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Boletín Nº 5 (Diciembre 2003)

Bolivia: la revolución derrotada – Capítulo XIV

Bolivia: la revolución derrotada – Capítulo XIV

Liborio Justo "Quebracho"

En la insurrección de abril de 1952, el proletariado de Bolivia, con las armas, conquistó el poder, pero no lo conservó para sí, colocando en el gobierno al M.N.R., aunque organizando al mismo tiempo, la Central Obrera Boliviana (COB ) en la que prácticamente residía aquel poder, con lo que se estableció una dualidad de poderes que hubiera podido definirse a favor de la masa obrera, de haber existido un partido revolucionario que la orientara, y, al no ocurrir así, esa dualidad comenzó a desaparecer, permitiendo al M.N.R. consolidarse en el gobierno e iniciar la contrarrevolución.

1. “Un acontecimiento sin precedentes en el mundo americano, un acontecimiento que supera en proyección sobre la historia y sobre la geografía del nuevo mundo a la misma guerra de la independencia. Tengo que hablar de ese acontecimiento y del puesto histórico que lo contiene, que es la Revolución de Bolivia”. Así se expresaba uno de los líderes del M.N.R., Carlos Montenegro, presintiendo íntimamente la importancia de la insurrección del 9 de abril de 1952, aunque careciera de claridad en su enfoque económico-social para saber en qué consistía realmente la magnitud que atribuía al hecho, y para interpretarlo1.

Porque tal magnitud digámoslo de una vez y en voz muy alta, consistía en que el proletariado del altiplano, encabezado por los mineros, las "ruinas" del imperio Tahuantinsuyu, los Mitayos, de la colonia, y las bestias de carga de la República, por primera vez en la historia de nuestro continente, y como vanguardia del proletariado de la América Latina, se habían apoderado del poder en Bolivia, colocándose, al mismo tiempo, ideológicamente, a la vanguardia del proletariado del mundo!

Esa sí que era la más profunda revolución social en la historia de las tres Américas!

Sin embargo, el proletariado boliviano no conservó ese poder para sí, para llevar a cabo la Revolución Proletaria, según lo había establecido la Tesis de Pulacayo, y lo entregó a los jefes del partido pequeño-burgués, que había iniciado el levantamiento, quienes aspiraban simplemente a llegar al gobierno por un nuevo golpe palaciego, en busca de sus limitadas aspiraciones, golpe que se ensanchó, luego, inesperadamente para ellos y contra sus deseos. Se encontraba así, ese Partido, al frente de una revolución popular que ni había soñado y rebalsaba desmesuradamente sus propósitos, “Cuando los movimientistas se ven obligados a escribir sobre los episodios de Abril, no tienen más remedio que reconocer que fueron los mineros los que destruyeron a las fuerzas armadas de la oligarquía – seguramente ahora los moradores del Palacio Quemado se estremecen al rememorar estos hechos – y que los fabriles de La Paz consumaron la victoria, En Abril estuvo, pues, el proletariado a la cabeza del movimiento revolucionario. Las luchas de clases en Bolivia están simbolizadas por Siglo XX, Catavi y Villa Victoria. El proletariado victorioso entregó e1 poder a la dirección pequeño burguesa emenerrista, es decir, a una dirección política que no era la suya”.

Mientras tanto, ese mismo proletariado en armas creó su propio órgano de poder, organizando la Central Obrera Boliviana (C.O.B.) el 17 de abril de 1952, es decir, a los escasos días del levantamiento del 9. En ella estaban representadas todas las tendencias políticas revolucionarias, sobre la base de la más efectiva democracia sindical, lo mismo que los campesinos. Como secretario fue designado el dirigente de los mineros Juan Lechín Oquendo, según dijimos. Desde su instalación, la C.O.B. fue el verdadero y efectivo poder que existió en Bolivia; el otro, el que estaba en el Palacio Quemado, no era más que una sombra que se encontraba allí sólo por tolerancia del primero y bajo su control. “Hemos sostenido que en ese período – escribe G. Lora – V. Paz no era más que un prisionero de la C.O,B.” 2.

