder ejecutivo, en la que Marx veía la expresión de la influencia política de los campesinos parcelarios. Además, las exigencias del desarrollo industrial obtienen, como condición esencial, el apoyo del Estado: la industria nace ligada al Estado por el cordón umbilical. El refuerzo gradual del poder ejecutivo es, por cierto, un proceso regular y sistemático del desarrollo industrial en los países políticamente secundarios, como lo demuestra Trotsky con relación a la Rusia zarista. Ese proceso se acentuó aquí (Brasil) desde la Gran Guerra, coincidiendo con el dominio preponderante del imperialismo norteamericano en el escenario mundial, especialmente en América Latina. O sea, desde el gobierno de Epitácio Pessoa. Entonces la reacción se hizo sistemática y asumió carácter de clase muy claro. La apología de los gobiernos fuertes, la divinización del orden, el ataque contra la democracia y el liberalismo fueron los puntos principales de la ideología reaccionaria, que surgió entre el humo de las chimeneas de las fábricas y de los “dreadnoughts” americanos. El gobierno de Epitácio Pessoa (1920-1922) señaló el punto culminante de la vacante de constitucionalismo y del fetichismo de la autoridad constituida. Durante cuatrienios siguientes, el gobierno fue presa de la obsesión histérica del orden del régimen social. Washington Luís, el presidente cuyo mandato expiró el 15 de noviembre de 1930 representó la hipertrofia del poder ejecutivo, ya separado de los intereses inmediatos de la fracción de la burguesía que lo llevó al poder[viii]. Aquí, aún, se verifica lo que decía Trotsky de las relaciones entre las clases burguesas y el zarismo, a saber, que no era la fuerza de esas clases lo que determinaba el poder de la monarquía rusa, sino su flaqueza. En Brasil, todas las clases están subordinadas al ejecutivo y las consignas liberales, aún las más banales, tienen para el gobierno un carácter subversivo. La fanfarronería de Mauricio de Lacerda, su frenesí pequeñoburgués adquieren, para el gobierno, el sentido de declaraciones comunistas. Los llamados liberales aplauden la represión policial cuando ésta se ejerce contra las organizaciones proletarias. Marx escribió que, en vísperas del golpe de Estado de Napoleón III, la burguesía francesa tachaba de herejía “socialista” lo que calificaba, anteriormente, como “liberal” y reconocía, de ese modo, que para conservar intacto su poder social, era menester romper su propio poder político y que la burguesía no puede seguir explotando a otras clases y gozar tranquilamente de la propiedad, de la familia, de la religión y del orden, salvo con la condición de ver su clase condenada a la misma nulidad política de las otras clases, y así, proclama su dominación política incompatible con su seguridad y su propia existencia.