Los planteamientos de la masa de la C.O.B., cuya dirección no tenía más remedio que escuchar, eran terminantes y dentro de la línea de la Revolución Proletaria, según la Tesis de Pulacayo: “La nacionalización inmediata de las minas, sin indemnización y bajo control obrero; de los ferrocarriles, para que sean administrados por los trabajadores; la ocupación de las fábricas por los obreros; la nacionalización de los latifundios para su entrega a los campesinos organizados, para que los trabajen dentro de un sistema colectivo”. Y fundamentaban tales demandas en los siguientes conceptos: “El proletariado boliviano es el más joven en la América Latina, pero también el más combativo y avanzado políticamente. Su elevada conciencia de clase ha superado la lucha meramente económica, reformista y conciliadora. Su objetivo es la transformación integral de la sociedad bajo la dirección revolucionaria y como caudillo de toda la nación. Las tareas que correspondían históricamente a la burguesía serán realizadas por el proletariado. El toque de difuntos de la propiedad privada es el toque de clarín para la revolución proletaria. Esto quiere decir que los trabajadores en el poder no se detendrán en los límites demo-burgueses, sino que sucesivamente darán cortes cada vez más profundos en el derecho de la propiedad privada, abrazando con ello reivindicaciones socialistas y tomando, de este modo, la revolución un carácter permanente. La lucha anticapitalista y antiimperialista, que comienza en el marco sindical, se profundiza en lo nacional y también se extiende a lo internacional, adquiriendo el carácter permanente en ambos sentidos. La consigna que tiene solidez es la de los Estados Unidos Socialistas de Latino- América, cuya realidad evitará que la revolución boliviana pueda ser ahogada por los bloques económicos del imperialismo” 3.

Hermosos conceptos, aunque no sean teóricamente del todo correctos, pero que estaban destinados a quedar en bellas frases! Porque en la triste realidad de los hechos, todos los Partidos políticos que aparecían como revolucionarios, inclusive los trotskystas que habían inspirado tales términos y que se presentaban como los más avanzados, en ese momento, ignoraron la circunstancia fundamental de la dualidad de poderes que se había establecido el 9 de abril de 1952 y, en lugar de exigir que dicha dualidad se resolviera a favor del proletariado, que debía tomar el poder sólo para sí, se contentaron con que la C.O.B. designara a sus burócratas como ministros “obreros” de Paz Estenssoro, estableciendo lo que se dio en llamar el “co-gobierno”. ¿ Cuál era, en la realidad, la consigna revolucionaria justa en ese momento histórico del proceso de la lucha de clases del proletariado boliviano, abanderado en tales circunstancias del proletariado de toda la América Latina? ¿Qué debió haber planteado una verdadera dirección marxista-leninista?

¡Fuera del gobierno los ministros “obreros”!

¡Todo el poder a la COB!

¡Por la realización de las Tesis de Pulacayo!

Sin embargo, en tal momento capital de la historia de Bolivia y de nuestro continente, nadie lo planteó, permitiendo al “prisionero del Palacio Quemado” ir paulatinamente afianzándose, en lo que tuvo una invalorable ayuda en la burocracia de la C.O.B., encabezada por Juan Lechín. Sólo se trataba, según se establecía, de aumentar la presión sobre el gobierno del M.N.R. para que tomara las medidas que exigía la masa y, para eso, cuantos más ministros “obreros” se nombraran, mejor. Y hasta muchos alcanzaron a sostener que la existencia de los partidos revolucionarios de la clase obrera había perdido su razón de ser, por cuanto el M.N.R. iba a llevar a la práctica la revolución proletaria. ¿ No había en “camarada Presidente”, llegado a declararse, en un mensaje del Día del Fabril, en 1953, “Presidente de un gobierno de obreros, campesinos y clase media” ? Y ante esa demagogia, claudicaron todos los Partidos políticos bolivianos, aún los de extrema izquierda, haciéndole creer a ese proletariado, que a fuerza de un heroísmo sin ejemplo y luego de quince años de una lucha de clases con pocos paralelos, que el gobierno de Paz Estenssoro era ”su” gobierno y que debía contentarse con presionar sobre él para que realizara sus demandas.

Sin embargo, ahí estaba la Tesis de Pulacayo estableciendo que, aún en Bolivia, el rol dirigente de la lucha por la liberación nacional y social correspondía al proletariado. Ahí estaban las Tesis de los cuatro primeros Congresos de la I.C., donde Lenin y Trotsky habían señalado la estrategia para la revolución en los países coloniales y semicoloniales. Y ahí estaban las palabras de este último exponiendo esa misma estrategia en su libro: “La revolución permanente”, clásico en el desarrollo del pensamiento marxista-leninista: “Con respecto a los países de desarrollo burgués atrasado y en particular de los coloniales y semicoloniales, la teoría de la revolución permanente significa que la resolución íntegra y efectiva de sus fines democráticos y de emancipación nacional, tan sólo pueden concebirse por medio de la dictadura del proletariado, empuñando el Poder como caudillo de la nación oprimida y, ante todo, de las masas campesinas”.

Imposible un proceso más ajustado a los cánones del clásico pensamiento marxista-leninista que el de Bolivia! ¡Ahí estaba la dualidad de poderes elevada a la categoría de hecho histórico como pocas veces llega a presentarse en el proceso mundial! Sin embargo, los propios trotskystas, que aspiraban a reivindicar aquel pensamiento, no lo comprendieron y dejaron pasar el momento. Después debían venir las lamentaciones. Pero ya sería, desgraciadamente, tarde.

Repitamos lo que ya reprodujimos anteriormente: “A partir del 9 de abril los sindicatos de los distritos más importantes tomaron sencillamente en sus manos la solución de los problemas vitales y las autoridades, sino eran destituidas, no tenían más remedio que someterse a sus decisiones. Son estos sindicatos los que actuaron como órganos de poder obrero y plantearon el problema de la dualidad a las autoridades locales y nacionales. Directores de la vida diaria de las masas, se rodearon de atribuciones legislativas y ejecutivas (poseen fuerza compulsiva para ejecutar sus decisiones) e inclusive llegan a administrar justicia. La asamblea sindical se convirtió en la suprema ley, en la suprema autoridad. Este fenómeno fue casi general en las minas y se presentó excepcionalmente en los sectores fabriles. Lamentablemente esta realidad no fue comprendida en todo su alcance por la vanguardia del proletariado y se desperdició una coyuntura favorable para materializar la consigna de la ocupación inmediata de las minas, que habría obligado al proletariado librar la batalla por solucionar la dualidad de poderes a su favor. En esta primera época son la asamblea y la dirección sindicales las que actúan como órganos del poder obrero” 4.

Y en lugar de una acción independiente hacia su propio poder, el stalinismo por su inveterada traición y el trotskysmo con su inveterado centrismo, pusieron al proletariado de Bolivia, a la cola de la Revolución Nacional del M.N.R. es decir, en el camino de su derrota. Una actitud peor, en su esencia que la que tanto criticó Trotsky a Stalin en China, en 1927, cuando éste obligó al P.C. de ese país a someterse a Chiang Kai Shek.

Mientras tanto el “c. Presidente”, que había declarado al año 1952, “Año de la Revolución Nacional”, sostenía demagógicamente desde los balcones del Palacio Quemado: “Estamos en el poder para defender los intereses pueblo. Esta es la única razón de nuestra presencia aquí… Realizar la Revolución Nacional es una tarea gigantesca que requiere muchos años… Y no se podría realizar la Revolución sino diciendo la verdad al pueblo… El pueblo de Bolivia está con la Revolución Nacional porque es su revolución, porque es el camino de su redención, porque es el camino hacia un porvenir mejor... Hay nuevos muertos en el largo camino de sacrificios de todo el pueblo de Bolivia en la lucha por su liberación... Nunca hemos traicionado al pueblo; detrás de nosotros no hay ningún interés económico que no sea el interés de las grandes mayorías a quienes estamos sirviendo”. Y terminaba: “Somos un gobierno cuya acción está en armonía con la etapa histórica que vive el pueblo boliviano y, precisamente por esa armonía es que todavía no se puede realizar una revolución social. Por eso aquellos que plantean puntos extremistas sabotean a la Revolución”5. Y desde ese momento, fue necesario fabricar todo un cuerpo de doctrina, completando los incipientes planteamientos anteriores, para fundamentar teóricamente y justificar la titulada Revolución Nacional. De esa labor se encargaron algunos tránsfugas del trotskysmo, que superando la posición oficial del P.O.R., ingresaron al M.N.R. y se transformaron en sus portavoces.