Centralización y federación

La burguesía de San Pablo sacrificó sus intereses generales de clase y su interés político en beneficio de intereses particulares más limitados, más inmediatamente materiales, sin ninguna consideración de solidaridad de clase de carácter colectivo. De ahí viene la lucha de una parte de la burguesía nacional contra el “Partido Republicano Paulista”. Bajo el régimen burgués, el aparato estatal tiende a evolucionar naturalmente hacia una creciente centralización. En Brasil, ciertas causas particulares acentúan y aceleran el proceso: la extensión territorial, la débil densidad poblacional; su agricultura industrializada, gracias al carácter especial de la producción; la ausencia de la renta agraria, que ocasiona la confusión entre el propietario de la tierra y el propietario de la explotación agrícola; el desarrollo desigual del capitalismo; la división política, que legaliza la supremacía de los estados más fuertes sobre los más débiles; el impulso industrial progresivo y la presión imperialista. Esa centralización se acentuó con el desarrollo industrial y la intervención del capital yanqui, es decir, desde que se patentó la necesidad de la creación de mercados internos. El poder federal se fortaleció y la constitución fue reformada, con el fin de facilitar la intervención de la Unión en los estados. En la medida que se acentúa la centralización de la máquina gubernamental, la burguesía, sintiéndose protegida de los peligros y de las cargas del gobierno, tiende a identificarse con sus intereses generales. El aparato de Estado federal se adapta cada vez más a los intereses económicos de la burguesía, en proporción directa a su centralización. Si, actualmente, sirve de manera inmediata a los intereses de los partidos dominantes de San Pablo, mañana, éste puede servir a los intereses de los partidos dominantes de Minas Gerais y de Río Grande do Sul. El levantamiento actual de estos dos estados, que por motivos circunstanciales arrastraron detrás suyo a Paraíba, se realizó en nombre de la autonomía de los estados, por la defensa de la Federación. Así, los políticos de esos estados defienden sus propias posiciones. Si ellos se resignaran a soportar la violencia del gobierno federal, eso habría significado el fin, en Brasil, del proceso centralizador del aparato del Estado, consagrando la hegemonía definitiva de San Pablo sobre los demás estados de la Federación. El levantamiento de hoy indica lo contrario: la fórmula definitiva aún no fue encontrada. La contradicción entre la necesidad imperiosa de la centralización y la forma política federativa es evidente. El proceso económico exige la centralización, al paso que la formación histórica de los otros estados de Brasil, es natural que los partidos dominantes en esos estados los dejaran participar cada vez más –en pie de igualdad– de la gestión del aparato del gobierno central. Así, el poder ejecutivo se hizo, en la sociedad brasileña, la fuerza decisiva que permite a la oligarquía del partido que ejerce el poder un dominio casi completo. La burguesía nacional ve la fuerza del Estado escaparse de sus manos y está condenada a ceder el control político a la acción internacional imperialista, debido a su incapacidad histórica de actuar colectivamente como clase. Sus diferentes fracciones no tuvieron tradiciones políticas comunes, no se formaron con la conciencia de sus intereses comunes de clase y no fueron obligadas a expropiar una clase de pequeños propietarios de tierra. Sus tradiciones históricas son, antes que nada, patrioteras, ellas combatieron a los invasores extranjeros, pero esa fue una lucha episódica que nunca se extendió a todo el país, sino por el contrario, conservó carácter regional y, de ese modo, fue luego olvidada durante el largo desarrollo histórico ulterior. La burguesía sólo comienza a adquirir su conciencia de clase gracias a su temor a la revolución social. En Brasil, los partidos políticos, -expresión de las oligarquías políticas– no pueden, pues, poseer carácter nacional ni tradiciones políticas que defender. Esas oligarquías tienen cada vez más necesidad de poder federal, y esto en la medida que el Estado se fortalece y se centraliza y que el capitalismo transforma la base económica sobre la que ellas se sostienen. De ahí la lucha constante por la Presidencia de la República. El levantamiento actual marca un momento de ese proceso. Los estados revoltosos buscan resolver por las armas la violenta contradicción que opone la forma política federativa al desarrollo pacífico de las fuerzas productoras. La burguesía brasileña busca una forma conciliadora entre la tendencia a la centralización del gobierno y la forma federativa, garantía de la unidad política de Brasil.