“La fórmula política de “revolución nacional” – dice uno de ellos – no aparece, en forma concreta, en el “Programa y Principios del M.N.R.” de 1942. También está ausente en el primer período del gobierno de Villarroel-Paz Estenssoro. Recién en el ocaso de ese régimen, el señor Walter Guevara Arze intentó inyectarle algún contenido teórico en su folleto “Teoría, medios y fines de la Revolución Nacional”. Y ahora se ha convertido en el político fundamental del M.N.R. en el poder”. Y prosigue para dar un contenido a la misma: “En nuestros países, que aún tienen pendiente su problema nacional, las fuerzas sociales, como resultado de su evolución “desigual”, se han debilitado de tal manera, que ya no pueden expresarse mediante partidos políticos únicos y sólo lo hacen a través de frentes nacionales de clases, con intereses coincidentes en el momento de las insurrecciones decisivas. Se trata aquí, consecuentemente, de una pugna final entre la nación postergada en marcha multitudinaria hacia el poder y la oligarquía antinacional y colonialista en trance crepuscular. Por eso, desde un principio y de un modo directo y personal, actúan a ambos lados de la barricada, las clases centralizadas por la oligarquía, de una parte, y de otra, las clases populares oprimidas, arrinconando a partidos prácticamente inexistentes o inoperantes. En cuanto sabemos, con ese carácter, embrionariamente policlasista se han impuesto – aunque con diferentes matices – entre nosotros, el “Frente de Liberación Nacional”, en Guatemala, el “Peronismo”, en la Argentina, y el “Movimiento Nacionalista Revolucionario” en Bolivia”.

“Ahora bien, por su propia naturaleza, tales movimientos tienden a instaurar– y lo han hecho – gobiernos populares que representan a todas las clases que integran el frente de la Revolución Nacional. En consecuencia, la previa necesidad de la “dictadura del proletariado” para resolver los objetivos de la fase democrático-burguesa de la revolución, ya no es ni perentoria ni inevitable. Por el contrario, si recordamos que los países en los cuales aún no se ha resuelto el problema nacional presentan diversas particularidades locales sobre las cuales se funda – justamente – la estrategia clasista; y si recordamos, asimismo, que el proletariado no es una masa homogénea y que bajo diferentes circunstancias suele reaccionar de diferente manera, llegaremos a la conclusión de que esa fórmula – si pretende ser mecánicamente aplicada – puede tornarse, más bien, en fórmula directamente contrarrevolucionaria” 6.

Este punto de vista, en coincidencia en términos generales con los sostenidos en los hechos con los de la totalidad de los Partidos de izquierda, son los que privaron en la Revolución Boliviana, cerrándole el camino de la Revolución Proletaria y llevándola hacia la Revolución Nacional, mientras las apariencias demagógicas del “c. Presidente” mantenían una indispensable bambalina detrás de la cual, impunemente, podía ir preparando la contrarrevolución. “La revolución fue una revolución que iba más allá de los golpes de Estado, las revoluciones de palacio y las sublevaciones cuartelarias que degradaron la palabra “revolución” en las Américas – expresa un autor norteamericano refiriéndose a la de Bolivia –. Pero que7. Este “temido cataclismo” era la Revolución Proletaria. demostró también que incluso una revolución auténtica puede ser guiada y hasta cierto punto, frenada, para obtener beneficios, sin tener que sufrir el tan temido cataclismo”

2. Organizada la Central Obrera Boliviana (C.O.B.) el 17 de abril de 1952 por iniciativa, según se ha escrito, del miembro del P.O.R., Miguel Alandia Pantoja, quien redactó sus primeras proclamas y dirigió los tres números iniciales de su periódico, “Rebelión”, el M.N.R. no disponía en ella de fuerzas efectivas, fuera de algunos burócratas al frente de la misma. El verdadero poder estaba en la masa de los trabajadores que afluían incesantes para engrosar los sindicatos. “Inmediatamente después del 9 de abril de 1952 – escribe Lora – el M.N.R. actuó como una minoría inoperante dentro de las organizaciones sindicales. No podía prosperar el oficialismo porque se vivía el punto culminante de la radicalización de las masas” 8.

Pero, a las pocas semanas del 9 de abril, el “prisionero del Palacio Quemado”, se dio maña para postergar la nacionalización de las minas, principal demanda del pueblo de Bolivia, apelando al subterfugio de designar una comisión que estudiara el paso y dictaminara al efecto, paso en el que tuvo la colaboración de la burocracia de Lechín, y este hecho, capital en el propósito de frenar la revolución, produjo un detenimiento del ritmo con que se manifestaba el fervor de la masa, siendo aprovechado por el oficialismo para tomar medidas que señalan el comienzo de la contrarrevolución. Y tales medidas se orientaron, desde el primer momento, hacia la destrucción de la democracia sindical y la burocratización del poder adversario: la C.O.B., y para eso contó con la activa colaboración del stalinismo.

“El primer paso en el camino de la destrucción de la C.O.B. – dice Lora – consistió en acallar a la oposición trotskysta mediante un rodaje plebiscitario, debidamente lubricado con dinero y con privilegios de toda naturaleza. El stalinismo se prestó gustoso al juego gubernamental... Fiel a su tradición, empleaba todos los medios para oponerse al movimiento revolucionario. La segunda e inmediata providencia puesta en práctica, consistió en purgar a los poristas de las direcciones sindicales... El M.N.R. para cumplir sus planes, fue destruyendo sistemáticamente todos los elementos de la democracia sindical y se encaminó a estatizar las organizaciones obreras. Las elecciones periódicas de dirigentes y de delegados ante la C.O.B. fueron sustituidas por las imposiciones del Presidente de la República o de los ministros “obreros”. Los trotskystas comenzaron a ser enconadamente perseguidos...”

“...La Central Obrera Boliviana de instrumento fuertemente influenciado por los trotskystas, que no daba un solo paso sin previamente consultar su criterio, se transformaba en instrumento en manos del gobierno para aplastar al P.O.R. y extirparlo de raíz de los medios sindicales. Maniobra tan espectacular y visiblemente dirigida contra el sector de izquierda más consecuente del frente revolucionario, únicamente puede realizarse con fortuna aprovechando la momentánea depresión del movimiento obrero y contando con la complicidad del stalinismo... El distrito de Siglo XX fue el escenario de monstruosas falsificaciones del Comando del M.N.R. contra los poristas, con la única finalidad de apresarlos... Colocados en el punto depresivo más bajo, el M.N.R. nos había arrinconado en los sindicatos y corríamos el riesgo de vernos totalmente aislados y hasta excluidos físicamente de su seno... Todos los elementos opositores fueron eliminados de las direcciones, por medio de la violencia o de la corrupción, y reemplazados por burócratas serviles... El gobierno se limitó a ejercer un control burocrático sobre el movimiento sindical, que para sus menguados fines era suficiente” 9.

Lo segundo fue la liquidación de las milicias de la C.O.B., las que fueron siendo suplantadas con las tituladas milicias del M.N.R., recolectadas a salario entre los elementos del hampa y desocupados.

“En los primeros meses de la revolución, solamente la C.O.B. contaba con fuerzas armadas, las milicias armadas de obreros y campesinos. El armamento de los trabajadores se inició como milicias sindicales y cuando no existían condiciones para la formación de iguales fuerzas propias del M.N.R. Los mitines eran imponentes desfiles obreros y campesinos armados. Los obreros descontaban de que las fábricas y las minas debían convertirse en trincheras de la revolución; ellos que en su heroica lucha aprendieron a identificar al ejército y carabineros como instrumentos de represión al ser- vicio de la rosca, estaban seguros de que sus milicias debían convertirse en la única fuerza armada. En sus primeras reuniones, la C.O.B. designó un secretario de milicias y desde entonces, este cargo ha adquirido carta de ciudadanía dentro de la estructura de los sindicatos, aunque ahora no tiene más que una función decorativa. Tanto la asamblea de la C.O.B. como las organizaciones de base tomaron en serio, a diferencia del Comité Ejecutivo, la tarea de consolidar las milicias, mejorando su armamento, disciplinándolas y creando un comando único. Paz Estenssoro y Lechín instruyeron a sus parciales que obstaculizasen los trabajos encaminados al fortalecimiento de los núcleos obreros armados, pues éstos constituían la más grande amenaza para el gobierno. Fiel a esta línea de conducta, se comenzaron a organizar, aprovechando los recursos que proporciona el monopolio del poder, milicias en los Comandos Zonales del M.N.R., independientes de las sindicales y a las que se encargaba la vigilancia de los principales centros; los dirigentes movimientistas, cooperados de cerca por el stalinismo, se dieron modos para sabotear la consolidación de las milicias cobistas” 10.

Una tercera medida de gran importancia para desviar y aún sofocar el ritmo del proletariado revolucionario, fue la concesión del voto universal, establecido por decreto del 21 de julio de 1952, con lo que se ponía fin al voto calificado que había existido hasta entonces, el que dejaba al margen de las urnas a los analfabetos. La concesión del voto universal, que en otra circunstancia hubiera significado una medida altamente progresiva, tenía un sentido muy distinto en el momento en que se decretó, primero, porque ya existía en los hechos una voluntad universal que se expresaba por conducto más efectivo de los sindicatos y de las armas, y para manifestar la cual ya se había dejado sin efecto la discriminación alfabética, y el llamado a las urnas en estas circunstancias sólo trataba de distraer al pueblo del camino que llevaba e ilusionarlo para que obtuviera con los votos lo que ya había obtenido con las balas; y, segundo, porque con el camino electoral se trataba de ahogar al proletariado bajo la masa del campesinado. “Se dijo que la reforma electoral movimientista – dice Lora – importaba una atrevida conquista revolucionaria y que sólo los reaccionarios podían hacerle objeciones... Es progresista la inclusión de la masa campesina a los derechos electorales, pero ya no lo es el utilizar esa masa para estrangular a los obreros” 11.