La unidad nacional

La unidad nacional antes fue una conquista política que una consecuencia económica. Ha llegado el momento de ponerla a prueba. La burguesía nacional intenta hoy consolidarla por las armas, lo que es aparentemente paradójico, pero obedece, en el fondo, a la dialéctica del desarrollo económico. El desarrollo de las fuerzas productivas en el marco nacional obliga a la lucha por una forma política adecuada al equilibrio de los estados que están llegando al momento de asumir su impulso capitalista. Si la industria de San Pablo carece de mercados, la industria naciente y el carácter policultor de Río Grande do Sul exigen una protección más atenta del gobierno central. La producción variada de Minas Gerais y sus perspectivas de desarrollo de la industria pesada reclaman mayor participación en el poder central, además de los motivos políticos de su levantamiento [de octubre de 1930], que se expresan en la ruptura de la alianza tradicional con San Pablo, por el ejercicio del gobierno federal. El Noreste exige una intervención menos precaria de la Unión, con el fin de resolver más sistemáticamente los problemas fundamentales de su economía, para posibilitar un desarrollo más regular de sus productoras. Los intereses de los imperialistas agravan aún más las contradicciones, pesan exageradamente sobre el Estado. El balance de los pagos siempre fue deficitario, aunque el Estado no haya perseguido otro recurso, salvo pedir dinero prestado en Londres y Nueva York. La necesidad de recurrir siempre al crédito para cubrir la deuda anterior – proceso clásico de la acumulación imperialista – tuvo como consecuencia natural, la mejora progresiva de los impuestos y, luego, la expropiación de las clases rurales y proletarias. El empobrecimiento de esas clases hace difícil, por una parte, el desarrollo de los mercados internos existentes y aún más difícil la formación de nuevos. Al mismo tiempo –debido a la crisis actual del café, que favorece la mayor racionalización del cultivo– la tendencia a la diferenciación de clases en el campo se realiza como factor favorable a la creación de nuevos mercados internos. La contradicción de la propiedad y su división constituyen la base contradictoria del proceso, favorecido además por el desarrollo de la lucha armada, por la formación de una clase media de pequeños propietarios. Por eso mismo, cualquier reagrupamiento aparece en la arena política de Brasil con una formación extraña a la tradición histórica y económica del país. Su origen se debe más a las corrientes inmigratorias extranjeras que a las viejas poblaciones rurales brasileñas; y sus intereses, por su propia naturaleza, son regionales. Por otra parte su economía proporciona la base regional de un sentimiento patriótico que no pasa las líneas divisorias de un estado. Por necesidad de autodefensa, ella puede buscar imponer su voluntad de clase sobre la base provincial, pero, en la actual fase histórica del imperialismo, está irremediablemente condenada, pues su ascenso como clase en el Estado tiene como consecuencia la penetración aún más acentuada y constante del capital extranjero, que la somete, así, más directamente, al dominio imperialista. De ese modo, la independencia nacional se hace aún más precaria, y más difícil es el mantenimiento de la unidad política del país, una vez que la pequeña propiedad no tiene ningún interés específico por el problema de la unidad nacional.

Pero, sea cual fuere el resultado de la lucha actual [entre las fracciones burguesas], la unidad de Brasil, mantenida por el dominio de la burguesía, será garantizada en relación directa a la explotación creciente de las clases oprimidas y al achatamiento sistemático de las condiciones de vida del proletariado. El grado más o menos elevado de su conciencia de clase, el tiempo más o menos largo que ésta llevará para formarse decidirán la suerte de esa unidad, en este momento imposible en los estrechos límites del Estado burgués nacional.

En plena tormenta revolucionaria, en 1917, Lenin daba como consigna primordial la necesidad de la organización del proletariado. En Brasil, en las condiciones actuales, la obra más urgente del proletariado es la creación de un verdadero partido comunista de masas, capaz de conducirlo en su tarea histórica: la instauración de la dictadura proletaria y la salvaguarda de la unidad nacional mediante la organización del Estado soviético.