El cuarto aspecto de la labor subrepticia de destrucción de las conquistas revolucionarias, lo constituyó la anulación y burocratización del control obrero con derecho a veto que se estableció en las minas. El establecimiento de ese control, derivado de la Tesis de Pulacayo, tenía un sentido profunda- mente revolucionario. “No se debe olvidar que la Tesis de Pulacayo – escribe su inspirador Guillermo Lora – nació cuando los trabajadores se encaminaban firmemente hacia la ocupación de las minas, en esa época controladas por la gran minería. En tales circunstancias, el control obrero no podía significar más que la administración de las minas por la clase obrera, es decir, por los órganos que expresen la voluntad colectiva” 12.

En los comienzos de la revolución de abril de 1952, el control obrero funcionó normalmente y fue la expresión de la voluntad colectiva de la masa obrera en las minas. “En la primera etapa de la revolución el control obrero se mueve impulsado por las masas y se convierte en un verdadero órgano de poder obrero – continúa el mismo autor -. El control actúa como portavoz de los trabajadores, se opone al gobierno movimientista y a los exceso de la administración de las minas” 13. Pero, tan pronto como el M.N.R., aprovechándose del momentáneo descenso del ritmo revolucionario provocado por la postergación de la nacionalización de las minas, inició la ofensiva contra la revolución, el control obrero perdió su carácter, desvinculándose de las bases y burocratizándose. Y al burocratizarse, halló la forma de corromperse. “En manos del partido pequeño-burgués (M.N.R.) el control se ha convertido en un insignificante adorno “obrero’ de las viejas formas de administración” 14.

Pero la medida contrarrevolucionaria más importante tomada por el gobierno del M.N.R. fue la reorganización del Ejército, que había sido disuelto y desarmado por el pueblo, decretada el 24 de julio de 1953, y la reapertura del Colegio Militar. El pretexto fue la necesidad de crear el Ejército de la Revolución Nacional, embebido en el espíritu de la misma, cuyas filas estarían abiertas a la clase obrera. Y, a pesar de la decidida animadversación del proletariado a la adopción de tal medida, manifestada en numerosas decisiones al respecto, la propia dirección de la C.O.B., con Lechín al frente, coadyuvó en dicha tarea. “Lo monstruoso está en que el propio secretario de la C.O.B., que no podía, ignorar el sentimiento de los trabajadores – escribe G. Lora – se hubiese prestado al juego de Paz. Violentando los discursos que había leído y las resoluciones de la Central en sentido de ser necesario extirpar de raíz el ejército masacrador, el señor Lechín coadyuvó en la reapertura del Colegio Militar y se complicó en los trajines de la reorganización del Ejército” 15.

Y, mientras se iban cerrando todos los conductos por donde podía canalizarse realmente el impulso revolucionario del proletariado en armas, se trataba, además, de neutralizarlo y de desviarlo hacia el camino falso del “co- gobierno” con el M.N.R. Ello se manifestó más claramente en la evolución de la C.O.B.

3. “El gran movimiento de liberación nacional y social del 9 de abril de 1952 – dice el “Programa ideológico y estatutos de la Central Obrera Boliviana (C.O.B.)”, aprobados por el Congreso Nacional de Trabajadores el 31 de octubre de 1954 – comenzó como un simple golpe de Estado y se] fue transformando rápidamente en una insurrección victoriosa por la presencia revolucionaria de los grupos sociales... especialmente la clase obrera] que impusieron en el Gobierno, mediante las armas, a los candidatos triunfantes en las urnas electorales en mayo de 1951, y, en el primer Gabinete de la Revolución, a tres hombres de sus filas... El triunfo de la Revolución de Abril y la participación que en el Gobierno le ha correspondido a la clase trabajadora, ha modificado en forma substancial, no sólo la estructura eco- nómica del país, sino también, la correlación de clases y la actitud de los trabajadores respecto del poder político...

“…La creciente participación de las masas, confiere a nuestra revolución un carácter popular, que tiende a superar el esquema puramente democrático-burgués de sus principios. La cuota cada vez mayor de Ministros Obreros (ampliada a cinco), la aplicación del control obrero, las labores co-legislativas y co-ejecutivas de la C.O.B. y de los congresos sindicales, etc., muestran que nuestra Revolución es una Revolución Popular antes que Democrático-burguesa o Proletaria... Nuestra Revolución, pues, es nacional y popular. La consecuente transformación de la lucha de liberación nacional que actualmente libra el pueblo de Bolivia en lucha de liberación social, depende de la capacitación revolucionaria que tenga la clase obrera en estrecha alianza con los campesinos pobres y los sectores explotados de la clase media urbana”...

“...La clase trabajadora actuando en el seno mismo del poder, está logrando conquistas que interesan vitalmente a las más amplias capas de la población y no particularmente a ella o la burguesía. La retirada de los trabajadores del poder [se refiere al co-gobierno con Paz Estenssoro) no sólo implicaría un debilitamiento de ese “poder’ en cuya conservación están interesados, sino que facilitaría la maniobra de sus enemigos de clase. Mientras las clases trabajadoras utilicen el poder para empujar la Revolución, mientras los Congresos Obreros mantengan su calidad de Parlamentos Populares en el sentido exacto de la palabra, no puede apreciarse como un ‘colaboracionismo’ de clases su actual participación en el poder...

“.A las medidas anteriormente enunciadas debemos agregar la destrucción del antiguo ejército ‘rosquero’, que se nos presentaba... como un instrumento de opresión al servicio de la casta dominante, y su reemplazo por un ejército popular junto al cual convive una fuerza premilitar: el pueblo en armas... Si la estructura y los objetivos del Ejército Revolucionario son diferentes al oligárquico, con mayor razón lo son los fundamentos de la disciplina. La conciencia de clase, capacidad política, son los fundamentos de la disciplina del nuevo Ejército... Los jóvenes oficiales tienen que ser asimilados ideológica y organizativamente a la Revolución Nacional”.

Y, por último, plantea: “Se ha pretendido encontrar una debilidad – cuando no una salida oportunista – al hecho de que en laC.O.B. no se haya planteado el ‘problema del poder’. Para apreciar en su justo valor esa acusación será preciso recordar el carácter de las organizaciones sindicales, las relaciones entre los trabajadores y el actual Gobierno y la situación de la clase obrera y su posibilidad de convertirse en ‘poder’... Resulta absurdo que se plantease la ‘toma del poder’ por una organización sindical, que si bien refleja las condiciones económicas del obrero, del campesino o del empleado, no puede expresar el criterio político uniforme sobre cómo y con qué fines se debe tomar el poder” 16.

Esa era la base ideológica de la burocracia al frente de la C.O.B. encabezada por el dirigente de la F.S.T.M.B., Juan Lechín Oquendo.

4. ¿Quién era y qué significado ha tenido en la revolución boliviana Juan Lechín Oquendo? “No soy comunista y no acepto el comunismo. Dígalo esto bien claro… No puede haber comunistas en Bolivia”, ha expresado terminantemente en una oportunidad17 y en muchas otras. Esto no le impidió a Juan Lechín pronunciar, a lo largo de su carrera sindical, discursos terriblemente rojos, destinados, más que nada, a ponerse a tono con las aspiraciones de la masa trabajadora. Aún más, podemos decir que esos discursos eran preparados directamente por el P.O.R. y contenían todas las consignas de la Cuarta Internacional, por lo que en más de una oportunidad, Lechín, fue catalogado como trotskysta. Pero el secretario general de la C.O.B., en realidad, al frente de esta, estaba desempeñando el mismo papel demagógico de Paz Estenssoro al frente del gobierno y, mientras le fuera necesario apela- ría a tales recursos para frenar y reducir a sus estrechas perspectivas de elegante pequeño-burgués, al movimiento obrero revolucionario.