Octubre de 1930



[i] Los dos factores contrarios al establecimiento de una gran corriente inmigratoria, el régimen de latifundio, el monopolio de los grandes señores de la tierra, de hecho y de jure, y la fuerza del trabajo esclavo, que creaban ambiente poco propicio al desarrollo rápido del trabajo libre en la explotación agrícola, sufrieron un primer golpe con la abolición de la esclavitud, expresión jurídica de un proceso económico del que podemos comprender claramente la evolución, a partir de 1884, época en la que la migración aumentó progresivamente, apoyada en abundantes subsidios dados por el Imperio. En la provincia de San Pablo, la progresión fue la siguiente:  
1884 ........................................... 4.879 inmigrantes  
1885 ...... : .................................. 6.500 inmigrantes  
1886 ........................................... 9.356 inmigrantes  
1887 ........................................ 32.112 inmigrantes  
1888 ........................................ 92.086 inmigrantes
(Dioclécio D. Duarte, Estudos de economia brasileira, p. 72). (Nota del original)
[ii] La corona portuguesa distribuyó las tierras de Brasil, repartidas en capitanías, a sus nobles y serviciales. El capitán general (gobernante de la capitanía), al no lograr ocupar tierras, tuvo que recurrir al brazo esclavo. Mientras la explotación de las tierras tenga carácter extensivo, el indígena servía; pero desde que el trabajo se hizo intensivo, fue menester importar negros de África. En 1587 la capitanía de Bahía contaba, para hacer frente a las demandas del cultivo azucarero, además de 6.000 indígenas, con 4.000 esclavos africanos. (Nota del original).
[iii] Humboldt dice que Brasil proveyó la mitad del oro de la producción americana. Las “banderas” (expediciones) de San Pablo para la caza de los indios se transformaron, poco a poco, en empresas de prospección. (Nota del original).
[iv] “Cerca del fin del siglo XVIII, ciertos cultivos de Pará fueron introducidos en la provincia de Río de Janeiro. El valle de Paraíba prosperó, las plantaciones ganaron, poco a poco, la provincia de San Pablo. Fue a partir de 1835 que el desarrollo de los cafetales paulistas se hizo más considerable”. (Delgado de Carvalho: O Brasil Meridional).La progresión del porcentaje paulista en la producción brasileña fue la siguiente:  
1840 ............................................................. 2,8%  
1860 ................................ .......................... 10.5%  
1870 ........................................................... 15,1%  
1880 ........................................................... 27.5%  
1890 ............................................................. 50 %
El Partido Republicano Paulista fue fundado en 1873, en Itu. (Nota del original).
[v] Desde el período colonial, la metrópoli instituyó la colonización libre. En 1746, 4.000 familias fueron transportadas de la Isla de Madeira y de las Azores a Brasil. Las primeras concesiones de tierras a los extranjeros residentes en Brasil fueron efectuadas en 1808, pero la colonización libre, con la institucionalización de la pequeña propiedad, se chocaban con el régimen general de gran propiedad rural y con el carácter industrial de la producción agrícola en Brasil, dependiente desde sus inicios del mercado mundial. El propietario de latifundio se vio obligado a importar la fuerza de trabajo, pero no le convenía importarla como pequeño propietario aislado. Con la decadencia del tráfico africano, la sustitución del esclavo por el trabajador asalariado se transformó en preocupación constante de los señores de la tierra. El informe de la misión Abrantes, enviado en 1848 por el Imperio a Alemania, es edificante. Con el objetivo de prevenir la crisis inminente – el tráfico tendía a cesar – el marqués de Abrantes proponía, entre otras cosas, las siguientes medidas: “Instituir la colonización, atrayendo brazos libres y capitales; provocar la separación de la agricultura y de la usina en el gran cultivo cafetero y azucarero; organizar por medio de reglamentos y por la acción de la policía local, el trabajo entre los liberados – obligándolos a ‘alquilarse’ junto a los estancieros”.La introducción sistemática del trabajador asalariado por la agricultura paulista (inmigración mantenida financieramente por el Estado o explotada por grandes compañías particulares), comenzó bajo el ministerio Cotegipe (1886). Antes de eso, los hacendados paulistas debían importar de otras provincias grupos de esclavos, sobre todo de las provincias del Norte. (Nota del original).
[vi] Se trata de la Consituyente de 1891.
[vii] Promedio anual, por un período de cinco años, de la diferencia entre la exportación y la importación:
[viii] Epitácio Lindolfo da Silva Pessoa (1863-1942), bajo cuyo gobierno se iniciaron las rebeliones tenentistas (el 5/7/1922), fue sucedido por Artur da Silva Bernardes (1875-1955), líder del Partido Republicano Minero, que gobernó el país de 1922 a 1926 bajo permanente estado de sitio, en función de los levantamientos militares y de la Columna Prestes.