“El estudioso de la historia del movimiento obrero boliviano – escribe Lora – comenzará por admirarse de que tan inesperadamente el nombre de Lechín aparezca figurando en la dirección de la recién formada Federación Sindical de Trabajadores Mineros Bolivianos... El gobierno de Villarroel, más concretamente, su sector movimientista, deseoso de organizar y controlar a los obreros como factor de su propia estabilidad, sacó al actual líder obrero del anonimato y lo impuso como dirigente. El origen espurio de su liderato, junto a su completa desvinculación con la historia del movimiento obrero... nos permitieron asegurar, ya en la época del sexenio, que no poseía las condiciones indispensables para llegar a ser un caudillo revolucionario, a pesar de haber llegado a la cabeza de los trabajadores... El último decenio de luchas del proletariado, pletórico de trascendentales acontecimientos, ha dado relieve a quien no lo merece... Después del golpe... del 21 de julio de 1946, debido a la momentánea desaparición del M.N.R. del escenario político, Lechín buscó una relación más estrecha con el Partido Obrero Revolucionario y se inscribió secretamente como militante... En esa época ya se puso de manifiesto uno de los rasgos predominantes en toda su actuación sindical y política del que más tarde llegó a ser amo y señor de la C.O.B. : doblez en el trato con los partidos y con las personas. Los coqueteos simultáneos con la izquierda y con la derecha fueron presentados por él como habilidad política y, al respecto, ha sentado las bases de toda una escuela política de simulación. Más tarde, como quien hubiese descubierto un nuevo principio, dijo que estaba orgulloso de ser oportunista”. Sobre esa base, abandonó el P.O.R., volviendo al M.N.R. para combatir a los poristas. “Habiendo comenzado por ser el representante pequeño-burgués de los trabajadores – prosigue Lora – se convirtió, inmediatamente que pudo emanciparse de la directa influencia de los cuadros de base, en freno al servicio de una clase social ajena al proletariado. Su posición privilegiada le permitió aglutinar a un sector movimientista, al ala izquierda, y actuar como uno de los principales polos del partido del gobierno. Por encima de todo, en ningún momento dejó de ser una parte del M.N.R., reflejando su ideología y su naturaleza clasista... Desde el momento en que se entrega en cuerpo y alma al M.N.R. y actúa como quinta columna de este partido dentro del movimiento obrero, convertirse en uno de los mayores obstáculos para la liberación de los explotados. La estructuración del Partido de la clase obrera se realiza a través de la lucha contra el lechinismo” 18.

Y, en otra parte expresa. “El lechinismo… ha sido el vínculo del M.N.R. con los sindicatos; por medio de ese canal ha llegado hasta amplias capas de cuadros sindicales la labor corruptora inmoral del partido del gobierno. El mayor pecado de la camarilla lechinista consiste en la corrupción de toda una legión de valiosos dirigentes. Cuando no ha podido prostituir, ha enviado a la cárcel a quienes han tenido el valor de resistir su nefasta influencia” 19.

Bien dijo de esa camarilla, recientemente, un observador imparcial: “Esta coyuntura histórica no fue utilizada por el sindicalismo…sino para crear una burocracia sindical inepta, venal, teóricamente trotskysta, pero prácticamente conservadora”20.

1. C. Montenegro – “Documentos”, La Paz, 1954, p. 60.

2. G. Lora – Op. cit., p. 125.

3. Citado por G. Lora – Op. cit., p. 255 y 256.

4. G. Lora – Op. cit., p. 277.

5. “El pensamiento revolucionario de Paz Estenssoro”, p. 34 a 40.

6. Ernesto Ayala Mercado – “¿Qué es la revolución boliviana?”. La Paz, 1956, p. 20, 21 y 53.

7. Richard W. Patch – “Bolivia: Diez años de revolución nacional” (“Cuadernos, París, septiembre de 1962.)

8. G. Lora – “Sindicatos y revolución”, La Paz, 1960, p. 31.

9. G. Lora – “La revolución boliviana”, p. 281 a 283.

10. G. Lora – Op. cit., p. 271.

11. G. Lora – “La revolución boliviana”, p. 223.

12. G. Lora – “La revolución boliviana”, p. 145.

13. G. Lora – Op. cit., p. 155.

14. G. Lora – Op. cit., p. 146.

15. G. Lora – Op. cit., p. 273

16. “Programa Ideológico y Estatutos de la Central Obrera Boliviana”, La Paz, 1954.

17. R. Aldunate Phillips – “Tras la cortina de estaño”, Santiago de Chile, 1955, p. 28 y 33.

18. G. Lora – “La revolución boliviana”, p. 319 a 325.

19. G. Lora – “Sindicatos y revolución”, p. 26.

20. Antonio García – “Reforma agraria y desarrollo de Bolivia” (“El trimestre económico”, México, julio-septiembre de 1964.